Un filón. Eso es lo que representa Manuela Carmena para el periodismo y, especialmente, para los articulistas. La alcaldesa de Madrid está dando grandes alegrías porque con ella, lejos de acabarse el hilo de la cometa opinativa, proporciona material sobrado para poder hablar largo y tendido sobre sus ocurrencias. La última. la de que los universitarios barran las calles de la capital. Haciendo el chiste fácil, nuestros jóvenes podrán vivir o sufrir en carne propia lo que es un trabajo basura.
Arrancamos con Jaime González, jefe de opinión de ABC, que hace un perfil completo de las ideas que a la primera edil de Madrid se le han venido a la cabeza y a la boca en estos casi cuatro meses de mandato:
He buceado hasta el fondo del pensamiento freudiano para desentrañar la enigmática obsesión por la limpieza de Manuela Carmena, acaso la más grande repartidora de cepillos de la historia moderna. Primero le pasó la mopa a las cooperativas de madres, a quienes puso en formación para -en bata y con gorrito- encargarles la faena de dejar los colegios públicos de Madrid como los chorros del oro. Ahora quiere poner a barrer a los universitarios, no me pregunten por qué.
Apunta que:
En ambos casos, Carmena se ampara en que limpiar es una actividad pedagógica que otorga «valor social añadido». Pudiera ser, pero me asalta una duda: ¿por qué las cooperativas de madres y los universitarios? ¿Qué extraña fijación ha llevado a la alcaldesa de Madrid a inclinarse por ambos colectivos en detrimento de otros grupos sociales? ¿Por qué no -por poner dos ejemplos y sin ánimo de señalar- los miembros de la Sociedad Cooperativa Madrileña de Embalajes y Palets o los estudiantes de FP? He devorado las «Obsesiones y fobias» de Freud tratando de desvelar el misterio, pero no hay respuesta en el libro. Manuela Carmena me recuerda a la mamá de Don Limpio, con la diferencia de que la venerable mujer del anuncio predica con el ejemplo y la alcaldesa siempre descarga la tarea de pasar el paño sobre los hombros de otros.
Concluye:
Como limpiar otorga «valor social añadido» y es una «actividad pedagógica», los concejales de Ahora Madrid bien podrían predicar con el ejemplo. Sería una hermosa manera de recuperar los viejos valores que entraron en barrena cuando la Formación del Espíritu Nacional dejó de impartirse en las escuelas: orden, limpieza, urbanidad…, santo y seña de una época denostada por estos radicales de izquierda que -lo que son las cosas- han redescubierto la escoba.
Carmena quiere que las madres y los universitarios limpien los colegios y las calles para descubrirse a sí mismos, para sentirse útiles sirviendo al interés general. En tanto va perfilando la idea, no estaría de más que fuera quitando el polvo, porque ya han pasado cien días y -a este paso- Madrid no remonta ni con Fairy.
Luis Ventoso habla del populismo instalado en muchas de las alcaldías de España, de su nula gestión adornada con mucha palabrería, aunque también le mete un zasca a la presidenta de la Comunidad de Madrid por responder con vaguedades ante determinadas cuestiones:
El populismo de los nuevos políticos frescos -de frescura- no es patrimonio exclusivo de la izquierda. Esta semana Cristina Cifuentes fue entrevistada en el programa de Carlos Herrera, donde puso en valor que va a bajar un punto el IRPF y ampliar las desgravaciones en el impuesto de donaciones y sucesiones. Entre quienes participaban en el espacio estaba Yolanda Gómez, subdirectora de ABC. Como es una periodista de formación económica le planteó a la presidenta la pregunta que justo en ese momento flotaba por mi cabeza: muy bien, estupendas rebajas, ¿pero de dónde se va a sacar el dinero?, ¿a qué se va a renunciar para pagar eso? Desarmada por la cuestión, la señora Cifuentes, una persona grata y sonriente, que es moderna y hasta luce tatuajes, respondió con un aturullado viaje por los cerros de Úbeda que confieso que me sumió en una cierta vergüenza ajena. Luego continuó hablando y dejó algunas frases agradables en favor de la justicia social. Sin duda eran hermosos eslóganes, que en abstracto todos compartimos y que le he escuchado esta semana con idéntica formulación al mismísimo Jeremy Corbyn.
