Ruiz Quintano: el neocomunismo reduce su ideología "a una consigna al alcance del ama de casa y el estudiante de la Complutense: no pagar"
Me asomo a las columnas de este 30 de junio 2015 sin casco y con el cigarrillo en la boca y el café humeante para darme cuenta de que el calor empieza a causar bajas entre los columnistas. Varios de ellos han desaparecido y entre los presentes el ingenio escasea.
Por ejemplo, después de que lo hiciera Julio Llamazares, al bueno de Abel Hernández (La Razón) le toca demostrarnos que lee a los griegos clásicos, o al menos a Hölderlin, para llegar a la conclusión de que hay que condonar a Grecia sus deudas porque hace 2.500 años se pasearon por sus caminos Platón y Sócrates.
En un momento así, con los mercados alborotados, la avaricia desatada, los atenienses deambulando cabizbajos, humillados e irritados, y Grecia convertida en papel mojado y letra de cambio sin fondos, casi en un estorbo molesto para los capitostes del dinero y de la política, es preciso alzar la voz y defender, en esta hora de incertidumbre, la honra de Atenas, cuna de la cultura y del pensamiento occidental. Sin la aportación helénica Europa no existiría. Conviene que lo tengan en cuenta los ricos acreedores del norte. Atenas es más europea que Berlín. Su desgajamiento del tronco de Europa sería la fatídica señal de la muerte cantada del euro y de la Unión.
¿Y cuánto dinero podemos reclamar los españoles al mundo mundial por el Quijote?
PARA REFERENDOS, LOS DE FRANCO Y DE GAULLE
Raúl del Pozo (El Mundo) también entona una oración fúnebre por Grecia, aunque más modesta.
Los griegos están curtidos en las luchas contra su oscuro destino, casi siempre vivieron endeudados. Comían queso blando, nueces e higos secos y, con su austeridad y su pobreza, fueron capaces, en ese montón de abruptas rocas grises, de idear casi todo lo bello, lo bueno, lo justo. Lo inventaron casi todo, incluida la democracia. Sería extraña una Europa sin Grecia.
Miguel Ángel Aguilar (La Vanguardia) saca al abuelo Cebolleta que lleva dentro para recordar otros referendos célebres, aparte del progrmaado en Grecia.
Sabemos que los referéndums los carga el diablo, que muchas veces los electores se toman la libertad de responder a una pregunta distinta de la que se les ha formulado. Recordemos el que convocó De Gaulle el 27 de abril de 1969 sobre la reforma del Senado y la regionalización, que acarreó su retirada; los de Franco, con aquella peculiaridad tan singular de que las papeletas del sí superaban el número de los censados; o el de la permanencia de España en la OTAN del 12 de marzo de 1986.
Ni una palabra sobre las docenas de referendos celebrados en Suiza y Estados Unidos sin ningún problema.
Y Xavier Vidal-Foch (El País) me sorprende por su columna-elogio a Íñigo Méndez de Vigo: ‘¡Qué raro, un buen ministro!’. Dentro de ella está la clave: Méndez de Vigo es bueno porque se enfrentó a Aznar, que era muy malo, muy malo.
El nuevo titular de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, es, más que un político español, o sea, desviajado y carente de idiomas, un político europeo de raza. Un democristiano en estado puro, otra rareza, aquí. Heredero del pionero Marcelino Oreja (le acompañó, chaval, al Consejo de Europa), ha sido parlamentario en Estrasburgo casi desde siempre.
Como demócratacristiano y dialogante, Íñigo concitó el recelo del caudillismo. José María Aznar le relegó en 2004 a un puesto de difícil salida (el 18) en la lista del PP a la Eurocámara. Pero ni así, salió y realizó contribuciones reconocidas (más fuera que dentro).
LOS VOTANTES, ¿SOMOS RESPONSABLES O SOMOS NIÑOS?
Después de esta antología de veteranos periodistas hablando de sus lecturas, sus batallitas y sus amigos, paso a la chicha.
Ignacio Camacho (ABC) me hace aplaudir su columna porque se despoja de todo buenismo y sentimentalismo, y destaca que los pueblos son responsables de lo que votan. Muy oportuno cuando sabemos que la directora de comunicación del Ayuntamiento de Barcelona es una actriz post-porno que gusta de bajarse los pantalones en público y mear en la calle.
El corralito bancario de Grecia, 60 euros diarios, es en ese sentido un argumento devastador contra el demagógico relato populista.
Este nacionalismo izquierdista que moldea sobre tópicos una realidad falsificada ha construido, en Grecia como en España, un artefacto ideológico cuajado de tópicos y mitología simplista. Una democracia directa frente al dictado austericida de los banqueros, ciudadanos rebeldes en las Termópilas de los referendos frente a los ejércitos de la malvada Troika. Trucos de mal pagador, literalmente; coartadas de despilfarro que jamás aceptará la Europa calvinista.
