OPINIÓN / Afilando columnas

Ignacio Ruiz-Quintano: «Aventado por la telebasura, Monedero imita a José Mota y es ‘The Profesor'»

Antonio Elorza destripa la naturaleza de Podemos: "Los nombres son otros pero en la práctica estamos ante la pirámide de un partido comunista clásico"

Hay algunos personajes que se están convirtiendo en clásicos contemporáneos de los espacios de opinión de la prensa de papel española. Tenemos, por una parte, a los dos principales dirigentes del partido trotsko-bolivariano español, mientras que por otra está el doble catalán del Maestro Yoda. Unos y otro tienen su espacio en los artículos publicados en los diferentes periódicos impresos de Madrid y Barcelona el 9 de septiembre de 2014.

En esta ocasión no faltan tampoco distintas referencias al partido en el Gobierno, con críticas incluidas al PP por la antipatía de sus dirigentes o esa peculiar forma de ataque en Twitter a Rajoy en forma de miles de falsos seguidores. Hacemos sonar una vez más nuestra armónica de afilador y pasamos a dar cumplida cuenta de todo lo anterior.

Empezamos con una columna del director adjunto del auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. Alberto Sáenz publica en El Periódico un texto titulado Los Pujol y Los Franco.

Afortunadamente, la democracia es más exigente con sus dirigentes que las dictaduras. Ahí está esa escena diaria de los Pujol entrando y saliendo de su casa, más asediados por los medios de comunicación que por los ciudadanos. Cada día se parecen más al matrimonio Ceaucescu, por la vergüenza y el resquemor que traslucen. Hasta Marta Ferrusola se quitó la última máscara y soltó el clásico «váyanse la mierda», impropio de la que fue durante tantos años presidenta del Salón de la Infancia.

La imagen es tremenda, pero sin ser uno precisamente defensor del ex presidente catalán, a este humilde lector de columnas le parece un poco exagerado la comparación con los Ceaucescu. Pujol puede que sea uno de los grandes chorizos españoles de las últimas décadas, pero lo suyo nada tiene que ver con el rumano y su mujer. Meter la mano en bolsillos ajenos aprovechando que se ejerce el poder y defraudar a Hacienda al tiempo que uno crea o recauda impuestos es algo muy grave, pero nada comparable con lo que hizo el último dictador comunista que vivió en Bucarest. Ceaucescu era un asesino en masa y un gobernante totalitario de la peor especie. Sus víctimas no se merecen que se frivolice con su sufrimiento.

Al final, y con ese peculiar mecanismo de que a determinados personajes o partidos no se les puede criticar si no se señala también a los otros, concluye:

Vivimos tiempos de gran desfachatez. Del partido de Bárcenas que pretende representar a la ‘Gente legal’. Del partido de Pujol que alardea de que sus opositores no le pillaran nunca. Del partido de Rosa Díez que aplica el viejo principio de que en casa del herrero, cuchillo de palo. Del partido de Rivera que se convierte a la mercadotecnia pura y dura. De la izquierda clásica que mira al suelo avergonzada. Y todos se creen impunes.

Curioso ‘totum revolutum’, se mezclan los casos de corrupción del PP y CiU (ni una simple mención a la del PSOE con los ERE, por ejemplo) con la falta de democracia interna de UPyD y una peculiar acusación de ‘mercadotecnia’ a Ciudadanos, como si esto último tuviera algo que ver con los choriceros de los grandes partidos. Cómo se le notan a algunos las filias y las fobias.

Tomamos, por variar un poco, el AVE. Nada más bajarnos del tren en la Estación de Atocha nos asomamos a El País. Encontramos en el buque insignia del Grupo PRISA un excelente artículo de Antonio Elorza sobre el partido de Pablo Iglesias titulado Podemos: el ascenso al poder. Como el mismo recuerda en el arranque de este texto, los seguidores de la formación trotsko-bolivariana española ya le pusieron a caldo cuando escribió otro artículo sobre el mismo partido y su líder —La irresistible ascensión de P.I.–, pero está claro que él no se amedrenta. Veamos lo que dice en esta ocasión:

Pero los hay ocurrentes, como uno que alcanzó notable difusión censurando un artículo mío: «Que dice Elorza que Pablo Iglesias va a traer la guillotina, a resucitar a Lenin y a convertirnos en Corea del Norte». Estupendo. Y que, además, si cambiamos Corea del Norte por Venezuela, casi da en el clavo.

