Raúl del Pozo titula su columna ‘Julio vete, viva agosto’ en el diario El Mundo de este 31 de julio de 2015 y que arranca así:
Adiós julio, que te den, buenos días agosto hedonista y salado. Durante un mes dejaré de dar la barrila a mis queridos lectores y si el PP se tira de cabeza al acantilado del populismo para barrer seres humanos, ya llegará el otoño y le ajustaremos las cuentas. A ellos y a todos. A veranear el que pueda y el que no que recuerde que las vacaciones también están hechas para sufrir y que no se va a descansar, sino a cenar y a frecuentar chiringuitos con butano e infames sardinas.
Continúa:
Antes del franquismo, nadie imaginaba la crisis del papel pero los escritores de periódicos mamaban de los fondos de reptiles. Azorín padeció reuma y en un balneario escribió El político, que era una exaltación de Antonio Maura, y que los críticos, siempre los guardianes del cementerio, compararon con El príncipe de Maquiavelo. El escritor, que era cronista parlamentario, pasó de la tribuna de prensa al Hemiciclo bajo la protección de Maura, al que visitó en el balneario de Ontaneda. En ese viaje lo confundieron con un anarquista y fue detenido. La Policía no se equivocaba del todo, ya que Azorín había posado de anarquista de paraguas rojo.
Finaliza:
No añoro esos agostos. Recuerdo con emoción las noches con Camilo José Cela y el viaje anual a los burros de Rute, con él, Serafín y el doctor Cantos. Recuerdo los largos días de golf con mis amigos Néstor, Patxi, Mariano, Julián; las divertidas cenas con Trapote y Carmen Rigalt, y poco más. Allí siguen los salteadores de áticos y los sicarios de todas las mafias.
Yo he cambiado la Costa del Sol por mi jardín, esperando que las granadas tengan dientes de sangre.
