OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Ignacio Camacho: «Detrás de un Sánchez sin oxígeno emerge el perfil coletudo de Iglesias como receptor del voto útil de la izquierda»

Losantos compara a Rajoy con Maduro "expropiando el Parlamento venezolano" al decirle a Sánchez que no volviera al Congreso

Curri Valenzuela desvela que Celia Villalobos le dijo a Rajoy que Sánchez estaba leyendo su réplica

No es por echarme flores, pero si no hablo bien de mí yo mismo, ¿quién lo va a hacer? Por eso, querido lector, le encomio el trabajo que he tenido este 25 de febrero de 2015, para leer y asimilar la treintena de columnas dedicadas al Debate sobre el estado de la Nación. Los columnistas y los cronistas parlamentarios están en su salsa, contentos como niños una mañana de Reyes.

Hay mucha crónica, mucha anécdota, muchas comillas, muchas confidencias, incluso algunos privilegiados ven todo de color de rosa. Pero el mejor análisis es el que nos da Fernando Ónega en sus declaraciones a La Razón. Para él ha sido un desastre porque se ha cargado los últimos intentos de apuntalar el bipartidismo.

Lo que se pudo presenciar ayer en el Congreso de los Diputados fue el debate de los excesos. De Rajoy, por el canto a sí mismo; de la oposición, por falta de templanza en el juicio. De Pedro Sánchez, por sus descalificaciones; del presidente por su estruendoso «ha sido usted patético». Un golpe despiadado. Como consecuencia, un golpe al bipartidismo. En cuanto a los efectos, lo de siempre: los ya convencidos, reafirmados. Pablo Iglesias, regodeándose. Y el Gobierno, a la caza de las clases medias. La duda es si llega a tiempo.

Como para mí Ónega es en el actual régimen uno de los periodistas mejor relacionados con el Poder con mayúscula (no como pretenden serlo Miguel Ángel Aguilar o Luis María Anson), su sentencia es lo más relevante.

José Oneto (Republica.com) escribe la elegía del bipartidismo.

el final, este martes el final del bipartidismo, no ha dejado de ser más triste, con los dos representantes de los dos grandes partidos descalificándose, insultándose, ninguneándose. Triste final en el que ninguno de los líderes de los partidos que hicieron posible la Constitución de 1978, ha recordado el valor de la Transición, tan minusvalorada y atacada dentro, y tan admirada y ensalzada fuera. Ni siquiera, en lo que parece un final de ciclo, se han atrevido a hablar de ese bipartidismo a punto de desaparecer… y dar paso a otros dos nuevos partidos: Podemos y Ciudadanos.

¿QUIÉN HA HUNDIDO EL BIPARTIDISMO: RAJOY O SÁNCHEZ?

Ignacio Camacho (ABC) lamenta que Rajoy se apoye en Podemos y contribuya a arrollar al PSOE.

Ésta es la clave de la estrategia del debate de ayer, y tiene un riesgo claro. Detrás de un Sánchez sin oxígeno emerge irremediablemente el perfil coletudo de Iglesias como receptor del voto útil de la izquierda. El jefe del Gobierno persigue una confrontación bipolar con Podemos en la que pueda ofrecerse como garantía de estabilidad y orden frente al caos extremista del revanchismo demagógico. Su discurso de la mañana fue por ese camino: presentó un país en recuperación cuya principal amenaza era la aventura rupturista. En ningún momento se dio por inquieto ante la socialdemocracia; prefirió agrandar el peligro nihilista que hasta hace bien poco minimizaba. No quiere cortafuegos: está buscando la agitación del miedo de las clases medias ante el avance de los radicales.

Queda la duda de qué sucedería después, con un PSOE engullido por el populismo. Pero Sánchez no muestra trapío suficiente para levantar su propia alternativa. Y después de tres años de durísimo desgaste parece lógico que Rajoy no ande para obras de misericordia con el vecino.

Lo mismo subraya David Gistau (ABC):

Los fustazos finales de Rajoy a Sánchez fueron displicentes y crueles. Al presidente le asomó una virulencia colindante con el insulto de discusión de tráfico, provocada por las alusiones de Sánchez a Bárcenas, nombre con carga de corrupción que acompañará a Rajoy en su posteridad como una cagarruta de paloma en la pretensión estatuaria. Rajoy le dijo que era «patético» e insolvente, que ni sus propios compañeros lo tomaban en serio como hacedor de futuro. La frase final, «no vuelva usted por aquí si es para no decir nada», podría traducirse de la forma siguiente: «Que pase Iglesias: Sánchez no vale ni para hacer esgrima parlamentaria».

Y Carlos Cué (El País):

La Moncloa confiaba en que después del pacto antiterrorista Sánchez optaría por una crítica más suave. Rajoy prefiere la realidad que hay dentro del Congreso, la fotografía de 2011, la del bipartidismo, la pelea contra el PSOE en la que se siente cómodo. Y cree que a Sánchez también le conviene esa realidad frente a Podemos.

