El título de una política española se preguntaba ‘¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?’. Viendo como está la actualidad en España cualquiera se puede plantear: ¿Por qué lo llaman política cuando quieren decir corrupción?’. Y claro, eso se refleja en las columnas de toda los periódicos impresos el 4 de febrero de 2013.
Las corruptelas varias bajo cualquier sigla, así como las reacciones ante todo ello por parte de los diferentes partidos, monopolizan los espacios de opinión del papel. Lo hay, eso sí, para todos los gustos y colores. Desde quienes tienen a bien recordar que el choriceo afecta a todos los grandes partidos hasta los que comentan la actitud de Rajoy y Rubalcaba. Este último, por cierto, no sólo marca el discurso del PSOE, también el de los articulistas de El País.
Leer los artículos de El País es casi como escuchar a Rubalcaba hablar un día antes. Manda decir que la permanencia de Rajoy en la presidencia del Gobierno daña a la imagen e España ante el exterior, y así lo hacen varias de las firmas del diario de PRISA. Aunque, eso sí, hay lugar para matices. Enrique Gil Calvo firma Papeles, donde aprovecha para arremeter contra las redes sociales y elevar a los altares a la prensa de papel:
Ahora se habla mucho de la revolución Twitter o Facebook, como si sólo las (llamadas) redes sociales tuvieran el poder mágico de derribar a los gobernantes. Pero si finalmente Rajoy y sus hombres resultan empapelados por el Fiscal General, no será por obra y gracia de las TIC digitales sino del más viejo periodismo de papel.
Pero Gil Calvo no quiere sólo criticar a las redes sociales. Según se avanza en su artículo, a uno le da la impresión de que el objetivo final es atacar a todo lo que suene a catolicismo.
Primera entrega:
Sin embargo, [los dirigentes del PP] lo seguirán negando todo, porque piensan que les asiste el derecho constitucional a mentir en defensa propia. Y porque creen como buenos católicos que la indulgencia divina les absolverá de todos sus pecados.
Segunda entrega:
Y lo único que se les ocurre decir, como hizo Rajoy, es que no se puede generalizar, culpando a todos por el pecado de unos pocos (entre los que parece estar él). Pero semejante protesta resulta falaz, pues los partidos políticos de los países católicos se comportan con su corrupción interna igual que sus organizaciones eclesiásticas con la pederastia sacerdotal: la toleran, la amparan y jamás la reconocen, ni mucho menos la denuncian ante la justicia.
Y tercera:
De ahí que los protestantes, instruidos para confesar sus culpas en público, nos miren a los PIGS por encima del hombro. ¿Con qué cara se presentará hoy Mariano Rajoy ante Angela Merkel? ¿Le mirará a los ojos? ¿Le confesará sus culpas buscando absolución?
Esto de la superioridad moral de los protestantes seguro que haría las delicias de César Vidal, algo que este humilde lector de columnas no cree que le guste demasiado a un autor de El País.
Gil Calvo da por hecho que Rajoy va a «hacerse el inocente sin rendir cuentas». Y acto seguido aprovecha para sacar más espantajos de su propio contenedor de agravios:
Aún queda por aparecer toda la contabilidad de la etapa de Aznar como jefe de la oposición, cuando lideró la campaña de acoso y derribo contra Felipe González en coalición con Anguita y con la ayuda del llamado «sindicato del crimen» (la conspiración periodística confesada por Ansón). ¿Quién puede pensar que no hubo entonces también sobresueldos y donaciones?
No se puede hacer más en una frase. Saca a pasear al mayor objeto de odio de la izquierda española, Aznar; presenta a González como víctima de una conspiración; arremete contra un Anguita al que el PSOE y su prensa afín nunca han perdonado que no pusiera –como sí hicieron otros más tarde– a Izquierda Unida al servicio de los socialistas y recupera una expresión típicamente ‘cebrianesca’ para mostrar como mafiosos a todos los periodistas que se se plegaron al poder del cultivador de bonsáis: «el sindicato del crimen». Y como colofón, da por cierto que cuando Aznar era líder de la oposición también había sobresueldos y donaciones. En fin, él mismo ha reconocido que no tiene pruebas de ello. Pero se lanza a la piscina de todos modos. Eso sí, ni una sola palabra de los incontables casos demostrados de corrupción del Felipismo ni tampoco de los GAL.
El último párrafo también da para mucho. Describe al Fiscal General en los siguientes términos:
Un hombre con ética de héroe de western nombrado por un ministro de Justicia que no aparece en los papeles de marras, por lo que bien pudiera ofrecerse como árbitro y posible solución sucesoria.
