COLUMNAS A LA SOMBRA DE AGOSTO

Carrascal avisa sobre las intenciones de Albert Rivera: «Quiere quedarse con los votos de la derecha para gobernar con la izquierda»

"Ciudadanos no podría manejar los hilos desde la sombra con un Rajoy ganador, pero sí con un Pedro Sánchez segundón"

Carrascal avisa sobre las intenciones de Albert Rivera: "Quiere quedarse con los votos de la derecha para gobernar con la izquierda"
Albert Rivera.

La nueva vuelta de tuerca en Grecia, los posibles pactos postlectorales, la resaca de las vacaciones de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid y el fallecimiento de Lina Morgan son los temas que abundan en las columnas este 21 de agosto de 2015.

Arrancamos con ABC y José María Carrascal que le pide a Mariano Rajoy que espabile en relación a Albert Rivera y Ciudadanos. Para el periodista la estrategia del partido naranja es quedarse con los votos de la derecha para gobernar con la izquierda:

Si un español, o española, de centro derecha cree que votando a Ciudadanos en las próximas elecciones generales va a tener un gobierno PP-C’s sin Rajoy, se va a llevar una desagradable sorpresa. Lo que tendrá será un gobierno PSOE-C’s, en el mejor de los casos, pues un Podemos cabreado en la oposición les arrastrará a la izquierda pura y dura.

Detalla que:

¿En qué me baso para hacer tan atrevida predicción? Pues en la realidad que tenemos delante. Nadie me negará que Ciudadanos ha sido mucho más exigente con el PP que con el PSOE a la hora de prestar apoyo de gobierno en ciudades y comunidades. El mejor ejemplo es el de Madrid-Andalucía. En Madrid, presentaron al PP 70 condiciones para apoyarlo, que Cristina Cifuentes tuvo que cumplir al pie de la letra para ser nombrada presidenta. Mientras en Andalucía no presentaron a Susana Díaz ninguna, siendo allí los casos de corrupción mucho más graves.

Añade que:

Aunque no son esas las preocupaciones de Ciudadanos. Su plan es mucho más sutil: aprovechar el desconcierto que reinará en España tras las próximas elecciones para presentarse como paladín de la regeneración y, desde la sombra, como hizo Pujol con Aznar, manejar los hilos de los que gobiernen. Algo que no podrá hacer con un Rajoy ganador, pero sí con un Pedro Sánchez segundón, al que vendría muy bien para recuperar, siquiera teóricamente, el centro izquierda perdido y alejarse del radicalismo que personifica Pablo Iglesias.

Y sentencia que:

Para resumir: como el cuclillo, que pone sus huevos en el nido de otros para que se los críe, Ciudadanos pretende usar votos de la derecha para gobernar con la izquierda. Me queda sólo una pregunta: ¿de quién es la culpa?

Por su parte, David Gistau critica que Mariano Rajoy se haya liado la manta a la cabeza con el mantra de ‘o el PP o el caos’:

Aquella viñeta de Chumy Chúmez, aparecida en vísperas de la Transición, en la que un orador da un mitin y somete a sus oyentes a una congoja parecida a la que pretende imponer Rajoy: «¡O nosotros, o el caos!». El público responde: «¡El caos, el caos!». Pero el orador lo aplasta con un cinismo final y lampedusiano: «Es igual, también somos nosotros». Brillante todo, hurra por Chumy Chúmez y por quienes con él hicieron ese humor.

Subraya que:

Pero el caso es que de nuevo tenemos al coercitivo orador de Chumy Chúmez encaramado a la tribuna. Auxiliado por profetas del arrepentimiento colectivo tales como Margallo, que ha necesitado agregar el adjetivo «bíblico», como de plagas de insectos y primogénitos muertos, a la puesta en circulación del miedo. Se ve que a Rajoy le estaba quedando tibia la anunciación del apocalipsis, contenido como es él. Moragas debería contratarle gente disfrazada de vampiro para que Rajoy vaya clavándole estacas. Menudo spot, mejor que el del cafelito y nos ha faltado piel.

