OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Estocada de Gistau al ‘guapo’ Sánchez: «¿Llamará a José Tomás cuando diga que no votará al PSOE?»

Losantos recuerda que Marhuenda también le espetó con burla si quería mandar los tanques a Barcelona

Estocada de Gistau al 'guapo' Sánchez: "¿Llamará a José Tomás cuando diga que no votará al PSOE?"
Pedro Sánchez. EP

Ya sé que en la prensa española las secciones de economía y política internacional se consideran de relleno, que lo importante para los directores y los editores es la política, reducida a declaraciones, y los temas de contenido social, como la delincuencia, los desahucios, las obras del AVE o las caídas de árboles, pero no deja de deprimirme que tantos columnistas no pasen del cotilleo y de la anécdota cuando escriben para gente para una minoría, los lectores de periódicos de pago, a los que se supone interesados por asuntos de cierta complejidad y que suceden más allá del término municipal.

Este 19 de septiembre de 2014, la mayoría de los columnistas no han meditado sobre el referéndum en Escocia (al que algunos siguen llamando consulta, como si alguien hubiese ido al médico) o el último paso de Artur Mas, sino sobre la irrupción sorpresa (ja, ja, ja) del secretario general del PSOE en el programa de Jorge Javier Vázquez. Espero que mañana pueda empacharme de haggis escocés.

La primera división entre los columnistas que tratan la conversión del guapo Pedro Sánchez en espontáneo de ‘Sálvame’ es que unos están a favor y otros en contra.

Quizás influido por el deslumbrante Pablo Iglesias, Raúl del Pozo (El Mundo) no encuentra nada malo en que los políticos busquen los votos donde estén los votantes.

La política se ha convertido en un share y los políticos han terminado tirándose de espontáneos a programas.

Los políticos del PSOE ya no son tan arrogantes, no les basta su santuario mediático y van a buscar a los electores donde están. A esa hora, el sabio pueblo español o trabaja o soba en la siesta hipnotizado con Sálvame, los 120 últimos días de Sodoma, un programa divertido, crudo y escatológico, entre el Marqués de Sade y Arniches.

Hasta ahora, no salir en televisión era signo de elegancia. Carmen Rigalt suele decirme que tendrían que indemnizar por el desgaste de imagen y por sacarte sin maquillar.

Pero los políticos han descubierto que las ballenas de La 2 no votan y que todas las papeletas se cuentan. Los nuevos pretendientes tienen claro que hoy, tanto para vender un champú como para ser alcalde o eurodiputado han de pasar por plató.

Manuel Jabois (El Mundo) también aprueba la maniobra de Sánchez y aduce el precedente de Manuel Fraga, que ganó elecciones en Galicia conmoviendo a las abuelas.

No me parece a mí que vaya a devaluarse un político por llamar a un sitio y hacer campaña, y desde luego mejor hacerla donde esté un Matamoros que donde un Revilla, extremista del dígame qué quiere escuchar, señora. A Sánchez le espera trabajo para darse a conocer y ha empezado por donde todos se conocen. Hay un porcentaje de población ensimismada para el que es «el guapo» y ahora va a ser el «guapo que llamó a Sálvame» y dentro de un año será «el guapo que llamó a Sálvame y quiere ser presidente del Gobierno», como si fuese Cicciolina. Peajes. Un porcentaje parecido sostuvo a Fraga en Galicia los últimos ocho años porque estaba muy mayor y se emocionaba mucho. Cada vez que lloraba Fraga llevaba a mi abuela al huerto, y así acabó el antifranquismo gallego: echando a las viejas de la televisión.

David Trueba (El País) aprueba la presencia de Sánchez en ‘Sálvame’ y echa de menos la de los políticos del PP. Para apoyar su opinión cita como autoridad a Berlusconi, que parece que ha dejado de ser una bestia parda en El País.

El asunto puede dar para una discusión en profundidad, y más tras ver la enorme relevancia que han cobrado los políticos a lomos de la televisión, siendo quizá Berlusconi el primero y más evidente de todos por ser dueño de los canales.
Quizá la lástima es que nadie del gobierno llamara a Jorge Javier para exponer su actitud frente al festejo (del Toro de la Vega), que ha afectado de manera directa al inasequible concepto de marca España que tan preocupados nos tiene. Más allá del derecho de todo político a buscar en caladeros recónditos votos tan valiosos como los que se logran tras una exposición pormenorizada del programa político, queda una sensación catódica en la que no se repara tan fácilmente. La televisión marca su propia agenda, sería ingenuo pensar que sucede de otra forma.

