¿Le ha tocado la Lotería de Navidad? Seguramente no, como a millones de españoles que han vuelto a ver como la diosa fortuna les era esquiva. Pero bueno, en unos días tiene la oportunidad de redimirse con la de el Niño. Mientras tanto, la vida sigue y después de las ilusiones cantadas por los niños de San Ildefonso, ahora toca volver a la cruda realidad, la que salió de las urnas el 20 de diciembre de 2015.
Este 23 de diciembre de 2015 los articulistas de la prensa de papel escriben sobre diferentes aspectos, sobre las reacciones de unos y otros partidos. Casi es apostar sobre seguro que en menos de medio año estamos con elecciones anticipadas y si no, al tiempo.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Ignacio Camacho. El columnista tiene claro que el partido de Pablo Iglesias, empezando por el propio líder, ya se ha quitado la careta y vuelven a su discurso de antaño, al chavismo puro y duro:
Se han venido arriba. Con 69 diputados creen haber activado la palanca del cambio de régimen y se han puesto a cantar por Quilapayún, el pueblo unido jamás será vencido, y por Paco Ibáñez, himnos civiles de una Transición que se quieren cargar. Apenas acabado el recuento, Pablo Iglesias se despojó del ropaje socialdemócrata como un actor que acaba una función agotado del disfraz. Cargados de adrenalina política han recuperado en unas horas el lenguaje bolivariano, el del proceso constituyente, la unidad popular y los derechos sociales, que en su semántica populista tienen prioridad sobre las libertades individuales. Ada Colau habla de «revolución democrática», un sintagma chavista, y toda la dirigencia se ha lanzado una escalada retórica que recupera la agresividad rupturista enterrada durante la campaña. Han regresado a su identidad fundacional, al discurso antisistema blanqueado por electoralismo táctico, a la dureza dialéctica que sólo Monedero mantenía desembozada durante el período de maniobras de camuflaje.
Precisa que:
Sucede con Podemos que su electorado es refractario a las contradicciones y al ocultamiento, simplemente porque no se engaña. La mayoría de sus votantes tiene claro el objetivo estratégico y tolera con pragmático leninismo cualquier sesgo operativo que conduzca a la meta. Si los reclaman en las urnas van a las urnas; si los llaman a la calle irán a la calle. La moderación programática no es más que un giro oportunista, un paso atrás previo al salto adelante. Ahora toca acelerar y en los ayuntamientos, que han conservado la formalidad institucional durante seis meses, va a empezar el demarraje.
La situación poselectoral, con su paisaje borroso y sus contornos de incertidumbre, es propicia para el activismo de los que no dudan. Forjados en la ideología del asalto y en la técnica de las condiciones objetivas, encuentran en la indecisión de la mayoría el clima preciso para el abordaje. Si algo han mostrado durante la campaña es que disponen de organización, disciplina, resistencia y moral de combate. Dueños de las redes sociales, llevan enorme ventaja en la difusión de mensajes. Hicieron la mejor prospectiva y quizá sean ahora los que sepan hacer el mejor análisis.
Y remata que:
Además, tienen la llave. Si la investidura de Rajoy fracasa, como parece probable, Iglesias decidirá sobre la de Sánchez. Puede hacerlo presidente para mantenerlo de rehén hasta que le convenga o ponerle un listón insalvable -la autodeterminación catalana- que provoque nuevos comicios en primavera. Sus elecciones no eran las del domingo, sino las próximas, en las que se presentará, sean cuando sean, como el macho alfa de la izquierda. Bloque contra bloque, pueblo contra casta, revolución contra sistema. Este tiempo indeterminado de transiciones, tanteos e intrigas lo va a aprovechar, si los socialistas no saben impedirlo, para limpiar de obstáculos la palestra.
Jaime González considera que el PP es en parte culpable del ascenso de fuerzas radicales por permitir que paseen a sus anchas por los platós de unas televisiones que ha levantado el propio Gobierno:
Ha dicho Mariano Rajoy que sería «tremendo» y lo «peor» que no lograra ser investido presidente del Gobierno. Está en lo cierto, pero lo «peor» -un gobierno del PSOE con el apoyo de un frente ultraizquierdista obsesionado con romper, por las buenas o las malas, el candado constitucional que blinda la unidad de España- no es una amenaza lejana, sino que se puede estar gestando en esta hora en la que el presidente del Gobierno ha expresado su firme voluntad de evitar el desastre.
