LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Gabriel Albiac apunta a la «infinita necedad» de ZP como culpable del auge separatista en Cataluña

"Podía parecer nada más que el desahogo sentimental de un cerebro infantil, borracho de mitologías hueras. Pero esas mitologías son letales"

Gabriel Albiac apunta a la "infinita necedad" de ZP como culpable del auge separatista en Cataluña
José Luis Rodríguez Zapatero. EFE

El nuevo paso hacia adelante hacia el separatismo que este 9 de noviembre de 2015 pretende dar el Parlamento catalán inspira la mayor parte de las columnas de opinión de la prensa de papel. La mayoría de las tribunas están enfocadas a la forma en la que el Gobierno de la nación debe frenar las ansias soberanistas de la pandilla de Mas, Forcadell, Romeva o Baños. Sin embargo, algún artículo pone el foco encima de quien se considera el germen de todo esto, José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente español (2004-2011) que dijo abiertamente que aceptaría el Estatuto que saliese de la cámara autonómica catalana.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Gabriel Albiac, que apunta directamente a ZP como culpable de la situación que ahora mismo se vive en Cataluña:

Víctor Klemperer anota el crepúsculo de Weimar. Con el nazismo en puertas. «Ninguno era nazi, pero todos estaban intoxicados». Allá por el año 2008 -una eternidad parece haber pasado- publiqué yo el primer libro en el que se proponía dar razón de los políticos españoles, no como una clase; como una casta. De la cual, sólo lo peor vendría. Me releo ahora, como quien lee una estela arqueológica: «Podría, a fin de cuentas, soportar que la vida me la jodieran grandes monstruos del mal a escala histórica. Los que invocara un Joseph Roth, descuartizado entre dos guerras. Que me la joda una banda de idiotas, es más de lo que todo estoicismo podría hacer tolerable. No hay siquiera epopeya en ver perecer un país a manos de caricaturas: Blanco, Zapatero, Rubalcaba… Muy miserables hemos debido ser -y muy medrosos- para merecernos esta casquería». Sí, muy miserables. Y muy medrosos. Para acabar, hoy, 9 de noviembre de 2015, en esto.

Recuerda que:

Todos decían entonces, todos siguieron diciendo luego: «No pasará nada». Pero esos todos no habían leído a Roth. Ni a Klemperer. Ni a Freud ni a Zweig. La nesciencia era su patria. Y, como los estúpidos burgueses centroeuropeos de entreguerras, se empeñaron en soñar con que bastaría echarle unas monedas al monstruo para que se calmara. Que basta pagar convenientemente al Hitler o al Mas de turno para que todas sus mitologías aterricen. No ha habido en el siglo veinte idiocia más asesina que aquella de los benévolos burgueses alemanes y austríacos que vieron llegar al monstruo y se empeñaron en creer que las cruces gamadas eran un disfraz para pedir limosna. Fueron exterminados. Por la galerna sin control de las mitologías, que son el nombre respetable de la matanza.

A quienes nos formamos, desde muy jóvenes, en la lectura de aquellos testigos trágicos de un mundo que se vino abajo, nada de lo de Cataluña hoy nos sorprende. El día aquel en que un presidente español prometió someterse a lo que un Parlamento regional le dictase, el conflicto civil se hizo inevitable: un Estado que se dice siervo de una de sus instancias locales estalla. Y nunca el estallido de un Estado es incruento. Cuando un día los historiadores tracen responsabilidades de esta tragedia mayor que es el fin de España, el nombre de Rodríguez Zapatero primará por encima de todos. Pocos podrán optar a un epitafio más infamante.

Finaliza que:

Lo de hoy en Barcelona será tan sólo el epílogo de aquello que un extraño presidente puso en marcha para disolver España. Podía parecer nada más que el desahogo sentimental de un cerebro infantil, borracho de mitologías hueras. Pero esas mitologías son letales. También la infinita necedad puede ser un pasaporte para pasar a la historia. Rodríguez Zapatero: lo nefasto no es menos memorable que lo ilustre.

Y sí, es verdad, «ninguno era nazi, pero todos estaban intoxicados». Y pusieron el germen de esta locura. No lo olvidaremos. Nunca.

Isabel San Sebastián exige al Gobierno de Mariano Rajoy que se deje de tibiezas y aplique de una vez por todas el artículo 155 de la Constitución para frenar a los independentistas catalanes:

Hay que reconocer al separatismo catalán su victoria arrolladora en la batalla de la propaganda contra el sentido común. Su manejo de la mentira, la falacia, la insidia y la tergiversación, hábilmente aderezadas con un buen chorro de amenaza y altas dosis de victimismo, se ha revelado tan eficaz como para convencer a una parte de los españoles, abrumadora si hablamos de dirigentes políticos, de aquello que decía el cojo en el chiste de los amigos perseguidos por un león: «No corráis, no corráis, que es peor».

