Antonio Miguel Carmona, el relevado portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, es el protagonista de las columnas de este 4 de agosto de 2015. Miren que el octavo mes del año es, por antonomasia, el menos fértil en noticias, pero entre convocatorias electorales y los líos internos en el PSOE, la cosa promete y no parece que vayamos a estar exentos de emociones políticas fuertes.
Arrancamos en ABC donde el genial Hermann Tertsch se ocupa de las cosas del PSOE, pero también de lo que sucede en Cataluña con Artur Mas y sus mamarrachadas. Precisamente empieza apaleando a este último y a quien le consiente sus tejemanejes secesionistas:
No seríamos de aquí si la montaña de problemas europeos nos disuadiera de generar otros, si son gratuitos o absurdos mucho mejor. Por eso ayer el máximo representante de una de las mayores regiones españolas reiteró su intención de destruir el Estado y la Nación. Lo lleva anunciando tres años. Otros estados le habrían inhabilitado o encarcelado por un acto continuado obvio de sedición y traición. Aquí, tres años después de anunciar ese golpe de Estado a plazos, al Gobierno de la Nación, máximo responsable de la defensa de la ley y del Estado, solo se le ocurre pedirle al cabecilla del golpe «neutralidad». Estamos buenos.
Y remata con Carmona:
Con España abocada a perder la estabilidad política e institucional y las consiguientes tenebrosas expectativas para nuestra economía y nuestra libertad, qué menos que entretenernos con la suerte de Antonio Miguel Carmona. Entrañable anécdota en un partido enfermo de debilidad y veneno revanchista que se dispone a hacer a España aún más daño del que ya le causó en la década pasada.
Ignacio Camacho dedica toda su columna al exportavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid y lo entronca con lo sucedido hace meses, el 11 de febrero de 2015, con la ocupación del despacho de Tomás Gómez y el cambio de cerradura -Tomás Gómez al borde del llanto: «Intentan manchar mi honorabilidad, nunca fui imputado por el tranvía de Parla«-:
En las pasadas elecciones municipales, el PSOE eligió como su candidata de facto por Madrid a Manuela Carmena. Rendidos de antemano ante unas encuestas desfavorables, los socialistas apostaron por un ticket con Podemos para desalojar al PP del poder: desahuciaron de la campaña a su propio aspirante a la alcaldía capitalina, Antonio Miguel Carmona, y se concentraron en la apuesta autonómica de Ángel Gabilondo, designación personal de Pedro Sánchez tras la expeditiva defenestración de Tomás Gómez.
Añade que:
La estrategia se basaba en la confianza de obtener un quidproquo con la gente de Pablo Iglesias, pero salió mal y tuvieron que entregar la ciudad a cambio de nada, sin poder ser oposición ni gobierno y regalando a su rival en la izquierda un escaparate de primer nivel. El socialismo madrileño es la mayor y más antigua fábrica de querellas internas que existe en la política española; una apoteosis de cainismo que fagocita líderes con la eficacia voraz de una trituradora.
Apunta a que ahora le toca pasar a Carmona por la trituradora:
Ahora le ha tocado a Carmona pasar por la máquina de picar carne, víctima de un fracaso que achaca al fuego amigo. Lo habían dejado en una situación imposible: le prohibieron pactar para ser vicealcalde y no podía desestabilizar a Carmena porque sería casusbelli para un Iglesias al que Sánchez no desea descartar como eventual aliado de su investidura. Esta es la hora en que no se sabe si el partido le considera reo de apoyar demasiado a la alcaldesa o demasiado poco. Da igual: la balanza de poder municipal es un pretexto porque el PSOE no la puede alterar sin desequilibrarse a sí mismo. Lo echan por tomasista tardío en un ajuste interno de cuentas, el enésimo en una federación entregada a la pura pasión fratricida.
Y concluye con unas gotas de humor:
Toda la izquierda social sabía que Carmena y no Carmona era su ariete contra Esperanza Aguirre. Ahora le pasan al efímero portavoz la factura del cerrajero que hubo que llamar para desatrincherar a su amigo Tomás Gómez y abrirle a Podemos la puerta del Palacio de Cibeles. A base de fulanismo irrelevante, los socialistas madrileños acabarán gestionando una ferretería.
Jesús Lillo se centra en la operación socialista en el Ayuntamiento de Madrid:
Los británicos, que son muy mirados, se tiran toda la madrugada para contar papeletas cada vez que hay elecciones. En Ferraz han tardado más de dos meses. Escrutado el cien por cien de los votos al Ayuntamiento de Madrid, el PSOE dio ayer por perdedor a Antonio Miguel Carmona. Ya es oficial. En un alarde reactivo, la dirección del partido decidió quitárselo de en medio nada más completar el recuento. El plan consistía en prejubilarlo como senador, pero lo van a tener de tertuliano. Querían que se echara la siesta en la plaza de la Marina Española y al final les va a quitar el sueño en prime time.