Lo terrible es que ya no depende de sí mismo, sino de la decisión de un PSOE que se encuentra ante una encrucijada histórica: abstenerse y permitir la investidura de Rajoy a costa de ser devorado por la izquierda radical o gobernar con la izquierda radical para ser igualmente devorado, una feroz disyuntiva que se mueve entre lo fatal y lo trágico.
Aclara que:
Sería injusto descargar sobre los hombros del socialismo la responsabilidad única de lo que puede venir, porque -no nos engañemos- la hipertrofia política del PP también ha contribuido al auge del frente de izquierdas radical.
Cuatro años moviéndose a sus anchas por los platós de televisión levantados con el visto bueno del Gobierno tenían que dar -sí o sí- resultados. Nunca un Ejecutivo coronó tan rápido la cima del tancredismo político.
Sería «tremendo» y lo «peor» que -con la connivencia del socialismo- consiguieran su objetivo, pero si llega lo «peor» será porque el centro-derecha español renunció durante cuatro años a levantar un solo dique ideológico, una mínima barricada de pensamiento capaz de hacer frente a la marea. Lo «tremendo» nunca es flor de un día, sino fruto de la abulia y el desistimiento, esa pereza genética que ha caracterizado la acción de un Gobierno sin apenas sangre política en las venas.
Y asegura que la corrupción en el seno del PP también ha tapado los éxitos económicos:
Sus meritorios esfuerzos por cuadrar las cuentas pueden quedarse en nada si el comunismo se hace con las riendas de España y nos aplica su rancia medicina. Nada es por casualidad, todo es consecuencia de algo. En gran medida, lo que puede ocurrir funde sus raíces en la pavorosa pérdida de identidad del centro-derecha español, antaño referente de una manera de entender la vida y hoy convidado de piedra de una sociedad sometida, en buena parte, a los códigos de la izquierda más extrema.
El Partido Popular ha logrado su propósito de contener el déficit público, reducir el paro y recuperar una economía moribunda, pero ha elevado su déficit ideológico a cotas inasumibles para buena parte de su electorado. La corrupción hizo el resto. Resultado: Mariano Rajoy tiene razón. Nunca hemos estado tan cerca de lo «tremendo» y lo «peor».
José María Carrascal hace un diagnóstico de lo que habrá en el Congreso de los Diputados y la conclusión es que es tal ‘sin Dios’ que al final los mismos que querían echar a Rajoy igual prefieren que siga en el cargo para que le caigan todos los marrones a él:
Lo más sorprendente de estas elecciones llenas de sorpresas es que nadie parece querer gobernar. Pese a considerarse todos satisfechos con los resultados, dicen que «le toca al partido más votado», el PP. Han debido de darse cuenta de que gobernar en el nuevo escenario político va a ser un martirio, y prefieren quedarse en la oposición. Me recuerda a un vecino del edificio en que vivo, que arma un cisco en cada asamblea de la Comunidad, y cuando se le invitó a formar parte de la Junta contestó: «¿Yo? ¡Ni a rastras!»
Los analistas nos hemos cansado de explicarles la imposibilidad de cuadrar la aritmética parlamentaria. Ni el PP con Ciudadanos ni el PSOE con Podemos alcanzan la mayoría necesaria para un gobierno estable. Y meter a los nacionalistas significa aceptar su «derecho a decidir», que rechaza la mayoría de los españoles. Como opciones quedan un gobierno en minoría, expuesto a que le tumben todas sus iniciativas, o unas nuevas elecciones, que podrían ampliar aún más la diversidad parlamentaria, y sólo nos faltaría que tanto el PP como el PSOE se fragmentasen en las distintas «sensibilidades» en su seno, que ya vienen dando muestras de disconformidad con sus líderes. El batacazo que se han pegado no ha hecho más que ampliar esas grietas, con Susana Díaz advirtiendo a Sánchez contra el «aventurerismo» y la presencia de Aznar en el Comité Ejecutivo del PP, con la petición de un Congreso «abierto», un aviso a un Rajoy de que ya no tiene detrás 186 diputados.
