Mezcle usted un puñado de declaración soberanista del Parlamento catalán sazonado con PSC, dos pizcas de picaresca con Ideas y un pellizco de metedura de pata de El País; bátalo hasta que no queden grumos y obtendrá los espacios de opinión de la prensa de papel de este 25 de enero de 2013. Tan animado esta el patio con estas cuestiones que hasta el caso Bárcenas ha pasado a un discreto segundo plano.
Antes de entrar a fondo en nuestro ‘Afilando columnas’ de la jornada, este humilde lector de columnas tiene que confesar su absoluta fascinación con el columnista de La Vanguardia Quim Monzó. Nos preguntamos cómo ha logrado convencer a los responsables del diario del Conde de Godó y Grande de España de que le paguen por escribir sobre cuestiones tan fascinantes como el grosor de las tortillas francesas en los restaurante catalanes o el nombre que debería darse a un esqueleto de ballena expuesto en un museo de la Ciudad Condal.
El último ejemplo de la fineza de los temas tratados por Monzó es su texto sobre el noble arte de lanzar pelotas de papel a las papeleras. Y no sé queda ahí, en El espíritu de superación nos ilustra sobre sus gustos para estos receptáculos de desperdicios y nos informa de que se ha comprado uno de mayor tamaño, lo que le permite lograr un mayor índice de encestes. Vamos, que ni Any Martin logra una escritura tan creativa.
Al margen de eso, en La Vanguardia escriben sobre otras cuestiones. Tras la euforia de la jornada anterior con la declaración soberanista aprobada por el Parlamento catalán, gran parte de los columnistas del Code de Godó y Grande de España sigue con la cuestión pero cambiando de registro. Como si alguien hubiera dado instrucciones, desaparecen las muestras de alegría y a lo que se dedican es a analizar la actitud y la situación del PSC. Como plato fuerte ofrece un artículo en el que el ex consejero y anterior presidente del grupo parlamentario socialista –La Vanguardia le presenta como si siguiera siéndolo– en el legislativo autonómico, Joaquim Nadal, critica a su partido por votar en contra del famoso texto.
Dice el político socialista:
Muchos compartimos el camino aunque podamos tener dudas sobre el destino, el objetivo final. Pero ¿qué hemos hecho para otorgar al camino, a la hoja de ruta, el contenido concreto y tangible que lo haga creíble?
Eso nos produce un estupor aún mayor que el causado por los artículos de Monzó. No entendemos cómo se puede compartir «el camino» sin que se haga lo mismo con el «objetivo final». Es como si nos dicen: ‘para ir a Logroño desde Madrid tomemos un tren a Sevilla’.
La conclusión:
Fuera cual fuera la posición que el PSC quisiera tener ante la consulta, me parece evidente que en coherencia con el derecho a decidir, que incluye nuestro programa electoral, tenía que haber votado que sí a la propuesta, con el fin de ganar legitimidad a la hora de defender esa posición en la consulta, sin el pie forzado que ahora tenemos de parecer el principal obstáculo, sin serlo, para un gran acuerdo nacional.
Los partidos del sí y sobre todo el Govern tienen mucho trabajo, pero el PSC tiene que rectificar la deriva actual. Si no lo hace, arriesga tirar por la borda 35 años de catalanismo transversal e integrador al servicio de las clases medias, trabajadoras y emprendedoras, y Catalunya no se lo puede permitir.
Saltamos ahora a la prensa madrileña. Comenzamos con El Mundo. Su más reciente fichaje estrella, que salió ‘a las malas’ de El País, aprovecha un artículo de temática general para lanzar un dardo envenenado contra su antigua casa periodística. Enric González firma Irresponsables. Empieza con generalismos:
La idea de que las personas son responsables de sus actos es muy anterior al concepto de libertad individual. De hecho, es uno de los fundamentos de las religiones monoteístas y de la cultura clásica. Dostoievski, el autor de Crimen y castigo, ligaba la responsabilidad al raciocinio: «Si podemos formularnos la pregunta ¿soy o no soy responsable de mis actos?, significa que sí lo somos».
Hoy se acepta que no puede existir libertad sin responsabilidad, y viceversa: el esclavo y el forzado son moralmente irresponsables. Cabría deducir, por un silogismo simple, que en España falta libertad. Somos probablemente muy esclavos de algo (de Alemania, de la herencia recibida, de la mala voluntad ajena, de las circunstancias) porque aquí nadie se declara responsable de nada.
Repasa cómo muchos tratan de no asumir sus propias responsabilidades y culpan a otros. Cita entre quienes lo hacen a los consejeros de cajas de ahorros quebradas y directivos de bancos, así como a los gobiernos de Zapatero y de Rajoy. Acto seguido viene la ‘puya’ contra El País y a su director, Javier Moreno, a los que no se cita por sus nombres, por la metedura de pata de sacar en su portada una foto de un Chávez entubado que resultó no ser Chávez:
Un gran diario español publicó ayer en portada una foto que no debía haber publicado y que, encima, resultó falsa. Son cosas que ocurren en las mejores familias y no hay que ensañarse. Su director anunció la retirada de la edición y la cabecera del periódico pidió disculpas a sus lectores. Vale. Pero ni el director ni nadie compareció de inmediato para decir: «La culpa es mía, lo asumo, lo siento».
