El lujoso Hotel Palace de Madrid fue el escenario de uno de los grandes acontecimientos sociales periodísticos del año el 20 de octubre de 2014, si bien lo de ‘periodísticos’ se debe a que se celebraba el cuarto de siglo de existencia de un diario. Si fuera por las estrictas normas impuestas por la Casa Real a la prensa acreditada, el periodismo hubiera brillado por su ausencia en la cena del 25 aniversario de El Mundo.
Aunque la hora oficial de arranque del acto era las 8 de la tarde, algunas de las firmas más destacadas del diario de Unidad Editorial comenzaron a llegar media hora antes. Raúl Rivero, Carmen Rigalt y Pedro García Cuartango destacaron por lo temprano de su desembarco en hotel situado frente al Congreso de los Diputados. Poco a poco fueron apareciendo otros rostros conocidos de ese mismo diario, de la empresa, la política y los premiados.
Antes de que comenzara el cóctel, se pudo ver por el lobby del Palace a periodistas de El Mundo (de la redacción y colaboradores) como Jaime Peñafiel, Luis Antonio de Villena, Manuel Jabois (que se había cortado el pelo y recortado la barba para la ocasión), Antonio Lucas, Fernando Sánchez Dragó, Lucía Méndez, Fernando Lázaro, Federico Jiménez Losantos, Luis María Anson y otros. También estaban allí los premiados: Rosa Montero, Javier Espinosa, Marc Marginedas y Ricardo García Vilanova. Otra periodista destacada que acudió fue Ana Rosa Quintana.
No tardaron en comenzar a aparecer políticos, incluyendo ministros pasados y presentes y un ex presidente del Gobierno. Ahí estaban César Antonio Molina, Enrique Múgica, Isabel Tocino (a la que alguien debería explicar que ciertos vestidos una debe dejar de lucirlos con según que edades), Eduardo Zaplana, que compartió abrazo y palmadas en la espalda con el presidente de la CEOE, Joan Rosell; Luis de Guindos, José Ignacio Wert, Cayetana Álvarez de Toledo, Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero.
Los reyes, autoridades, premiados y directivos de El Mundo y Unidad Editorial (Fuente: Unidad Editorial).
Había cierto interés por parte de alguno de los invitados, incluyendo miembros del equipo de El Mundo, por saber si Pedrojota Ramírez iba a acudir. Algunos hubieran deseado que no. Este cronista pudo escuchar la conversación entre dos personas identificadas con una insignia de la Casa Real:
– ¿Tú crees que Pedrojota va a venir?
– Si tuviera vergüenza no vendría.
Estas pesonas se sentirían decepcionadas, puesto que el que fuera director de El Mundo durante más de 24 años si acudió, acompañado de una Ágata Ruiz de la Prada que lucía un llamativo vestido que parecía confeccionado con papel metalizado plateado y azul. Cuando llegó, Casimiro García-Abadillo esperaba, junto a otros altos cargos del diario y Unidad Editorial, cerca de la puerta del hotel a las autoridades y figuras que fueran entrando. Pedrojota fue repartiendo abrazos, y llegó el momento en el que se acercó a su sucesor. Abrió los brazos y se aproximó a él con gesto amistoso. Casimiro, algo incómodo, le respondió abrazándole.
Cuando esto ocurría, ya había comenzado el cóctel previo a la cena. A pesar de estar separado por sólo una puerta de la sala donde se situaba el photocall, era un espacio vetado para la prensa acreditada. De hecho, a las 8 el equipo de prensa de Casa Real informaba a los periodistas de que tenían que quedarse en la tarima desde la cual los gráficos tomaban las fotos de los famosos que lucían palmito posando ante las cámaras. La excusa es que los reyes iban a aparecer a las 9 menos 20, 40 minutos más tarde.
En ese momento también quedaba vetado para los profesionales de los medios el poder estar en el lobby, por el cual sí podían campar a sus anchas los clientes del hotel o cualquier persona que no se dedicara a la misma profesión que quienes trabajan en la empresa que cumplía 25 años. Sin embargo, uno siempre puede hacerse el sueco en un hotel con una selecta clientela internacional. Y merecía la pena.
