OPINIÓN / Afilando columnas

Alfonso Merlos sobre el caso de los ERE: «Estos Dionis de puño en alto, de hoz y martillo, deben pagar por sus asilvestradas fechorías»

Elordi (El Periódico): "Sánchez-Camacho conquistó su cargo actual a base de aparecer sin descanso en las tertulias madrileñas"

No sólo el diario del Conde de Godó y Grande de España metido a independentista ha elevado a la mujer que susurraba a los floreros a la categoría de ‘pepera buena’ frente al resto de los dirigentes del PP. El 9 de octubre de 2013, 24 horas después de que los columnistas de La Vanguardia dictaminara en ese sentido, los articulistas del auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’ se han sumado a ese dictamen. Puede estar tranquila Alicia Sánchez-Camacho. Es probable que el 11 de septiembre de 2014 ya no tenga miedo de salir a la calle. De mantenerse esta tendencia, los nacionalistas le darán palmaditas de ánimo en la espalda.


Alicia Sánchez Camacho.

El director de El Periódico de Catalunya, Eric Hernàndez, titula con un irónico Alicia, esa separatista:

Jamás una operación política tan ambiciosa había naufragado con tan inexplicable celeridad. La que tenía que ser la semana grande en Madrid de Alicia Sánchez-Camacho, su puesta de largo como interlocutora privilegiada entre el Gobierno y la Generalitat, una brillante maniobra que la erigiera en artífice de una alternativa al rupturismo catalán y al inmovilismo español… apenas ha durado unas horas. Y, en vez de realzar la figura de su protagonista, la tentativa de la líder del PP catalán, abortada por quienes debían patrocinarla, ha desdibujado su perfil. Una de dos: o el puente de mando del PP está desierto, o lo maneja un infiltrado al servicio del independentismo impaciente.

Concluye:

Hay que reconocer  que los reproches de sus compañeros de partido no alcanzaron el grado de refinamiento de la diputada de Ciutadans que la acusó de «usar el lenguaje separatista». Y de paso debemos tomar nota del silencio que guarda el PP cuando el ministro Jorge Fernández Díaz sostiene postulados idénticos a los de Sánchez-Camacho.

Hagamos inventario: Pere Navarro arranca al PSOE el sí a una (improbable) reforma constitucional, pero no a la consulta; Josep Antoni Duran admite que no tiene «ninguna influencia en Madrid»; las élites catalanas vuelven deprimidas de sus citas con Mariano Rajoy; y hasta Sánchez-Camacho resulta ya sospechosa para el PP. Como táctica para combatir el independentismo, no tiene precio.

En esas mismas páginas, Carlos Elordi firma En el PP no se juega con Catalunya:

Alicia Sánchez-Camacho es voluntariosa y trabajadora, pero no una política de altura. Conquistó su cargo actual a base de aparecer sin descanso en las tertulias madrileñas y lo ha defendido con una tenacidad que no ha sido premiada por los sondeos.

A este humilde lector de columnas le cuesta creer que aparecer en ‘tertulias madrileñas’ haya sido lo que le permitió alcanzar el teórico liderazgo –que tenga el real o no es una cosa bien distinta– del PP catalán. Que aparecer mucho en los medios puede ayudar es cierto, pero no tanto como para que sea el mérito principal para que el registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante le señalara como la elegida.

Ahora, acuciada por estos, ha metido la pata: o alguien la ha engañado, y eso en un político siempre es un fallo, o se ha creído sus propias ensoñaciones, lo cual es casi peor. En todo caso, pensar que, tal y como están las cosas, el PP de España iba a aceptar su propuesta de un sistema de financiación para Catalunya que suena a la que hasta hace poco hacían los nacionalistas, era una fantasía.

Qué obra de arte argumental, Sánchez-Camacho lo hace mal pero por inocente, es que de buena parece tonta, le falta decir a Elordi. Lo deja claro:

El PP no parece tener dudas sobre la disyuntiva que inocentemente ha planteado Camacho: prefiere perder plumas en Catalunya que soliviantar no solo a sus demás barones regionales, alguno de los cuales está con el agua electoral al cuello, sino asimismo a su electorado más seguro y también al que se ha alejado, pero que puede volver: la derecha sociológica y política española están porque el nacionalismo catalán muerda el polvo y no por reflexionar sobre terceras vías.

Como contrapartida, lo que la mujer que susurraba a los floreros ha recibido desde la prensa de derechas madrileña no han sido precisamente elogios. En El Mundo, Federico Jiménez Losantos defiende que en realidad Sánchez-Camacho hizo su propuesta por encargo de instancias superiores. Lo sostiene desde Alicia Rajoy:

Como prueba la cobertura intelectual -es un decir- que su jefe natural Jorge Fernández Díaz le hizo al llegar en AVE a la cadena SER, órgano oficioso del sorayato, el plan de Sánchez-Camacho era y temo que sigue siendo el único plan que para abordar la secesión de Cataluña ha elaborado el Gobierno hasta ahora, siendo su autor el triángulo Rajoy-Margallo-Fernández Díaz, símbolo vagamente masónico de la deidad monclovita y desempeñando el ubicuo y ardillesco Jorge Moragas el papel de go-between entre los altos de la Moncloa y los bajos de La Camarga.