Ante todo por el sentido leninista de la acción y de la organización, ambas subordinadas al objetivo de una conquista del poder donde la política se militariza. Sin concesión alguna a los procedimientos democráticos, que aun eliminándolos, la tradición estalinista reivindicará en su vocabulario. Recordemos «democracia popular», antecedente verosímil de la «plebeya» de Iglesias.

Reflexiona largo y tendido sobre el funcionamiento, típicamente comunista, de Podemos. Así, por ejemplo, señala:

El centralismo democrático, red mediante, deviene centralismo cibercrático (De Rosa). Los nombres son otros -Consejo Ciudadano, Consejo de Coordinación, Portavocía- pero en la práctica estamos ante la pirámide Comité Central-Comisión Ejecutiva (Politburó)-secretario general de un partido comunista clásico. Incluso reforzada. El poder de decisión real se encuentra únicamente en el portavoz (P.I.), designado por la asamblea por sufragio directo, con la colaboración del Consejo de Coordinación, elegido por el Consejo Ciudadano a propuesta del portavoz, además único capacitado para autorizar que el Consejo vote. Mejor el consenso. Ningún cabo queda suelto. El portavoz definirá de modo permanente «la línea política» a aplicar por los órganos inferiores.

Concluye:

Nadie se ha inventado que Pablo Iglesias cante a la guillotina y al principio inspirado en Robespierre de eliminación del «opresor». Cuando regresa a la actualidad el genocidio de los Jemeres Rojos, basado en esa idea y en el terror soviético, no bastan buenas palabras. Hace falta una autocrítica en toda regla para verse reconocido como demócrata.

El afilador de columnas no tiene nada que comentar del artículo de Elorza. Como mucho puede limitarse a recomendar su lectura y a destacar que quien señala el funcionamiento típicamente comunista de Podemos no es ahora Periodista Digital ni ningún sospechoso habitual de la prensa de ‘la caverna’ o el ‘TDT Party’, que dirían algunos.

Cambiamos de medio pero no dejamos de lado a Podemos. En ABC nos encontramos un buen artículo de Ignacio Ruiz-Quintano dedicado a Juan Carlos Monedero. Viene a colación de su intención de presentarse a alcalde de Madrid y se titula «The Profesor».

Aventado por la telebasura, uno de estos enanos nos ha crecido hasta creerse a la altura de Tierno. Se llama Monedero, imita a José Mota y es, para entendernos, «The Profesor» (en la Complutense, tanatorio de las musas).

Ruiz-Quintano, que nos parece que tiene una imagen en exceso idealizada del ‘viejo profesor’ (algunos recordamos el Madrid de nuestra infancia, cuando el primer edil era Tierno Galván, como una ciudad sucia, insegura y con una gran presencia de la droga), compara a uno y otro:

De un bando de Tierno: «Football, expresión anglicana que en nuestro común castellano equivale a que once diestros y aventajados atletas compitan en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica, con el afán, a veces desmesurado, de introducirla en el lugar solícitamente guardado por otra cuadrilla de once atletas».

De un artículo de Monedero: «Vemos que el «terrorista más peligroso del mundo» y su supuesta principal acción, la introducción de dos aviones en las Torres Gemelas…» Etcétera.

-Me pregunto si Madrid quiere de nuevo a un profesor como alcalde – dice Monedero, con una desfachatez (desfachatez que no sólo es quitarse fachas de encima) insultante.

Simplemente, esperemos que haya suficientes madrileños que no quieran a ese profesor en concreto como alcalde. El Madrid de Tierno sería un paraíso comparado con una capital de España gobernada por Monedero.

Cambiamos temporalmente de tercio (volveremos al tema de Podemos de forma breve un poco más adelante) para leer el artículo de Hermann Tertsch en el diario madrileño de Vocento. Se titula De otras decapitaciones.

Dentro de diez días puede que el Reino Unido deje de existir y dejará de existir también Escocia. Porque lo que surja de allí, de esa decisión de la autodecapitación y de la expresión, en un instante ante la urna, de la negación de la historia propia de siglos, no será la Escocia que se conoce. Ni la de su siglo de oro, el XVIII en que fue la vanguardia de la ilustración en el mundo. Y lo fue como parte de la Corona británica. Voltaire llegó a decir que «Miramos a Escocia por todas nuestras ideas de civilización».

