OPINIÓN / Afilando columnas

Alfonso Ussía, enfadado con Rosa Díez: «Rascas, rascas, y sale la socialista de siempre»

Isabel San Sebastián, sobre Bolinaga: "El Gobierno carece del coraje o la convicción necesarios para poner fin a esta infamia"

Alfonso Ussía, enfadado con Rosa Díez: "Rascas, rascas, y sale la socialista de siempre"
Alfonso Ussía. PD

Andan algo despitados algunos articulistas de la prensa de papel española el 3 de abril de 2014. En un caso nos encontramos con que se atribuye la liberación de un terrorista a un gobierno distinto del que fue responsable de la medida, mientras que en otro diario hay quien no se ha enterado de que la hermana de Valls ha desmentido que padre del nuevo primer ministro francés fuera un republicano exiliado. Qué dan desgracia esta última, con el glamour que da ser hijo del exilio, resulta que en realidad el nuevo jefe del Gobierno francés es vástago de un pintor que fue a París a estudiar con una beca y decidió quedarse allí puesto que intuía, con gran razón, que tenía más futuro en su actividad a orillas del Sena que en la rivera del Ebro o del Tajo, por ejemplo.

Los espacios de opinión de los diarios de impresos en esta jornada están en el mismo estado que la salud de este humilde lector de columnas durante los días anteriores, en horas bajas. Hemos tenido que hacer un gran esfuerzo para encontrar algunos artículos dignos de ser destacados. Al margen, claro está del aburridísimo y previsible artículo del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante en El País. Hacemos sonar nuestra armónica de afilador y pasamos a dejar constancia de todo ello.

Arrancamos en ABC, con dos columnas dedicadas al etarra que vive la fase terminal de una enfermedad más larga registrada jamás en la historia de la humanidad (cerca de dos años ya, y con un aspecto mucho más saludable que el que suelen tener los enfermos de cáncer que enfrentan sus últimas semanas de vida). Después de que Bolinaga haya sido llamado a declarar, por videoconferencia, no se vaya a cansar, ante el juez por su su posible participación en el asesinato del cabo de la Guardia Civil Antonio Ramos, Jaime González se pregunta ¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué? Porque si la Justicia probara que intervino en el asesinato del guardia civil Antonio Ramos, los mismos argumentos esgrimidos en su día para sacarle de prisión impedirían mandarlo de nuevo la cárcel. Salvo que nuevos informes determinaran que no se encuentra en peligro de muerte inminente. En cuyo caso se confirmaría -al cien por cien- la sospecha de que los resultados del análisis médico al que fue sometido en el Hospital Donostia en 2012 fueron una gigantesca patraña. Imaginemos que se prueba su culpabilidad en el asesinato y se le recluye en un centro hospitalario. La pregunta sería inevitable: ¿y por qué no entonces?

No creo que el Gobierno tuviera respuesta. Salvo que recurriera a la estadística para tratar de convencernos de que la verdad a medias es distinto de la media mentira.

Dado que el ministro del Interior atribuye a la Vingen de Fátima el fin del comunismo en Europa Central y Oriental, siempre podría decir que la Virgen de Begoña ha mejorado la salud del terrorista.

También en el diario madrileño de Vocento, Isabel San Sebastián publica Bolinaga, o la ignominia.

Josu Uribetxeberría Bolinaga salió hace año y medio de prisión en estado presuntamente terminal, aunque basta ver su aspecto para constatar que esa mentira diagnóstica fue una falsificación más de las muchas que jalonan ese «proceso de paz» cimentado en la claudicación. Cada día que pasa en libertad constituye un agravio para sus víctimas, un ultraje a la justicia, una ofensa al honor de esta nación escarnecida por cuarenta años de violencia etarra y un insulto a la inteligencia. Por eso no basta con que la Fiscalía pida informes sobre su salud. Lo único aceptable sería ordenar su inmediata detención.

Josu Uribetxeberría Bolinaga no está preso, que es como debiera estar, porque un gobierno quiso que saliera y otro carece del coraje o la convicción necesarios para poner fin a esta infamia. Y encima ni siquiera han cobrado la deuda impagable de oprobio contraída en nombre de la sociedad española. ETA no ha entregado las armas.

Nos sorprende que atribuya la voluntad de excarcelar al etarra a un Gobierno distinto del a que ahora «carece del corone o la convicción» para cambiar el estado de las cosas. O mucho se equivoca el afilador de columnas o fue el Ejecutivo de Rajoy, en concreto el ministro Fernández Díaz, el que puso todo su esfuerzo para que el terrorista fuera excarcelado. Si no hubiera sido así, Jaime González no se hubiera preguntado este «¿Y ahora qué?»

Pasamos ahora a La Razón, diario en cuya contraportada Alfonso Ussía vuelve a la carga contra Rosa Díez en Rascas, y sale el PSOE. No es ningún secreto que el veterano columnista no aguanta a la líder de UPyD, en especial no le perdona que demandara a Mingote por una viñeta cuando ella era consejera de Turismo del País Vasco. Ahora le critica, creemos que con razón, por protestar por el hecho de que sonara el Himno de España en el funeral de Estado por el primer presidente del Gobierno de España de la actual democracia.