Así, como quien no quiere la cosa, viene el elogio a Ruiz Gallardón, el más cercano a PRISA de todos los ministros de Rajoy. A este humilde lector de columnas le da la impresión de que Gil Calvo está postulando al anterior alcalde de Madrid como sustituto de Mariano Rajoy. Concluye el articulista:
De modo que lo más conveniente para la supervivencia de Rajoy quizá sería tomar la iniciativa más incómoda para él: decir la verdad, asumir su responsabilidad y cargar con las consecuencias. Así podría tratar de liderar ese gran acuerdo anticorrupción que España tanto necesita.
Al final, le da una pequeña escapatoria a Rajoy, tal vez porque sabe que no va aceptar esa vía.
El crítico televisivo de El País, David Trueba, vuelve a hacer lo que más parece gustarle: escribir sobre algo que no sea televisión. Firma un artículo titulado Cuentas. Nos quedamos con la conclusión, que parecer salida de un argumentario de Ferraz:
Es precisamente la salvación de España la que se persigue con la búsqueda de la verdad [sobre las ‘barcenadas’]. La necesidad sanitaria de rediseñar de cero las relaciones comerciales, la financiación de partidos, los mecanismos democráticos, porque de no hacerlo el edificio se cae desde los cimientos. Enfrentamos la contabilidad, que es un orden de los números, con el cuento, que es un orden de las palabras. Declaraciones y frases contra anotaciones de salidas y entradas de dinero. Los rayos de luz no se cortan con cuchillos. La contabilidad exige cuentas claras, no cuentos al calor del fuego.
Una lástima que Trueba no diga lo mismo cuando se refiere a corruptos socialistas, por ejemplo.
Jordi Évole no suele aparecer por este repaso diario a la prensa. El motivo es que como articulista no nos parece demasiado interesante, lo suyo es la televisión. Pero, por una vez, es digno de ser destacado. Publica en el autoproclamado ‘periódico de la Catalunya real’ un buen texto titulado No os la vais a creer, en el que no deja títere con cabeza en los partidos políticos. En la primera frase recuerda escándalos de todos los colores e instituciones:
Ya sé que no paras de leer nombres como Clotilde, Urdangarin, Pallerols, Amy Martin o Bárcenas, y de ver esos cuadernos que han convertido a la secretaria general del PP en María Dolores de Contabilidad.
Muestra su sorpresa por unos datos que contradicen la sensación de corrupción generalizada:
¡La corrupción en España está en crisis! Según la oenegé Transparencia Internacional, que ha analizado a casi 180 países, estamos entre los 40 principales menos corruptos: en el puesto 30, con Botsuana. Realmente increíble.
Se pregunta si los políticos son los responsables de que no estemos a la cabeza en corrupción. E ironiza:
Mi respuesta es un ‘no’ rotundo, ya que su comportamiento es ejemplar: no son ellos los que están aprobando leyes contundentes para acabar con la corrupción. Lógico, porque saben que es una enorme fuente de riqueza para muchas personas. Solo faltaría que, con la crisis económica que hay, también quisieran terminar con los negocios ilegales, con la de negocios legales que han tenido que cerrar.
Concluye:
Y me parece que también falta organización. Aquí cada uno va por su cuenta. Sería mejor trabajar coordinadamente y crear una denominación de origen. Hay que buscar una marca, tipo Cosa Nostra o Mafia Rusa. ¿Qué tal la marca España Tejemaneje? Como una denominación de origen siempre facilita la exportación, con un poco de suerte podríamos exportar a los corruptos.
‘El Follonero’ no es el único que recuerda que la corrupción es sólo cosa de los ‘barcenados’. Lo hace también Santiago González en El Mundo, con su artículo ‘Game Over’:
El PP tiene mala suerte: su corrupción crea mucha más alarma social que la de su competencia. Veamos unos sencillos ejemplos: hasta la semana pasada, yo mismo desconocía la existencia de Lola Reyes. Fue alcaldesa socialista de Chipiona y supe de ella al ser condenada por enchufar en su Ayuntamiento a 345 personas entre 2000 y 2004. Todo el mundo sabe que el cacique Baltar, Natalio Rivas de nuestro tiempo, colocó a 115 en enero de 2010. ¡Ah!, las 126 portadas de los trajes de Camps.
Sigue con otros ejemplos:
Bárcenas -qué gran doble de luces para Gandolfini en Los Soprano- llegó a tener en cuenta suiza 22 millones de euros. Dos alcaldes socialistas de Ciempozuelos se hicieron con casi el doble (40 millones) mediante una recalificación de terrenos.