Durante lustros han asaltado al contribuyente esos gobernantes corruptos, cargando a cada obra y contrato público una comisión ilegal destinada a sus cuentas en paraísos fiscales, pese a lo cual han logrado hacer creer a millones de ciudadanos que la ladrona era España. Desde el escándalo de Banca Catalana hasta nuestros días no han dejado de engordar esos gurús del nacionalismo, encabezados por el clan Pujol, a base de extorsionar a empresarios o directamente al Gobierno español, sin coste alguno para ellos ni para su partido. Les bastaba con envolverse en la senyera y gritar «¡vienen a por Cataluña!» para que toda la ira popular levantada por la corrupción se volcara contra la Nación, en un acto de prestidigitación política ejecutado con maestría durante más de tres décadas. Y ahora que esa gestión desastrosa ha llevado a la comunidad a tener que pedir un rescate de 49.000 millones de euros procedentes de nuestros bolsillos solidarios, lejos de agradecer la ayuda, siguen gritando «¡al ladrón!» y utilizando el dinero para financiar un proceso sedicioso basado en la injuria y el embuste histórico.

Precisa que todo esto es:

Una ofensa a la verdad, la legislación y la soberanía que hoy escribe un nuevo capítulo con la proclama rebelde lanzada en el Parlamento autonómico. ¡Basta ya! Ayer publicaba este periódico un relato pormenorizado, extraordinariamente esclarecedor, de la deriva seguida por estos apóstoles de la ruptura en los últimos años: cada conversación, una nueva exigencia; cada concesión, un motivo de agravio; cada petición, un chantaje. Han pagado comprensión con deslealtad. Han confundido diálogo con dictado. Han pervertido el concepto «democracia» divorciándolo del respeto debido a las reglas de juego que la rigen. Han manipulado sin recato a la opinión pública a través de los medios de comunicación que controlan y utilizado la enseñanza pública para adoctrinar en sus postulados en lugar de educar.

Concluye que:

Ahora rompen la baraja en una huida hacia adelante cuya meta es el precipicio, seguros de que tampoco esta vez tendrá nadie los redaños suficientes para pararles los pies. ¡Basta ya! Es tiempo de actuar con decisión. De responder a la intimidación con toda la fuerza de la Ley y todo el impulso político que requiere el desafío. Si el consenso es conveniente, la firmeza resulta indispensable. Solo o en compañía de quienes quieran defender con él la unidad de España y el Estado de Derecho, el Gobierno debe tomar todas las medidas a su alcance para poner fin hoy mismo, no mañana ni pasado, a una provocación golpista que no puede quedar impune. Eso supone impugnar la proclama ante el Constitucional, desde luego, pero también implicar a la Fiscalía General del Estado por la vía penal y cerrar el grifo de la financiación a una Administración lanzada al abismo de la desobediencia. Esto es, activar el artículo 155 de la Constitución, que existe precisamente para eso.

Es hora de correr ante el león. O mejor dicho; de impedir de una vez por todas que el león siga corriendo.

José María Carrascal adelanta lo que pasará este 9 de noviembre de 2015 desde el mismo momento en que el Parlamento catalán dé vía libre a la patochada separatista:

A las diez de esta mañana, la hora menos taurina del día, sonarán los clarines en el Parlamento catalán para iniciar lo que llaman la «desconexión» con España, que no es otra cosa que el inicio del proceso independentista. Lo hacen rompiendo la legalidad española y sin aval internacional. Amparados únicamente en su «legitimidad» que, ¡oh paradoja!, les viene del ordenamiento legal español. Y lo hacen, además, sin un respaldo amplio, sólido de los catalanes, que en su mayoría se mostraron en las últimas elecciones autonómicas contrarios a la independencia, sobre todo de esta manera.

