La enésima ocurrencia de los separatistas y protoseparatistas catalanes vuelve a traer al primer plano de la actualidad opinativa a Cataluña en las tribunas de opinión de este 2 de octubre de 2015. Ahora resulta que los mismos que querían enterrar a Artur Mas no solamente se están replanteando esa decisión, sino que lo contemplan como uno de los cuatro presidentes que podría tener la autonomía en esta nueva legislatura.
Es de chiste, aunque quien mejor lo cuenta es todo un experto en la pasión de catalanes, Carlos Herrera, que en ABC se mofa de esta chorrada más propia de una comuna que de una institución a la que se le presupone cierta seriedad:
¿Cómo no se nos había ocurrido antes? El conflicto para designar presidente de la Generalidad de Cataluña se soluciona -tal y como ha propuesto la número dos de la CUP- con una presidencia coral. Vamos, que no haya un solo presidente, que haya cuatro. Déjenme respirar hondo antes de soltar la carcajada.
Convendría, en primer lugar, que las fuerzas insurgentes nacidas entre el Besós y el Llobregat se pusieran de acuerdo. Han malgastado saliva durante un puñado de días asegurando que bajo ningún concepto apoyarían una investidura de Artur Mas, y ayer, a una hora poco sospechosa de intoxicaciones etílicas, aseguraron que no quieren enterrar el futuro de nadie y que en ese triplete o escuadrón de presidentes podría estar el reyezuelo del «tres per cent». En el caso de no llegar desmentido posterior, habrá que convenir que poco les ha durado la firmeza. Y aún bien de aclarar ese pequeño detalle acerca del futuro del rey Artur, tampoco estaría de más que desarrollasen la idea de la coralidad presidencial. Cuatro presidentes no es una coral, es un orfeón, una tuna o, mejor, una comuna. Sólo falta añadir que esa especie de Soviet Supremo debería ser, por demás, rotatorio, es decir, cuatro presidentes cada seis meses y vuelta a empezar. Y así hay más riqueza de matices.
Apunta que:
Creíamos que la política catalana ya no podía regalarnos más momentos de hilarante surrealismo: cuán equivocados estábamos. La cruel y terminal enfermedad de corrección política que vive esa comunidad hace que cada día sea mejor que el anterior y que cada ocurrencia supere la barbaridad de ayer. Después de soltar con toda solemnidad esa gilipollez vendrá un día posterior en el que cualquier otro turista disponga una tontería desmenuzada en el plato lista para saborear. Nuestros amigos catalanes tienen mucha razón para lamentarse de su destino reciente, pero habrán de convenir que de su propio seno salen los votos que confían en personajes como los mentados, que no solo quieren nacionalizar, independizarse, prohibir y someter cualquier tipo de idea liberal, sino que también pretenden instaurar una santísima trinidad o un cuarteto de gloria para administrar las cosas públicas. Como Podgorni, Breznev y Kosiguin en sus buenos tiempos, que llevaban al unísono la gestión de aquel fracaso que tanto gusta a estos muchachos. Es verdad que luego quedó solo Breznev y que la felicidad del trío duró poco, pero ahí está para la historia por si quieren hacer alguna analogía.
Y remacha que:
Lo que les falta a los del nordeste español es que los gobiernen cuatro en vez de uno. Definitivamente, la política catalana ha perdido la cabeza. Y, en el caso de estos muchachos, hasta la sandalia.
Hermann Tertsch se refiere a la imputación de Guillermo Zapata, el concejal podemita de Madrid al que la Justicia no le evita de tener que declarar, por más que le pese a ‘Pantene’ Pedraz:
La Audiencia Nacional considera que «la declaración del imputado en un caso como este se convierte en una diligencia necesaria puesto que los mensajes considerados de forma objetiva y sin analizar el ánimo del sujeto revisten la naturaleza del delito». Pues sí, Guillermo Zapata, resulta que no todos los jueces creen como Santiago Pedraz, ese ángel de los manifestantes y okupas, que sus comentarios bárbaros de inaudita ofensa sean meras bromas de un chico progresista y como tal intrínsecamente bueno. Hay que ser muy mala gente, muy gentuza, para hacer circular esos chistes.
Pero bien está que ahora unos jueces menos aquejados de empatía incontrolable constaten que esas frases, esos mensajes son delito. Son delito y son ofensas de odio con carga política, siempre dirigidas contra adversarios políticos de ese imaginario enfermo del sectarismo izquierdista radical, siempre antisemita, siempre dispuesto a despreciar a las víctimas del terrorismo. Que por algo los terroristas de ETA y Grapo siempre han sido también de los suyos, camaradas.
Detalla que:
Por algo esos terroristas han tenido guaridas en la Venezuela de los chicos de Podemos y en la Cuba en la que Zapata aprendía a preñar de ideología los guiones de las series españolas. Por algo han compartido países de financiación y entrenamiento los comunistas, los antisistema y los terroristas. Ahí están los alcaldes gallegos de las «mareas» celebrando al embajador de Venezuela como hermano progresista. Ahí tienen a los extremistas de la CUP en Cataluña con sus camisetas estampadas con las caras de los diversos asesinos que idolatran, desde el Che y Castro y Chávez a los etarras y terroristas de Terra Lliure. Siempre ese lazo fraternal de los extremistas de izquierda españoles con los asesinos de medio mundo.
