En los despachos de los directivos de El País, y en los escritorios de algunos de sus redactores, no debe de vivirse en estos momentos momentos muy felices. Como si de un capítulo de una serie policiaca se tratara, el caso Bárcenas ha dado un giro inesperado al comenzar a cobrar fuerza que los papeles del ex tesorero del PP pudieran no ser ciertos. Por el momento, los del diario de PRISA han tenido que reconocer que ellos no disponen de la documentación que han ido publicando, sino tan sólo de una mera copia.
Como no podría ser de otra manera, los columnistas de la competencia se han crecido el 6 de febrero de 2013 ante un periódico cuya credibilidad quedó muy en entredicho tras la metedura de pata de la falsa foto de Hugo Chávez en portada.
Y si hay alguien que se ha crecido más que el resto, ese es Federico Jiménez Losantos. Publica en el Mundo Eran papeles ¡y ya vale!, columna en la que deleita escribiendo sobre El País.
Ahora resulta que los «papeles de Bárcenas» no eran de Bárcenas. Peor aún: que no eran papeles sino «copias» de papeles, acaso vulgares fotocopias, con las que el imperio prisaico ha reeditado sus grandes éxitos informativos del 11-M. Nos queda por oír: «Eran papeles ¡y vale ya!»
Se ríe de varios medios del Grupo PRISA:
Lástima que Gabilondo no esté ya en la SER para contarnos que en Génova, 13 han aparecido dos contables suicidas con tres capas de celulosa sobre un pulquérrimo depilado inguinal. Si esto no es periodismo de investigación que venga Hugo Chávez y lo vea. Y ya que la SER se concedió a sí misma el Premio Ondas por su trabajo dizque informativo del 11M, espero que El País, mientras llueven las demandas, le conceda este año a El País el Premio Ortega y Gasset de perioloquesea por su formidable, impecable y minuciosa investigación sobre la corrupción de los de Pujol, digo de Rajoy.
Habla sobre sí mismo:
Me ha gustado que ese periódico que lleva varios días calumniando e injuriando a sus enemigos ideológicos -entre los que tengo el honor de contarme- sin haber hecho una sola llamada para contrastar la supuesta información de esas copias de los evangelios apócrifos de Bárcenas, haya asegurado que protegerán el secreto de sus fuentes en el Ministerio de la Revelación, o sea, las fotocopiadoras.
Concluye irónico:
Espero que las guarden en la chabola de Pujol en Guernsey junto a las tres fuentes absolutamente fiables de la lucha antiterrorista que dijeron a la SER que en los trenes del 11-M había restos de terroristas suicidas, depilados y tricalzoncillados al islámico modo. Anda y que os den el Pulitzer.
David Gistau aprovecha el tema para reflexionar sobre el periodismo en general, pero sin apartar de su punto de vista a un El País al que no se molesta en citar por su nombre. Lo hace en Banana Wars:
Los periodistas, y no me refiero a los que son actores del poder -éstos, por lo general, son listos-, sino a los que creen haber sido enviados a la Tierra, como Kal-El [nombre con el que fue bautizado en su Krypton natal el que después sería conocido como Superman], a desfacer entuertos, tienen una visión de las cosas infantil por maniquea.
Gistau, que se refiera a Rajoy como el «la pantalla de plasma que gobierna España», dice que el inquilino de La Moncloa a alimenta las fantasías de esos justicieros periodísticos, que tienen una fantasía de «orcos contra elfos». Reeconoce que es normal disfrutar de participar en algo así, aunque añade:
Al menos para lidiar con casos tan turbios y poliédricos como el de Bárcenas, el periodista debe trascender a Tolkien en algún momento de su carrera. Debe dejar de creerse una herramienta de principios tan hermosos y capitulares como La Verdad, que en el periodista/actor del poder es coartada, y en el otro, ingenuidad.
