ABC habla de "un régimen político y social" que ha convertido la corrupción "en seña de identidad"
La última operación judicial contra la familia Pujol-Ferrusola por el asunto de su inmensa fortuna se trata en varios editoriales, pero no el periódico del que más interesaría saber la opinión, que es también el que más apoyó a Jordi Pujol durante sus 23 años de presidente de la Generalitat: La Vanguardia.
El diario catalán sigue la máxima franquista de no hablar de política y así sus editoriales se dedican al atentado terrorista en Canadá y al «mejor verano para el empleo». El periódico del conde de Godó no tiene opinión sobre la corrupción de la familia Pujol.
El País sorprende al hacer malabarismos en su editorial para separar el catalanismo político creado por Pujol de los presuntos delitos financieros de éste y de su familia. El periódico progresista califica de «maligno y erróneo» asociar esa corrupción con «el creciente indepedentismo», pero no se pregunta si ese independentismo es una pantalla de humo de los Pujol y de CiU.
ABC, por el contrario, se refiere a un «régimen político y social» que estaba al tanto de los sobornos de los Pujol, de sus peajes y de sus ‘impuestos revolucionarios’ a los empresarios que querían hacer negocios en Cataluña, y que callaba hasta el punto de convertir la corrupción en «en seña de identidad». ¿Se refiere sólo a Cataluña o a España entera?
EL PAÍS
Sería maligno y erróneo cargar el lastre de los negocios pujolistas sobre el creciente independentismo; igual que sobre el pactismo tantas veces practicado, y con aciertos, por Pujol. Lo penal va por una vía y lo político por otra, aunque a veces parezcan superponerse.
Pero el legado de Pujol pesará, sin duda, sobre las espaldas de sus legatarios, de Mas y de CDC en primer término. Porque la única forma de interponer distancia habría sido activar la investigación parlamentaria sobre las presuntas coyundas entre la familia y «su» Administración, en vez de acelerar el paso a consultas populares cada vez más etéreas. Así, el proyecto de crear un «partit del president» (Mas) de nueva planta acarrea todo el plomo del «president» (Pujol).
ABC
El enriquecimiento de los hijos de Pujol adquirió un volumen tal, y lo hizo con tal rapidez, que quien estuviera cerca necesariamente tenía, al menos, que sospechar. Y, sin duda, no habría sido posible amasar esas fortunas si los colaboradores políticos del ex Honorable no hubieran guardado un obediente secreto, en el mejor de los casos. En el peor, si no hubieran actuado como cómplices, cooperadores o encubridores de sus posibles delitos.
El nacionalismo catalán ha desarrollado la versión patriótica de la corrupción, en la que se disculpa a quien la practica siempre que sea un líder carismático de la nación. Mientras poco a poco va enmudeciendo la consulta del 9-N, y aunque Artur Mas invente una caricatura de referendo para sustituirla, el caso Pujol escala posiciones como un ruidoso escándalo que trasciende a la familia protagonista, y señala directamente a un régimen político y social que ha consentido la corrupción hasta el extremo de convertirla en seña de identidad.