En el lobby, a salvo de todos los periodistas de El Mundo, los políticos y otros altos cargos institucionales campaban a sus anchas. Pudimos ver cómo a Cayetana Álvarez de Toledo se le iluminaba la cara al ver a su antiguo jefe, Pedrojota, y se acercaba a él emocionada. Pero ciertos corrillos resultaban más interesantes. Ahí estaban Zapatero, Luis de Guindos y el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco de los Cobos, compartiendo conversación y risas; mientras que Pedro Sánchez daba la espalda al ex presidente del Gobierno y respondía a una entrevista televisiva. Al trío ya nombrado se unió Wert, que nada más llegar provocó la carcajada de los presentes con alguna broma.
Era curioso observar la relación entre Sánchez y Zapatero. El actual líder socialista no parecía buscar la compañía del leonés, precisamente. Terminada la entrevista, el secretario general del PSOE se las arreglaba para hacer un aparte con el ministro de Economía y conversar amigablemente con él. Después le sustituía por Eduardo Zaplana. ZP seguía con los restos del corrillo inicial, y eso dio pie a una escena curiosa. Hizo su aparición Ana Botella, alcaldesa de Madrid y mujer de un José María Aznar que no destaca por su amistad con el otro ex presidente. Cuando le dio dos besos, al socialista se le veía incómodo. Sin embargo, pronto llegó el ‘deshielo’ y se les veía conversar animadamente.
(Fuente: Unidad Editorial).
De un modo u otro, Pedro Sánchez siempre se las arreglaba para mantener la distancia con Zapatero. Curiosamente, este último estaba casi todo el tiempo con políticos del PP, y no parecía a disgusto con ellos, aunque sí trataba de hacer acercamientos al líder socialista que ha hecho famosas sus camisas blancas. El ex presidente del Gobierno logró su objetivo gracias a la ayuda involuntaria de Eduardo Inda.
Sánchez se acercó al conocido periodista de investigación para conversar, y ahí acudió raudo Zapatero para unirse al grupo. Y logró su objetivo, pronto la conversación se volvió distendida e incluso a ratos se notaba que era ZP quien llevaba la voz cantante. Ahí sí, Sánchez hablaba con el ex jefe del Ejecutivo de forma muy amistosa. Cuando el secretario general del PSOE pasó a hablar con otros, Inda y Zapatero siguieron conversando, y transmitían la sensación de tener una buena afinidad personal. En ese momento llegaba de forma discreta Soraya de Sáenz de Santamaría.
Se iba a acercando la llegada de los reyes, y en Casa Real debieron de cansarse de que hubiera un periodista que no aceptara ser sometido a un tratamiento de aislamiento con respecto de los invitados que casi recordaba a una cuarentena. Un miembro del personal de seguridad, de gran altura y envergadura, se acercó a este cronista y sin demasiada educación le dijo que no podía estar «deambulando por aquí», que las normas eran claras. Una dama del equipo de prensa de La Zarzuela le insistió en la misma idea. Aceptaron no enviarle al photocall, pero sí a otra área reservada para la prensa y separada del lobby por un cordón en la que esperaban aburridos algunos periodistas de El Mundo que tenían que informar del acto en vez de disfrutar de él.
En esa situación, Periodista Digital trató de razonar con la representante de la Casa Real y le comunicó el absurdo de que los clientes del hotel pudieran estar en el lobby y los periodistas no, que no veía el problema de seguridad. La respuesta fue tajante:
Aquí cada uno tiene su papel. Los clientes del hotel son clientes y la prensa es… es eso, prensa.
Poco después le preguntábamos si sería posible entrar al salón de la cena a escuchar los discursos. Otra vez más, tratamiento de cuarentena con los periodistas: «Podrás verlo desde aquí, como el resto de periodistas, a través de una pantalla de televisión». Pura cobertura a través de un plasma, antiperiodismo difícil de aceptar. Cuando el cronista se marchaba, tras consultar a su redactor jefe sobre qué hacer en esa situación, hacían su entrada en el hotel Felipe VI y la reina Letizia. Los monarcas saludaban a los políticos presentes y eran fotografiados por numerosos curiosos entre los que, gracias a las normas de la Casa Real, no podía haber periodistas.
Tanto criticar desde El Mundo, y con razón, los ‘plasmas’ de Rajoy y ellos imponen el mismo formato a los periodistas para su gran cena de aniversario. Si fue una condición impuesta por la Casa Real, al menos podrían haber tratado de negociar.