Tras recordar que la propuesta ha sido rechazada tanto por otros dirigentes del PP como por los nacionalistas, concluye:

Ojalá pudiera pensar otra cosa, pero lo único que se me ocurre para explicar este fracaso es que Rajoy, con tal de evitar enfrentarse al separatismo con las armas del Gobierno, es capaz de cargar sobre las espaldas del partido la gravosa prórroga de su eterna siesta. Lo peor de lo de Alicia es que, en realidad, era de Rajoy. De lo que Rajoy no quiere ser: alguien capaz de asumir su propia e indelegable responsabilidad.

Desde un periódico que promete traer miga a partir del 12 de octubre de 2013, lanzan una propuesta alternativa. En La Gaceta, José Carlos Rodríguez firma Federalismo. Arranca, eso sí, con una dura crítica a la teórica ‘número 1’ del PP ‘català’:

Alicia Sánchez-Camacho ha cumplido con el ideal de un político: ha dicho una cosa y la contraria con horas de diferencia para tener algo que ofrecer a cualquier audiencia. En catalán se presentará como la valiente que defendió los bolsillos de los catalanes, y en ‘Madrit’ ha explicado que no, que esto es una propuesta para todo el mundo, y con el único objetivo de parar a los nacionalistas. Hay políticos a los que la máscara del Barón Ashler, con un rostro por la izquierda y otro por la derecha, les va muy bien. Y otros en los que la máscara no cuela. A Camacho, Sánchez, Alicia, se le ha visto la jugada antes incluso de que la iniciase.

Esto de luchar contra el nacionalismo a base de concederles todo lo que piden debe de ser obra de genios. A las inteligencias más de andar por casa nos parece que, por poner un ejemplo, si la camorra te amenaza y tú te pliegas al chantaje, los camorristas no entenderán que su método ¡de hacer política! no funciona y que por tanto tienen que abandonarlo. Au contraire, mon fraire.

Rodríguez lanza una propuesta que sabe que también iba a ser rechazada por los independentistas y que «parece (pero sólo parece) que es una concesión a los nacionalistas. Que cada palo aguante su vela, en plan fiscal. Federalismo digno de ese nombre»:

Fundimos el IRPF y el Impuesto de sociedades en un tipo marginal único, sin deducciones de ningún tipo, y con un mínimo exento. Seguiría el modelo propuesto por Hall-Rabushka, que grava la diferencia entre los ingresos y las inversiones, de modo que recaería, en última instancia, sobre el consumo.

Habría un tipo para el Gobierno central. Dado que el impuesto tiene un mínimo exento, el Gobierno, que cobra los primeros tramos, cobraría menos impuestos a las regiones más pobres y más a las regiones más ricas. Vaya eso por la solidaridad. Sobre ello, cada región pondría su tipo autonómico, del que deriva sus ingresos. Es la llamada corresponsabilidad fiscal, pero sin el co, es decir, responsabilidad: que cada Administración recabe sus propios ingresos.

Concluye:

Ya no vale decir que Madrid te roba. ¡Sólo puedes robar a tus propios ciudadanos! Las regiones que más gasten, y el nacionalismo puede llegar a ser muy caro, se verán obligadas a poner impuestos más altos. Pero la competencia entre distintas regiones para albergar más inversiones y más trabajadores les aconsejará ser prudentes en el gasto, para no ahuyentar a todo el mundo con los impuestos. Entonces se verá, más claramente, que el nacionalismo es malo para la salud, sin necesidad de que lo adviertan las autoridades, que no la hay más severa que la del propio bolsillo. Un regalo, sí, pero envenenado.

Quien se muestra muy dura contra Sánchez-Camacho es la mujer que mantuvo la calma cuando un guapo camarero volcó una copa de vino blanco sobre su último bolso Gucci. Edurne Uriarte firma en ABC Alicia se hace nacionalista:

Alicia Sánchez-Camacho se hace nacionalista. O lo parece, que es lo mismo a efectos políticos. Efectos que son, sencillamente, destructivos. Para ella misma, para el PP catalán y hasta para el PP nacional, si no la desautoriza aún con más contundencia y busca un relevo en Cataluña. Y para todo el sistema autonómico que se sostiene sobre todo por la permanencia de una derecha defensora de la solidaridad y unión de la nación española.

