OPINIÓN / la afilada lengua de Millás

«Esperanza Aguirre tiene una biografía política con la que puede alternar sin rubor en cualquier tasca de su barrio»

Ferrer Molina (El Mundo): "Mientras la maquinaria nacionalista aplastaba en Cataluña al insumiso el Estado se echaba la siesta"

Ruiz-Quintano: "El deseo de la actual es seguir llevando una vida de derechas, pero como si fuera de izquierdas"

Es definitivo, un hecho contrastable, los calores estivales hacen estragos en los espacios de opinión de la prensa de papel española. Quedan destellos de talento, eso sí, pero encontrar artículos que merezcan la pena se va convirtiendo día tras día en una tarea cada vez más complicada.

No sólo es que, como si de un amistoso futbolero jornadas antes de la gran final se tratara, muchos titulares dejan su puesto a los suplentes (algunos de los cuales no lo hacen mal, todo hay que decirlo). Es que además algunas de las firmas habituales parecen escribir con desgana entre cervecita y cervecita en el chiringuito de la playa.

Pero no se preocupe usted, estimado lector, que desde aquí seguimos poniéndonos las pilas para que usted tenga noticas de artículos publicada en la prensa de papel que merezcan la pena ser leídos y reseñados. Y eso hemos hecho, como cada día, el 25 de julio de 2014.

Desde ahora mismo adelantamos que el menú del día es una variada macedonia de temas, que van desde Esperanza Aguirre al las tribulaciones del nuevo supuesto líder del PSOE, pasando el nacionalismo catalán.

Tras dar un trago a un refrescante vaso de agua, hacemos sonar nuestra armónica de afilador y nos ponemos manos a la obra.

Nuestra primera parada del día es en El País, en concreto en su contraportada. Tal vez Juan José Millás no tuvo tiempo o ganas de seguir los medios antes de escribir su artículo, o puede ser que se trate de un texto que tenía ‘en nevera’ y que perfectamente se pudiera haber publicado dos días a o una semana más tarde. Se titula Aguirre y se trata de una enmienda a la totalidad de la trayectoria política de la única mujer capaz de salir de un helicóptero recién accidentado y decir, teniendo a su lado a un Mariano Rajoy con cara de susto y palidez extrema: «Pa’habernos matao‘. Arranca con una referencia a un episodio más antiguo, en términos políticos, que el Acueducto de Segovia:

Efectivamente, tal y como aseguró en ‘laSexta Noche’, Esperanza Aguirre jamás ha insultado a un adversario político, excepto cuando se refirió a Ruiz-Gallardón como el «hijoputa» al que había quitado un puesto en Caja Madrid para dárselo a IU.

Ironiza sobre el liberalismo que proclama Aguirre recordando sus interferencias en la citada caja de ahorros (algo que han hecho todos los políticos en todas partes) y el uso político de Telemadrid (idéntico al de todas las televisiones públicas, por otra parte). Insinúa además que es corrupto y concluye:

¿Que Aguirre es populista? Nada más lejos de la verdad. Recuerden, si no, su rueda de prensa, disfrazada de superviviente, tras regresar de Bombay, donde su hotel había sufrido un atentado terrorista. Una biografía política de arte y ensayo, en fin, con la que puede alternar sin rubor en cualquier tasca de su barrio.

Al margen del populismo o no de comparecer con esos calcetines de bolsita de avión, lo cierto es que Aguirre, le guste o no a Millás, es superviviente de aquel atentado terrorista, igual que todos los que estaban en el hotel en aquel momento. Para un buen ‘progre’ que no tiene sobre lo que escribir, Esperanza Aguirre siempre sirve de comodín.

Seguimos en esta ocasión en ABC, donde Carlos Herrera publica Las balanzas y Valls. Arranca comentando el ya manido tema de las llamadas balanzas fiscales, y apunta:

España, como bien le gusta recordar al exministro Borrell -que alguna lección le ha dado a alguna comisaria política disfrazada de periodista-, es el único país que publica tales movimientos de gastos e ingresos, y es el único en el que se debate acaloradamente en la confusión perversa entre territorios y ciudadanos.

