Los espacios de opinión de la prensa de papel española ofrecen el 2 de abril de 2013 una ensalada de temas, aunque en su mayor parte tienen como protagonistas al PP o a algunos de sus más destacados dirigentes, sobre todo a Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo. También encontramos, por supuesto, referencias a los ERE andaluces y al líder terrorista apodado ‘Thierry’. Eso sí, los papeles de la zurda están muy sosos en esta ocasión, y lo más destacable en ellos es Rosa Montero, que en Muy machos se pregunta sobre las razones por las que no hay futbolistas que salgan del armario.
Arrancamos en La Razón, donde Javier González Ferrari asume la defensa de Nuñez Feijóo en Chantaje en sepia. Comienza hablando del contexto de las fotografías en las que el presidente gallego aparece junto con el traficante Marcial Dorado:
Las fotos son del verano de 1995 y en aquel momento Marcial Dorado, el contrabandista condenado por narcotráfico años después, no tenía ninguna causa abierta. Al parecer, las fotos fueron decomisadas en un registro en casa del hoy encarcelado y la Justicia las rechazó en la causa por irrelevantes.
Apunta a un posible motivo de la publicación de esas instantáneas en estos momentos:
Teniendo en cuenta que las casualidades no existen, parece evidente que éste no es más que otro paso para desprestigiar a la llamada clase política y darle carnaza a los movimientos antisistema, a quienes algunos medios de comunicación les conceden un crédito y protagonismo que sólo puede entenderse desde intereses espurios.
Dice en defensa de Feijóo:
Unas fotografías con alguien que resultó ser un delincuente, bastante después de que fueran hechas, no convierten al fotografiado en cómplice, pero sirven para crear una nueva sombra de sospecha sobre la honorabilidad de un político que ha ganado dos elecciones por mayoría.
Concluye con una insinuación de que el origen de la filtración de las fotos puede estar en la Calle Génova:
Núñez Feijóo, que se ha mostrado muy firme pidiendo que se depuren las responsabilidades que puedan derivarse del «caso Bárcenas» dentro de su partido, es ahora el objetivo de este chantaje en sepia para intentar frenar su irresistible ascensión.
Sobre el mismo caso escribe, en El Mundo, Arcadi Espada. Lo hace con el título de El medroso amedrentado. Critica a El País por publicarlas sin aportar más datos que las propias fotografías y la localización temporal de las mismas:
¿Las fotos fueron fruto de la amistad? ¿De la vida social? ¿Qué logró el entonces presunto contrabandista de su relación con aquel joven alto cargo del Ministerio de Sanidad? ¿Qué logró Feijóo? Pero no hay nada. Las fotos aparecen flotando, sin pie, en el puro limbo. Se hartan de pontificar día, noche y madrugá sobre la necesidad del makesense, del contexto; y cuando llega la hora cumbre ni siquiera distinguen un hecho de un desecho.
A pesar de lo anterior, se muestra crítico con Feijóo:
El presidente gallego sabe desde hace 10 años que esas fotos circulan de aquí para allá. No solo eso: declara, de una forma cohibida, que intentaron chantajearle con ellas. No sé a qué espera a dar los detalles (…) Por qué sabiendo que esas fotos existían, y tal vez habiéndolas visto, y en cualquier caso escamado ante la posibilidad de que se usaran de modo comprometedor, por qué no se adelantó y puso la historia encima de la mesa para desactivar su posible manipulación futura.
Pero, en fin, se sabe por qué medrar es propio de medrosos.
Antonio Lucas, también en el diario de Unidad Editorial, firma El mudo, y no se refiere precisamente a Harpo Marx. Es un artículo duro, muy duro, sobre el registrador de la propiedad metido a gobernante. Cada frase es más demoledora que la anterior.
[Rajoy es] Algo así como un trasto que ha decidido callar. Un ser encumbrado como el más afásico de los inquilinos que antes ocuparon el batiscafo de Moncloa. Hay hombres que deciden no hablar por no tener que explicarse. Creen que el silencio deja una estela de honor tardío, aunque provenga de la nulidad.
Tras afirmar que el inquilino de La Moncloa «no siente la obligación de dar razones porque esto que ahora sucede dejó de interesarle en la misma madrugada de su debut», añade:
Un presidente del Gobierno que confunde su mudez impotente con la revalorización del cargo suele destilar un eco prematuro de antepasado. De difunto que aún respira. En Rajoy no hay líder, sino un burócrata a control remoto que se activa con dos palmadas alemanas.
Suma y sigue:
A este gallego presuntamente sereno le gana la impaciencia de los abúlicos, que es lo que sucede con aquellos que no creen en lo que hacen. Y de ahí viene mi sospecha: creo que se la sudamos muchísimo. Cada silencio suyo es una declaración de indiferencia. Está al resguardo de un vallado de ministros que sonrojan mayormente.
