LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

¿Por qué no hay campaña en Change.org para pedir el cese del antisemita Zapata?

Alfonso Rojo, en La Razón, pone de relieve el doble rasero de ciertos internautas ávidos para pedir la decapitación laboral de Mariló y calladitos ante las atrocidades podemitas

¿Por qué no hay campaña en Change.org para pedir el cese del antisemita Zapata?
Guillermo Zapata anunciando su dimisión. 15-06-2015

A una semana para que concurran los catalanes a las urnas, el 27 de septiembre de 2015, las columnas siguen hablando este 20 de septiembre de 2015 de Cataluña como cuestión principal, aunque es verdad que ya muchos redundan en los mismos tópicos y lugares comunes.

Por esta razón, y para desengrasarles, queridos lectores, de tanto separatismo, vamos a arrancar con una columna, la de Alfonso Rojo, director de Periodista Digital en La Razón, que se fija en ese peculiar criterio que tienen determinados internautas a la hora de elegir sus causas y peticiones en esa plataforma-contenedor-vertedero que es Change.org. Piden a gritos que echen a Mariló Montero por no ir a favor de los críticos del Toro de la Vega y, en cambio, no existen peticiones para que cesen a Zapata por sus tuits xenófobos o a Pablo Iglesias cuando llamó «tonto y subnormal» al socialista Antonio Miguel Carmona.

Así arranca el artículo:

Es de coña. No voy a apuntarme a la teoría de que aquí no cabe un tonto más, pero lo de este país es para hacérselo mirar. Sin duda los periodistas tenemos una enorme responsabilidad, pero cuesta encontrar un lugar tan inasequible al razonamiento y donde el doble rasero se aplique de forma tan metódica y generalizada. No se si han reparado en la campaña que han montado exigiendo que Mariló Montero sea expulsada de TVE, al calor de la polémica sobre el Toro de la Vega. Mariló no ha dicho que le guste el aquelarre de Tordesillas. Se ha limitado a no subirse al «4×4» de los «zelotes»,que convirtieron el alanceamiento del animal en algo más trascendente que la tragedia de los refugiados sirios y a comentar jocosa que mucho llorar por el astado y ni una lágrima por el enclaustrado cerdo o la torturada gallina.

Aclara Rojo que:

Pues hay circulando por Change.org cinco peticiones para que la decapiten y en alguna han firmado ya 22.000 forofos, más de los que han rubricado debajo de la solicitud de liberar al opositor venezolano Leopoldo López o de declarar «persona non grata» a la juez que lo sentenció a 14 años de prisión. Habrá quien diga que las crucifixiones online son el daño colateral que apareja ser famoso o conocido. Puede que si, pero he buscado algo similar aplicado al podemita Zapata, a la independentista Karmele o cualquiera de los progres de nuestro firmamento televisivo, y no he encontrado nada.

Detalla que:

Se le ocurre decir al presidente de RTVE que vota al PP y lo crujen. Sale Xabier Fortes en pantalla, informando del conflicto de los lecheros horas después de haber arengado a los manifestantes y no respira nadie contra el férreo vicesecretario del Consejo de Informativos. Solté hace año y medio, en el calor de uno de esos trucados debates televisivos sabatinos, que Ada Colau parecía un poco «gordita» para el hambre que según ella se pasa en España y recogieron en una semana casi 300.000 firmas para que me electrocutaran, casi el doble de las que recolectó la web «We the People» de la Casa Blanca, para enviar de vuelta a Canadá a Justin Bieber después de que el cantante atacara a la Policía y tirara huevos contra sus vecinos. Y 300.000 más de las que reunieron para censurar que Pablo Iglesias llamara «subnormal» al socialista Carmona. Visto el panorama, lo único que se puede hacer es lo que hace la bella Mariló: ponerse a los facinerosos por montera.

Pasando a César Vidal, vuelve un domingo más a plantear en su columna qué es lo que sucedería con una Cataluña separada de España. Asegura, sin ningún género de dudas, que acabaría envidiando a la mismísima Grecia, así que hagan cuentas del precio que tendrían que pagar los catalanes por la disparatada locura de Artur Mas.