El otro gran marco mental de este embeleco propagandístico es el de que los pueblos son inocentes, como si en democracia se pudiesen eludir las responsabilidades colectivas. El destruido Estado de bienestar griego se construyó sobre una monumental trampa, bien que consentida, en la que el pueblo colaboró con tenaz pasión embustera y fraudulenta, bien lejana de la buenista y virginal honradez rousseauniana. Y para prolongar esa engañosa ficción de gasto sin control se ha entregado a la cháchara de unos traficantes de futuro que prometían abolir las obligaciones y cazar unicornios.
Eso no significa que el pueblo griego merezca un castigo aún mayor del que ya recibe. Pero sí que no sea responsable, o cómplice, de entregarse a una fantasmagoría suicida. Es responsable, como mínimo, de sus propias decisiones. De haber votado primero a unos corruptos y luego a unos farsantes.
Jorge Bustos (El Mundo), que me parece cada día más reaccionario, estilo Salvador Sostres y Juan Manuel de Prada, reconoce que sí, que la democracia es «un tribunal de niños».
Que la democracia es un tribunal de niños (los votantes) que han de elegir entre un médico (la troika) y un pastelero (Syriza) no lo digo yo, sino el propio Tsipras al convocar este referéndum: aceite de ricino sí o no: elegid, niños. Y qué van a elegir: mucho mejor pasteles que ricino, dónde va a parar.
Que los griegos voten hacer un simpa es una debilidad que cabe comprender. ¿A quién no le gustan los pasteles, y más si salen gratis? En Grecia fallaron la derecha, la izquierda y el pueblo llano: todos niños componiendo un coro tragicómico financiado por terceros. Pero la troika es rehén de su propia irresponsabilidad y debe ser coherente: el que con niños se acuesta, meado se levanta. Lo que no puede hacer ahora es justificar un infanticidio como mera cirugía.
A Sócrates lo mataron las leyes de una democracia legítima. Sus remotos convecinos han de escoger entre la cicuta democrática de Syriza o la metadona alienante de la troika.
Completo estas dos columnas casi filosóficas con la de Hermann Tertsch (ABC), que celebró en Madrid la presentación de su libro ‘Días de ira’ con un éxito de público. En su pieza, Tertsch comenta el último discurso de la canciller alemana, construido sobre citas históricas y apelaciones a la responsabilidad.
Discursos así no se escuchan aquí, donde tan necesitados estamos de ellos. Y no se escuchan porque cualquier evocación histórica por cierta que sea es materia de conflicto, sospecha o inquina. Mentar la historia es mentar la bicha porque los guardianes de los mitos están siempre alerta. Estamos secuestrados por esa mentira española. De ahí que nuestros discursos políticos suelan ser de abominable superficialidad y casi siempre mera letanía de los lugares comunes y tópicos de la corrección política al uso.
El victimismo es uno de los principales recursos de la profunda falta de honradez que los nacionalismos y los populismos tienen. Y en Grecia se han dado la mano un nacionalismo primitivo balcánico y un populismo clásico comunista para convencer a una sociedad de que había hecho bien viviendo de la mentira y el engaño la pasadas dos décadas.
Merkel evocaba la ética de la responsabilidad. Casi nadie debe saber ya qué diantres es eso entre unos políticos españoles que parecen todos competir con Zapatero en ignorar o justificar los daños de sus actos y decisiones.
Ignacio Ruiz Quintano (ABC) resume el actual pensamiento neocomunista en una sola frase: no pagar.
El neocomunismo consiste en reducir toda la literatura comunista a una consigna al alcance del ama de casa y el estudiante de la Complutense: no pagar.
Para pagar hay que tener dinero y para tener dinero hay que trabajar. No pagues y no tendrás que trabajar, que es una maldición bíblica, razón por la cual los chicos de la tea («los chicos de la gasolina» de Arzallus) podemita celebran el Orgullo Gay en Sevilla berreando «¡Hay que quemar / la Conferencia Episcopal!»
Los comunistas griegos celebran el Orgullo Griego quemando euros (billetes de a cinco, que no dan para «asar una vaca») y los comunistas españoles celebran el Orgullo Gay pidiendo quemar la Conferencia Episcopal.
¡Ah, este final wagneriano de Grecia!
CONSPIRACIONES ‘MADE IN ENRIC JULIANA’
La crisis en Grecia tiene consecuencias no sólo económicas, sino también políticas.