Subraya que:

Sabiendo que el Gobierno presentará de inmediato un recurso de inconstitucionalidad que, según todos los indicios, el Tribunal Constitucional aceptará y aprobará, invalidando la resolución. No importa. Seguirán adelante. Unos, los menos, para escapar de la Justicia española que sigue de cerca sus actividades delictivas en el ejercicio de sus funciones. Los más, por pura inercia y no ser tachados de malos catalanes. Y el núcleo duro, central, dirigente, por espíritu catalanista. Son los cruzados de la causa, capitaneados por la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, convencida de que los catalanes llevan tres siglos esclavizados por España, como ha dicho en innumerables ocasiones, y piensa que suena la hora de sacudirse las cadenas. «¡Hombre!, podría decírsele, para haber estado esclavizados no les ha ido tan mal. Por lo pronto, se han convertido en una de las partes más ricas, más modernas, más desarrolladas del país». Será ella quien reciba del TC el alto del proceso independentista y la encargada de que no siga adelante. De no cumplirlo, se la suspenderá de funciones. Lo que ocurra en adelante queda en manos del azar.

El nacionalismo ha sido comparado con un enamoramiento, con buenas razones por lo que supone de enajenación mental transitoria entre sus afectados, aunque también tiene bastante de religión secular, en la que la «nación» se torna divinidad y sus seguidores, en feligreses de la misma, con una fe que se vive, se siente, se cree sin necesidad alguna de razones. De ahí que pueda engañárseles, como ha ocurrido en Cataluña durante las últimas décadas, con toda clase de embelecos.

Y detalla que:

El primero de ellos es que si Cataluña ha llegado a ser lo que es, se lo debe, aparte de la laboriosidad, iniciativa y espíritu de empresa de sus habitantes, al resto de España, que le ha ofrecido amplio mercado, mano de obra barata y abundantes inversiones tanto privadas como públicas. También España le debe mucho a Cataluña. Pero no vamos a perder el tiempo en discutir ahora y aquí sobre quién debe más a quién. Los que aún reflexionamos sabemos que los beneficios han sido mutuos y emparejados. Lo malo es que muchos de esos catalanes han abandonado Cataluña y los que se quedaron han sido arrollados por la marea catalanista. Mientras en esta parte crece el hartazgo y enfado.

Es como suenan tempraneros los clarines de la confrontación en una Barcelona antitaurina. Aunque nunca ha sido Cataluña tan «tipycal Spanish». Pero de la España del siglo XIX. La corrida será a las cinco de la tarde, como mandado, y ya saben ustedes a quien se lidia.

En El Mundo, Santiago González escribe sobre la desconexión catalana y recuerda que mientras un 9 de noviembre, pero de 1989, se producía la caída del muro de Berlín, en Cataluña quieren empezar a construir otro:

El 7 de noviembre de 2015 viajé a Barcelona con Manuel Montero para dar una charla sobre nacionalismo y lenguaje a la que nos había invitado la Asociación por la Tolerancia. Por la mañana dimos un largo paseo capitalino y ante el espectáculo de una ciudad fantástica, hervidero de turistas y de autóctonos que se disponían a oficiar el rito burgués del aperitivo a mediodía, pensamos en que estábamos a un día de la desconexión y no tuve más remedio que recordar aquella sentencia de Talleyrand que Bertolucci subió al título de una de sus buenas películas: «Sólo el que ha vivido antes de la Revolución sabe lo que es la alegría de vivir».

Hoy, 9 de noviembre de 2015, el programa prevé la desconexión. Un 9 de noviembre tuvo lugar el putsch de la cervecería de Múnich; más tarde, en la misma fecha fue la noche de los cristales rotos. Un 9 de noviembre cayó el muro de Berlín y en la misma fecha, 26 años después, se van a poner estos desaprensivos a levantar el de Cataluña. La desconexión pararía la noria, el chorrito de la fuente, el río donde se afanan las lavanderas, el fuego en el que se calientan los pastores. Cataluña Unplugged está llamada a ser un belén cuyas figuras serían todas caganers.

Apunta que:

El sábado, a falta de 48 horas, nada hacía predecir en la calle el golpe que van a dar esta mañana. El taxista que me recogió en el aeropuerto hablaba del tiempo. A mí no se me ocurrió preguntarle por el tema en estricta observancia de Paul Johnson: «Nunca se te ocurra utilizar a un taxista como fuente». Los periódicos de Barcelona decían en portada que el Gobierno «señala» a Forcadell. Ara, con más intención titulaba: «apunta».

A esas horas, la gran Núria de Gispert estaba reunida con otros fugitivos de Unió para fundar un partido masista, pero eso no parecía importarle a las buenas gentes que hacían el vermú en las terrazas que se va a cargar Colau. La única ruptura hasta la fecha es la coalición de la modesta comisión. Ahora van a pulverizar el partido. La desconexión es también una cuestión interna. Eran los catalanes los que desconectaban de la cuestión y pasaban del asunto.

