Juan José Millás miente sobre el acceso al poder de Esperanza Aguirre
Nunca he comprendido por qué los popes del columnismo español se obstinaban en escribir todos los días de la semana: Jaime Campmany, Eduardo Haro Tecglen, Manuel Alcántara…
¿De dónde sacaban temas e ideas? Sólo por cumplimiento de la ley de probabilidades, las equivocaciones son más abundantes cuando se dejan escritas varias para irse de viaje (al lago Como, como hacía el maestro Campmany) que cuando se escribe tres o cuatro veces por semana.
El novelista Antonio Gala mantiene la fea costumbre de escribir a diario y, claro, ha metido la pata dos días seguidos.
El 24 de julio de 2014 elogió a un etarra, Eduardo Moreno Bergareche, alais Pertur, y a una ETA buena; este 25 de julio de 2014, no hay alabanzas, sino reproches, y éstos se los hace al pueblo judío, para lo que recurre a tópicos como la capacidad de los judíos para manejar el oro, su zorrería y su sectarismo, que les conduce a ser expulsados con frecuencia de los países en los que han vivido.
El título de su billete es ‘¿El pueblo elegido?’.
El pueblo hebreo, de antigüedad probada por tratos íntimos y altibajos con su divinidad, podía haber hecho mucho bien a la humanidad: por su cautela, su prudencia y aguante, su aparente fidelidad religiosa y su ratificada administración de cualquier dinero… Lo que sucede es que, de pronto, harta a la parte de la humanidad con la que vive: fenómeno reiterado de su historia: como si no estuviera hecho para convivir. De pronto o se harta o se parte.
Llámense como se llamen sus jefes civiles o militares, todos acaban metiendo la pata si les peta: es historia milenaria. Ahora le toca sufrir sus abusos a Gaza… Y lo revisan todo con una apariencia de justicia indebida. Nunca son claros. Piden lo que se les dio y que aceptaron; pero con novedad de grados, dimensiones, beneficios y con la presión nueva que da el poder situado en otra parte del mundo y la invisible comunidad de sangre…
Normal en general, se arregla para meter la pata al final, con los más débiles o los que disfrutan hoy de sus tierras de anteayer… Siempre es así. No extraña que los expulsen tanto. Lo que extraña es que los vuelvan a llamar. Porque o no son buenos o alguien los envenena. No soy racista.
Antonio, Antonio, un consejo: si te cuesta hilar ideas, mejor refúgiate en el silencio.
Raúl del Pozo vuelve a sacar en El Mundo la garrota contra quienes reclaman la jubilación de las generaciones que dominan la política y el periodismo en una columna titulada ‘Sobran los viejos’.
Poco después de que Pedro Sánchez pidiera la jubilación de Mariano Rajoy, pensando que su generación sobra, fue a ver al jefe de la patronal y después de la entrevista el patrón de los patrones salió exigiendo a los padres y abuelos que, además de dar de comer a sus hijos y nietos, les cedan los derechos laborales.
Una vez que lograron que el Rey cediera la corona, conspiran, para que los mayores cedan las nóminas a los menores. Terminarán imitando a los esquimales, que cuando sus padres son demasiado mayores los dejan a la intemperie glacial en la puerta de la choza. En nuestro tiempo se acabó el respeto a la maestría. Nadie cree hoy en España que el barco nuevo hay que dárselo a un capitán viejo.
Y concluye así:
Como sigan diciendo esas memeces los va a votar su puta madre y van a ir todos los jubilados a apuntarse a Podemos dando garrotazos. Además, parten de un error. Como dijo Cicerón, después de tomarse un bocadillo de polenta, la muerte castiga más a los jóvenes. La prueba es que no todos llegan a la vejez.
«ABSURDAS LETANÍAS DE DERECHOS» DE LAS CONSTITUCIONES
La canción del verano se canta en catalán y se dedica no al amor o a las vacaciones, sino a la reforma constitucional.
Uno de los mejores análisis de la Constitución española y de su posible reforma que he leído en muchos días lo escribe Ignacio Ruiz Quintano (ABC), que no es constitucionalista. El escritor despacha la manía de los progresistas españoles de toda época de llenar las constituciones de solemnes declaraciones y largas listas de derechos.
Los federalistas, cuyo lema es «si se quema la casa, calentarnos a ella», andan por los restaurantes de la capital con su constitución federalasimétrica como testigos de Jehová con su «Atalaya». La asimetría (lo «handicapé», que diría Manolo Valls, el primer ministro francés que quiere refundar la izquierda europea sobre el legado ético de Felipe González) es su boutade, pues todas nuestras constituciones parten de una boutade: «españoles justos y benéficos», «república de trabajadores», «estado social y democrático de derecho», y así.
Idealmente, una constitución sólo es un reglamento, y en los países donde impera el «fair-play», como es el caso de Inglaterra, ni siquiera hace falta. A España, y por todo lo contrario que a Inglaterra, tampoco conviene un reglamento (¡habría que cumplirlo!), y nuestras constituciones derivan a tratados de metafísica, con su absurda letanía de derechos: que si un piso con vistas, que si un curro majo, que si una vejez en Benidorm…
Ah, y un referéndum por generación, con derecho a carta a los Reyes Magos. El deseo de la actual es seguir llevando una vida de derechas, pero como si fuera de izquierdas.