Concluye:
Mariano Rajoy es uno de esos fracasos que encierran algunos falsos triunfos muy intentados. No lo digo por nada en concreto, sino por todo en conjunto. A España la están llevando en andas al crematorio entre los inútiles, los corruptos, los codiciosos, el Monarca y toda esa saga/fuga del mocasín a la que el presidente observa asustado con un lancero tras los visillos, como si no fuera con él. Eso no es gobernar, sino cobardear. Pues aún hay algo peor en un político que hacerse el mudo: fingirse, por miedo, sordo. Y ahora qué.
Fernando Díaz Villanueva, en La Gaceta, no se muestra más misericordia con Rajoy y los suyos. Tomando como percha la caída de la venta de coches tras gastar el Ejecutivo 75 millones de euros en un plan destinado a impedir ese descenso, Díaz Villanueva se explaya contra los de Génova y La Moncloa:
Bienvenido a la Rajospaña de Soraya o la Soraspaña de Rajoy. Tanto monta, monta tanto Sorayal como Rajoyando.
Habla del «keynesianismo de baratillo del Gobiernillo sorayino»:
Su maldad reside no tanto en los malos resultados que arroja, sino en la demora en el tiempo de estos malos resultados. Subir los impuestos, subsidiar a todo bicho viviente y cepillarse la moneda vía inflación son medidas que surten el efecto no deseado a varios años vista. Entretanto vacían la bolsa de unos para llenar la de otros, que en eso y no en otra cosa consiste este invento de la socialdemocracia. Lo que no imaginábamos es que los de la camada rajoyesca iban a ser más socialistas que los genuinos propietarios de la marca.
Supieron disimularlo muy bien. Aunque, claro, su felonía es pistola de una sola bala. En las próximas elecciones, que están a la vuelta de la esquina mal que les pese a la recua esta de opositores, van a pasar más tiempo pidiendo perdón a sus propios votantes que atacando al contrario.
Este humilde lector de columnas no duda de que ocurrirá lo que dice Díaz Villanueva, claro que a veces parece que a Rajoy y los suyos les preocupa más no molestar demasiado a sus rivales que no insultar con hechos y palabras a quienes les votaron.
En ABC, Hermann Tertsch dedica Autopsia de Thierry al etarra recién fallecido Javier López Peña . Tras recordar que desde el entorno de ETA se dice que el siniestro personaje ha sido asesinado, añade:
Como médicos forenses nuestros etarras no tienen precio. Todo magía, como el cáncer de Chávez. Ya sabemos que Fernando Buesa murió de cabezonería e indigestión política, nos dice Laura Mintegui. Los dos muertos en la T4 de Barajas, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, fallecieron al atragantárseles el reconstituyente que Thierry enviaba a Zapatero para que se portara mejor y cumpliera sus acuerdos con más diligencia. A Palate y a Estacio les costó la vida, pero el medicamento para fue un éxito. Desde aquel preciso momento en que estalló la T4, no volvería ETA a tener queja de José Luis. Ni un incumplimiento, ni un retraso. Socio leal hasta el final. Todo lo cumplió con plena lealtad al espíritu de esa colaboración de la que en principio también él se prometía tanto.
Concluye:
Thierry ha muerto y con razón le hacen todas las organizaciones etarras un homenaje. Ha muerto una vulgar muerte de mala vida. Merece algo de épica, aunque sea impostada. Su éxito también lo es, porque sabemos que nada habría podido hacer sin tan leal como execrable colaboración obtenida aquí, en Madrid.
Ignacio Camacho se centra en comparar los casos de corrupción que afectan al PP y al PSOE, lo hace hablando de Una cuestión sentimental:
En uno de aquellos momentos tan suyos, iluminados por una sublime inspiración retórica, el ahora relegado Zapatero -es tan corto el amor y tan largo el olvido-sentenció que los valores de la derecha cotizan en Bolsa y los de la izquierda en el corazón. Será ésa la razón última y metafísica de que el PP no encuentre quien le audite sus cuentas ‘embarcenadas’ mientras en Andalucía surgen racimos de aseguradoras y bufetes implicados en la solícita atención financiera a los ERE fraudulentos; nadie quiere parecer sospechoso de contubernio con la avara ruindad del neoliberalismo pero había lista de espera para redimir pecados en el confesonario de la socialdemocracia.
Añade:
De la distancia entre un caso y de otro se desprenden dos conceptos de ejercer el poder. Uno, el de la derecha, no parece capaz de convencer a nadie y menos de intimidarlo; el partido que gobierna España con mayoría absoluta no halla una empresa capaz de prestarle un servicio legal previo cobro de su minuta. El otro, el de la izquierda, lograba formar cola para colaborar en un chanchullo; pagaba al contado, garantizaba la cobertura institucional y contaba con el aval intangible de una aplastante hegemonía social y política. Una especie de inmunidad moral que sólo se ha quebrado cuando una juez ha decidido romper por su cuenta la baraja de ese tácito ‘statu quo’.
Concluye:
Aquella pueril sentimentalidad zapaterista estaba basada en un simplismo de superioridad ética. La praxis real es más prosaica: la derecha estigmatiza, la izquierda redime. Quizá por eso los imputados por la magistrada Alaya no acaben de comprender qué había de malo en trabajar a favor de la verdad revelada y con la cartera en el bolsillo más cercano al corazón.