Un camarero de la cantina de la estación de Córdoba, mientras el telediario daba cuenta de un atentado etarra, miró a mi querido Luciano Rincón, su único parroquiano y le explicó su condición de unplugged: «Es que esto de lo vasco es mú cansao y mú seguío».

Y remata:

Al llegar a la Plaza de Sant Jaume, Manu y yo, todavía plugged recordamos el 6 de octubre del general Batet. Companys le exigió que se pusiera a sus órdenes con sus efectivos. El militar le reclamó una orden por escrito, y el interlocutor se la envió. Luego le pidió un par de horas para pensárselo, plazo que también obtuvo, y que el general aprovechó para llevar dos cañones a la plaza, apuntar con uno al Ayuntamiento y con otro al palacio del Gobierno y decir que nones. Batet es uno de mis dos héroes republicanos. El otro (otra) es Clara Campoamor. Mas ha aprendido de esta anécdota que las órdenes para perpetrar actos delictivos, como abrir los colegios para referendos ilegales nunca deben darse por escrito.

Empezamos a calcular en qué lugar habría emplazado exactamente aquel buen hombre los cañones y sumidos en tan beatífica cavilación fuimos sorprendidos por una muchedumbre que empezó a gritar a la puerta del Ayuntamiento. «Mira, la desconexión, que se ha adelantado», dijo Manu. Pero sólo era una boda.

Raúl del Pozo también habla de la desconexión catalana y vaticina nuevas elecciones en Cataluña después de que el Tribunal Constitucional pare este 9 de noviembre de 2015 la patochada separatista:

Josep Pla describía una Barcelona inextricable tomada por los soldados en la huelga general, con los gorriones gritando en la humanidad de La Rambla. «Escudellers, como la boca del lobo, el mercado del amor desbordante». Nada queda de aquella Barcelona. Hoy lunes no habrá ni pistoleros, ni somatens. Y sin embargo podría aprobarse en el Parlament una declaración unilateral de independencia (DUI) e iniciarse la «desconexión» con España.

Una Cataluña al borde de la quiebra, con un partido hegemónico (CDC) que ha saltado por los aires, sin un presidente electo, mostrará su deseo de independencia. Con este solemne motivo he hablado con algunos testigos en primera línea y todos coinciden en decirme que no habrá investidura de Mas ni el martes ni el jueves, aunque no es imposible que este día dos diputados de la CUP se pasen al enemigo.

Mientras, Mas sufre el rechazo en una soledad gótica. Prepara un discurso que no convencerá a la mayoría; idea algo que no quería: un plan B, nuevas elecciones en marzo con una CDC desembarazada de la dinastía Pujol.

Dice que:

Los catalanes cercanos a la Generalitat tienen las cosas claras: este mismo lunes 9 de noviembre de 2015 habrá DUI, se recurrirá al Tribunal Constitucional, que aceptará el recurso y se suspenderá la declaración con la advertencia de lo que puede suceder a quien desobedezca. «Si alguien intenta saltarse la advertencia, será multado, incluso imputado por delitos muy graves», dicen algunos. Otros piensan que no va a pasar nada. «Se esperará al 20-D para analizar los resultados y, si son favorables, se emprenderá el camino del diálogo constitucional y se llegará a un acuerdo». Predecir el futuro en Cataluña cada día se pone más difícil. El ruido va a ser ensordecedor porque el centro de la campaña va a ser Barcelona. Las medidas que se apliquen serán excesivas e innecesarias para unos e insuficientes y débiles para otros. Unos acusarán a otros de cobardes y chulos y todo terminará en una mesa a principios de año. No hay que esperar en la campaña electoral sino bravuconadas orales y pocas acciones concretas. Ni el Gobierno de Madrid decretará medidas de fuerza, ni el de Barcelona irá más allá de sus palabras.

Y concluye:

Joan Herrera, que ahora se va retirando de la política, desengañado de El Procés, ha declarado: «Artur Mas es un bróker». Ya han empezado a desacreditar al libertador. Yo lo veo como un político atormentado con el síndrome de Coriolano-que inspira la obra más política de Shakespeare; para algunos, la mejor tragedia-. El general romano ve a la chusma indócil como vulgar algarabía que no merece ni pan ni circo. Los desprecia, pero los utiliza; no les escucha, pasa por encima de todo para imponer sus fantasías, traicionando las instituciones y olvidando la ley, que es lo que impide que nos comamos unos a otros.

Mas escribe su discurso y todo el Estado está contra Carmen Forcadell, de Xerta (Tarragona), de apellido más eufónico que de voz, flaca, casada, madre de dos hijos, hija de un camionero, admiradora de Macià, filóloga, ex concejala de Sabadell.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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