Como contagiado por esos tratados de metafísica, Fernando Vallespín (El País), firmante de un reciente manifiesto a favor de federalizar España, está convencido de que las cosas van a mejorar, porque nos lo merecemos.
La decadencia de lo público y la falta de respeto se condicionan recíprocamente. Y, nos recuerda, que respeto viene de «mirar hacia atrás» -re-spectere- y a la vez «mirar de nuevo». Esa es la dialéctica en la que encajar el problema catalán, valorarlo a partir de nuestra vida en común, lo que viene de atrás y hemos compartido, pero hacerlo con una nueva luz, revisándolo hacia el futuro.
Escribo estas líneas desde una habitación de hotel en Montreal. Sobre el paisaje urbano se elevan algunas banderas canadienses y muchas de Quebec, la otrora comunidad ideal del nacionalismo catalán. Si ellos acertaron a encajar el choque de identidades, ¿por qué no habríamos de conseguirlo nosotros?
LA TRAICIÓN DEL ESTADO ESPAÑOL A LOS CATALANES
Las demás opiniones que encuentro en la prensa no abonan ese optimismo.
Por ejemplo, Florencio Domínguez (La Vanguardia) se centra en la inestabilidad del PSOE.
Rajoy ha sido renuente a poner en marcha una reforma constitucional para afrontar la cuestión catalana porque considera que ese proceso abriría un melón que luego va a ser muy difícil de cerrar.
Por ejemplo, tal y como está el ambiente político se iba a plantear de manera inevitable un debate sobre la cuestión de la monarquía y la república. Los que han suscitado el debate a raíz de la abdicación de Juan Carlos I lo iban a plantear con mucha más fuerza cuando se procediera a cambiar la Constitución. El nacionalismo vasco, tan poco partidario del modelo federal como el catalán, buscaría introducir un modelo de bilateralidad política de signo confederal.
El acuerdo constitucional entre el PP y el PSOE podría ser posible, aunque quizás no a corto plazo. Hará falta tiempo para que el nuevo liderazgo en las filas socialistas se consolide y no tema ser tachado de contemporizador con la derecha por pactar con el PP en cuestiones de Estado.
José Antich (La Vanguardia) sostiene que CiU, que es muy buena y muy sacrificada, ya ha dejado atrás la fase del acuerdo.
Hace 95 años Alcalá-Zamora emplazó a Francesc Cambó a que se definiera y la pregunta quedó flotando entre las páginas de la historia. Casi un siglo después de aquel episodio, el líder de la fuerza política más importante del catalanismo durante décadas, que en este momento disputa la hegemonía política en Cataluña con Esquerra Republicana, ya está en condiciones de ofrecer una respuesta y llevarla a la Moncloa. Bismarck ha muerto. En la negociación con Madrid, las cartas de Mas sólo le permiten hacer de Bolívar. Todo o nada. ¿Y qué es todo? La consulta.
Hermann Tertsch (ABC) constata que muchos catalanes nacionalistas no quieren ni debatir sobre sus posiciones en la lengua común de todos los españoles, como le ocurre a él en Twitter.
En ningún rincón del mundo -salvo trastornos muy puntuales de conducta- se encuentran personas que, pudiendo entablar comunicación y entenderse en una lengua común con un extraño, recurran para hablar con éste a otra en la que no hay entendimiento posible. Más allá del odio que siembra a diario el nacionalismo… Más allá de las cansinas y grotescas letanías del victimismo… ¿por qué hay tanta gente en Cataluña en estos momentos que te habla ex profeso para que no le entiendas? Cabe sospechar que no quieren salirse de su muy frágil guión.
Toda una metáfora de la negación de la realidad que el nacionalismo promulga. Y que impone a todo el que quiera seguir haciendo una vida razonablemente normal. Han logrado, con toda la colaboración de la desidia y ceguera del poder central de 35 años, crear en estos años últimos un estado permanente de emergencia identitaria, en el que la adhesión individual al proceso sedicioso es requisito imprescindible para recibir el trato de ciudadano de pleno derecho.
Y sobre este último elemento del problema, la dejadez del Estado y las elites madrileñas, escribe Ferrer Molina en El Mundo.
Lo que hoy ocurre en Cataluña tiene mucho que ver con la falta absoluta de respuesta a las informaciones y sobrentendidos que ha sembrado durante décadas el nacionalismo. La Generalitat se ha encontrado el terreno expedito. Mientras su maquinaria aplastaba al insumiso -ya fuera el padre que pretendía que su hijo pudiese estudiar en castellano, ya el tendero multado por no rotular en catalán, ya el cómico que se veía en la necesidad de emigrar-, el Estado se echaba la siesta, convencido de que los mecanismos de la Administración acabarían por poner las cosas en su sitio; confiado en esa pereza tan nuestra de que, al final, todo se arregla.
¿Algo positivo en este asunto? Sí, David Gistau (ABC) replica a los editorialistas, opinadores y profesores pastoreados por Juan Luis Cebrián que reclamaban al nuevo Rey su intervención a favor de la federalización de España.