VICTORIA PREGO LLAMA FRÍVOLO A SÁNCHEZ

En cambio, Victoria Prego (El Mundo) se enfada con Sánchez por haber cometido una «ligereza», y hasta le advierte de que puede haber comenzado una carrera de estrella de plató.

Lo que hizo Pedro Sánchez fue una gracia que le dejó como «un tío enrollado» y que no debería ser el comienzo de una estrategia pensada porque en ese caso tendría que peregrinar por los platós de todas las televisiones haciendo lo que hizo este miércoles: no sólo encestar un balón, haciendo que rememora sus tiempos de jugador de baloncesto u opinar contra la fiesta de Tordesillas donde, por cierto, habrá perdido con su comentario tantos votos como crea haber ganado con su golpe de efecto. Tendrá también que ir a cocinar o a participar en una casa cerrada donde los concursantes se besan y se odian a partes iguales, o a los debates donde unos se gritan a otros y ofrecen un espectáculo de gran aceptación popular.

Pero entonces tendría que banalizar su mensaje hasta el límite de lo barato. Y así no sería fácil que los españoles que se interesan por las ideas contenidas en su programa tengan en cuenta sus propuestas. Su participación en un programa de la tarde ha beneficiado sólo al propio programa, que hará bien en amortizar su éxito hasta la extenuación.

Otros columnistas prefieren analizar lo que revela la presencia (telefónica) de Sánchez en el plató. Pablo Molina (Libertaddigital.com) recuerda la maestría del PSOE en la elaboración de mensajes simples, por lo que es lógico que su líder aparezca en los medios de comunicación donde más simples sean el debate y los espectadores.

Quizá no sea apropiado analizar este amplio despliegue mediático del dirigente socialista en función del contenido de sus mensajes, entre otras cosas porque el socialismo español es una maquinaria de fabricar consignas accesibles para las inteligencias más primarias. Coherentes con su política educativa, los sociatas rebajan sus propuestas al más bajo nivel posible, de manera que no quede nadie sin saber que el aborto es un derecho, los curas unos desaprensivos y la Unión Europea, un monstruo dirigido por una señora muy mala apellidada Merkel con la que Rajoy comparte sus turbios fines.

David Gistau (ABC) se pregunta qué no hará el secretario general del PSOE por conservar o ganar un voto. ¿Sería capaz de telefonear a un torero?

Los viejos socialistas tal vez sientan nostalgia de cuando, si su secretario general iba a la tele, era para hablar de libros con Bernard Pivot en «Apostrophes», y además en francés. Pero esta nueva hornada que viene arremangada e incurre enseguida en el tuteo se ha propuesto llevar su verdad a los estratos más primarios del electorado para salvarlos del populismo que trafica con golosinas utópicas como si fueran el soma de Huxley.

Cómo será de desesperante para Pedro Sánchez la pérdida de un voto que, con tal de conservar el de JorgeJa, demostró que es capaz de improvisar convicciones y de renegar de lo que le pidan. ¡Por un solo voto!, qué no hará por un millón. Y por renegar sobre la marcha no me refiero en este caso al Toro de la Vega, que es un linchamiento con coartada cultural. Sino a la misma tauromaquia, «A mí no va a verme usted en una plaza», de la que se desmarcó para gustar a JorgeJa con la misma convicción que deberá emplear en defenderla en cuanto José Tomás diga públicamente que ya no piensa votar al PSOE -suponiendo que lo haya hecho- y en el móvil de Sánchez vuelva a sonar la alarma de voto en peligro. A ver si es que Sánchez es de los que creen que a los toros sólo van infames de derechas, y que no tiene nada que perder ahí.

Por último, Ignacio Camacho (ABC) constata que la política está desapareciendo en esta época de trivialidad.

Sánchez es un personaje recién creado en busca no de autor sino de público y su flamante asesora de imagen, la que lanzó a la popularidad a Albert Rivera retratándolo en pelotas, ha reinterpretado en clave posmoderna el viejo eslogan doctrinario de Anguita: programas, programas, programas. La audiencia es el actual nombre del pueblo soberano.