Señala que:
Con lo que llegamos a la madre de todos los problemas: nuestra incapacidad de entendernos, no ya con los adversarios, sino también con los comilitones que no piensan exactamente como nosotros. Cuando la transacción es el cemento de la democracia y el aceite para que funcione. Nuestra hermosa lengua está llena de dichos que ilustran sobre ese exceso de individualidad y falta de sentido comunitario (alguno dirá «común») que nos aqueja: «Me importa un bledo», «a mí, que me registren», «yo soy de letras», «el que venga detrás, que arree», etc.,
El que venga detrás de Rajoy va a recibir bofetadas por todas partes, de ahí que sus rivales prefieran, al menos de entrada, que siga en el cargo del que tanto empeño tenían en echarle. Y es que, amigo, gobernar España con mayoría absoluta es un placer. Pero tal como ha quedado tras estas elecciones, «imposible para vos y para mí», como decía de su prometida, doña Ana, don Luis Mejía a don Juan Tenorio, sólo se lo recomendamos a nuestro peor enemigo. Que es lo que están haciendo.
Y remacha:
Pero es lo que hemos elegido los españoles. Por indignación, cabreo, antipatía personal o diferencias ideológicas. El resultado es que la «nueva etapa» resulta volver al pasado, más divididos que nunca, con los grandes partidos sin acabar de irse, los emergentes sin haber llegado, la bolsa bajando y la prima de riesgo subiendo. Todo por confundir la democracia real con la virtual y gobernar, con Juego de Tronos. ¿O sigue siendo la Lotería nuestra solución? Para los que les ha tocado el Gordo, desde luego. Los demás, a esperar la del Niño.
En El Mundo, Victoria Prego aboga por un acuerdo a tres bandas entre los partidos constitucionalistas, es decir PP, PSOE y Ciudadanos:
Esta será una más de las opiniones que desde el lunes 21 de diciembre se están publicando a favor de un acuerdo entre las tres fuerzas políticas que defienden la unidad de España, la soberanía de todo el pueblo español y la integridad territorial de nuestro país. De entrada, ya resulta raro hablar de «las tres fuerzas» que defienden los principios básicos en los que se basan todas las naciones democráticas que nos acompañan en occidente.
Porque aquí, salvo esas tres que son, por el momento, el PP, el PSOE y Ciudadanos, la mayoría de los demás partidos con representación en el Congreso apuestan por lo contrario, por la secesión y la consecuente destrucción de la nación más antigua de Europa. Y en este grupo hay que incluir a Podemos que, aunque defiende a Cataluña dentro de España, ha puesto como condición para pactar con el PSOE la celebración de un referéndum sólo para los catalanes, con lo que niega el derecho a decidir al único titular de la soberanía nacional, que es el pueblo español en su conjunto.
Dice que:
Así las cosas, que dejan a nuestro país dentro del ámbito de la extravagancia y muy cerca del ridículo a ojos de la comunidad internacional, resulta que el panorama resultante tras las elecciones del pasado domingo obligan a pedir a esos tres partidos un esfuerzo para permitir la formación de un Gobierno con un mínimo de estabilidad. Mariano Rajoy, que quiere encabezar personalmente las negociaciones y tendrá que ofrecer acuerdos importantes a sus interlocutores, especialmente al líder socialista, parece que está esperanzado, pero lo tiene extraordinariamente difícil porque el PSOE ya ha expresado públicamente su cerrada negativa a facilitar la investidura del líder del PP.
Subraya que:
Tampoco está claro en qué posición se va a atrincherar Pedro Sánchez. Podría optar, a pesar de las voces internas que le alertan de la insensatez de esa opción, por pactar con Podemos, Izquierda Unida, PNV, Esquerra Republicana y Bildu, o los convergentes de Artur Mas, para que le aúpen a la Presidencia del Gobierno. Eso sería el fin del Partido Socialista por dos motivos esenciales: porque abdicaría radicalmente de sus principios y perdería para siempre su identidad y la fuerza que aún le queda y porque sería inexorablemente fagocitado por Podemos, que ya le ha mordido las pantorrillas y se dispone a seguir canibalizándolo. La otra opción que le queda al PSOE es la de aceptar su papel como líder de la oposición y permanecer en él. Pero eso no sería posible porque si el PSOE no se abstiene en la investidura, Rajoy no tiene ninguna opción de salir elegido presidente del Gobierno y, por lo tanto, tampoco Pedro Sánchez la tiene de mantenerse en la oposición.