Expone Vidal que:

En mis dos últimos artículos he indicado algunas de las pésimas consecuencias que la secesión de Cataluña tendría como el desplome del comercio catalán, la salida de la eurozona, un reparto de la deuda que derivaría en bancarrota y la catástrofe para las balanzas fiscal, comercial y de ahorro e inversión. No terminaría ahí todo. Cataluña estaría aislada no sólo ante el mundo sino ante una España que podría verse beneficiada por su salida. Es cierto que, de entrada, España perdería algo más del 15 por ciento de su producción, pero todo se vería más que compensado por la reducción de su déficit comercial a la mitad al irse Cataluña; por una reducción espectacular de su gasto público ya que Cataluña acumula más del treinta y tres por ciento de la deuda de las 17 CCAA; por el traslado de entidades como el Banco de Sabadell y, previsiblemente, la Caixa a otra región de España y por el ahorro que significaría no tener que atender a pensionistas y parados de Cataluña.

Detalla que es España la que ha estado financiando el derroche de estos protoseparatistas:

A decir verdad, para el resto de España que lleva financiando -especialmente desde hace dos años- la deuda astronómica de Cataluña a costa de otras CCAA, la secesión significaría deshacerse de un pesadísimo fardo a la vez que absorber los mejores recursos huidos de la hasta entonces región española. Por una paradoja -quizá más que justa- de la Historia, el nacionalismo catalán conseguiría de un solo golpe arruinar y aislar a Cataluña por décadas a la vez que provocaría un despegue colosal de la España a la que odia bien es verdad que no por sus méritos reales sino simplemente porque le quitaría de encima una asfixiante losa económica. De nuevo, los ejemplos de otras naciones cercanas que han sufrido procesos de secesión así lo apuntan. A todo lo anterior, se uniría un deplorable colofón.

Concluye de forma contundente:

Cataluña por si misma -seamos sinceros- no es absolutamente nada en este mundo. A pesar del gasto de sus embajadas costeadas por todos los españoles, no presenta interés alguno para nadie y es lógico que así resulte. Tanto las cancillerías como los inversores sólo experimentan alguna atracción hacia Cataluña en la medida en que forma parte de España y ésta se encuentra integrada en la Unión Europea. Para colmo de males, su lengua -a diferencia del español que hablan centenares de millones- es minoritaria y sin repercusión universal como saben los catalanes que se mueven por el mundo. Si Cataluña se separase… acabaría envidiando a Grecia.

En ABC, Juan Pablo Colmenarejo habla sobre Cataluña y la necesidad de esperar a que no haya una mayoría de parlamentarios secesionistas después del 27-S:

Aunque la legalidad vigente enmarca la celebración el próximo domingo de unas elecciones autonómicas no es así, debido a una derrota más de la razón a manos del sentimiento en el campo de batalla de las palabras en Cataluña. No ha habido manera de evitarlo porque la iniciativa siempre ha estado del lado de quienes han enfilado el camino hacia un precipicio con los ojos y los oídos tapados. Frente a los que optan por apelar al instinto, casi nada se puede hacer, salvo aportar un relato de los hechos veraz, bien dotado de certezas y con muchos números. Pero está dando igual, porque 35 años después de comenzar el mayor nivel de autogobierno de la historia de España, con pocas comparaciones en el mundo democrático, seguimos con el mismo problema sentimental, aumentado con perversidad a raíz de la crisis económica y financiera iniciada en 2008. El tiempo ha demostrado que los autores del robo eran otros, y no España.

Apunta que, tras tantos años de propaganda independentista, explicarle a los catalanes que pasará justo lo contrario no se consigue en dos días, pero sí que hay que insistir en los mensajes de alerta:

Más de tres décadas de educación, televisión y radio en manos del nacionalismo excluyente y separador no se frenan con una oleada de explicaciones rigurosas sobre las consecuencias de romper con el resto de España y, por extensión, también con el euro. Ningún comunicado de alerta sobra. Por supuesto que el momento escogido por la banca es el adecuado, pero siempre y cuando aceptemos todos que nos estamos jugando la partida del domingo al sí o al no. En Escocia funcionó, pero sin la educación y los medios de comunicación de una autonomía empujando desde hace décadas en el sentido buscado por los promotores del disparate, y a cambio de iniciar un proceso descentralizador similar al de España pero tres décadas después. A pesar de todo, los independentistas no consiguen sumar ni la mitad de los votos, tal y como se ve en la encuesta de hoy en ABC.