Los viejos conceptos de la política, la credibilidad, el prestigio, la solvencia, están en horas bajas ante la crecida contagiosa del populismo. Obama acude a los late shows de la tele en busca de los espectadores que huyen de la información y el debate de ideas ha sido suplantado por la confrontación de frases. Las subordinadas están prohibidas en un lenguaje diseñado a la breve y superficial medida de los trinos de Twitter.

TERTSCH: EUROPA MARCHA HACIA LA INTRASCENDENCIA

Después de las declaraciones del ministro García Margallo sobre la aplicación de la ley a la Generalitat por parte del Gobierno central, los nacionalistas han sacado los tanques siquiera como metáfora, pero Federico Jiménez Losantos (El Mundo) recuerda que antes lo hicieron Mariano Rajoy y, como diría Luis María Anson, su «narigante escudero» Paco Marhuenda.

El separatista de guardia, Bosch, Pujol, Qualsevol o Ningú, saltó con la pregunta retórica habitual: «¿Y qué va a hacer Rajoy, mandar los tanques?». Lo que pasa es que esa pregunta retórica es la que el Gobierno de Rajoy hacía a los que, como Rosa cuando era Díez, le pedían que defendiera los derechos de los españoles de Cataluña pisoteados por la Generalidad, que, como representante del Estado Español, tiene la obligación de protegerlos, so pena de caer en la ilegalidad absoluta. Recuerdo que esa misma pregunta me la hizo a mí Marhuenda, que no es un enemigo jurado de Rajoy, en esRadio, y la fonoteca no nos dejará mentir.

Y recuerda qué hicieron los separatistas cuando el 23-F salieron los tanques de verdad.

Yo estaba en Barcelona cuando la manifestación contra el Golpe. Éramos cuatro, llovía y Barrera, de ERC, Presidente del Parlamento Catalán, no quiso recibirnos porque el golpe era «un asunto extranjero». Pero el 23F los nacionalistas durmieron en Perpiñán. Ya sabes, Mariano: por si los tanques.

El sociólogo Fernando Vallespín analiza en El País las razones de la decadencia de los Estados-nación tradicionales.

Si hay un nuevo empoderamiento de lo local es porque el Estado ya no nos protege, ni social ni militarmente, porque permite volver a soldar a las élites con las masas -por eso casi todas se apuntan gustosas- y, sobre todo, porque ofrece un futuro, la ilusión de un mundo nuevo por construir dentro de un escenario marcado por la frustración y las actitudes defensivas. También, y esto ya es una evidencia, porque el capitalismo financiero y Bruselas nos han desposeído, y la nueva sensación de vulnerabilidad creemos compensarla con el gran salto adelante de las supuestas identidades «con peso» que vienen desde atrás.

Vallespín concluye mencionando, con sordina, dos vocablos resonantes que asustan: balcanización y feudalización.

El hecho es que el derecho a decidir es siempre también el derecho a disentir, y el que pierde se convierte en el nuevo disidente, una masa de población superflua en el nuevo Estado dentro de ese mundo feliz de una Europa re-feudalizada; o, si la aritmética cae del otro lado, naciones frustradas por su estatalidad amputada. En ambos casos, bolsas de identidades ajenas en un mismo territorio, casi como en los Balcanes. Sí, hay que repensarlo todo, pero quizá desde otros enmarques más ajustados al siglo XXI, aquellos que hoy exige una Europa cohesionada, fuerte y unida. Este es el desafío.

Hermann Tertsch (ABC) compara lo que está ocurriendo en Europa, esto es, el deseo de que nazcan nuevas fronteras, con las alianzas en Asia y otros continentes, lo que puede concluir con una Europa convertida en centro de veraneo para los chinos.

Mucho indica que Europa puede acabar siendo un gran parque temático que pueda alimentar a una población dedicada a los servicios para los visitantes procedentes de otros continentes más prósperos.

Es casi una metáfora perfecta del desfase total en que vive el continente europeo, una coincidencia a primera vista casi graciosa. El mismo día que elige Escocia, un diminuto enclave europeo en el norte de las islas británicas, de cuatro millones de almas, si se separa del Reino y crea otra frontera más, los dos gigantes de China e India, cada uno con más de 1.200 millones de habitantes, negocian en Delhi la superación de sus diferencias fronterizas y un programa de cooperación de dimensiones colosales. El presidente chino, Xi Jinping, de visita oficial en India, anuncia, con su homólogo Pranab Mukherjee, una nueva era de la cooperación. China e India, 2.400 millones de seres humanos, dan un paso hacia la permeabilidad de su frontera común. Escocia, con cuatro, erige una nueva.