Subraya que:
Cuento lo anterior como un ejemplo de que vivimos en la era de la política-cliché, donde se enuncian eslóganes sin comprobar si aguantan la lógica del euro. Paladín estelar de la frase hueca es el señor Sánchez, que aspira a la presidencia del Gobierno sin una sola aportación sobre cómo piensa mejorar la economía (y puede llegar a La Moncloa, por cortesía de Iglesias, o de Ciudadanos -el partido «3 en Uno» para todas las bisagras-; y por la bochornosa carga de corrupción y el chato vuelo discursivo del PP, sin fe pública en su propio ideario).
Y remata que:
Pero el cénit del gran vacío son los nuevos gobiernos municipales populistas, que gobiernan con altiva mirada sectaria sin haber ganado siquiera las elecciones. Llegados a los cien días, su balance es fácil de sintetizar: nada de nada. Gas. No hay una sola medida en positivo destinada a mejorar la vida de los vecinos y el fomento de la actividad económica. Para camuflar su inacción en la gestión real recurren una y otra vez a la cosmética del gran «no». NO al «callejero franquista», con juicios sumarísimos a talentos tan incontestables como Cunqueiro y Pemán. NO a las corridas de toros. NO a las terrazas de copas de ambiente pijillo. NO a que el pabellón de deportes de Zaragoza se llame «Príncipe Felipe». NO a que a las participantes en una carrera de mujeres contra el cáncer reciban una camiseta rosa que donaba Inditex (ocurrió en La Coruña, con una energúmena que es concejala de Igualdad). Una exasperante y estéril intromisión pública en las libertades privadas.
A mí que mi nuevo alcalde coruñés lleve la camisa por fuera y luzca un esmerado desaliño no me arregla nada. Ni a los madrileños que Carmena ande en bici, en Metro o a la pata coja. O a los barceloneses que Ada Colau haya cambiado el A6 de Trías por un Seat monovolumen. Eso son fruslerías. El asunto va de otra cosa: ¿Estás mejorando la ciudad? ¿Es más grata y competitiva? ¿Habrá más empleo gracias a tus gestiones? ¿Están los vecinos mejor atendidos? Y de eso, por ahora, cero patatero. Hablar era gratis. Hacer…
Ignacio Ruiz Quintano habla sobre los gobiernos instalados en las dos grandes ciudades españolas, Madrid y Barcelona:
Frente al suarismo coral que Albert Rivera quiere prolongar en Madrid, el pujolismo coral que Ana Gabriel (nada que ver ni con la Diva de América ni con el Divo de Juárez) quiere afianzar en Barcelona. Pero a los tertulianos, que son a la partidocracia en la capital lo que las peñas y charangas a la tauromaquia en los pueblos, les hace más gracia lo de Gabriel.
Rivera promete el «trilingüismo», con lo que su suarismo coral sería como aquel Congreso Internacional de Medicina que vio Pemán en Madrid, donde a los postres del banquete, médicos de muchas naciones (al menos diecisiete tendrá la España federal) cantaron, en inglés, francés y alemán, el «Coro de doctores» de «El rey que rabió». ¿Y Gabriel? ¿Qué promete Gabriel? Pues, sin salir de Pemán, una sardana (baile de cuerpo de ejército, disciplinado y rítmico), el baile de Cataluña independiente, frente, por ejemplo, a la bulería (baile individualista y libre, sin ley ni regla), el baile de cada andaluz autónomo.
Y cuestiona lo siguiente:
¿Son estas formas corales de gobierno en Madrid y Barcelona la nueva forma de colectividad anunciada por Steiner hace la porra de años?
