Parece que las elecciones catalanas, sobre todo sus consecuencias, van a seguir marcando la agenda de los columnistas del papel durante algún tiempo. A menos es lo que está ocurriendo a lo largo de esta semana post-electoral. Eso sí, cada día domina un aspecto diferente. Este 29 de noviembre de 2012, por ejemplo, Duran i Lleida ocupa un lugar destacado, pero a modo de pim-pam-pum al que lanzar bolas de madera desde artículos publicados en Madrid y Barcelona.
Otros temas y personajes aparecen en los diarios impresos, y algún columnista de La Vanguardia tiene una memoria de corto recorrido, tan breve que ahora dice que nadie pidió lo que el mismo defendía. Más adelante comentaremos esto.
Arranquemos en Madrid, en el diario ABC. Ignacio Camacho escribe sobre uno de esos políticos que se retiran para no irse, quizás el más destacado en España de todos de cuantos se comportan de esa manera. Dudamos mucho que las Memorias de Aznar le hagan merecedor de un Nobel de literatura, algo que sí le ocurrió a Sir Winston Churchill, pero su mera presentación y algunas partes de su contenido han hecho correr ríos de tinta y han llenado horas de contenido de tertulias radiofónicas y televisivas.
Camacho, en Amigos de mentira, enemigos de verdad no se centra tanto en el libro como en el personaje, sobre todo en la reacciones y sentimientos que sigue generando:
A Aznar lo mantiene en forma la ferocidad de la animadversión que aún provoca: la izquierda no ha logrado encontrar en el actual PP un icono tan odiable. De hecho le dan más relevancia sus adversarios que sus sucesores y si algo le cabrea es la escasa auctoritas que este Gobierno concede a sus consejos y prescripciones. El antiguo presidente cumple al pie de la letra el adagio de que la política proporciona amigos de mentira y enemigos de verdad.
Lo que sí conserva es una notable influencia, entre melancólica y carismática, entre su público natural. La otra noche, en la presentación de su libro de memorias, una cierta derecha de visón y nudo gordo de corbata abarrotó el salón de un cinco estrellas de la Castellana para pedirle un ejemplar firmado.
Describe su actuación en la presentación del libro:
La gente que allí estaba parecía hallarse como ante un oráculo, en busca de la munición doctrinal que la actual dirigencia le escamotea entre requiebros de pragmatismo. Sin embargo el chamán se mantuvo hermético y seco, tal vez autolimitado en sus juicios por la presencia de medio Gabinete. Ni siquiera la torera retranca de Carlos Herrera, que lo citó de cerca y de lejos, logró arrancarle faena a un morlaco tan resabiado.
Concluye con unas palabras que pueden hacer temblar a más de uno en La Moncloa y la madrileña calle Génvoa:
Este hombre tiende a solemnizar sus palabras hasta un punto que ha contagiado el estilo de sus negros. Con los suyos en el poder debe de considerar que es pronto para ajustar cuentas, y además el rencor de sus enemigos mantiene todavía inconcluso el memorial de agravios.
En el mismo periódico Isabel San Sebastián se expresa con un pesimismo sobre España que hace recordar a los autores del 98. Un proyecto sin presente arranca con un lamento:
España es hoy un buque a la deriva del que muchos tratan de escapar aplicando la vieja fórmula del «sálvese quien pueda». Un país cuyos contornos se difuminan a ojos vista. Un barco fantasma perdido en la niebla de la peor crisis global que recuerdan las generaciones vivas.
Se mire donde se mire todo es páramo, estepa.
Se muestra crítica con el registrador de la propiedad metido a gobernante que hoy habita en La Moncloa:
Mariano Rajoy llegó al Gobierno hace poco más de un año a lomos de la ruina y la decepción provocadas por la inepcia de Zapatero, más que por la ilusión que despertaba su persona. No es un hombre de carisma ni lo pretende. Lo suyo no es encantar a las serpientes. Pero representa unas siglas, las del PP, que evocan (o evocaban) en la mayoría de los españoles dos «ideas fuerza» muy claras: Buena gestión económica y España. A día de hoy el inquilino de La Moncloa no ha conseguido hacer honor con su gestión a ninguna de las dos.