Pedro Narváez (La Razón) lamenta que los famosos españoles, a diferencia de los británicos, sean unos cobardes que no se han pronunciado sobre la secesión de Cataluña.

Sea cual sea el resultado de lo que diga Escocia o lo que reclama a las bravas la Cataluña insumisa, el virus nacionalista nos deja el sabor de las almendras amargas, la sensación de que los reinos de taifas ansían los privilegios del imperio europeo como si esas tierras fueran de otro planeta. Ante el avance independentista las grandes estrellas de la Unión, estrellas de verdad como David Bowie, han dado un paso que en España miro con la decepcionante idea de que puede que este sea un país de artistas mediocres incapaces de autodeterminarse de sus marchantes o de su casa de discos y ciudadanos laxos que sestean la cobardía del sálvase el que pueda.

EN LA VANGUARDIA DICEN: «¿VEN QUE NO PASA NADA POR VOTAR?»

Comprenderá, amigo lector, que nada de lo anterior preocupa ni interesa a los columnistas de La Vanguardia del conde de Godó, que se muestran entusiasmados por el referéndum escocés.

El director, Màrius Carol, da como ganador a Alex Salmond y subraya que Escocia recibirá nuevas competencias, que, añado yo, todavía serán inferiores a las que tiene Cataluña.

El primer ministro ha llegado a decir que un voto contra la independencia permitirá cambios más rápidos y mejores que una secesión. Cambios que supondrían un alto grado de autonomía presupuestaria y financiera, el control del sistema de salud y una proporción superior de gasto público. Y lo ha hecho con el compromiso del Parlamento. (…) Salmond comenzó a ganar el referéndum antes de acudir a las urnas, al ver que, aun perdiendo, se configuraría un nuevo país. En Escocia ha ganado el bello espectáculo de la política. La audacia de quienes mandan. La democracia de aquellos que deciden.

Con sus buenas maneras habituales, Pilar Rahola Martínez vuelve a negar salvoconducto de demócratas a los españoles por no autorizar el referéndum en Cataluña. Ya, como que en Francia o Italia o Alemania se iba a permitir…

¿Resultado?, la fiestaza de libertad que ayer vivió la nación escocesa y, con ella, toda Gran Bretaña. Ya sabemos, y sufrimos, que la salud democrática británica no es la española, empezando por la incapacidad patológica de España de reconocer el carácter nacional de Cataluña. Pero, con todo, también España ha entrado en la modernidad, forma parte de Europa y no puede mantener actitudes retrógradas para siempre. Hoy se aprobará la ley de consultas en el Parlament y nuevamente Catalunya ofrecerá una vía democrática para resolver el conflicto. De España dependerá mantenerse en la cutrería política, o alcanzar la historia.

Modestamente, echo en falta que ningún columnista (ni corresponsal) haya explicado que Alex Salmond ha privado del derecho a decidir a los cientos de miles de escoceses que viven en el odiado Londres o en cualquier otra ciudad del mundo. ¿Porque serían votos contra su propuesta?

La columna churrigueresca del día la escribe Marcello (Republica.com), que en su manía a Alberto Ruiz Gallardón le acusa de cantar el himno falangista Cara al sol y de querer mandar la Legión a Barcelona.

Y menos mal que no llegó a Presidente del Gobierno porque de lo contrario decretaría con suma facilidad el estado de excepción y mandaría a Cataluña los tanques y la legión. ¿Ha cambiado don Alberto o simplemente siempre fue así? Lo mas llamativo de su fallido paso por el Gobierno de Rajoy, y ¡de España!, han sido sus errores de bulto e incapacidad de análisis. Pero eso no es nuevo en él, porque casi siempre se equivocó con Aznar, con Rajoy y con Aguirre. Y siempre quiso ser el presidente del Gobierno de España y del Partido Popular y ya no será ni una cosa ni la otra, porque no canta el ¡Ay Carmela al anochecer! sino ¡El cara al sol al amanecer!

 

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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