Este 4 de julio de 2015, escribe Juan Manuel de Prada en ABC una columna titulada ‘La hidalguía de todos’ en la que arranca diciendo:
Decíamos en un artículo anterior que es natural que cada época honre a los hombres que están a su altura. Y siendo hoy España el vómito terminal de un paganismo con olor a caquita y a papiloma, es lógico, por ejemplo, que se dé empleo municipal a una tiorra que va meando a chorro libre por las esquinas; o que se quiera desalojar del callejero a Vázquez de Mella, para meter en él a un señor que disfrutaba de «orgasmos democráticos».
Añade que:
Pero que España se haya convertido a la vez en un vomitorio pagano y en un parque temático de la tontería útil tiene causas mucho más profundas. Vázquez de Mella nos recomendaba que, para conocer a fondo una nación, «hay que conocer la directriz de su historia, el principio vital que ha informado su ser y todas las manifestaciones de su genio; y para conocer eso, cuando se trata de España, hay que conocer la religión católica».
Y concluye que:
Al renunciar a esta hidalguía con Dios, era inevitable que España se convirtiese en un vomitorio pagano que habría horrorizado (¡más todavía que el protestantismo!) a Lorca. Quien, con cartas como la citada, hoy sería aborrecidísimo lo mismo por los clérigos progres que por los señores con orgasmos democráticos.