Tras hacer un retrato de distintas cuestiones, como al presencia de Bildu en el Parlamento vasco o el independentismo catalán, así como de «los dirigentes de Extremadura, el País Vasco y Navarra [que] se ríen de la Ley» y varias cuestiones más, se pregunta:
¿Qué más tiene que pasar para lograr que nuestros gobernantes reconozcan hasta qué punto está fuera de control este Estado de las Autonomías que por el momento nadie con poder se ha atrevido a cuestionar? ¿Para cuándo la revisión de esta asignatura pendiente, causa, que no consecuencia, de la gangrena económica?
Concluye con el mismo pesimismo con el que comenzaba:
España es, a día de hoy, un asunto aparcado en espera de mejores tiempos, mientras el Gobierno trata de cuadrar las cuentas, como si las cuentas pudieran cuadrarse en una galera cuyos remeros bogan al son de diecisiete tambores distintos. Ha dejado de ser un proyecto común y compartido para convertirse en un reino de taifas sumido en el caos. Un proyecto sin presente. Una Historia sin futuro.
POCA MEMORIA EN LA VANGUARDIA
Saltemos a Barcelona para leer un artículo de La Vanguardia en el que auguran que Cataluña podría volver a enfrentarse a unas nuevas elecciones en poco tiempo. Lo apunta Lluix Foix en Se otea otra legislatura corta:
Empieza a cundir la idea de que hemos salido de la legislatura más corta de la democracia y podemos entrar en otra todavía más breve, quizás brevísima.
Da la impresión de que el diario del Conde de Godó y Grande de España trata de desmarcarse de Mas y CiU tras sus malos resultados en los comicios del 25 de noviembre de 2012. No queda nada ahora de las loas al presidente catalán y su proyecto soberanista que caracterizaron a La Vanguardia desde el 12 de septiembre hasta la jornada electoral. Y sus columnistas están en la misma línea. Dice Foix cosas como las que siguen:
No ha sido un buen negocio el precipitar unas elecciones que nadie le pedía y que fueron la consecuencia de haber leído mal el significado de la gran manifestación del Onze de Setembre.
El error de Mas, visto a toro pasado, fue el de identificar la manifestación con Catalunya, con su partido y con su persona. La respuesta no ha sido tan categórica sino más sutil, más plural y menos personalista. Los catalanes le han respondido con un Parlament de gestión difícil.
Hay que introducir nuevas ideas fuerza que pasen por la voluntad de ser, el trabajo bien hecho, la educación de calidad y el fomento de la meritocracia. Romper los moldes que ya no sirven, incorporar a los sectores excluidos, renovar las élites enquistadas y construir una sociedad más justa y más humana. Recuperar a Prat de la Riba, hombre práctico, que supo echar mano de los mejores aunque no pensaran como él. Su obra perdura.
Antes de continuar leyendo, querido lector, repase una vez más la primera de las frase que hemos seleccionado en el anterior listado. Recuérdela, y confíe en que su memoria sea mejor que la del columnista y ex director de La Vanguardia.
Este humilde lector de columnas, que en ocasiones es algo malpensado, ha tirado de Google y ha encontrado un artículo del mismo Lluís Foix publicado en el diario del Conde de Godó y Grande de España el 13 de septiembre de 2012, dos días después de la manifestación independentista y doce jornadas antes de que Mas convocara los comicios. Se llama La manifestación marca la agenda.
¿Y qué decía entonces el señor Foix? Cosas como estas:
Esta identificación de CiU con el espíritu y lema de la manifestación tendrá que refrendarse en las urnas más pronto que tarde.
La marcha organizada por la ANC tiene un gran valor simbólico. Pero, en cualquier caso, hay que refrendarlo en las urnas con programas electorales claros y precisos. Como es natural, una campaña electoral con la independencia como eje central daría oportunidad para que se debatieran todos los aspectos de lo que supondría una ruptura con España.
El problema es que hasta que no se celebren elecciones con programas muy explícitos sobre la independencia, los políticos seguirán transitando detrás de la pancarta que presidía la gran concentración del domingo.
A no ser que Lluis Foix sea un pseudónimo y se llame en realidad ‘Nadie’ –Justo al revés de Ulises, que engañó a Polifemo presentándose precisamente como ‘Nadie’– el de La Vanguardia demuestra tener una memoria muy breve, puesto que tras las elecciones dice que «nadie le pedía» a Mas las elecciones y él lo hizo hasta en tres ocasiones en un mismo artículo.
DURAN I LLEIDA PODRÍA NECESITAR ASPIRINAS
Sigamos en Barcelona, pero pasando a El Periódico de Catalunya, donde Ernest Folch, el de San Jorge y el ‘dragón’ Pedrojota Ramírez —Folch (El Periódico) defiende el programa donde disparan al Rey y Sostres: «es una princesa entregada al dragón de los medios ultras de Madrid»— se dedica a ‘arrear’ a Duran i Lleida en El rey va desnudo.