Antonio Casado (ElConfidencial.com) describe una alianza tácita de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez contra Podemos por lo que están haciendo sus aliados de Grecia.
tanto al PP como al PSOE les interesa fomentar el efecto vacuna. Por tanto, tratarán de reconducir la mirada de los españoles hacia los efectos tóxicos de unas políticas predicadas en nuestro país por Podemos. Sus dirigentes, que votarían «no» en el referéndum del domingo que viene si fueran griegos, dan toda clase de facilidades en este sentido, con simplezas como la de decir que los jerarcas de Bruselas y el FMI «pretenden asustar a los españoles castigando a los griegos», decía ayer Iglesias, que califica de «totalitaria» la actitud de Alemania, el FMI y el Gobierno español.
Lo dicho. Grecia no es España, pero nos vendrá bien lo que ocurra allí como banco de pruebas en los pocos meses que aquí nos faltan para las elecciones generales.
Enric Juliana (La Vanguardia) se las da de Snowden y da muchas vueltas en su artículo, que abre la sección de Política (que es como se llama Nacional o España en la prensa catalana), para explicarnos que Rajoy ya se frotaba las manos con el triunfo de Syriza en enero pasado.
El Gobierno español vive el drama griego con nerviosismo e inquietud, y con el utillaje a punto para aplicar el martillo hidráulico a la izquierda española ‘panhelénica’: en primer lugar a Podemos y, de rebote, al PSOE de Pedro Sánchez.
Martillo hidráulico a punto, para perforar la opinión pública con la secuencia Syriza-Podemos-PSOE. Podemos es la Syriza española y el PSOE le ha dado el voto en la ciudad de Madrid para alejar a Esperanza Aguirre de la alcaldía. Y en la Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón, Castilla-La Mancha y Extremadura, los socialistas consiguen la presidencia autonómica con el apoyo de los corresponsales españoles de Alexis Tsipras.
La coalición Syriza ganó las elecciones legislativas en Grecia, el pasado 26 de enero. Y la reacción contraria del Gobierno español fue inmediata. Mariano Rajoy, que se había implicado personalmente en la campaña del primer ministro saliente, Andonis Samarás, dio la consigna de recibir a Tsipras con unos cuantos «guantazos».
No fue un arrebato de malhumor. Fue un movimiento perfectamente calculado
Ah, me gusta el olor de las conspiraciones por las mañanas.
Me pregunto si Francisco Marhuenda (La Razón) participa en esa conspiración desvelada por Juliana al alabar a Rajoy… y a Sarkozy.
Rajoy ha emprendido reformas duras, eficaces y coherentes que han dado buenos resultados, aunque en el contexto de este largo año electoral que vivimos es lógico que la izquierda política, económica y mediática niegue la realidad del fuerte crecimiento que vivimos. Sarkozy fue uno de los damnificados políticos por la crisis, pero ahora existe la certeza de que tras el paréntesis de Hollande volverá otra vez al poder.
Rajoy y Sarkozy son dos políticos serios, honrados y eficaces, aunque el desgaste electoral es algo que va unido a esas características porque no actuaron como Tsipras en Grecia o el PSOE y Podemos en España. Las reformas emprendidas son las que permiten afrontar la crisis griega con una relativa tranquilidad, porque el BCE está dispuesto a apoyar al euro frente a cualquier ataque, a diferencia de lo que sucedió en 2012. La izquierda española ha consagrado la idea del austericidio, al igual que Tsipras, algo que causa estupor, porque siempre me ha sorprendido la frivolidad a la hora de contemplar conceptos como el rigor presupuestario y el control del déficit público.
Ramón Pérez-Maura (ABC) cae en el chiste más simplón: que Pablo Iglesias compre bonos griegos.
Ayer nos faltó ver a los Pablo Iglesias del mundo acudir a las instituciones financieras a invertir sus ahorros en deuda pública griega. Todo estos críticos de la UE podrían dar esa muestra de solidaridad con sus ahorros. Para demostrar que van un paso más allá del que ya hemos ido todos con los 26.000 millones que tenemos allí en riesgo los españoles y de los que nos dijo José Luis Rodríguez Zapatero en 2010 que iban a ser un gran negocio. Yo ya me conformo con el pelotazo que me han pegado con los 590 euros que puso España de mi bolsillo. Pero quien crea que los prestamistas no tienen derecho a reclamar la devolución que actúen de manera solidaria y empiecen por invertir en deuda griega directamente de su bolsillos.
