LA CLAVE DEL DÍA

Rajoy se encastilla en un discurso triunfalista y no reconoce el varapalo del 24-M

El "inmovilismo" del presidente deja pasmados a El Mundo y El País

El periódico de Vocento aconseja a Rajoy que se desentienda de la teoría de Arriola del perfil bajo

La mayoría de los editoriales de los principales periódicos muestra su asombro ante el discurso de ayer de Mariano Rajoy en el comité del PP, debido a su «inmvilismo».

ABC es el más irritado. El editorialista exige a Rajoy no sólo un rearme ideológico, cosa que viene planteando desde hace meses, sino una crisis de Gobierno, la erradicación de la estrategia elaborada por Pedro Arriola del «perfil bajo» para no movilizar a los adversarios y, como novedad, la sustitución o retirada de la primera línea del partido de los candidatos derrotados en las elecciones del 24 de mayo de 2015.

El Mundo acusa a Rajoy de encastillarse en un discurso que no tiene relación con la realidad y que le separa de las clases medias; «perenne tancredismo» es la expresión que le aplica. La Vanguardia considera que la estrategia del presidente no tiene garantías de éxito. Y El País, que sigue machacando en la bondad de los pactos, asegura que lo único imperdonable en esta situación es el inmovilismo.

Sólo La Razón de Francisco Marhuenda encuentra aciertos y virtudes en el discurso de Rajoy.

EL MUNDO

Mariano Rajoy permanece incólume en su inmovilismo, atrapado en un relato basado casi en exclusiva en la recuperación económica, un guion político zarandeado en las elecciones andaluzas y pulverizado el 24-M. El presidente del PP intervino ayer a puerta cerrada ante el Comité Ejecutivo, después de ser el día anterior el único líder nacional que no compareció ante los medios. En la rueda de prensa posterior al cónclave popular transmitió un mensaje triunfalista con una crítica limitada a la «necesidad de explicarse mejor». Rajoy apenas reconoció una «notable caída de votos», volvió a pedir que gobierne la lista más votada y minusvaloró la descomunal pérdida de poder territorial sufrida por el PP. Del discurso mohíno del presidente se desprende su encastillamiento en una posición refractaria a los cambios que, de perseverar en el error, ahondará en la dinámica derrotista que este partido inició en las europeas del año pasado y que el domingo confirmó en toda su crudeza.

Lejos de delinear un diagnóstico preciso, Rajoy tildó de «victoria incuestionable» los resultados del 24-M, pese a que los populares se anotaron el peor resultado en unas municipales desde 1991.

Rajoy no asimila que el PP no tiene un problema de comunicación, sino de ausencia de un discurso sólido que le permita volver a encandilar al grueso de las clases medias.

El PSOE aspira a aprovechar su incipiente poder institucional para capitalizar el voto útil, lo que relanzaría su opción de alternativa de Gobierno. Esa es una de las dos principales amenazas que azotan al PP. La otra es el perenne dontancredismo de Rajoy.

ABC

Que Rajoy no compareciera la noche electoral no es la mejor manera de afrontar la responsabilidad que le corresponde como presidente del Gobierno y del PP, porque es en las situaciones adversas cuando hay que ejercer el liderazgo.

Lo primero que debería hacer Rajoy es una crisis de Gobierno, porque el diagnóstico de los ciudadanos no deja lugar a otra opción.

La teoría de que el perfil bajo en la acción política desmoviliza a los adversarios ha sido una trampa para el PP, de la que debe salir cuanto antes. Su pérdida de tensión ideológica ha estimulado a la izquierda, mucho más consciente que el PP actual de que el poder se defiende ejerciéndolo, no escondiéndolo. Y, finalmente, el PP debe iniciar una crisis de su política de comunicación, porque ha confundido la firmeza con la arrogancia, el optimismo con el voluntarismo y la convicción con la soberbia. Un punto de partida inevitable en esta nueva relación del PP con la sociedad es la retirada de todos aquellos candidatos que encarnen la imagen de la derrota y el desgaste, no sólo de la corrupción, contra la cual los populares deben aplicar mucho más rigor interno, sobre todo ahora, cuando ha desaparecido el riesgo de perder poder local.

EL PAÍS

Nada hay, por lo tanto, que se alce como obstáculo insalvable a la gobernabilidad de las instituciones. Los únicos impedimentos que deben denunciarse son los que proceden de las tentaciones inmovilistas.

LA VANGUARDIA

Lo peor que puede hacer Mariano Rajoy -como hace- es aferrarse a la idea de que el Partido Popular ha sido la formación política más votada en las elecciones autonómicas y municipales del domingo y pensar que también puede serlo dentro de siete meses en las próximas elecciones generales. Es un grave error estratégico, porque no hay ninguna garantía de que eso sea así.

Es cierto que el PP ha sacado a la economía española del desastre y la ha colocado en la senda de la estabilidad, la confianza y el crecimiento, pero son muchos, incluso dentro de la propia formación conservadora, quienes reclaman nuevas estrategias e incluso un relevo generacional y una renovación del partido a la que el presidente sigue haciendo oídos sordos. Rajoy dijo ayer que cree que sigue siendo el mejor candidato del PP para las elecciones generales. Nadie en el partido discute abiertamente su liderazgo, pero las voces que reclaman un golpe de timón van en aumento.

LA RAZÓN

Mariano Rajoy demostró ayer que es plenamente consciente de que los resultados cosechados por el Partido Popular en las elecciones municipales y autonómicas pueden comprometer su reelección al frente de la jefatura del Gobierno el próximo mes de noviembre.

Es decir, que frente al recurso fácil de proclamarse a todo trance como el partido más votado, Mariano Rajoy eligió afrontar los hechos y comparecer personalmente ante la opinión pública en un gesto que, sin duda, tendría que haber realizado con mayor frecuencia.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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