El año pasado supimos que CiU, con menos del 5% de los votos del censo, había captado el 42% de las donaciones anónimas que se hicieron en España entre 1987 y 2007. El PNV, el 27,5%, con el 1,37%; el PP, el 25% y, muy por detrás, el PSOE, que solo captó el 5,3%.
González recuerda que, según datos de la Fiscalía General, el partido con más casos de corrupción es el PSOE (264 frente a 200 del PP).
Concluye:
No va más, game over. «Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello», comenzaba un poema de Alberti.
Hemos tenido la fortuna de vivir en los últimos 35 años la etapa más larga de convivencia democrática que ha conocido la Historia de España, pero eso es algo acabado, como entendió antes que nadie Gil de Biedma al escribir que la nuestra es la más triste: «Porque termina mal. Como si el hombre,/ harto ya de luchar con sus demonios,/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza».
Federico Jiménez Losantos comenta las actitudes del PP y del PSOE en El golpe blando de Rubalcaba:
Lo único que puede evitar el naufragio del paquebote popular es que lo bombardee el bajel pirata sociata. Por supuesto, que Rubalcaba quiera echar a Rajoy del Gobierno es natural. Si Rajoy le ha evitado el banquillo por el caso Faisán, el más sórdido de colaboración con la ETA por parte de un Gobierno español, el golpista redomado del 13-M se lo devuelve de la forma que sabe.
Sostiene:
Que el medio de comunicación más favorecido por el Gobierno y el partido político al que pide a diario pactos de Estado le monten al PP otro número de agit-prop como el que le costó las elecciones de 2004 sólo sorprenderá a los necios que creen inaugurar el mundo cada mañana, género que, contra lo que se creía, no desapareció con Zapatero.
Dice de Rubalcaba:
Si el PP le brinda la ocasión de dar un golpe blando como el de Armada el 23-F, lo dará. De hecho, lo está dando. Y si Rajoy se hunde, que con el discurso del sábado es muy posible, forzará un Gobierno de coalición con el PP y se las arreglará para ganar las elecciones.
Finaliza:
En el discurso de Rajoy hubo -hay- tres errores letales. El primero, no querellarse contra Bárcenas y su órgano El País. Si yo lo hago con el diario (Bárcenas no me ha acusado de nada), ¿por qué no Rajoy? Se dirá que a mí me ha difamado grosera y absurdamente El País, y lo del PP es… dudoso. Pero si Rajoy no dimite debería hacer la guerra a los que se la hacen. El segundo error es Ana Mato, un caso de corporativismo indigno hasta en un cirujano de Chicago. Y el tercero es no encabezar, aunque sea a rastras, la lucha contra la corrupción política, con los jueces por delante. Sin eso, Rubalcaba no necesita otro 11-M. Con un 13-M bis le basta.
Concluimos este ‘Afilando columnas’ con un artículo de Gabriel Albiac en ABC donde denuncia que la corrupción está instalada en todos los partidos. Se titula Fundido en negro:
En negro no está sólo la contabilidad de los partidos. La política española está fundida en negro. Y, de no solventarse, esa negrura arrasará todo y a todos. Los que «saben», en las altas esferas de la casta que monopoliza el poder, no se engañan: no hay partido que haya podido financiarse con las solas fuentes que la ley les fija. Ni uno solo.
Sostiene:
La interrogante crítica no es: «¿robaron los partidos políticos?» La pregunta en la cual se juega hoy el ser de España es esta otra: «¿era posible que existieran sin robar?» Y, en la respuesta a ella, se abre el dilema grave: ¿podemos seguir tirando con una Constitución a la cual los límites fechados por la salida de una dictadura marcaban con vacíos y ambigüedades sin otra función que la de consolidar un bipartidismo lo bastante estable para garantizar el pleno monopolio del Estado?
Añade:
Los miedos que llevaron a blindar -con la tiniebla contable y la impunidad judicial- a unos pocos grandes partidos, destinados a guiar la transición española hacia lo normal europeo, han dejado de ser protectores; se han mutado en sustancia altamente venenosa para la salud pública.
Concluye:
El ciudadano no se sabe hoy ciudadano más que para pagar a Hacienda. Y para que una parte de ese pago acabe en contabilidades negras de partidos a los que no siempre aprecia. Podría soportarlo -aunque fuera de mala gana-, si a cambio se le otorgasen esas otras potestades que van ligadas a la ciudadanía: la igualdad ante los tribunales, por ejemplo. Pero todos saben que, en España, la ley es dos. Y que nadie que hubiera hecho lo que Barrionuevo y Vera, por ejemplo, estaría en la calle. Es lo que el PP no puede repetir ahora con Bárcenas.