Ignacio Camacho: "Viendo cualquier telediario dan ganas de pedir, sin necesidad de llamarse Pujol, la nacionalidad andorrana"
Desde estas mismas líneas recordábamos, hace ahora 12 meses, que el 2 de septiembre es la fecha en la que arranca la magistral La rebelión de Atlas y en la que ocurren, en diversos años, los más destacados acontecimientos de esa magnífica obra de la filósofa y novelista ruso-estadounidense Ayn Rand. La novelista y filósofa ruso-estadounidense representa la antítesis de las ideas de Podemos. Proclamaba la necesidad de dejar que los individuos buscaran su propio beneficio y su propia felicidad, siempre que no se agrediera a terceros a no ser que fuera en legítima defensa, sin la supuesta protección del Estado y sin interferencia del mismo. Tenía bien claro que la intervención del poder político en la economía y en cualquier otro orden de la vida tan sólo generaba un daño que era muy superior al supuesto bien colectivo que proclama perseguir. Además, no dudada que la excusa del bien común siempre servía de coartada para unos pocos que recurren a la coacción estatal en la búsqueda de su propio beneficio, ya sea económico ya sea en forma de acumulación de poder, a costa del resto de las personas.
No deja de ser paradójico que en fecha tan señalada para los seguidores de Rand, 2 de septiembre, en este 2014 nos topemos con diversas columnas que predicen un futuro brillante para el partido que mejor representa todo aquello de lo que aborrecía la también autora de El manantial o Los que vivimos. Por supuesto, en la prensa de papel de esta jornada hay también referencias a otros personajes que parecen villanos de sus novelas, como Pujol y compañía. Tras hacer sonar una vez más nuestra armónica de afilador, pasamos a dejar buena constancia de lo más jugoso de los espacios de opinión de los periódicos españoles.
Y arrancamos precisamente con una de esas columnas que parecen escritas por uno de esos periodistas serviles con el poder que retrata Rand en ‘La rebelión de Atlas’. Nos topamos con ella en el diario del conde de Godó y Grande España y su autor se lamenta por las críticas al doble catalán del Maestro Yoda y elogia su trayectoria. Daniel Arasa, que así se llama el articulista, proclama su Lealtad con Pujol.
En diversos medios de comunicación, en la calle, en algunas instituciones, se está sometiendo a Jordi Pujol y a su familia a un escarnio, magnificando posibles delitos que en todo caso hace falta demostrar y olvidando a la vez la obra positiva que hizo en muchos campos. Aunque ahora sintamos escalofríos por lo recién conocido, en la trayectoria de Pujol hay mucha grandeza. Causa vergüenza ajena comprobar la deslealtad de no pocos que deben su propia carrera política a Pujol y que ahora no quieren ni que se le nombre. Quizás más de uno habrá quemado las fotos que se hizo con él cuando antes las mendigaba y exhibía con orgullo.
En lo de la deslealtad de algunos tiene razón, más que nada porque no resulta creíble que no supieran que Pujol tenía bastante trapos sucios en sus asuntos económicos. El resto del párrafo es un ejemplo extremo de servilismo del que parece un vasallo agradecido. Concluye:
Jordi Pujol deberá pagar por lo que haya hecho mal, pero la condena sufrida ante la opinión pública es ya superior a la que pueda imponerle la justicia.
Igual Arasa hasta pretende que el ex presidente catalán nos dé pena. Superado el impacto causado por esta columna, tomamos el puente aéreo y nada más aterrizar en Madrid nos asomamos a la contraportada de El País, donde Rosa Montero publica un buen artículo titulado Tragaderas.
Tras recordar el escándalo que causó en su día que Pilar Miró, en tiempos de Felipe González, pasara a RTVE la factura de algunas prendas de vestir, añade:
Éramos inocentes, es decir, ignorantes, pero también más estrictos, más respetuosos aún con los valores esenciales. Ahora, después de varias décadas de tantísimo mangoneo, hemos desarrollado unas tragaderas legendarias y nuestro disgusto ante las tropelías es efímero y tibio. Pues bien; yo quiero decir que el caso ‘Pujol’ ha conseguido escandalizarme como si fuera nueva.
Pone a caldo a Pujol, y concluye:
E¡se ser tenebroso que parece salido de la zona oscura de la guerra de las galaxias, en fin, me repugna; y no quiero dejar que mi escándalo se convierta en fastidio y luego en desmemoria, como nos sucede tantas veces con tantos desmanes como nos tragamos derrotadamente cada día.
Este humilde lector de columnas cree que buena dosis de razón no le falta a Rosa Montero.
Y pasamos ahora a La Razón, en cuya contraportada nos topamos con otro artículo dedicado a choriceros ‘made in Catalonia’, en este caso los protagonizados por dirigentes de la Asamblea Nacional Catalana, además de los de Pujol y familia. Alfonso Ussía titula La repanocha.
Los puros, los utópicos, los guías de las masas aborregadas que forman cadenas, uves y mosaicos humanos, se reconocen defraudadores de Hacienda, admiten que han incumplido la ley, y asumen «que por ahí nos pueden pegar». Todo está en manos de Montoro, pero por ese lado pueden estar tranquilos. A Montoro, Cataluña le asusta una barbaridad.
Insiste en que Hacienda y la Justicia actúan raudos en casos como el de Bárcenas, pero que en lo relativo al nacionalismo catalán se muestran lentos. Concluye:
Meter en la cárcel a la Pantoja es sencillo. Se dicta un auto de prisión, y la Pantoja ingresa en la trena. Hacerlo con los representantes de las instituciones de Cataluña, resulta más complicado. Ahí se entrecruzan pactos y palabras prisioneras de conversaciones en los despachos. Promesas de inacción a cambio de actitudes y gestos. Pero cuando son ellos mismos los que reconocen haber cometido un delito, caso Pujol y caso ANC, se antoja extraña la quietud de la Justicia. Por favor, algún juez valiente. O alguna, que todavía quedan, a Dios gracias. Y el señor Fiscal General, que se tome este asunto un poco más en serio. Doble repanocha.