Recomienda al periodista «ingenuo» que, cual marine en las guerras de las bananas, se pregunten si están matando por la patria o por la United Fruit. Añade:
Yo me pregunto si no estoy matando por la United Fruit. Porque el caso Bárcenas empieza a esbozárseme como un cruce sórdido de venganzas personales, medias verdades y tacticismos políticos que no encaja en una simplificación maniquea.
Concluye con una clara referencia a El País:
El jueves pasado, unos periodistas bajaron unos papeles como si fueran las tablas del Sinaí. Y, el domingo siguiente, el mismo periódico que los había puesto a circular reubicaba con un editorial el foco de escándalo como quien suelta la presa, mientras el prestigio de los papeles se degrada cada día. Porque soy demasiado necio para comprender en toda su hondura qué está pasando, pero demasiado listo para arrancarme con unos cuantos clichés acerca de la honorabilidad sabiendo que, en realidad, me estoy dejando instrumentar. A veces, sé lo que hago, pero no sé por quién lo hago. Periodismo.
En La Razón, el genial Montoro el Bueno –con permiso del gran Carlos Rodríguez Braún, nos quedamos con este apodo para Borja Montoro– se ríe de El País en su viñeta diaria. Nos muestra a un comprador en un quiosco que, con un periódico en la mano, dice al vendedor:
Déme también ése que pega a cinco columnas en portada cualquier cosa que entra en la redacción, que hoy tengo ganas de reírme un rato.
Este humilde lector de columnas quiere señalar que Montoro el Bueno, a diferencia de otros colaboradores del diario de la DisciPPlina, puede estar mofándose de El País pero posiblemente no para defender al Partido Popular. Ha dedicado grandiosas viñetas a a denunciar la posible corrupción en el seno del partido de Rajoy, con independecia de lo que sacaba el diario de PRISA sobre los supuestos papeles de Bárcenas.
Por su parte, José Antonio Álvarez Gudín se demarca de quienes, desde La Razón y otros medios, reclaman al Partido Popular que demande a El País (si bien tampoco cita a este diario por su nombre). De paso, denuncia la pérdida de credibilidad que también están sufriendo los periódicos. Prensa y mentiras:
El PP meterá la pata si se querella contra el periódico que ha publicado la supuesta contabilidad de Luis Bárcenas, por más que esas informaciones sean lesivas para su imagen y honorabilidad. Es cierto que los medios de comunicación no gozan de patente de corso y que tienen la grave responsabilidad de verificar razonablemente todo cuanto publican, pero una vez cumplida tal exigencia merecen el más escrupuloso de los respetos.
Tras decir que a cualquier periodista y a cualquier medio les pueden intoxicar y engañar en algún momento, señala dos ejemplos: «la publicación de un falso informe policial sobre cuentas bancarias de Artur Mas en Suiza y el patinazo de la «foto» de Hugo Chávez». Así, de golpe y porrazo y como quien no quiere la cosa, señala tanto a El Mundo como a El País. Puestos a recordar, también podría haber recordado los famosos ‘tuppers’ de Rajoy a los que La Razón les dedicó un reportaje y una portada y que jamás existieron —Marhuenda reconoce a Periodista Digital que Rajoy no se marchó de puente a Toledo sino que «solo estuvo unas horas»–.
Continúa, en defensa de El País:
Mañana, puede ser otro medio el que, sorprendido en su buena fe, caiga en la trampa. De hecho, las últimas revelaciones del caso Bárcenas apuntan a que las anotaciones del ex tesorero del PP serían una burda manipulación en la que se mezclan unos pocos datos reales en medio de una contabilidad delirante de donaciones y pagos ficticios. No hay motivo para dudar del periódico, pero tampoco para descartar otra estafa.
Concluye:
Les corresponde al fiscal y al juez investigar con toda celeridad y a fondo este sórdido escándalo, pero, al mismo tiempo, es deber del diario poner las cartas boca arriba y, sin traicionar el secreto profesional, explicar por qué publicó como auténticos unos papeles repudiados por su supuesto autor. Hay un baile siniestro de sospechas y mentiras que no sólo arrastra a los políticos: en su frenesí también ha puesto bajo sospecha a una Prensa que no atraviesa su mejor momento económico ni profesional, acuciada por miles de despidos y por una abrumadora pérdida de difusión.