Uriarte muestra una dureza que suele reservar para la izquierda o los nacionalismos:

Los intentos de matización de Sánchez-Camacho ayer, con eso de que ella se refería a una financiación para todos, son baldíos. Más que nada porque dijo exactamente lo contrario y se le entendió perfectamente, cuando reivindicó la «singularidad» de Cataluña y un sistema de financiación que limite la solidaridad con las Comunidades más pobres y aumente el dinero que se queda Cataluña. Que es lo mismo que pide el nacionalismo catalán, singularidad, diferencia y más dinero. Si a lo anterior se une el que Sánchez-Camacho cometiera la increíble torpeza añadida de lanzar tal mensaje a través de la socialista y pronacionalista Prisa, el primer efecto de su iniciativa es el cuestionamiento de su propio liderazgo, a partir de ahora poco creíble para representar a la derecha nacional en Cataluña.

Añade:

Los efectos son también destructivos para el PP catalán porque este discurso multiplicará la emigración de votantes hacia Ciutadans.

Continúa:

Si el propio PP catalán compra parte de los argumentos nacionalistas, ¿dónde está la alternativa del PP nacional?

Concluye:

Pero quizá los efectos más preocupantes apunten hacia el propio sistema autonómico. Si el sistema está notablemente debilitado por las tensiones nacionalistas, difícilmente podrá resistir que a lo anterior se le sume una dinámica de enfrentamiento entre ricos y pobres, inevitable si sigue adelante una propuesta como la del PP catalán. El Estado de las Autonomías se sostiene en una nación política fuerte que en estos momentos sólo defienden con claridad y sin complejos el PP, UPyD y Ciutadans. La «singularidad» de Cataluña defendida por una líder relevante de uno de esos partidos es una quiebra inquietante en esa amenazada nación política.

Cambiamos ahora de tema y de comunidad autónoma pero no, por el momento de periódico. En el diario madrileño de Vocento, Ignacio Camacho dedica El cesto de las cerezas a comentar la corrupción en Andalucía.

De una manera lenta y no siempre bien organizada, pero gradual y sistemática, la jueza Mercedes Alaya ha abierto un proceso al régimen andaluz. Los vicios de treinta años de hegemonía unívoca, las malas prácticas generadas por el ejercicio continuado del poder en un latifundio político están aflorando en el sumario de los ERE como capas de una prospección arqueológica.

Añade:

Mientras la exconsejera y exministra Magdalena Álvarez hacía el paseíllo judicial de los imputados, una redada ponía patas arriba el entramado sindical sin cuya colaboración no podría haber tenido lugar el gigantesco amaño. El mapa de los ERE está confeccionado con un sofisticado modelo de cartografía multidimensional en tres planos: el de la planificación política y presupuestaria -la Junta de Andalucía y su sofisticado organigrama paralelo-, el de la colaboración de los sindicatos como exploradores planimétricos del terreno industrial en crisis y el de la intervención ejecutiva y asesora de conseguidores, intermediarios, bufetes y aseguradoras.

Concluye:

El mérito de la magistrada Alaya, empañado por su procedimiento espasmódico y la forzosa lentitud de su terco empeño solitario, consiste en haber comprendido el carácter global y totalizador de la trama, su condición estructural de un modelo de poder. Esa enorme complejidad es la que ha convertido la macrocausa en un caos que a menudo amenaza con colapsar el aparato procesal, y en el que la instructora parece en ocasiones decidida a aplicar por su cuenta un criterio más relacionado con la denuncia que con la propia administración de justicia. Como vértice de una investigación laberíntica, Alaya se muestra dispuesta a desvelar esa inmensa zona oscura con independencia de la suerte que finalmente corra el sumario. Para bien y para mal ha asumido una especie de inédita misión ciclópea, imposible de abordar desde la política, en la que tal vez importe más el curso que el desenlace.


Alfonso Merlos.

Terminamos en La Razón, donde Alfonso Merlos publica Sin careta, sin vergüenza. Parece que el columnista del diario de la ‘disciPPlina’ ha renunciado por un tiempo a los títulos que tanto recuerdan a los nombres de las películas de Andrés Pajares y Fernando Esteso.

Detenidos. Perseguidos. Señalados como delincuentes. O mejor, como vulgares chorizos que en su fariseísmo se han quedado con el dinero de los más débiles. Estamos ante la caída de una banda de facinerosos que, si los tribunales hacen lo que tienen que hacer, más pronto que tarde deberían dar con sus huesos en la cárcel y devolver todo cuanto han expoliado.

Aquí no hay trampa ni cartón. Se ha ido a por unos golfos.

Concluye:

Los aparatos de UGT y de CC OO se están comportando como auténticos sinvergüenzas ante este escándalo que incluyen una vastísima operación de la Guardia Civil

Primero, porque están minimizando unos hechos de estratosférica gravedad, nunca antes conocida en la joven historia de nuestra democracia. Segundo, porque a personajes absolutamente menores como Toxo y Méndez les faltan gallardía, cuajo y principios para desatar una caza al malhechor dentro de sus desprestigiadas organizaciones. Una sociedad está definitivamente condenada cuando la honradez menudea y la corrupción es recompensada. Y si hay algo que tenemos claro los ciudadanos mayoritariamente es que estos Dionis de puño en alto, de hoz y martillo, deben pagar por sus asilvestradas fechorías.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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