Finaliza, en un intento de resultar gracioso:
Uno acaba sintiendo cierta admiración por la trinidad Carlos Mulas-Irene Zoe Alameda-Amy Martin (ya no sé quién es real y quién es pseudónimo): al menos en esa chapuza alguien dice «he sido yo», aunque acompañe la frase con una farsa estrambótica y la trinidad al completo quede fatal.
Este texto, posiblemente tonto y probablemente inútil, lo he escrito yo, el que firma. La culpa es mía. Fácil, ¿no?
Federico Jiménez Losantos se entrega a una de sus actividades periodísticas favoritas, que no es otra que poner a caldo a Mariano Rajoy. Lo hace en Es la política, estúpidos. La columna trata sobre la reacción del registrador de la propiedad metido a gobernante ante la declaración soberanista del Parlamento catalán.
Arranca recordando una anécdota de la política estadounidense:
Suele atribuirse a una frase de Clinton en su campaña presidencial contra Bush padre, la del anuncio «es la economía, estúpido (o estúpidos)», la inesperada victoria electoral del simpático caradura de Arkansas. Desde luego, por una sola frase ni se gana ni se pierde una campaña electoral, pero la de Clinton muestra el estilo descarado de quien no tiene nada que perder frente al que tiene el Poder y todos los recursos para conservarlo.
Clinton se presentó ante la opinión pública como un Rocky o un Cinderella man, dispuesto a golpear con su cara los guantes del campeón hasta agotarlo y vencerlo. Y eso fue lo que pasó.
A esto último, añade:
Cinderella y Rocky no son dos genios. Cinderella es bueno pero torpe y Rocky un discapacitado intelectual, pero ambos luchan con lo que tienen: la capacidad de resistir y la voluntad de ganar. Ninguno de ellos es un modelo para Rajoy, por eso ganará el separatismo catalán.
Concluye:
Responder a la solemne proclamación de soberanía catalana por 85 a 41 votos, más de dos tercios de la cámara, diciendo, como ayer Rajoy en Perú, que «eso no sirve para nada» y que «sigue apostando por el diálogo» es un acto de cobardía repugnante y un suicidio institucional. Y siguen con el latiguillo de que un acto político así no tiene «efectos jurídicos». ¿Cómo no va a tener efectos jurídicos proclamarse en rebeldía contra las leyes, empezando por la Constitución y la base de toda legalidad, que es la soberanía del pueblo español? Dan ganas de decirle a Rajoy: «¡Es la política, estúpido!». Pero él no es estúpido. Es algo muchísimo peor.
Aunque el tono general de las columnas dedicadas a Amy Martin, con independencia de que se crea que esta es Carlos Mulas o esa señora con un nombre tan llamativo como Irene Zoe Alameda que no necesita seudónimos, tienen un toque en general de cierto cachondeo, nos quedamos con una que realmente nos ha sorprendido. Del mismo autor de ‘Salvemos al soldado Durán —Carlos Herrera propone «salvar al soldado Duran i Lleida» como último refugio contra los independentistas–, llega ahora ‘Elogio de los pícaros de Ideas’.
En Yo he leído a Amy Martin, Carlos Herrea se muestra como un entregado fan de la escritura de la inexistente escritora ‘rojilla’ estadodunidense. Apenas hay una breve y disimulada mención a lo que de chanchullo puede tener todo el asunto. Herrera se dedica a elogiar la inteligencia de quien ha escrito los textos que se firmaban con el falso nombre.
Se presenta a sí mismo como futura víctima de pública lapidación por elogiar a Amy.
Y debo decir, antes de ser apedreado, que alguno de ellos resultaba interesante. No son artículos para el trasiego diario de un periódico, pero sí para el fondo editorial de una página de reflexión y pensamiento como se supone que debe ser la de una Fundación de las características de la que nos ocupa. Amy Martín, curiosamente, escribe bien (no tenía por qué hacerlo mal) y desarrolla los temas que enuncia de manera suficientemente documentada.
Nos cuenta Herrera que le resultaron muy interesantes y didácticos los artículos sobre el cine nigeriano, las formas de mediar la felicidad y la responsabilidad del terrorismo yihadista en la hambruna en Somalia –como si esto no se le hubiera ocurrido antes a nadie…–
Concluye:
Sea quien sea el autor de los sueltos excelentemente pagados por el PSOE -más concretamente por usted, através de sus impuestos-, hay que reconocer que no es un indocumentado que pasaba por allí y que escribía cuatro generalidades copiadas de Internet. Carlos Mulas, el director cesado con contundencia y agilidad de reflejos por Jesús Caldera, atesora un currículum nada despreciable y podría estar perfectamente detrás de la autoría de los artículos. El hecho de que fuera uno de los redactores del programa del Partido Socialista no debería llevar a valoraciones apriorísticas, pero, lamentablemente -ansia desmedida mediante-, se ha quedado sin firmar él mismo interesantes observaciones sobre la realidad global por culpa de una exagerada autovaloración. Protagonista de un culebroncillo de invierno, Mulas ha desaprovechado la oportunidad de hacer circular ideas nada insolventes.
Lo que no parece querer ver el señor Herrera es que nadie ha puesto en entredicho la calidad de los artículos en cuestión. Lo que se ha criticado, y lo que le ha costado el puesto a Mulas, es todo lo que de corrupción puede haber en la contratación, muy cara, de una falsa escritora que si no es él mismo es su mujer.