Y asegura que:
No queda más salida que un acuerdo entre los tres partidos constitucionalistas que rescate a España de la gravísima amenaza de desgobierno que ahora mismo pende sobre el país. Esa es su obligación y su responsabilidad, máxime cuando en Cataluña los independentistas están a punto de cerrar un acuerdo tan extravagante como el resto de los sucesos que se están produciendo en la vida política española. Serán unas conversaciones muy difíciles y muy largas pero los tres están obligados ante sus electores a llegar a un entendimiento porque España lo necesita. Lo exige. No descartemos que se acabe imponiendo la razón.
Santiago González, en El Mundo, no duda de que Pedro Sánchez hará como en las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo de 2015, es decir, pactar con los radicales y populistas:
«Hemos hecho historia», dijo tres veces Pedro Sánchez la noche del domingo. En cierto modo sí. Zapatero había perdido 4,3 millones de votos en la legislatura anterior, en la que puso al sufrido Rubalcaba a comerse el marrón. En ésta, Rajoy ha bajado en 3,6 millones, mientras él sólo ha perdido 1,4. Es un triunfo, si se mira en términos relativos.
Los barandas de los dos grandes partidos se postularon en su primera comparecencia para continuar al frente de lo suyo. A Rajoy le ha salido Aznar, que con exquisitas maneras le ha invitado a organizar un congreso abierto para elegir a la nueva dirección. Pedro Sánchez había anunciado 10 días antes de la cita electoral: «Si el PSOE no gana las elecciones para mí será un fracaso».
Se pregunta:
¿Y qué consecuencias tiene eso? Ninguna. Palabras que no dejan eco. El zapaterismo ya había ensayado esta hermenéutica durante «el proceso de paz», cuando el ministro del Interior o la propia Ejecutiva calificaban los atentados de ETA como «incompatibles» con el alto el fuego o el proceso de diálogo, sin que la incompatibilidad afectara lo más mínimo al diálogo ni al proceso, que seguían las mismas pautas.
El PSOE gestiona ahora el legado de Zapatero, que es el odio al adversario, la fobia, como elemento definitorio del nosotros. A los aspirantes a militar en el partido se les somete a la misma prueba que a Brian el Frente Popular de Judea en el circo de Jerusalén: «Para entrar en la casa del pueblo hay que odiar de verdad a los romanos». «Yo los odio». «¿Ah, sí? ¿Cuánto?». «Mucho». «Admitido».
Los Monty Python no podían imaginarse algo tan vistoso como Podemos. Su secretario general se había adelantado a Snchz al contarle a Évole que a él sólo le interesaba el triunfo máximo: «A lo mejor no tiene sentido presentarse si no es para ganar». Y nadie podrá discutirle coherencia: sin necesidad de presentarse ya se había sentado en el escaño del presidente, un niño en su visita guiada al Congreso hace 20 días. Después de las elecciones que le dieron un honroso tercer puesto, lo debió de interpretar a lo Maduro, al anunciar: «Voy a iniciar una ronda de conversaciones con los partidos», sin que se descojonaran suyo los mojojones (© Karlos Arguiñano).
Recuerda que:
El SPD alemán hizo canciller a Merkel para no pactar con Lafontaine. Hollande votó a Sarkozy y viceversa en las regionales para cortar el paso a los antisistema de Le Pen. Pdr está dispuesto a negociar con los antisistema; ya les dio en mayo las grandes alcaldías de España, sin ganar a cambio el más mínimo respeto. Recuerden lo que decía Iglesias del mismo Carmona que hizo alcaldesa a Carmena: «Hace falta ser subnormal». Estas cosas me fueron apartando del socialismo hace tiempo: si no saben defender su dignidad, ¿qué harán con la mía? No parece que los barones y la señora baronesa se lo vayan a poner fácil para auparse en Podemos. Tampoco Iglesias.
Pedro Sánchez no es un macho alfa. Que haya llegado a verse como presidente alternativo en un pacto con PI lo asemeja más al macho de la mantis religiosa en el momento preciso de la cópula nupcial.