Dice que no entiende cómo se puede volver a ese reduccionismo de la etapa de la Transición:

El PP, resignado a no convocar a sus votantes con un mínimo proyecto de porvenir o una ilusión cualquiera, sino con el instinto agónico de conservación ante la incertidumbre, intenta resolver su aislamiento, provocado por la renovación del Tinel, estableciendo un nuevo paradigma que sustituya el de izquierda y derecha: defensores del régimen constitucional versus la horda populista de sus enemigos. En la primera categoría, obviamente, sólo está el PP. De ahí la tristeza de ver reducida a tan burda coacción lo que antaño fue la diversidad política española intramuros de las convenciones institucionales del 78. Nada que reprochar respecto a Podemos y toda la calderilla radical que ya anda por ahí ejecutando alegóricamente en juicios populares.

Y exige también una renovación en el PSOE, un líder con más fuste:

Pero el PP juega a olvidar a Ciudadanos. Sobre todo, intenta arrastrar hasta la horda a uno de los partidos fundamentales del 78 y del ingreso en la UE, el PSOE. Para evitar que nos asfixie una simplificación como la de Chumy, España necesitaría un conductor socialdemócrata con más letras que Schz, más imbuido de la visión de su propio partido en los años setenta, más capaz de hacer que se perciba como imposible la trampa electoral de Rajoy. No un mercachifle fáustico con el alma en venta.

Ignacio Camacho hace un retrato fiel de la tristemente desaparecida Lina Morgan:

A Lina Morgan, que creó una especie de correlato femenino del landismo, le faltó un director de cine que supiese encontrar, como hizo Garci con la mirada honda y perruna de Landa o Saura con la afabilidad garbancera de Rafaela Aparicio, el registro dramático de sus ojillos vivarachos para rescatarla del casillero de la menuda comicidad del casticismo. Porque era sin duda una actriz de raza, nacida para el escenario y la candileja, dotada de la capacidad nobilísima de hacer reír a base de reírse de sí misma. No tenía la elegancia anglosajona de las hermanas Gutiérrez Caba ni la versatilidad académica de Elvira Quintillá, pero sí un fabuloso instinto del espectáculo y una honesta voluntad de compromiso con el público, al menos con ese determinado público que sólo pide al teatro que lo rescate por un rato de su prosaica realidad y lo meza durante un par de horas en el balancín mentiroso del chiste y la sonrisa.

Destaca que a Morgan jamás se le subieron los humos ni intentó hacer cosas diferentes cuando empezó a trabajar en serie de televisión:

Dueña de un repertorio más bien unívoco, basado en la mueca burlesca, la broma gruesa y una gestualidad histriónica, Lina supo administrar el capital reputacional más valioso para una actriz: la empatía del pueblo. Nunca intentó, ni le hizo falta, impostar un talento distinto, ni siquiera cuando la televisión le ofreció la posibilidad de reinventarse en personajes de otra dimensión. Sabía sus fortalezas y sus limitaciones y centró en ellas una carrera impecable en la que su ADN teatral brilló también como empresaria.

Y resalta su labor como seria y sacrificada empresaria que no estaba como los perrillos pedigüeños a la dádiva de la subvención apesebrada:

Sin acomodarse en subvenciones ni desparramarse en quejas victimistas, sostuvo durante décadas la sala de La Latina con una industriosa tenacidad competitiva. Creó empleos, pagó nóminas e impuestos, trabajó sin desmayo en construir el tejido de la profesión dramática. Pertenecía a esa clase de gente convencida del valor del esfuerzo y la constancia, de la necesidad de labrarse el presente y el porvenir por sí misma. Tal vez por eso poseía el don de la sintonía popular, ese intangible que trasmitía a los espectadores la sensación familiar de hallarse ante una de los suyos. Quizá mereció la oportunidad de un salto cualitativo que la desencasillara siquiera por una vez del populismo cómico para proyectarla en algún papel de complejidad interpretativa. Como no la tuvo se conformó con no ser más pero tampoco menos que Lina Morgan. La reina castiza.

En La Razón, Pedro Narváez habla sobre la enésima majadería de los separatistas catalanes:

Los independentistas buscan un milagro que les salve de la realidad, que se abran las aguas y caiga sobre España una plaga de langostas cuando el personal se atiborra de langostinos en Cádiz. El grupito Cristianos por la Independencia ataca al octavo mandamiento. No mentirás. En el panfleto que reparten en las parroquias catalanas hay una verdad: que todo es falso.

