Antonio Casada levanta acta de la decadencia del socialismo europeo
En esta semana de Pascua, se nota que los columnistas han regresado de sus vacaciones, merecidas, como exige la frase hecha. O al menos lo ha hecho la política. Las columnas vienen mucho más interesantes que hace unos pocos días, cuando las procesiones recorrían las calles.
En el periodismo clásico no hay nada como un buen cruce de columnas o bofetadas impresas entre escritores. Es combustible no sólo para la inteligencia, sino, también, para la ironía.
Salvador Sostres (El Mundo) le arrea una golpiza a la insultadora Pilar Rahola de tal magnitud que ésta podría pedir a un juez que le detuviese por violencia de género, esa aberración discriminatoria que introdujo Zapatero en la legislación española y que el PP no ha modificado.
El escritor catalán relata el incidente que hubo en la final de la Copa del Rey con un hincha culé envuelto en una bandera inconstitucional que arrojó un mechero al campo y se negó a identificarse ante la Policía.
Resulta que la familia del angelito es amiga de Rahola, y ésta, rauda como el Capitán Trueno (éste sí que era catalán, porque se creó en Barcelona y lo publicaba la editorial Bruguera) o Sigrid de Thule, acudió a desfacer el entuerto y proteger al débil.
El catalanismo que presume de demócrata no puede fundar su martirologio sobre un vándalo
Fue precisamente otro monumental error de Mas, Pilar Rahola, vecina de Cadaqués, como el chaval del ojo morado y amiga de su familia, quien en su ilimitada egolatría llamó al periodista Josep Cuní, de la cadena de televisión del Grupo Godó, para que entrevistase al mártir; y quien, igualmente, telefoneó al presidente de la Generalitat para que su partido pidiera la comparecencia del ministro del Interior, y también a Alfred Bosch, diputado de ERC.
Esto es lo que sucede cuando se toma a una verdulera por intelecutal de referenia porque es la que te da la razón del modo más acrítico y chillón. Cuando el nivel es Rahola, uno que insulta y golpea la Policía se convierte en el mártir de un proceso supuestamente democrático y pacífico.
ni el presidente de la Generalitat que quiere convertirnos en Estado puede ser el altavos de los desvaríos de una histérica
¿Y qué hace esta «verdulera» «histérica» con columna en La Vanguardia, aparte de darnos temas a los demás columnistas y escritores?
Raúl del Pozo (El Mundo) me asombra agradablemente, porque usa su erudición no para caer en las memeces acomplejadas de Américo Castro, Henry Kamen y sus escuelas de críticos del Siglo de Oro, a los que les basta encontrar un mendigo junto al Alcázar de los Austrias para denostar el Imperio. En su columna, se burla de las nuevas fabulaciones de los historiadores catalanistas.
«Quien hable mal de Erasmo, o es fraile o es asno», se decía en la España imperial. La frase no respondía a la realidad, porque a Erasmo lo leían con placer hasta los inquisidores. «En la corte del César -le escribe un lector al humanista-, en las iglesias, en los caminos y en las posadas apenas hay quien no tenga el Manual del caballero cristiano».
Ahora las viruelas de los reyes han escondido los dineros en el forro de las banderas, mientras los asnos y los filólogos se dedican a amañar la Historia, como burlangas de leonera. Cualquier mentira encuentra subvención.
Las mentiras nacionalistas suelen terminar en holocausto aunque, por lo menos, los nacionalistas catalanes no son antisemitas. Muy al contrario, las sandeces de Pep están basadas en las necedades de Jordi Bilbeny, un filólogo que ha escrito los siguientes disparates: Santa Teresa fue Teresa Enríquez de Cardona, abadesa de Pedralbes; Cervantes no sabía el subjuntivo, usaba la forma catalana; Colón salió de Palos en el Empordá. Todos ellos eran catalanes y judíos. Se le olvidó citar a Quevedo.
Si siguen así, los catalanes en vez de hacer la independencia van a hacer el adefesio.
Al mismo asunto, David Gistau (ABC) le da otro enfoque:
Detrás de estas grotescas conclusiones académicas están ya el dolor de la mutilación, la comprensión del empobrecimiento cultural, la nostalgia del miembro amputado cuando ni las más groseras manipulaciones de la propaganda logran borrar los motivos estatuarios del pasado en común. Que el nacionalismo no haga contrabando histórico, facilitado, eso sí, por la ignorancia. Que se resigne a ser, después de la ruptura, una cultura aligerada de prodigios que habrá matado su pasado a cambio de tenerlo todo por hacer, como las repúblicas americanas de la emancipación.
Un dato que indica la manipulación de los jóvenes catalanes con dinero público y la situación a la que hemos llegado. En una tribuna publicada en El Mundo, el historiador Javier Barraycoa asegura que
Actualmente, en la escuela pública, un 70% de profesores reconoce votar a ERC; una Cataluña entumecida por un asfixiante ambiente creado artificialmente que acompleja y silencia las bocas y las conciencias.