A este humilde lector de columnas le ha entrado la curiosidad por saber qué lección le dio el hombre que odiaba al toro de Osborne a una periodista comisaría política, y quién era esta última. Gracias a ‘San Google’, que diría alguno en Periodista Digital, ha sido una tarea sencilla. Y lo encontrado no tiene precio. El 6 de febrero de 2014, Borrell dejó por los suelos a la presentadora de ‘El matí de Catalunya Ràdio’ (y en aquel momento directora general de la también pública Televisió de Catalunya) Mònica Terribas. Si quieren pasar un rato agradable, nos se lo pierdan: Borrell vapulea a Terribas: se acabó el mito del déficit fiscal catalán.

Añade:

Menos mal, no obstante, que ha venido a alegrarnos el verano Manuel Valls, español de origen catalán, francés de naturalización, que ocupa la nada desdeñable posición de primer ministro de Francia y Gran Esperanza Blanca -con perdón- de la izquierda vecina. A Valls difícilmente se le hubiese ocurrido publicar balanza fiscal alguna, entre otras cosas porque en Francia la cuestión territorial ocupa planos muy difusos. Pero a falta de alguna manifestación acerca de una cuestión tan española como el reparto de la inversión por territorios, ha dejado perlas que supongo servirán de guía y referencia para la desnortada izquierda española, tan llena de arribistas y demagogos. Ha dicho Valls todo lo que le habría correspondido decir al nuevo y flamante secretario general del PSOE y que no ha dicho por pacato, posturero y tactista menor.

Concluye:

Valls es la gran figura de la próxima izquierda europea y encarna el modelo de gestión del futuro inmediato, ese que no huelen todos los cuentistas de aquí, que están perdiendo el tiempo en dialécticas de revoluciones rancias y en dar pábulo a Robespierres de salón. Que tomen nota.

Es curioso lo que pasa con el francés Valls (con independencia de dónde naciera y de dónde fueran sus padres, se nacionalizó galo y ese es su pasaporte). Cuando llegó a ministro del Interior, los periodistas y los políticos españoles no catalanes de izquierda lo celebraron con alborozo, como si se tratara de la entrada de Rubalcaba en el Gobierno francés. En Cataluña la euforia era mayor por parte de los nacionalistas, destacando su cutalanidad y dando por hecho que era una buena noticia para el independentismo. Ahora, unos y otros suelen pasar por alto los orígenes familiares y de nacimiento de Vallas, que a la postre se comporta como un francés y no quiere problemas independentistas ni tiene los complejos de muchos socialistas españoles.

Ahora quienes le elogian y están encantados con él son los periodistas de los medios considerados de derechas. Ya les llegará el desencanto. Al fin y a la postre, repetimos, Valls es un socialista francés, no un conservador español.

Seguimos en el diario madrileño de Vocento. En su contraportada nos encontramos con un magnífico artículo de Ignacio Ruiz-Quintano titulado Boutades.

Emilia Landaluce, que es mi Parabere para la ciencia de la mundanidad, dice que lo pijo en Madrid es comer conejo («leoporum generis sunt et quos Hispania cuniculos apellant»), pero luego vas a un restaurante, pides un conejo y te sirven una constitución federalasimétrica. Es decir, gato por liebre.

Los federalistas, cuyo lema es «si se quema la casa, calentarnos a ella», andan por los restaurantes de la capital con su constitución federalasimétrica como testigos de Jehová con su «Atalaya».

Hace años una amiga del afilador de columnas le explicaba su método para espantar a los testigos de Jehová que llamaban a su puerta. Tenía siempre a mano una medalla con una estrella de David, si por la mirilla veía que quien llamaba podía tener la intención de captarle para el citado grupo se la ponía de forma bien visible y les daba a entender que era judía. Según decía, por lo general funcionaba como buen repelente, pues no estaban preparados para tratar de convencer a un hebreo y se iban para no malgastar tiempo y esfuerzo. Lo que no sabemos, que truco similar se puede utilizar con los ‘federalistas’.

Concluye Ruiz-Quintano:

Idealmente, una constitución sólo es un reglamento, y en los países donde impera el «fair-play», como es el caso de Inglaterra, ni siquiera hace falta.

A España, y por todo lo contrario que a Inglaterra, tampoco conviene un reglamento (¡habría que cumplirlo!), y nuestras constituciones derivan a tratados de metafísica, con su absurda letanía de derechos: que si un piso con vistas, que si un curro majo, que si una vejez en Benidorm…

Ah, y un referéndum por generación, con derecho a carta a los Reyes Magos. El deseo de la actual es seguir llevando una vida de derechas, pero como si fuera de izquierdas. Otro conejo.