A todas las preocupaciones que tenemos que superar y solventar los españoles de hoy, hay que sumar este nuevo e inesperado desasosiego. Que a Rosa Díez no le gusta el Himno Nacional, que al contrario de lo que muchos opinan, es un Himno limpio y de todos, porque carece de letra y a nadie ensalza y a nadie ofende. Quizá Rosa Díez desea como Himno Nacional, en honor a su nombre, un tramo de la zarzuela «La del Manojo de Rosas», que en su caso sería «La del Manojo de Espinas».

Rascas, rascas, y sale la socialista de siempre.

Lo cierto es que sorprende la protesta de Díez. Lo lógico es que en un acto de Estado suene el himno nacional, que es uno de los símbolos del Estado.

Todavía en La Razón, Agustín de Grado escribe sobre el primer ministro francés (por mucho que se empeñen algunos, aunque haya nacido en España, seguro que su pasaporte es el de la República Francesa, ¿o aquí alguien se refiere a Anasagasti como venezolano?) y lo compara con los socialistas españoles. Titula Un Valls para el PSOE:

Como alcalde de Evry -nos recuerda Percival Manglano desde París-, Manuel Valls propuso poner a una explanada el nombre de Juan Pablo II, dobló el número de policías municipales con el argumento de que «ningún rincón de la ciudad debe quedar en manos de los gamberros», afirmó que una reforma de la universidad debería superar «los estragos del igualitarismo» y votó a favor de convertir en delito los ultrajes a la bandera y el himno nacional. En 2011 compitió en las primarias socialistas y perdió sin paliativos. Defendía la derogación de la ley de las 35 horas semanales de trabajo porque había que trabajar más y abogó por déficit públicos por debajo del 3 por ciento. ¿Se imaginan a un socialista español haciendo carrera con estas propuestas? En Francia ha llegado a primer ministro. De haber seguido en España, donde nació en 1962, Valls no sería nadie ante Elena Valenciano.

Algo sí tiene Valls en común con algunos de los que triunfan en el PSOE y en los ámbitos mediáticos y culturales (es un decir) afines: se ha inventado unas credenciales de familia antifranquista que no se corresponden a la realidad, como se ha encargado de recordar su propia hermana.

Pero hay quien sí se cree esas credenciales. Es Raúl del Pozo, que las acepta como ciertas en su columna de El Mundo Mandan en Francia:

Un catalán y una gaditana mandan en Francia: Manuel Valls, barcelonés, hombre fuerte del socialismo, ha sido nombrado primer ministro; y Anne Hidalgo, de la isla de San Fernando, como Camarón, ha conquistado la Alcaldía de París.

Los dos descienden de exiliados.

Insiste:

De aquellos combatientes del éxodo descienden el primer ministro y la alcaldesa. Ella es hija de un obrero de astilleros que emigró a Francia en los años 70 y nieta de exiliados. El primer ministro es hijo de un pintor catalán también expatriado.

No vamos a entrar aquí a comentar los antecedentes familiares de la nueva alcaldesa de París, que por mucho que naciera en Cádiz basta con escuchar cuando habla para darse cuenta de que es tan francesa como la quiche lorraine, puesto que los desconocemos. Pero en el caso de Valls, Del Pozo ya ha tenido oportunidades de sobra de saber que no es hijo de exiliados. Suponemos que darse por enterado le quitaría épica a su texto.

Para terminar este afilando columnas nos asomamos a El País, donde encontramos un artículo de un político en activo y uno de otro ya retirado de la cosa pública. El que está en ejercicio es ni más ni menos que el presidente del Gobierno, el mismo Mariano Rajoy que semanas antes tenía palabras de elogio hacia Juan Luis Cebrián. El artículo que firma el registrador de la propiedad del Gobierno que creíamos mentido a gobernante es un texto aburrido y cargado de obviedades sobre la inmigración y la relación entre Europa y África. Se titula El otro lado del estrecho. Allá usted, estimado lector si quiere perder su tiempo leyéndolo. Aquí le dejamos el final:

Nos hemos acostumbrado a las buenas noticias sobre el ascenso de Asia y la pujanza de América Latina. Ya casi hemos olvidado que hace 30 o 40 años los periódicos solo hablaban de dictaduras, pobreza y guerra en ambos continentes. Asia y América transformaron sus sociedades y ahora son fuente de oportunidades y de prosperidad para sus ciudadanos y para los de España. En los próximos 20 años África hará la misma transformación; y la proximidad será para España una fuente de fortalezas y una ventaja comparativa. La Unión Europea y África emprendemos juntos esa transformación. Un viejo proverbio africano dice que si quieres viajar rápido, debes viajar solo; pero si deseas llegar lejos, mejor viajar en compañía.

Mucho mejor es el artículo de Nicolás Redondo Terreros, titulado Suárez, nuestro primer mito.

La necesidad de símbolos que tiene la sociedad española hará de Suárez el primer mito de nuestra democracia. Su utilización por unos y por otros como argumento de autoridad para justificar sus diversas posturas lo demuestra y estoy convencido que esta elección de la sociedad española, que han adivinado intuitivamente todos los políticos, desde el Rey hasta el último personaje de la vida pública española, es la acertada. Suárez después de muerto, vuelve a prestar un gran servicio a España, tan importante como legalizar al PCE o abrir un periodo constituyente una vez ganadas las primeras elecciones democráticas, sin olvidar por supuesto lo que le debíamos por mantener la dignidad de todo un país cuando se mantuvo erguido ante Tejero. Ahora en el terreno de lo simbólico, al constituirse en un personaje histórico trascendente, se ha convertido en nuestro primer mito.

 

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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