El retorno al protagonismo político del Gobierno en vísperas de la reunión de Rajoy y Mas, así como la incorporación de Pedro Sánchez a las conversaciones de Estado, nos permite recordar que no vivimos en un absolutismo, ni siquiera en un despotismo ilustrado, y que los asuntos siguen dependiendo del Ejecutivo y del Parlamento.
Nuestro régimen no tiene previsto que el Rey obre sanaciones por imposición de manos como si el país fuera un leproso que suplicara los poderes curativos de un profeta. Esto también convendría recordarlo para encomendar menos esperanzas al populismo redentor.
LA OPOSICIÓN NO PREGUNTA POR EL RESCATE A LAS CAJAS
A Manuel Valls se lo tratan de apropiar por un lado los catalanistas y por otro los socialistas españoles, pero los actos de Gobierno del primer ministro francés les dejan a los dos bandos en porretas. Ahora el socialista-nacido-en-Barcelona-e-hincha-del-Barça ha aumentado el centralismo francés al suprimir regiones y mantiene los recortes. Carlos Herrera (ABC) se lo restriega a sus admiradores defraudados.
Menos mal que ha venido a alegrarnos el verano Manuel Valls, español de origen catalán, francés de naturalización, que ocupa la nada desdeñable posición de primer ministro de Francia y Gran Esperanza Blanca -con perdón- de la izquierda vecina. A Valls difícilmente se le hubiese ocurrido publicar balanza fiscal alguna, entre otras cosas porque en Francia la cuestión territorial ocupa planos muy difusos. Pero a falta de alguna manifestación acerca de una cuestión tan española como el reparto de la inversión por territorios, ha dejado perlas que supongo servirán de guía y referencia para la desnortada izquierda española, tan llena de arribistas y demagogos.
Valls es la gran figura de la próxima izquierda europea y encarna el modelo de gestión del futuro inmediato, ese que no huelen todos los cuentistas de aquí, que están perdiendo el tiempo en dialécticas de revoluciones rancias y en dar pábulo a Robespierres de salón. Que tomen nota.
José Oneto reprocha no sólo al PSOE, sino a toda la oposición su silencio sobre los datos del multimillonario rescate de las cajas de ahorros.
El último episodio, el de Catalunya Banc, es especialmente escandaloso y sangrante, por la pérdida de 12.000 millones de euros, por la compra que acaba de hacer de la entidad el BBVA, que de acuerdo con la letra pequeña del contrato puede llegar a pagar no los mil millones que se ha dicho, sino sólo 600 millones
¿Es posible que los diputados se vayan de vacaciones sin que el Parlamento diga una sola palabra sobre la deuda que ha caído sobre los ciudadanos en lo que era una operación que, en el fondo, había que agradecer a Europa, como proclamaban en las televisiones, los palmeros del Gobierno? ¿Es posible que Rajoy, de Guindos y Margallo no pidan perdón por el engaño masivo que ha sido el rescate bancario, vendido como el gran favor que Europa nos hacía, y a precio de saldo? ¿Dónde está la oposición?
EL PAÍS ACOGE AL RIDÍCULO (MILLÁS) Y AL CÍNICO (JÁUREGUI) DEL DÍA
La columna ridícula del día la firma Juan José Millás (El País), que escribe contra Esperanza Aguirre… otra vez.
Incompatible asimismo con la corrupción, llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid tras una segunda convocatoria electoral y después de que dos diputados socialistas, luego protegidos por un aparato de seguridad cercano al PP, pusieran a la venta su voto
Juanjo conoce las tácticas de manipulación casi tan bien como Pablo Iglesias y las aplica para dar alfalfa progre a sus lectores. En la frase que cito, atribuye la subida de Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid a la venta del voto de dos diputados socialistas, cuando ocurrió lo contrario: esos diputados rompieron la disciplina de voto por el reparto de chollos con Izquierda Unida y Aguirre, en vez de pactar con ellos, como hizo años antes el socialista Joaquín Leguina con dos tránsfugas de AP, promovió nuevas elecciones y las ganó con mayoría absoluta.
Los viejos progres se parecen cada vez más a las señoronas franquistas: movidos por clichés y manías como juguetes con resortes. A Millás le sacas una foto de Aguirre y salta y grita y llora y se hace pis.
Y hoy quiero añadir una mención a la columna cínica, que es la tribuna en El País de Ramón Jaúregui (junto con el profesor Javier de la Puerta) en que aprueba la elección de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea y le da consejos para sacar a la UE de la crisis.
En este panorama, la elección de Juncker como presidente de la Comisión por el Parlamento Europeo es un modesto signo de esperanza.
¡Menudo rostro! Ramón Jáuregui, como el resto de los pocos socialistas españoles elegidos en las elecciones al Parlamento Europeo, rompió el acuerdo entre los grandes partidos para apoyar a Juncker porque se lo mandó Pedro Sánchez y ahora pretende darle una palmadita y pelillos a la mar. Este se cree que la política europea es como la política española, donde la mentira y el engaño no tienen consecuencias.