Y profundiza sobre lo que son las CUP:
También dirigentes de CUP recibieron clases, dinero y quizás instrucciones en esa Venezuela hoy hundida en una pesadilla en la que la población pasa hambre y constante miedo a la muerte. Ahora serán quienes otorguen de nuevo a Artur Mas la presidencia de la Generalidad que jamás le iban a dar por corrupto. Se la darán para mantener la intensidad de agresión al orden constitucional a pesar de su derrota del pasado domingo. Pronto naufraga ese buenrollismo hacia la ultraizquierda separatista alimentado por el periodismo vulgar, ignorante y adoctrinado que jalea siempre la agresión izquierdista contra el sistema democrático. Ahí se reúne toda esa subcultura de la transgresión ignorante y resentida. Que facilita motivos para la maldad hasta a quienes son resentidos por puro privilegio y capricho, como los niñatos de clase media alta de extrarradio que forman el núcleo duro de la banda totalitaria que gobierna Madrid y otras ciudades de España. Que las gobierna por cierto por culpa y responsabilidad exclusiva de Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE. Los socialistas, siempre necesarios para los mayores desafueros. A la CUP le entregó Sánchez Badalona.
Concluye que:
En Madrid tenemos al ayuntamiento que ya es símbolo de la agresión a las libertades y al sentido común que supone la llegada al poder, aupados por los socialistas, de estos grupos extremistas. Aún se reprimen por órdenes superiores. Para no asustar a la ciudadanía ante las elecciones generales. Pero ya van enseñando la patita. Y a partir de enero el odio a todo lo que no sea la mugre ideológica suya generará un acoso permanente a los madrileños. Han empezado su «revolución cultural» en el acoso a las terrazas en barrios altos de Madrid. Mientras fomentan la delincuencia que es la práctica okupa, un arma de terror en su querida Venezuela. Después de las terrazas serán otros los objetivos. Para imponernos su mezquina forma de ver y vivir las cosas. Para acercarnos a sus siniestras patrias ideológicas.
David Gistau comenta el fichaje de la militar, mejor dicho exiliar, Zaida Cantera por el PSOE. Valora que Pedro Sánchez ahora ya no quiera cargarse el Ejército, aunque pone sus reparos por si acaso se trata del típico señuelo electoral:
Acorte con la voluntad de rehacer la historia que le fue impuesta por Zapatero, el PSOE acaba de detectar en el Ejército un oscuro ámbito sociológico que no habría evolucionado desde el franquismo y que requiere la intervención de un exorcista de la fe socialdemócrata. Proponerse sanar el Ejército, incluso de una enfermedad imaginaria, siempre sería mejor que abolirlo, como pretendía Schz según uno de sus primeros repentismos inspirado por el espíritu de concordia universal de los certámenes de reinas de la belleza. Algo hemos ganado.
Critica la pervivencia de determinados clichés:
Pero no deja de ser frustrante que en la socialdemocracia venidera se perpetúe el cliché del militar con fino bigote como trazado con un carboncillo que se resiste a perder lo que ganó en el frente del Ebro y por eso urde conspiraciones golpistas mientras palmea el trasero de toda mujer desvalida que pase por allí. Esta parodia burda la ha sugerido la autoproclamada candidata a ministra de Defensa en el gabinete de Pdr Schz, Zaida Cantera, al estrenarse en la vida pública con el diagnóstico de que el Ejército no ha cambiado nada desde antes de la Transición. Vamos, que, en nuestra consolidada democracia europea, el Ejército sería como una de esas tribus amazónicas avistadas de vez en cuando desde una avioneta que viven tan profundamente perdidas en la selva que ningún ritmo evolutivo las involucra.
Asegura que el PSOE ha ido a fichar a Zaida pensando en términos de oportunidad:
En términos electorales, la operación Zaida Cantera se comprende. El PSOE siempre intentó tener reflejos para apropiarse de aquellas personas que le permitieran identificarse con causas sociales consideradas de forma unánime como positivas. Candidaturas/coartada que, por añadidura, retrataban al PP como un partido reaccionario, refractario a esas causas. Esto no quiere decir que el PP no haya entrado a veces en esa competición: lo hizo con el ya fallecido profesor Neira. Hasta aquí, todo es rutina política, hallazgo de señuelos electorales. Y no es menos cierto que la comandante Cantera sufrió un problema en el que no fue debidamente auxiliada y que le costó la carrera militar.
Subraya que quien crea que aún en los cuarteles se respira franquismo va bien aviado:
El problema es cuando se hace necesario elevar la particularidad a categoría para dotar a la nueva estrella socialista de una vindicación propia que la justifique. ¡Un Ejército todavía sin «desfranquizar»!, he ahí la gran tarea. Un Ejército comparable al de la Operación Galaxia, al del 23-F, a todo el casticismo levantisco que en los turbulentos primeros días de la democracia incipiente aún metía en el Parlamento caballos como el de Pavía y que en realidad ya sólo es un rastro de balazos por el que levantar la cabeza durante las visitas al Hemiciclo. No hace falta improvisar rapsodias castrenses. Basta recordar a Schz que esa intervención para acompasar el Ejército con la evolución democrática ya la hizo su propio partido, durante el felipismo, y poco después del 23-F, cuando aún había silencios espesos si un presidente socialista visitaba cuarteles como el de la Brunete. Como en tantas otras cosas, llegan ustedes tarde: está hecho.