El columnista del rotativo que gusta ahora de presentarse como ‘el diario de la Catalunya real’ arranca:
Se acabaron las elecciones y vuelve Duran Lleida, que es como decir que se ha acabado la fiesta. El viejo y hábil político llevaba muchas semanas soportando estoicamente el escarnio de los gritos de independencia en sus propios mítines, pero aquí lo tenéis otra vez, más contento que unas pascuas, volviendo a llevar la batuta de la ambigüedad. Esta vez, y a diferencia de hace dos años, no abrió la boca en la noche electoral, y dejó que todo el peso del castigo cayera sobre la débil espalda de Artur Mas para confirmar que solo habla en la victoria, nunca en la derrota.
Describe con dureza al de Unió:
En realidad, Duran es el mejor termómetro para medir la salud del soberanismo. Si lo ven acurrucado, como en las fechas próximas a la Diada, es que vivimos una efervescencia independentista. Si lo ven crecido, es que vuelve el puente aéreo.
Tras dar por casi imposible un acuerdo entre CiU y ERC, vuelve a la carga:
Y es que no hace falta que nos engañemos: la pelota del soberanismo no puede parecer que se le pasa al partido pequeño que ha hecho los deberes cuando en realidad está encallada, por no decir pinchada, en otro tejado. El obstáculo al soberanismo se llama Duran Lleida, está dentro de CiU, y la única verdad es que mientras se nos exhortaba en nombre de la voluntad de un pueblo, el mensaje dentro de la federación era totalmente disonante.
Casi podríamos decir que pide su expulsión de la coalición de Artur Mas:
El problema del soberanismo no es si ERC entra o no entra en el futuro Govern, sino cuál es la verdadera correlación de fuerzas dentro de CiU. Con Duran Lleida dentro del barco es imposible tan siquiera salir del puerto.
Pero los dolores de cabeza al democristiano más conocido en el muy lujoso hotel situado frente al Congreso de los Diputados no sólo se los puede producir la prensa catalana. También la lectura de El Mundo puede producirle malestar general. David Gistau titula su columna El ‘informe Duran’. Tras apuntar que el de Unió ya interviene en el Hemiciclo sin apoyarse en las muletas, se cachondea:
La lesión aún le provoca una rigidez que le impide mover las piernas mientras habla, por lo que se bambolea graciosamente como un muñeco del subbuteo. Es como si hubiera convertido en lenguaje corporal su famosa capacidad pendular, de la que depende la suite del Palace.
Habla de la «flexibilidad ajena al escrúpulo» del político su intento de «ponerse a salvo» tras el «galletazo» de Mas. Añade:
En realidad, Duran y La Vanguardia -vae victis- podrían hacer el viaje de regreso juntos, en lo que tarde en aclararse para el diario quién mandará a partir de ahora en Cataluña, a quién habrá que decir: «¡Presente!».
Comenta la parte de la intervención parlamentaria del inquilino del Palace dedicada a hablar de las informaciones de El Mundo sobre las supuestas cuentas de Mas, Pujol y Puig en Suiza:
Fue llamativo comprobar que, en ningún momento, Duran negó el contenido del informe. Reprochó su filtración. Coqueteó, sin demasiada convicción, con la teoría de la complicidad del Estado. Y lamentó que Rajoy no lo hubiera refutado a tiempo de evitar que influyera en la campaña electoral. Pero nada, absolutamente nada dijo para defender la honorabilidad de Mas o los Pujol, concediendo casi una aprobación tácita al borrador policial. Ni Duran ni Rajoy mencionaron por su nombre al diario EL MUNDO: «Un medio de comunicación», «el medio al que nos referimos»…
También se refiere a la reacción de Rajoy:
Ambos querían superar cuanto antes esta pregunta para continuar con sus vidas, y el presidente apenas tuvo un pellizquito de pasión cuando rechazó la sospecha de participación del Estado y «sus cloacas». Pensé que Rajoy acabaría absolviendo a Duran e imponiéndole como penitencia tres porrompomperos para que continúe siendo un proyecto de ministro de Exteriores el resto de su carrera, ya sin muletas.
Es posible que Duran no necesite las muletas para caminar, pero como las cosas sigan así va a necesitar muchas aspirinas para superar la lectura diaria de la prensa.