Y remata que:

La única esperanza de mantenernos todavía en el «conllevar» orteguiano, al menos durante un poco más de tiempo, es que no haya una mayoría absoluta de parlamentarios partidarios del suicidio llamado independencia. Desde el primer día de campaña han optado por sumar escaños y no votos, porque la cuenta no sale debido al aumento de participación detectado, reflejado también en la encuesta de este domingo. Pese a ello, el drama montado por Mas, uno de los peores dirigentes políticos de la historia de España, deja una herida dentro y fuera de Cataluña que no se merece nadie.

Ignacio Camacho también pone el foco en Cataluña y sugiere que esta autonomía puede sufrir una gran catástrofe casi de dimensiones bíblicas si se empeña en seguir creyéndose la milonga del separatismo:

Todo el mundo tiene derecho a creerse una milonga, un bulo o una superchería. Lo malo es que las grandes catástrofes históricas suceden cuando los pueblos, o una parte significativa de ellos, se entregan sin espíritu crítico a patrañas demagógicas, leyendas emotivas o supersticiones sentimentales agitadas por tribunos oportunistas o dirigentes iluminados. Entonces surge el gran conflicto democrático que ya vislumbró Aristóteles y que consiste en una ofuscación colectiva o mayoritaria con consecuencias por lo general dramáticas.

Subraya que:

El mito independentista se ha abierto paso en Cataluña con tintes de obcecación irreparable. Una larga y eficaz labor de manipulación nacionalista, sobre todo en los planos de la educación y la propaganda, ha conseguido imponer el marco mental de la secesión como panacea de todos los problemas, dirigiendo a la sociedad catalana hacia una ruptura de sus propias bases comunitarias. Sin duda ese pensamiento mágico ha triunfado en buena medida ante el absentismo de los poderes del Estado que han permitido la destrucción del discurso nacional desde las propias instituciones autonómicas, pero esta responsabilidad palmaria no exime a cada ciudadano de la suya; creer o no creer es una decisión voluntaria y el ejercicio de la ciudadanía libre exige un compromiso individual de contraste crítico. El modo en que tantos catalanes asumen sin atisbo de duda las simplonas consignas soberanistas constituye un proceso de sumisión intelectual asombroso en una comunidad desarrollada y culta.

El ejemplo más claro de esta renuncia a la razón lo representa la impermeabilidad del discurso separatista frente a las advertencias incluso por escrito de los efectos de la separación unilateral, repetidas por dirigentes internacionales, líderes de opinión, empresarios de fuste y hasta una banca que ha anunciado su inmediata deslocalización con la consiguiente desprotección de las garantías de depósitos. No se lo creen. El misticismo secesionista ha alcanzado un paroxismo exaltado y autocomplaciente que se manifiesta en una obtusa negación de la evidencia. Estamos ante un fenómeno de masiva autosugestión que tal vez suponga el mayor fracaso pedagógico de esta democracia.

Y advierte que, independientemente del mensaje hechizador de Mas, los catalanes son mayorcitos de edad para no dejarse embaucar:

Así las cosas, el resultado de las elecciones del domingo apunta a una eclosión del soberanismo bajo el hechizo de un sortilegio de psicología social. Pero ese éxito propagandístico de arrastre no exime a los catalanes de sus propias responsabilidades históricas a la hora de escoger sus opciones de futuro. Por muy embaucador y falaz que sea el proyecto visionario planteado por la clase dirigente, es a los ciudadanos maduros a quienes corresponde desenmascararlo con su rechazo. El mercado electoral ofrece alternativas variadas y suficientes para no comprar una mercancía adulterada y fantasmagórica. Pero lo que las urnas no tienen es libro de reclamaciones.