Saltamos a ABC, donde Melchor Miralles publica Salvo alguna cosa. El artículo arranca fuerte contra el registrador de la propiedad metido a gobernante:
Palabra del presidente plasma: «Todo es falso, salvo alguna cosa, que es la que han publicado los medios de comunicación». Un prodigio de oratoria, el presidente. «Salvo alguna cosa». Con un par. Esa declaración merecía un plasma. Sin Merkel al lado. Pero un plasma de muchas pulgadas.
Llueven sospechas desde hace tiempo. Se desmandan varios de los suyos, que nunca son los nuestros. Descubrimos cada día «un funcionario» de Génova 13 que nos da un susto negro de pasta.
Tras decir que «va a llegar la hora de los jueces», añade:
Van a llover las querellas como llueve el dinero negro en la financiación de los partidos desde el año de la polca. Y ahora, que se querellen. Floriano, Rajoy, Rubalcaba, Cornide, Mas, Griñán, los Chaves de toda la vida, Mas, los Pujol de toda la vida, y el sursum corda. La financiación de los partidos es el no va más del cachondeo. Eso, siendo generoso en el calificativo. Ojala que lluevan querellas. Esto va a ser divertido. E igual por ahí se aclara la cosa. Ya saben, «ni hay pruebas ni las habrá nunca». O «nadie podrá probar que Bárcenas no es inocente».
Pero además de la lluvia de querellas, por encima incluso de la hora de la Justicia, hace tiempo que llegó la hora de la política. De los políticos de fuste, de enjundia, dispuestos a regenerar el sistema de una vez por todas.
Concluye:
Ese es el rescate que necesitamos. Urgentemente, escandalosamente. El rescate de la decencia. Y son quienes han sido elegidos democráticamente quienes tienen que hacerlo. Por que si no, salvo alguna cosa, esto se nos va al garete, salvo alguna cosilla. Sin confeti gratis total, sin viajes pagados por Pasadena, sin papeles negros, sin amnistías, sin EREs de la vergüenza, sin ITVs amañadas, sin sumarios, condenas, indultos ni monsergas. Un rescate de decencia. Salvo alguna cosilla, esta política nuestra de hoy no hay por dónde cogerla. No tiene un pase. Necesitamos que Rajoy salga del plasma. Que vuelva a la realidad. Pero ya. Ya mismo.
En El País, ningún articulista se mete en jardines abarcenados. Encontramos, sin embargo, una buena columnas de Elvira Lindo sobre la comparecencia ‘plasmada’ de Mariano Rajoy en Génova 13. Se titula Un plante:
El primer párrafo se dedica a repasar varias de las bromas que circulan por internet sobre la ‘cafrada’ [nos apropiamos ahora del adjetivo que le dedicó Manuel Jabois en declaraciones a Periodista Digital —Manuel Jabois: «Rajoy hablando por una pantalla de televisión a los periodistas fue una cafrada–] protagonizada por el presidente del Gobierno para evitar estar en la misma sala que los periodistas.
Lindo dice de esa intervención de Rajoy:
Podría ser cómico si no fuera porque es dramático en cuanto a que supone una traición al compromiso que el político adquiere en democracia; también afecta a la devaluada marca España, porque esta aversión del presidente a someterse al escrutinio de la prensa es algo habitualmente reseñado en las crónicas que los medios internacionales publican sobre la esquiva personalidad de Rajoy.
Concluye:
La cuestión es si los límites a los derechos democráticos han de dejarse solo en manos de quien manda. En mi opinión, deberían ser los periodistas los se rebelaran contra estas condiciones inaceptables. Lástima que la relación entre las direcciones de los distintos medios sea tan desastrosa porque estoy segura de que muchos profesionales se mostrarían favorables a ponerse de acuerdo y hacer un plante.