Pero el líder socialista, lejos de recoger esa oferta, aumentó el grado de la crítica en la última réplica, recuperó la sede del PP pagada en negro, los sobres, y dijo que los diputados populares no tienen «vergüenza». Y con eso logró sacar, según algunos de los suyos, al Rajoy más puro: el hombre de partido, de aparato, dispuesto a cualquier cosa para defender al PP. «Nos ha llamado sinvergüenzas a todos; Rajoy tenía que salir a defendernos», se justificaban los suyos. Y así comenzó la campaña electoral que destruirá, según todas las previsiones, el bipartidismo que Rajoy tanto defiende.

Por el contrario, Mayte Alcaraz (ABC) culpa a Sánchez de haber imitado al Coletas.

Pedro Sánchez, también fajado en los platós y más brillante que Rubalcaba, pareció olvidar dónde estaba. Por momentos se entregó a la retórica agresiva de tan buen resultado televisivo: todo era Rajoy y Bárcenas. Mentó la bicha al presidente que descubrió para todos en su segunda intervención el perfil de quien de verdad aglutina, para desesperación del PSOE, el voto útil de la izquierda. Detrás de Sánchez estaba Pablo Iglesias. Y claro, Rajoy visto lo visto ya solo miró a Podemos para vender una cosa: yo o el caos.

Ante el ataque desabrido de Rajoy a Sánchez, se entiende la alegría inocultable de columnistas como Manuel Jabois (El País), que da por enterrado al socialista.

Para que se entienda lo liviano del debate y lo accesorio que resulta en la vida de los españoles, hubo decisión consensuada en que ganó Pedro Sánchez porque consiguió sacar de sus casillas a Rajoy, lo cual es verdad y además da para volver a la carrera para presidir España. Si Ana Mato gestionó la sanidad porque era la que mejor ordenaba las sillas en los mítines del PP, por qué no va a aspirar Pedro Sánchez a gobernar España por sacar de quicio a un señor que cree estar reinando en Dinamarca, como el padre de Hamlet.

RUBIDO ASOMBRA AL ELOGIAR A SÁNCHEZ POR ENCIMA DE RUBALCABA

Visto lo anterior, cuando leo el billete de Bieito Rubido, director de ABC, el café se me derrama sobre el mantel, que menos mal que es de plástico.

Pedro Sánchez estuvo bien en el Debate del estado de la Nación. Mejor que Rubalcaba. Mucho mejor que cuando Borrell debutó en circunstancia parecida. Puso nervioso a Rajoy, que no es fácil. Él lo consiguió, ya que de lo contrario no se entiende esa falta de estilo del presidente cuando calificó al líder de la oposición de «patético». En verdad, ayer ganó el bipartidismo. No lo enterremos antes de tiempo.

Y cuando llego a Raúl del Pozo (El Mundo) es la tostada la que se me cae.

El presidente del Gobierno anunció el fin de la pesadilla y de la quiebra. Alertó contra la demagogia. Lanzó pullas a Luis Garicano sin citarlo: «No pedir el rescate fue la gran decisión de mi Gobierno». Hizo un discurso socialdemócrata-patriótico de Estado beneficencia con cheques familiares, ayudas fiscales y bonificación a los trabajadores autónomos. Utilizó el sarcasmo contra los vendedores de pócimas mágicas. A mí me pareció un buen discurso, quizás tecnocrático, demasiado largo, 36 páginas.

Pedro Sánchez, buena planta, bien maqueado, estampa de los nuevos españoles, ya sabe leer un discurso, lo que no es fácil; ahora tiene que aprender a improvisar.

¿Pero va a tener tiempo?

Victoria Prego (El Mundo) es otro periodista cuyo horizonte se limita a lo que se ve desde la tribuna de prensa del Congreso.

Sánchez se lleva el premio de consolación de haber conquistado a sus propios diputados. Y eso es para él ahora mismo todo un logro.

En un enfoque poco frecuente, Federico Jiménez Losantos (El Mundo) suspira de pena ante la degradación de Rajoy.

Mariano sólo podía perder los nervios. Y los perdió. Decirle al menesteroso sociata esa atrocidad de «no vuelva usted por aquí», como si en vez de un líder europeo de derechas fuera el Gorila Rojo expropiando el Parlamento venezolano, y echarle en cara que el PSOE nunca había subido tanto los impuestos como el PP, es la prueba ineluctable de que si alguien pensó que Rajoy tenía enmienda o su PP arreglo, se equivocó por completo. Rajoy va a peor.

LA CHIVATA CELIA VILLALOBOS

José Antonio Zarzalejos escribe la frase más cursi del día en La Vanguardia. Antes, había empezado citando a Julián Marías.

Rajoy no siente sus pies ideológicos ateridos por la gélida dialéctica de sus números y acabará arrastrado por la resaca de una sociedad que se quiere tragar, digerir y hacer desaparecer la «vieja política» de la que Ortega advirtió en los albores, casi, del siglo pasado.

¡Cómo desperdicia espacio Enric Juliana en La Vanguardia! Su crónica del debate se remonta a la crisis del petróleo de 1973

Sánchez dio un paso más hacia su confirmación en el liderazgo socialista. Sin quererlo, seguramente Rajoy le ha ayudado.