Apunta:

El nacionalismo achacará todas las desgracias del joven estado tullido al vecino amputado y dolido. Y las relaciones no se normalizarán en generaciones. Y se verá si las fronteras están tan claras.

Y tras esto, traslada la cuestión a España:

En España, un separatismo catalán triunfante tendría una vocación expansionista tan acendrada que haría el conflicto armado prácticamente inevitable a medio plazo. Por fortuna, España tiene, como tantos grandes estados, recursos legales para evitar la autodecapitación. Y ninguna minoría de españoles puede convertir Cataluña en el estado chovinista y totalitario que algunos pretenden.

En fin, ya veremos si el optimismo final de Tertsch está justificado.

Pasamos ahora a La Razón, donde volvemos a encontrarnos con el partido de Iglesias y Monedero gracias a un artículo del maestro Carlos Rodríguez Braun titulado Propone Podemos.

Tal como ha sido reiteradamente señalado, la gravedad de Podemos no radica en lo que nos oculta sino en lo que explícitamente nos cuenta.

En eso disentimos, y resulta difícil que este humilde lector de columnas ose llevar la contrario a Rodríguez Braun, del columnista. Si grave es lo que reconoce Podemos (más en su programa que en sus intervenciones televisivas, donde moderan algo su discurso), es mucho peor lo que ocultan. Siguen la mejor tradición comunista.

¿Qué pasaría si Podemos intentara llevar a cabo su programa? Los economistas Juan Ramón Rallo y Lorenzo Bernaldo de Quirós han señalado la inconsistencia de dichas propuestas en el libro publicado por Ediciones Deusto y coordinado por el periodista John Müller, «#Podemos. Deconstruyendo a Pablo Iglesias». Las consecuencias serían temibles tanto económica como políticamente. En efecto, la enorme expansión del gasto público que requeriría el delirante intervencionismo de este partido no podría ser financiada con deuda ni con los famosos impuestos sobre «los ricos». Por lo tanto, lo que propone Podemos es un quebrantamiento de los derechos y libertades de los ciudadanos incluso mayor que el actual.

En esto último no le falta razón. Pero insistimos, seguramente sería incluso peor que todo eso.

En la contraportada del diario dirigido por Francisco Marhuenda nos topamos con un artículo de Alfonso Ussía que nos hace olvidar por un momento que estamos ante el periódico de la ‘disciPPlina’. En Atractivos pone realmente a caldo a los dirigentes del PP por su forma de comportarse.

El PP, que ha acertado en tantísimas ocasiones en sus políticas, incluidas las menos populistas, ha despreciado la simpatía y el buen rollo de sus dirigentes respecto a los ciudadanos.

«Hemos ganado, y tenemos el derecho a ser antipáticos». No es eso. Nadie en un partido político puede aspirar al poder vitalicio. El que funciona y suma votos, gana, y el que no acierta con la tecla y los resta, pierde. Con dolor lo escribo. Ana Botella perderá Madrid, y el PP, a este paso, se convertirá en un grupo marginal en Cataluña.

Mucho nos tememos que, simplemente, en el PP se sigue despreciando profundamente a sus votantes y son muchos los que creen que les van a seguir apoyando con independencia de lo que hagan o cómo se comporten.

Y terminamos en El Mundo. Tras haber ‘jugado como suplente’ durante el verano, Mariano Gasparet parece haber entrado en el equipo titular de columnistas del periódico ahora dirigido por Casimiro García-Abadillo. En esta ocasión titula Ciberataques a la japonesa.

Hay algo de irrisorio en esto de que Rajoy, Sánchez y Fabra se hayan visto obligados a aclarar que a miles de árabes, norcoreanos o eslovacos sin actividad conocida y con un huevo de avatar no les interesan sus aforismos en la Red. Es entonces cuando uno repara en lo mucho y bien que se mueven en Twitter, pongamos, Pablo Iglesias (535 K) o Belén Esteban (851 K) en comparación con los citados denunciantes. Y es entonces cuando uno intuye, válgame, que quizá el verdadero ataque, la subversión certera, no sea tanto caricaturizar a los susodichos aireando una hipotética operación de Astroturfing -falsificar un apoyo masivo en las redes sociales- como poner el foco sobre su actividad real.

Para terminar, no deja de ser una reflexión interesante.

 

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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