Para Steiner, la imagen de la nueva colectividad es el coro antiguo. Costó Dios y ayuda (¡milenios!) librarse de la oralidad del coro para que destacara una voz: ¡el individuo! Y aquí estamos otra vez, en la oralidad colectiva de la Red, algo ultramoderno y arcaico al mismo tiempo.
-Imaginemos que se calculan en doce o quince las personas que rodeaban a Cristo en el Gólgota. En el estreno de «Hamlet» no había más que mil cien personas. ¡La Copa del Mundo de fútbol la ven dos mil millones de individuos!
Remacha que:
La conclusión es que no habrá vuelta al silencio, a la concentración, a la vida privada de la gran individualidad cartesiana y poscartesiana.
Cartesiano, desde luego, no es ni el gobierno coral de Ana Gabriel (¡profesora de Derecho!) ni el federalismo asimétrico de Elisa de la Nuez (¡abogado del Estado!), «sabia» de Ciudadanos.
Alfonso Ussía, en La Razón, le mete un buen zarpazo a los podemitas por el cierre de terrazas en Madrid y, de paso, le da un buen sartenazo a Pedro Sánchez por haber dado el poder a estos radicales:
Madrid se cita y se reúne en las terrazas. Los de «Podemos» han decidido prohibirlas. Ya han desmontado algunas de las más tradicionales y características. Las del barrio de Salamanca y Chamberí. Les llegará el turno a las del Paseo de La Castellana, porque el acuerdo municipal de los estalinistas apoyados por Pedro Sánchez, no busca el beneficio de Madrid, sino el placer de la venganza. Para ellos, los podemitas, esas terrazas representan una clase social y económica que envidian y aborrecen. Es la misma clase social y económica de Rita Maestre, pero no importa. Quieren arruinar a los propietarios de los restaurantes, bares y cafeterías que han invertido en sus terrazas, pagado sus impuestos y creado miles de puestos de trabajo. «Ramsés», punto de encuentro en la plaza de la Independencia, tendrá que reducir su personal en un cincuenta por ciento. Política social.
Madrid es una terraza. Tengo un amigo más inglés que Churchill -se llama Mark Inch-, y gran empresario que se planteó solicitar la nacionalidad española. Vive en Londres, pero viaja todas las semanas a Liverpool donde tiene su principal industria. Por la antigua carretera de Cádiz, entramos en Sevilla por La Palmera. Aquel mayo nació rabioso. Azahar estallado, las buganvillas en plena chulería y los jacarandas en flor. Un largo e interminable bosque de árboles azules. Se quedó alelado. Pocas semanas más tarde se presentó en Madrid y vivió una noche de terrazas. -Me hago español. Esto no tiene precio-.
Explica que todo esto viene motivado por el resentimiento:
Una anécdota aislada. Creo que el concejal de Envidias y Resentimientos es el mismo que prohibió semanas atrás que se rodara en Cibeles un anuncio de Coca-Cola. El mismo que ha apuntado en su cuaderno de rencor las terrazas que no le admitían por su aspecto. De «Ramsés», ya desmontada, a «Embassy» que espera con inquietud el oficio municipal, todas las terrazas tradicionales de Madrid han sido condenadas a muerte. Fuente de riqueza clausurada, puestos de trabajo al carajo -rima consonante-, libertad de los madrileños para sentarse, beber, comer, hablar y fumar, cercenada de golpe. Estética de Madrid, moscovizada. París y Roma se inspiraron en las terrazas de Madrid para atraer más a los turistas.
Y apunta hacia Pedro Sánchez:
Pero en Madrid, y en España, hemos sido sacudidos por un insensato, también resentido, que ha regalado el poder municipal al populismo deslavazado. Hay que desmontar todo lo que funciona para que no funcione nada. De ese modo se justifica la presencia de los antisistema que sólo buscan construir otro sistema en el cual su cuota de poder omnímodo sería innegociable y sobrevolaría urnas y papeletas. Y Sánchez se conformaría con las migajas de propina por haber llevado al hundimiento a un poderoso partido político de izquierdas que tuvo, en su momento, lugar y sitio en las democracias occidentales y en el ámbito europeo. Ahí está Susana Díaz para evitarlo, pero se está retrasando en exceso.