Es decir, en el profesorado hay una sobrerrepresentación de ERC, mayor de la que este partido tiene en el resto de la sociedad.
Para acabar con el bloque dedicado a la tabarra catalana, recurro a un chiste, escrito por Joaquín Luna (La Vanguardia), que se ocupa de la fiesta de San Jordi.
Mi mundo se hunde: (…) los catalanes se pasean hoy con cinco, seis, siete rosas, como si en lugar del día del amor Sant Jordi fuese el patrocinador de los jueves a ver qué pillo de la discoteca Trauma de Barcelona.
A diferencia de esos cazurros de españoles, los catalanes siempre han tenido gusto y el debido criterio para compaginar la vida social con las amantes, como aquel anónimo ciudadano que, al acabar la Guerra Civil y al pie de un letrero fascista que preguntaba «¿Y tú, qué has hecho por la Victoria?», escribió: «Ponerle un pisito en la calle Aribau». Un señor catalán podía -debía- tener su amante y mantenerla, pero nunca se paseaba el día de Sant Jordi con más de una rosa, no fuera que los vecinos o su esposa se enteraran de lo que ya sabían.
Una nueva víctima para los ‘panzer’ de Rajoy
Pablo Sebastián (Republica.com) cree que José Manuel Lara, marqués de Pedroso, es el nuevo objetivo de los ‘panzer’ de Rajoy, que ya han arrollado a tres directores de periódico.
Las deudas de los grandes grupos de comunicación españoles son asombrosas y en cualquier otro país de nuestro entorno europeo y occidental ya habrían provocado más de una quiebra. Pero aquí, en España, donde la promiscuidad política, editorial y financiera es manifiesta eso no ocurre. Y eso hace que los grandes bancos, que no facilitan créditos a otros medios, sean tan generosos con los grandes editores, siempre y cuando sus medios más punteros se allanen ante el Gobierno de Rajoy. Amor con amor se paga.
Sin embargo, hete aquí que los bancos acreedores de la deuda (de unos 1.500 millones) del Grupo Planeta que preside José Manuel Lara están presionando al empresario catalán -el que parecía muy próximo al Gobierno de Rajoy- y le piden que venda sus activos y pague su deuda que es superior a la del Grupo Unedisa de los italianos dueños e El Mundo y la mitad de los que debe el Grupo Prisa (más de 3.000 millones) a quien los bancos acreedores tratan con guante blanco, sobre todo desde que El País mima a Rajoy y a sus políticas económicas.
¿Por qué entonces la presión sobre Planeta? Pues todo apunta a que las relaciones de Moncloa con Lara se han enfriado porque en el PP están indignados con la agresividad de La Sexta TV, con el libro de Pilar Urbano y puede que también con la frialdad de Lara ante la operación de la caza de Pedro J. en El Mundo en lo que se pensó que era una operación triangular con los italianos de RCS, que podría concluir con la compra de El Mundo con Planeta o con una fusión con el diario La Razón, lo que de momento aún no ha ocurrido y podría tener de los nervios a los italianos que, como se dice, ‘mataron al canario pero no han conseguido vender la jaula’.
Las últimas de La Razón, El País y ABC
Parece que Alfonso Ussía (La Razón) ha regresado de sus vacaciones y de monterías con sus amigos y ya se ha puesto al día. Escribe sobre la conversación que conocemos entre la madre de la niña muerta en Treviño y la sanidad vasca.
Sanidad con fronteras. Y una frialdad que produce espanto. «Desde aquí, médico de urgencia no os podemos enviar. Os corresponde Treviño». «Es que a mi hija la están atendiendo en Vitoria». «Médico no te podemos enviar». Dicen que está expedientada la receptora de la petición de atención y auxilio a la niña enferma. No es un consuelo. El expediente dormirá muy pronto, y a la niña nadie le devolverá la vida que no le han dejado disfrutar los límites autonómicos. «Estoy esperando a la ambulancia. Se me muere». La ambulancia dependiente del Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) no atendió a la niña. Tenía razón la madre. Se le murió.
La Sanidad fragmentaria. Dios nos ampare.
Además, Ussía cita que El Mundo es el que ha publicado la conversación.
De nuevo me mojo las manos con la última de El País… ¿Otra vez Rosa Montero? No, Leila Guerreiro, que escribe sobre la pena que le produce concoer a una mujer maltratada en su Buenos Aires querido.
Cuando era chica me costaba pensar que, mientras yo vivía en un pueblo de la pampa, existían Madrid, París o Tokio, y que allí, a esa misma hora, había gente duchándose o teniendo sexo. Era un pensamiento feliz: el mundo era un sitio repleto de ciudades fascinantes, de gente sin lastimar.
¿Por qué con los progres siempre acaba saliendo el sexo? Parecen reclutas en la mili. Va a haber que suministrarles bromuro en el café.