Finalmente, en El Mundo, su director, David Jiménez, se explaya en su filípica dominical sobre el nuevo cambio de diseño del diario y la aparición del suplemento Papel:

Cómo estarán las cosas para la prensa que ni siquiera Superman pudo salvar su empleo como reportero del Daily Planet. «Los tiempos están cambiando y el periódico impreso muriendo», le dice su jefe en un pasaje del cómic. Pero Clark Kent no cree que el problema esté en el canal de distribución de la información, sino en la información misma. «Los hechos han sido reemplazados por las opiniones; las informaciones, por la diversión, y los reporteros, convertidos en taquígrafos», asegura en su alegato de despedida a la redacción.

Superman se marcha a escribir un blog.

Apunta que:

No le falta razón al (ex) reportero del Planet: lo importante no es cuándo, cómo o dónde el lector encuentra nuestro periodismo, si lo hace a través del móvil, en una tableta o comprando la versión impresa en el kiosco del barrio, sino que éste sea relevante, contrastado y veraz. La manipulación, el sectarismo y la docilidad con el poder son para un periódico como la kriptonita para el superhéroe: nos debilita, poniéndonos de rodillas frente a quienes más interés tienen en ocultar la verdad.
Por eso no nos hemos limitado a rediseñar el periódico del domingo que hoy ponemos en sus manos, con esa nueva portada tamaño sábana convertida en nuestro escaparate informativo. No nos hemos conformado con añadir secciones y suplementos. Tampoco con sumar a nuestra oferta la revista PAPEL, que se estrena con exclusiva. Nos hemos empeñado, además, en mejorar el contenido de cada sección reforzando nuestro equipo de investigación, para seguir denunciando los abusos y la corrupción, potenciando el de datos, para ganar en rigor, y creado un equipo de grandes reporteros, para llevarles los mejores relatos.

Habla sobre lo que los lectores van a encontrarse en sus páginas:

En el momento de mayor oferta informativa de la historia, con miles de periódicos y webs compitiendo por su atención, nuestra apuesta es darles un periódico mejor. Con periodistas decididos a entrar donde no son bienvenidos (el suplemento CRÓNICA publica un relato desde la hermética Corea del Norte); abriendo nuestras páginas a Conversaciones Imposibles (hoy entre un verdugo y una víctima de ETA); reuniendo en nuestras páginas a los líderes de opinión (en MERCADOS encontrará al ministro De Guindos y a su rival socialista hablando de lo que interesa a su bolsillo); proponiéndoles una vida mejor (nace nuestro suplemento de bienestar ZEN); compartiendo la opinión de nuestros grandes columnistas e intelectuales (Arcadi Espada arranca el próximo domingo sus Cartas a K); y publicando aquellas historias que otros prefieren dejar en cajones olvidados.

Asegura que el producto es nuevo en el diseño, pero con el mismo espíritu de siempre:

Es un nuevo periódico EL MUNDO y, a la vez, EL MUNDO de siempre.
Desde nuestra fundación hemos sido un medio de principios, no de partidos políticos. Tolerante con las ideas de los demás e insobornables en la argumentación de las nuestras. Dispuesto a pagar el precio de ir contracorriente. Defendemos el libre mercado, con reglas de juego justas que no beneficien a los ventajistas; la democracia interna de los partidos, como motor de su limpieza; el modelo constitucional, en contra de quienes lo quieren desmontar; la unidad de España, frente a separatismos egoístas; la independencia judicial, que tantos buscan deteriorar; y los grandes pactos de Estado en educación, integridad territorial o política exterior, con independencia de quién gobierne. Incansables a la hora de exigir la regeneración de nuestra democracia y en la denuncia de la corrupción.

Y termina asegurando que:

En un momento en el que el país está tan polarizado, donde todo el mundo exige el atrincheramiento partidista, cuando no secundar es siempre visto como ir en contra, la independencia periodística es la opción más arriesgada. Es y siempre será la nuestra. Exige hacer lo contrario de lo que Clark Kent-Superman denunciaba en su despedida del Daily Planet: diferenciar opinión de información, no dejar que lo divertido suplante a lo relevante, dar a nuestros periodistas libertad para que no se conviertan en meros taquígrafos del poder y alejarte de la kriptonita como de la peste. Ese es nuestro compromiso y para mantenerlo, hoy más que nunca necesitamos tenerles a ustedes, los lectores, de nuestro lado.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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