Apunta que:

Me temo que los que organizan tamaño delirio sólo podrían pasar por el confesionario de Gran Hermano, donde es posible manipular el voto poniéndose a llorar. Se encomiendan a la Virgen de Montserrat y a Sant Jordi como si no tuvieran otra cosa que hacer que escuchar la letanía de unos exaltados. Cuidado con las plegarias atendidas, advertía Santa Teresa. El soberanismo sale en procesión el 11-S con la estampa del anticristo, que es como llamó con sorna Tardá al que sería presidente de la soñada república catalana y ya manipula la religión con el mismo éxtasis que antes la historia o la economía.

Y advierte que, aunque no sea de buen católico, que ya está bien de poner la otra mejilla, que a esta caterva hay que pararle ya los pies como sea:

Estos meapilas del derecho a decidir no respetan el decoro canónico. Como si no tuvieran ya suficientes altavoces se suben al campanario, tan ciegos que manipulan las palabras del Papa. Entre los defensores de la secesión habrá católicos, musulmanes, ateos y cienciólogos, como entre los detractores, pero conviene separar la paja del trigo. Enredar a la Iglesia en sus exorcismos es cruzar el kilómetro cero del infierno en que parece que se han convertido sus mítines en las catequesis. La monja Forcades y sus imitadores vuelven a golpear. Y aunque me riña el párroco, ya está bien de poner la otra mejilla.

Y en El Mundo, Antonio Lucas reduce la dimisión del presidente griego, Alexis Tsipras, a una conjura para acallar la voz del pueblo. Y encima se permite la licencia de decir que ahora toca fumigar a los zánganos de Podemos y otros populistas. ¿Un pañuelo para secarte las secreciones lacrimales, Antonio?

Parece cruelmente lógico que el final de Alexis Tsipras fuese dimitir de esta manera, vencido y con Grecia empujada hasta el infarto económico por una agregación de impericias, estupideces, desafíos, acosos, irresponsabilidad y desconcierto. El mirlo blanco, la esperanza de Syntagma, el último mohicano de una izquierda impetuosa empezó como trombo en la libre circulación de la UE y ha terminado como cadáver de sí mismo. La pingaleta de este hombre dejó de tener un último sentido el día después del referéndum del 5 de julio. Nosotros estuvimos ahí. Andábamos por la isla de Naxos. Aquello era una fiesta. La gente prefería el suicidio al tiro de gracia. Y votó para Tsipras. Votó NO. Y le creyeron. Todos le creyeron menos él, que no se tenía demasiada fe. Un delirio.

Saca la cara por el carota de Varoufakis:

Lo que sucedió después de la victoria por mayoría de la sociedad griega fue la segunda parte del infierno. Más presión. Más miedo. Más rescate. Menos futuro. Contra el dinero nunca se gana. Tsipras perdió por los griegos lo que los griegos no le autorizaron: la dignidad. Confundió la utopía (que suele ser realizable) con una quimera (que suele ser algo idiota). Eso alegró la vida de la competencia. La troika, el BCE, el FMI, los acreedores. A Grecia tampoco se le ha perdonado un gobierno de izquierdas con mucho tirón en la calle y demasiada atención en Europa. Había que tunelar Syriza. Volverlos del revés. Quitarse de encima a Varoufakis, el más espectacular de aquel Gobierno. El más valiente. Todo ha sido una exquisita demolición controlada. En los países civilizados el dinero compra y deshace una democracia igual que en el Tercer Mundo le da cuerda a un dictador.

Y lo reduce todo a una presión desde Bruselas porque, claro está, para Lucas no tiene Tsipras responsabilidad alguna en haber vendido humo a sus correligionarios:

Grecia decidió perder a conciencia y ha terminado perdiendo a traición. Europa advierte que esto de la UE tiene una trayectoria fija y aquí no valen políticas complementarias. Tal es su fuerza que a un tipo con modales de esperanza le hicieron dar vueltas hasta travestirse de estafa. Entre unos y otros, a los griegos les han negado hasta la desobediencia. El final de Tsipras es el Fin de partida de Samuel Beckett. Todos despedazados. El próximo candidato al crematorio político es Pablo Iglesias y Podemos. Al liberalismo siempre le ha interesado la escena de la horda. La imagen revanchista del pueblo que no sabe pedir lo suyo (Umbral). Eliminada la reina madre, los zánganos son la plaga a fumigar. Ya no hay que disimular. El bipartidismo va chipén. Lo que importa es la amenaza y no el letrero. El coloso Tsipras se convirtió en pitufo, acosado desde Bruselas y perdido desde sí mismo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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