Ayer, mientras cenaba con el hombre con quien vivo -una cena más en mi vida de mujer a la que nadie le ha tocado un pelo-, pensé que, en ese mismo momento, la mujer sangrante podía estar hundiéndose bajo una lluvia de golpes o viviendo sus últimos minutos. Que esa noche fuera la misma noche para las dos (la misma luna, el mismo país, el mismo cielo) me pareció, de pronto, inmoral. Insoportable.
Querida Leila, si te sienta mal la comida porque hay mujeres maltratadas, ¿por qué comes cuando hay docenas de millones de personas que no lo hacen, incluso en la misma Argentina?
Ignacio Ruiz Quintano, que aprovecha su lugar en la última de ABC para dar noticias y humor en vez de para psicoanalizarse, habla de Putin, el nuevo supervillano mundial, y de Franco, el supervillano español.
todo el «agit prop» occidental está dirigido ahora contra los paisanos de Putin, a quien «The Economist» pinta de oso, como si fuera aquel oso madroñero con que los acreedores municipales perseguían a Manzano, alcalde de Madrid.
Para los propagandistas de la nueva guerra fría, Rusia es a la vez Guinea Bissau, que pasa hambre, y la Wehrmacht, que amenaza con invadirnos si Cerezo no le abona a Abramovich los tres millones de Courtois, y ahora no está aquí Franco para impedirlo, como impidió, según Mario Soares acaba de decir en ABC, que los marines de Ford entraran en la primavera del 74 en la península para atacar a los comunistas portugueses, que agradecieron el gesto incendiando en el verano del 75 el Palacio Palhava, residencia del embajador español.
Putin ya tiene dos defensores en ABC: Juan Manuel de Prada y Ruiz Quintano.
Melchor Miralles copia una ‘ideica’ a Guillermo Gortázar
Kiko Méndez-Monasterio (Gaceta.es) se ríe con el descubrimiento de que los europeos han estado comiendo carne de caballo en los ‘kebabs’, pero luego nos hace llorar.
Lo bueno de ser católico es que durante la cuaresma hemos reducido el riesgo de tomar kebab de caballo, que es una dieta involuntaria muy esparcida por la Europa protestante. En Alemania y en Inglaterra se han hartado durante años de consumir corceles, sin saberlo. Eso les pasa por no ayudarnos en Lepanto.
Hoy el caballo andaluz empieza a tener complicado sobrevivir a las empresas cárnicas y a la dieta musulmana, que engullendo kebabs pretende quedarse con la catedral de Córdoba. En ese envite nos jugamos más que en el referéndum catalán. Los socialistas de la Junta -mientras guardan con naftalina sus trajes de nazareno- se han colocado abiertamente al lado de la comunidad islámica. Lo hacen porque gracias a este tipo de batallas -igual contra la iglesia que contra el recuerdo de Foxá- han construido la impunidad para repartirse los Eres, Mercasevilla y la pasta de los cursos de formación.
Melchor Miralles (ABC) mete la patita en su columnita, y dos veces: la primera, porque copia una idea ajena sin citarla, y la segunda porque es una idea falsa. El 1 de abril el ex secretario de formación del PP Guillermo Gortázar acusó al pensador Gonzalo Fernández de la Mora de aportar las bases del PP: tecnocracia, ausencia de debate y de doctrina, el dedo como criterio de selección… Miralles hace suya esa idea, como vemos.
Pero mientras PP y PSOE sigan el pensamiento de Fernández de la Mora, y la cooptación y la ausencia de debate y democracia interna manden en esas casas, el asunto no tiene remedio. Y las listas, con sus cuotas, serán lo que son. Una lotería para afortunados, pillos y listillos. Y entre ellos, alguno que vale. Claro.
La verdad, creo que Gonzalo Fernández de la Mora, expulsado de AP por Manuel Fraga, no pensaba en Ana Mato, Moreno Bonilla y Soraya Sencilla y Solidaria cuando escribía sus artículos y libros.
Antonio Casado (ElConfidencial.com) me da otra alegría: escribe la esquela del socialismo europeo a cuenta de la «traición» de Manuel Valls. Su columna engancha con etse título: ‘Socialismo maltratado’.
Fantástico: Hollande gira a la derecha por presión de Merkel mientras que esta gira a la izquierda por presión de sus socios socialdemócratas en el Gobierno de Berlín. Es devastador. Para el desorientado votante socialista, se entiende. Al menos el español, cortejado a todas horas por el lema favorito de Rubalcaba: «Hay otra forma de hacer las cosas». ¿Cómo dice usted?, ¿y cómo dice que dice Elena Valenciano, candidata del PSOE a las elecciones europeas del 25 de mayo? Pues dice que trabaja en favor de una mayoría socialista y socialdemócrata que deje atrás la etapa del austericidio que tanto daño nos hace. Pero, ojo, porque los antecedentes pueden estar perjudicando gravemente la fe de los votantes en el mensaje. Me temo.
Un exasesor de Sarkozy lo clava: «Mitterrand nos libró del comunismo y Hollande nos va a librar del socialismo».
Y con la cita para asistir al entierro de la socialdemocracia apuntada en mi agenda, me marcho feliz a la calle.