Todos los grandes proyectos de expansión y mejora de Madrid están paralizados. Hoy les ha tocado a los hosteleros y mañana los perjudicados serán otros. No en la totalidad urbana de Madrid, sino en los barrios y zonas envidiadas -y por ello deseadas-, por el resentimiento social. No es culpa de los resentidos, sino de quienes han colaborado con su voto a su implantación en las instituciones. Entre ese cincuenta por ciento de trabajadores de «Ramsés» que se quedan sin trabajo, más de uno habrá votado a los farsantes.
Insiste en que toda la gestión viene motivada por el más rancio resentimiento:
¿Qué tienen los de «Podemos» contra las terrazas de Madrid, que alegran Madrid, que enriquecen Madrid y que dan trabajo en Madrid? La respuesta es breve y concisa: Odio.
En El Mundo, Rafael Moyano habla sobre esos políticos antagónicos que, por meras razones electoralistas, se juntan para intentar gobernar una institución. Sin embargo, al igual que los matrimonio de conveniencia, la convivencia acaba siendo un completo caos y un infierno para los ciudadanos:
Las coaliciones contra natura acaban haciendo agua por algún lado. En Junts por el Sí de momento se quieren y hacen ruedas de prensa muy pegaditos. Los de las CUP van a aprovechar la oportunidad de una coyuntura que les ha hecho grandes y ya están más dispuestos a sumarse. Solución delirante para evitar traicionar su veto a Mas: que se diluya en tres o cuatro presidents. Una suerte de presidencia asamblearia que a ERC le debería encantar. También tras las autonómicas y municipales muchos decidieron que no tenían más remedio que entenderse. El poder es el poder, luego ya veremos por donde salimos. Pero se acercan las generales y comienzan los problemas. En Valencia, por ejemplo, presidente, Ximo Puig, y vicepresidenta, Mónica Oltra, se desautorizan públicamente y en más de un ayuntamiento están hasta el gorro de sus compañeros de gobierno. Matrimonios de conveniencia que, ya lo dijo Wilde, son los matrimonios de personas que no se convienen en absoluto.
Habla también de la estrategia de Rajoy y su empeño de ignorar a Ciudadanos:
Una vez que Rajoy ha decidido sentarnos una urna en nuestra mesa esta Navidad, el tiempo apremia y hay que determinar bien quiénes son los enemigos, por lo menos para la campaña. Luego ya se verá. Para el PP, rival rival, sólo hay uno, el de siempre, el PSOE. La estrategia de ignorar a quien le ha doblado en escaños en Cataluña es, como poco, arriesgada. Rajoy ya hizo sus cambios tras la debacle de las elecciones de mayo y cambiar de oponente ahora es mucho lío.
Y al partido de Pedro Sánchez le pone a la altura de Groucho Marx. Lean y entenderán por qué:
Al PSOE le acusan de ambiguo porque en Ferraz entienden que en difuminar el mensaje está su futuro. Repartir a diestro y siniestro, pero sin repartir mucho, que luego habrá que sentarse con no sabemos quien. Los equilibrios que hace Pedro Sánchez empiezan por la elaboración de sus listas: el socialista que pudo reinar, Eduardo Madina, se va hasta el número siete por Madrid por detrás de la ex militar independiente Zaida Cantera. Preocúpense, unos y otros, de las listas, del marketing, de la imagen, de dominar las redes sociales, de aparecer más y mejor en la televisión, y aparquen los mensajes de fondo y los programas. No se comprometan mucho. En la dispersión del voto que anuncia el 20-D les será más fácil llegar a acuerdos de gobierno si aplican el cinismo práctico de Groucho Marx: «Éstos son mis principios. Si no le gustan tengo otros».