Y apunta que:
Deslomado y obediente, Carmona cumplía órdenes, pero Pedro Sánchez no se conforma con la lealtad. Pinta una raya en la acera y lamina al que se dedica a hacer amigos por libre, como el exportavoz municipal. No es el primero al que fulmina. A Tomás Gómez, del mismo palo, lo liquidó sin necesidad de contar papeletas; unos sondeos le bastaron como excusa, igualmente cuantitativa. El líder del PSOE ignora de forma voluntaria y sesgada el desastroso resultado de su gira de mayo y manipula el resultante. Los electores tienen voz y voto, pero es Sánchez el que finalmente elige a los perdedores, especialidad de la casa.
La Razón lleva un análisis de uno de los mejores conocedores de lo que sucede en el PSOE, Toni Bolaño:
Poco le ha servido a Antonio Miguel Carmona ser dócil ante las decisiones de Pedro Sánchez. Aceptó que le hicieran la lista y el equipo electoral. Tragó con los desplantes con el que salpicaron su carrera electoral tanto Ferraz como la Comisión Gestora presidida por Rafael Simancas. Aceptó dar su apoyo a Manuela Carmena sin entrar en el gobierno municipal y se puso de perfil cuando fue necesario. Aun así, Antonio Miguel Carmona ha sido cesado como portavoz municipal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid.
Apunta que:
Carmona es la última piedra en el camino que le quedaba a Pedro Sánchez para tomar el control del Partido Socialista Madrileño. Todo empezó el 11 de febrero con el cese de Tomás Gómez.
Y añade:
Carmona ha sido cesado por sus malos resultados electorales. Ciertamente tuvo un mal resultado. Pero igual de malo, o de bueno, que los candidatos socialistas en Barcelona, Zaragoza o Valencia, por ejemplo. Los tres siguen en sus puestos y no hay noticias sobre su cese. Tomás Gómez fue cesado por una supuesta implicación en la construcción del Tranvía de Parla. Su enjuiciamiento era inminente, según la oficialidad socialista, pero sigue durmiendo el sueño de los justos. Han pasado siete meses y nada se sabe del caso Parla. Ni del enjuiciamiento de Tomás Gómez.
El Mundo no le da bola a lo de Carmona en las columnas de opinión y se centra más en el decreto de convocatoria electoral de Artur Mas en Cataluña para el próximo 27 de septiembre de 2015. El análisis es de Carlos Cuesta:
Artur Mas impulsa sus plebiscitarias. Navarra queda en manos de una coalición soportada y alentada por Bildu en la que ya controla Pamplona y las actuaciones e información de la Policía Foral. Y el País Vasco asume un reparto de poder entre PNV y Bildu en el que Podemos se sitúa como el arbitro más dañino que nadie hubiese imaginado. Un contexto en el que Interior ha tenido que transformar sus actuaciones policiales nacionales para evitar la pérdida de control a manos de las cada día más politizadas policías autonómicas.
Señala que:
¿Qué pasará si Artur Mas llega hasta el final con su plan? ¿Qué ocurrirá si consigue el respaldo suficiente, por sí mismo o en alianza, e impone un supuesto derecho a la ruptura nacional? Pues que el ejemplo no tardará en ser imitado por Navarra o País Vasco. Lo mismo que ha pasado con las violaciones legales de la Generalitat en materia presupuestaria, educativa, comercial o incluso disciplinaria: que no han tardado en ser imitadas por esos populistas que, como Colau, dan hoy respaldo a los actos independentistas.
Y recuerda que:
En los últimos días hemos visto a Mas alardear de su Hacienda propia. Confirmar la violación de los límites presupuestarios. Y al Gobierno pagar por plazas escolares privadas ante el engaño de la Generalitat sobre la existencia de educación en castellano. Actos tras los cuales, el propio Gobierno ha confirmado que Cataluña será la comunidad más beneficiada con 17.200 millones de euros y un aumento de sus ingresos del 12%, tres puntos superior al incremento medio.
Volveremos estos días al debate sobre la legalidad o no de la convocatoria de unas elecciones que el propio Mas ha anunciado como plebiscitarias. Pero, fuera de tecnicismos, ¿duda realmente alguien del plan destructivo que albergan? ¿Y no es hora ya de empezar a frenar un desafío que pone en peligro el interés general de todos los españoles?