Por el contrario, Màrius Carol, el director de La Vanguardia, hace que se me derrame el café al leer su billete: por primera vez en muchos días escribe algo más propio del director de un gran periódico que de una carta al director a un diario de provincias.En concreto, critica el artículo de Paul Krugman publicado por El País.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía en el 2008, ha escrito un artículo en el que defiende el no de Grecia a las medidas propuestas por la Unión Europea. Los argumentos son fundamentalmente tres: más austeridad es un callejón sin salida, nadie teme ya una salida de Grecia del euro y ceder al ultimátum de la troika representaría el final de la independencia del país.
Ciertamente, el mundo se ve siempre menos estresado desde un confortable despacho con vistas al bosque en la Universidad de Princeton, pero si fuera ciudadano griego, dudo que me convencieran los argumentos de Krugman.
Krugman es un provocador, así que se imagina un futuro esplendoroso en Grecia, con el dracma devaluado llenando las costas del Jónico de bebedores de cerveza británicos. Al Nobel parece que se le ha caído la bola de cristal, puede que incluso en la cabeza.
Dos escritores vascos se ocupan de la impunidad de ETA y lamentan que la mayoría de los españoles se hayan desentendido de vencer a los terroristas en los libros de historia.
LOS 400 ASESINATOS DE ETA SIN RESOLVER
Edurne Uriarte (ABC) subraya que la opinión compasiva de Pablo Iglesias con los etarras es la que tenía Izquierda Unida.
Con la actividad criminal de ETA desactivada, volvemos a donde estábamos, a la indiferencia de la mayoría, a la legitimación de la extrema izquierda y parte de la izquierda, al desinterés de la derecha. ¿Ilegalizar a los proetarras? ¿En un país en el que han parecido divertidísimos, por ejemplo, los proetarras de la película Ocho apellidos vascos? ¿O en el que Podemos hace todo tipo de alardes proetarras con el beneplácito de toda la izquierda? ¿O donde un juez te puede imputar, a Isabel Durán y Alfonso Rojo, porque has recordado una condena por terrorismo de un tipo que alega tener derecho al olvido?
En un país en el que casi nadie ha querido enterarse de verdad de lo que dijo Pablo Iglesias al NewLeftReview. (…) La «tragedia política» no es, según Pablo Iglesias, que los etarras estén en cárceles lejanas, la «tragedia política» para Podemos es que haya «400 o 500» etarras en las cárceles. Etarras a los que Iglesias llama «prisioneros» y de los que dice están «retenidos», tras la «lucha» de ETA. Ninguna sorpresa, ésta es la tradicional posición de la extrema izquierda, en el País Vasco siempre fue la de Izquierda Unida. Si bien el Podemos de Iglesias le añade mentira y cobardía a esa posición tradicional.
En este panorama, que alguien aún se esfuerce por recordar los casi 400 crímenes de ETA sin resolver es una impresionante heroicidad. Y lo digo por las asociaciones de víctimas y hoy en particular por el cineasta Iñaki Arteta que busca financiación para su documental en torno a los crímenes etarras sin resolver.
El socialista Nicolás Redondo (El Mundo) hace unas sorprendentes piruetas estilísticas para acabar proponiendo lo que quieren ETA, Bildu y el PNV: «otra política penitenciaria».
Un ejemplo de la desorientación que sufrimos es la contestación de casi todos a las desafortunadas declaraciones de Pablo Iglesias, que demuestra con la misma intensidad su ignorancia sobre la realidad vasca y su dudosa catadura moral. Todos a una han ido contra el personaje, habituado a decir lo que su interlocutor quiere oír, pero una cosa sí es cierta: no se ha planteado una reflexión sobre la política de dispersión de los presos etarras. Cuando el gabinete socialista de Felipe González tomó esta decisión, con el beneplácito de todos los partidos, también del PNV, ETA era una organización terrorista poderosa que asesinaba a más de 100 personas cada año y su larga mano se extendía con la misma eficacia por las cárceles y por las familias de los presos etarras; no había duda de lo que había que hacer y se hizo.
Ahora, sin recurrir a la misericordia, ni a ningún sentimiento que sólo nos dignifica si no nos equivocamos, es posible pensar que otra política penitenciaria no sólo es viable, sino conveniente para los intereses de los demócratas. ¿No sería la aplicación de otra política penitenciaria la clave necesaria para quitarles una bandera que sigue teniendo éxito entre sus bases y que, por lo tanto, les obligaría a dar pasos hacia lo que queremos en este momento: su desarme total y definitivo? No digo que deba ser inevitablemente esa política penitenciaria, pero sí digo que es necesario mirar esta nueva realidad con ojos distintos y los encargados de hacerlo son los partidos nacionales, sin que esto suponga de modo alguno despreciar a las víctimas del terrorismo.
¡Qué decepción, Nicolás! Y tu partido, a la vez, quiere hacer justicia a los asesinados por el franquismo en la posguerra. Un poco incoherente, ¿no?