Josep Antoni Duran Lleida, estuvo prudente y recurrió a los esbozos socialcristianos del papa Francisco. (Cataluña se está desdibujando en el debate español). IU y UPyD temen ser barridos. El fantasma de Podemos. Y el de Ciudadanos. Este Parlamento ya no es real.

En el Batallón de la Guardia de Moncloa, destaca por su «ardor guerrero» el director de La Razón, Francisco Marhuenda, que casi se desploma de emoción ante Rajoy, como los soldados ante los que aparecía Napoleón escapado de la isla de Elba.

Rajoy estuvo muy bien, porque tenía un discurso sólido y coherente mientras su rival hacía aguas con una intervención radical al estilo de Podemos porque el pasado del PSOE resulta, además, una pesada losa cuando se intenta dar lecciones o afirmar, dentro de esos excesos verbales propios de la precampaña, que el Gobierno ha provocado un «destrozo descomunal». El presidente le respondió con contundencia implacable, pero sobre todo presentó medidas para continuar el impulso reformista que ha permitido dar un vuelco en nuestra economía. Finalmente, ofreció un discurso de futuro, que es lo que esperan los españoles.

Curri Valenzuela (ABC) nos explica por qué Celia Villalobos sigue siendo uno de los dirigentes del PP más mimados por Rajoy, pese a su edad, su desgaste, sus malos modos, su pérdida de votos en su provincia, Málaga, su «insolente estupidez» (como le espeta hoy Alfonso Ussía en La Razón): es una pelota preparada para llevar a su jefe cotilleos y chismes.

«Patético», sentenciaba en su particular estilo Celia Villalobos quien, desde su puesto en lo alto de la tribuna advirtió que Sánchez estaba leyendo el texto escrito de su réplica a Rajoy. La vicepresidenta primera de la cámara avisó a un alto cargo de La Moncloa y con este dato el presidente se burló aún más del líder de la oposición por tener decidido quejarse de la falta de vergüenza del Gobierno antes de escuchar lo que Rajoy tenía que decirle.

RAHOLA VUELVE A LA CONSPIRACIÓN PARA DEFENDER A PUJOL

Para dar el premio a la columna ridícula del día dudo entre varias publicadas en La Vanguardia.

Màrius Carol riñe a Jordi Pujol Ferrusola, pero no a su papá. Le compara con Jordan Belfort, el personaje que interpretaba Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street.

Belfort decía en el filme que «el dinero no sólo compra una mejor vida, autos y sexo. También te vuelve mejor persona». Pero no: las buenas personas son las que tienen claras las líneas rojas.

Demoledor. Este es el periodismo con garra que se hace en Cataluña.

Pasados los sofocos de los últimos meses, cuando Jordi Pujol reconoció que tenía un fortunón en el extranjero sin regularizarlo en España, Pilar Rahola Martínez defiende al padrino con su teoría de la conspiración.

Sin embargo, más allá de los dimes y diretes y de la monumental ceremonia de la confusión a que juegan todos, tanto ellos mismos como los que quieren cargarse el proceso catalán a través de Pujol, ¿qué sabemos exactamente? Porque las sospechas viajan en crucero pero, hasta el momento, las certezas no van ni a la velocidad del caracol. Es cierto que el proceso judicial abierto debe poner letra menuda y precisa a los titulares huecos de este escándalo, y no sería extraño que mucho de lo publicado fuera literalmente mentira. Tiempo al tiempo, que el tiempo anuncia sorpresas.

El para mí desconocido Jordi Llavina insiste en que Cataluña es una nación y que él quiere la independencia, y a renglón seguido espera que la libertad le traiga caras nuevas en la política y el periodismo.

No tengo la menor duda de que Cataluña es una nación, lo que ahora suele denominarse un sujeto político (la retórica sobre el fenómeno resulta tan prolija y ridícula que es preferible no entrar en ello). Así pues, los ciudadanos de esta nación debemos poder votar si sí o si no. ¡Faltaría más! Yo hago mío ese argumento del bando unionista: votan (y cuentan) los ciudadanos, sí, puesto que sólo ellos hacen los pueblos.

Pero quería llamar la atención sobre un hecho. Vivimos en un país muy pequeño (que dominan unos pocos). El caso de los medios me parece flagrante: por la mañana, ves a alguien participando en una tertulia televisiva, después lees su columna en el diario y, por la noche, aparece en un debate en la radio. En la televisión pública, la repetición de rostros es un hecho vergonzoso. Veo un país pequeño, que cada día se empequeñece más. No me gusta. Espero que el nuevo sea mucho mejor.

Los catalanistas, que presumen de europeos y civilizados y racionales, no aprenden de la realidad. Ay, Jordi Llavina, que escribes en La Vanguardia, el periódico más vendido en el franquismo, y donde han sido y son columnistas camaleones como Carlos Sentís y Fernando Ónega. En esa Cataluña independiente a lo mejor tienes a Rahola de presentadora del telediario de TV3.

Me parece que éste el vencedor.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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