Cuánta razón tiene el maestro de la contraportada de ABC.

Y pasamos ahora a El Mundo. No vamos a molestarnos en reseñar el artículo de Antonio Gala¿Los elegidos?–, que es una buena muestra del antisemitismo de manual del que ha hecho gala a lo largo de los años. Y encima no nos apetece darle cancha si a lo de ahora se suma su elogio a un terrorista de ETA el día anterior.

Del periódico ahora dirigido por Casimiro García-Abadillo nos quedamos con Tomarse la modestia, de Ferrer Molina, sobre el independentismo catalán y la respuesta que se le da.

Lo que hoy ocurre en Cataluña tiene mucho que ver con la falta absoluta de respuesta a las informaciones y sobrentendidos que ha sembrado durante décadas el nacionalismo. La Generalitat se ha encontrado el terreno expedito. Mientras su maquinaria aplastaba al insumiso -ya fuera el padre que pretendía que su hijo pudiese estudiar en castellano, ya el tendero multado por no rotular en catalán, ya el cómico que se veía en la necesidad de emigrar-, el Estado se echaba la siesta, convencido de que los mecanismos de la Administración acabarían por poner las cosas en su sitio; confiado en esa pereza tan nuestra de que, al final, todo se arregla.

Simplemente, razón no le falta. Pero hay que dejar claro que ese Estado que «se echaba la siesta» tiene nombre y apellidos. Los de todos los presidentes del Gobierno que han dejado hacer a los nacionalistas, los de todos sus ministros que han pactado y los de todos los jueces que no han hecho cumplir la ley.

Para concluir este ‘Afilando columnas’ tomamos el puente aéreo en dirección a Barcelona. Nada más aterrizar nos acercamos al periódico del conde de Godó y Grande de España que ha reculado en su apuesta por el independentismo, aunque manteniendo a algunos portavoces oficiosos de Artur Mas. La columna que nos ha llamado la atención no corresponde a ninguno de estos últimos. Florencio Domínguez escribe sobre una posible Reforma constitucional.

El lunes, tras el encuentro entre Rajoy y Sánchez, se sabrá lo que ha respondido el presidente del Gobierno a la propuesta de reformar la Constitución, pero no es un secreto que el jefe del Ejecutivo ha sido hasta el momento reacio a recorrer ese camino. La desconfianza de Rajoy no es tanto por el contenido posible de la reforma, no es porque rechace el modelo federal, suponiendo que los defensores de ese modelo lo definan de forma unívoca porque hasta ahora hay interpretaciones muy distintas. No es lo mismo el federalismo asimétrico que algunos reclaman que el federalismo que se inspira en el modelo alemán o norteamericano.

Está muy bien que destaque la necesidad de aclarar a qué se refiere el PSOE con ‘federal’, porque puede significar muchas cosas. De hecho, no nos llamemos a engaño, el actual sistema autonómico español es corresponde perfectamente a un modelo federal, por mucho que nos empeñemos en ocultar su naturaleza al no llamarlo por su nombre. Y que nadie nos diga que en una federación hay estados como en EEUU o Alemania. No tienen por qué llamarse así necesariamente. En Argentina y Canadá, por ejemplo, se llaman provincias, mientras que en Suiza (que a pesar de su nombre no es confederación sino federación) son cantones.

Cree que el acuerdo entre PP y PSOE no es posible a corto plazo, por cuestiones internas de los socialistas:

En el liderazgo emergente del PSOE, más pendiente de Podemos que de sí mismo, llegar a acuerdos con el PP no está bien visto.

Concluye:

Dando por supuesto que populares y socialistas alcanzaran un acuerdo sobre la reforma constitucional, no es descabellado pensar que se podrían quedar fuera los nacionalistas catalanes y vascos e, incluso, Izquierda Unida si no se le acepta la república como animal de compañía.El resultado sería una Constitución con menos consenso que la Carta Magna de 1978.

Conclusión: mejor dejar la constitución como está. Igual a más de un colaborador de La Vanguardia se le han puesto los pelos de punta al leer esto en el diario del Conde de Godó.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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