Sin salir del periódico de la ‘disciPPlina’, vamos cambiando de tema. Javier González Ferrari escribe sobre los riesgos que suponen el auge de Podemos y el órdago independentista catalán. En Vértigo, llama a un acuerdo entre el partido del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante y el del «camisa blanca» que, a la vista de las encuestas y contra lo que decía la canción de Ana Belén, no parece la esperanza de demasiada gente.
En esta última vuelta del camino que conduce a las elecciones municipales y autonómicas de la próxima primavera y a unas generales entrado el próximo otoño, es la hora de la política y no sólo de la aritmética ya sea para contar logros económicos o posibles votos. Si PP y PSOE no son capaces de crear una estrategia conjunta e inteligente para frenar los dos grandes peligros que representan el soberanismo el populismo bananero de Podemos, en apenas un segundo pasaremos del vértigo al abismo.
Pues, de creer a Raúl del Pozo, el santo del vértigo a abismo está a punto de darse. El veterano periodista titula su artículo en la contraportada de El Mundo con un inquietante Pablo a Moncloa. Retrata al líder de los trotsko-bolivarianos españoles en los siguientes términos:
El afiche humano de Podemos no habla de clase, ni de pueblo, sino de gente. Dicen que es el nuevo Felipe, pero no le veo trazas de la escuela sevillana. Parece un rojo clásico. Le apoyan Chomsky y Galeano, pero sobre todo, al nuevo Prometeo, lo siguen un batallón de panfletos con cabeza de ángel que aúllan como sirenas de bronce.
Explica la estrategia política de Podemos:
Del 15 de febrero a mayo del 2015 estudiarán las opciones y a los compañeros de viaje de las municipales y autonómicas. Pero es sólo un paso para articular una mayoría política que lleve a su líder al Palacio de la Moncloa y para iniciar un periodo constituyente.
Concluye:
Tampoco han descubierto la pólvora, pero de pronto, se están tragando a los escolásticos de IU y quieren dejar al PSOE reducido a un PASOK. Me dice uno de los militantes: «Tendremos un candidato muy visible en las municipales de Madrid, donde sacamos el mejor resultado. Ganaremos en Madrid». Madrid será la cabeza de puente para iniciar el proceso constituyente.
Sinceramente, al afilador de columnas imaginar ese escenario le causa mucho miedo, uno no quiere que su país se convierta en la versión europea de la Venezuela chavista.
Y si del Pozo ya ve un proceso constituyente con Pablo Iglesias a la cabeza de la creación del sistema bolivariano español, Lucía Méndez se plantea qué puede hacer el PSOE de Pedro Sánchez para que Podemos no le coma terreno. Escribe sobre ello en El dilema.
Pablo Iglesias no es nada por sí mismo. Son los españoles que le votan los que lo han creado poniendo en él la esperanza que no les ofrecen los partidos convencionales.
Pedro Sánchez no puede prometer la luna porque nadie le iba a creer. Y además todo el mundo le amenaza con el dedo para advertirle de que no caiga en radicalismos. Si no imita a Pablo Iglesias en algo -por ejemplo, en el discurso regeneracionista, la denuncia de los abusos y el combate contra la corrupción- no recuperará a los votantes perdidos. Pero si le pillan copiando a Podemos será triturado por el sistema. Pedro Sánchez no puede ser Pablo Iglesias, pero tampoco puede dejar de ser Pablo Iglesias. He aquí su dilema.
Curioso dilema, y peligro además para la estabilidad democrática si Sánchez opta por convertirse en un Pablo Iglesias Trurión bis.
Y para terminar abrimos las páginas de opinión de ABC, donde Ignacio Camacho dedica La autonomía 18 a una frikada caribeña que le sirve para reflexionar sobre la situación política española. En concreto, un grupo de portorriqueños quiere romper los vínculos del ahora Estado Libre Asociado con EEUU para convertirlo en una comunidad autónoma española. En realidad la citada frikada tiene un antecedente, también caribeño, reciente. Hubo unos pocos cubanos que proponían que la sufrida isla-cárcel volviera a ser española y tuviera su propio estatuto de autonomía. Claro que, con tal de salir del infierno comunista de los hermanos Castro, cualquier idea extravagante puede tener apoyos.
Pero veamos la reflexión que hace Camacho a raíz de la idea de convertir a Puerto Rico en una comunidad autónoma española:
España no es exactamente hoy la clase de país cuya ciudadanía reclamaría un occidental civilizado; hemos vuelto al cainismo, a los vicios sectarios y fraccionalistas, al pesimismo histórico, a los demonios recurrentes, a la falta de autoestima, a la secular ineficiencia del verso de Gil de Biedma. Viendo cualquier telediario dan ganas de pedir, sin necesidad de llamarse Pujol, la nacionalidad andorrana. Y he aquí que surgen unos bisnietos del desastre del 98 pidiendo un hueco en nuestro denostadísimo Estado autonómico. Quizá no lo hicimos tan mal en la Transición.
Cierto es que igual no lo hicimos, o o hicieron, tal mal en la Transción. Pero después se podía haber hecho mucho mejor. Claro que soluciones a lo Podemos sólo nos conducirían a un desastre tan absoluto como el que retrata la ya mentada Ayn Rand en su La rebelión de Atlas.
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