Tengo dicho que proclamarse de izquierdas –vociferantemente de izquierdas, a ser posible– es una excelente maniobra social que debería figurar en los manuales de autoayuda, pero no hay rosa sin espinas, y el progresista no debe confiarse ni un minuto -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
No importa lo afianzada que crea tener su prosapia roja, lo acrisolado de sus credenciales de progreso: un paso en falso, un tímido alejarse de la línea del partido, un pisar las susceptibilidades de los mandarines de la cosa y adiós.
Ya podrías hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, que si los que reparten las etiquetas te retiran el saludo, estás muerto. Beatriz Talegón, secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas, está aprendiendo amargamente la lección.
Es joven, y no sabe todavía que la demagogia sólo vale para el otro lado, y que perro no come perro. Sobre todo, y puesto en lo peor, que una cosa es poner como no digan dueñas a la plana mayor del socialismo internacional -un paso en falso, sin duda- y otra cabrear a Jordi González, lo que ya no tiene un pase.
Talegón no entiende todavía qué ha pasado. Debió de pensar que, hey, ya que estamos muy en rollo quincemero, con la Colau y su Plataforma de Afectados por la Hipoteca –que parece así una gripe o un terremoto, nada que ver con la voluntad pasada de la víctima– llamando criminales a los diputados y manifestaciones pidiendo la luna y las estrellas por toda España, pues bueno, pues que pegaba tirar de discurso de lucha de clases, en versión muy light. Y todo parecía a funcionar según el plan: de la noche a la mañana, había nacido una estrella.
Los periódicos no parábamos de hablar de ella y las televisiones se la rifaban. Hasta que llegó el ostracismo decretado por quienes no quieren renunciar ni a la demagogia miserabilista ni a los hoteles de cinco estrellas. Lo último han sido las lágrimas de la Talegón, expulsada de la manifestación contra los desahucios como Eva pecadora y cómplice del genocidio financiero –coleccionen esa hipérbole, que no tiene precio– que se abate sobre España.
Lástima: demagógica o no –y sí, vale–, he de confesar que me gusta lo que hizo esta chica, que nunca está de más sacar los colores a esta panda. Beatriz Talegón: “No estaba provocando y daba pena que el centro de la manifestación fuese yo”, ha declarado a Europapress.
Pues sí, Beatriz, da bastante pena. Por cierto, que no hay modo de titular con un mínimo de imparcialidad sobre manifestaciones. Está científicamente demostrado. Leo que aquella de la que fue desalojada Talegón rondaba las cinco mil almas.
Doble el número, si le place, multiplíquelo por diez, que seguirá pareciéndome ridículo el titular con que informa de las marchas eldiario.es de Nacho Escolar: “España clama por el derecho a la vivienda”. Cuando conviene, la izquierda ridiculiza la manía de la contraparte de hacer de España un sujeto volitivo y unitario, pero es algo que se olvida fácilmente cuando cambian las tornas.
Son muy de clamar, que la primera casa del propio Escolar, ahora reconvertida en página de Internet, recurre al mismo verbo cuando titula: “Las mareas blancas claman contra el plan privatizador de la sanidad”. Uno no entiende qué hace El País con su sosísimo “Nueva marea blanca contra la privatización de la sanidad”. Tanta frialdad escuece.
Deberían aprender de Diario Progresista que, sin miedo a dejar sin aliento al lector que lo recite en alto, titula: “Una multitudinaria marea blanca toma las calles de Madrid en defensa de la sanidad pública”. “Tomar las calles”: ese es el espíritu.
Otrosí, en referencia a la otra causa de moda, en la misma página de inicio: “Las calles se llenan de miles de ciudadanos que exigen una solución al drama de los desahucios”. Calles, llenan, exigen, drama: ahí están los mimbres.
También lo vuelve a intentar eldiario.es, quizá temeroso de quedarse sin referencias poéticas para la revolución: “Las calles se tiñen de blanco en defensa de la sanidad pública”. La izquierda ha sido históricamente muy partidaria de teñir las calles, aunque el blanco no suele ser su color.
Y cerramos con La Marea, los disidentes de Público: “La marea blanca se extiende a toda España”. Un accésit y va que se mata. Al final, todo queda en titulares en esta era de las urgencias.
O en tuits. Lo dice, con acierto, Elvira Lindo en El País (‘Odio y simpatía’): “Cualquier discurso hoy se acaba reduciendo a cinco frases, que degluten los analistas, simplifican las cámaras de televisión, escupen los detractores y alaban con la misma furia los fans. Cinco frases de Twitter, no más, de tal forma que ya le vale al político decirlas bien o tener la astucia de envolverlas en un socorrido populismo”. O ya le vale al periodista titular bien, añadiría yo.
Por cierto que doña Elvira dedica esta columna a nuestra heroína, Beatriz Talegón, y con más fortuna y mejor prosa que la joven socialista da un repasito a los chicos de Alfredo Pepunto: “Cómo no se le iba a dibujar a don Alfredo una sonrisa en la cara cuando escuchó aquello de que estamos aquí para hacer “la revolución”… ¿Partido socialista y revolución? Enternecedor. Los franceses, defensores del hedonismo sin culpa de la izquierda, pensarían: “Igual se ha equivocado de reunión”.