El populismo introducido en las cabalgatas de los Reyes Magos es el tema esencial que abordan este 6 de enero de 2016 las columnas de opinión de la prensa de papel. Está claro que esta hornada de alcaldes que gobiernan algunas de las ciudades principales de España están por la labor de meter cuchara en todo lo que puedan, así sea algo tan bonito, inocente y hasta despolitizado hasta ahora como una cabalgata de Reyes.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Ignacio Camacho que pone en su sitio a esos alcaldes populistas que han metido mano y doctrina leninista en las cabalgatas de los Reyes Magos:
No perdonan ni la inocencia de los niños. El proyecto leninista es un designio totalitario de ingeniería social que pretende encajar todas las relaciones humanas en la uniformidad de un marco ideológico. En ese empeño no caben excepciones, y mucho menos las relativas a mitos simbólicos o sentimentales que puedan determinar espacios íntimos de libertad fuera del control del pensamiento hegemónico. Cómo iban los profetas del nuevo orden a soslayar en su propósito revisionista la fiesta de los Reyes Magos; una tradición secular sobre la que invadir con su pedagogía doctrinaria el blando, germinal territorio de la infancia.
Subraya que:
Ese sentido implacable del dogmatismo no concede margen a la fantasía. Necesita operar sobre cualquier categoría emocional para colonizar todos los ámbitos de la conciencia. Plantar su huella en cualquier predio interior, reescribir todo relato, por nimio que sea, susceptible de albergar valores colectivos diferentes. Asaltar incluso los recónditos pliegues de la imaginación, modificar la sustancia etérea de los más inocentes espejismos. Implantar la cuota de ideología hasta en las candorosas liturgias de la niñez. Prohibir, y en su defecto reconducir, organizar o intervenir los sueños.
Por eso se han apresurado a manosear las Cabalgatas, que son la expresión escénica de una benévola superchería, de una dulce mentira destinada a preservar la expectativa ingenua de un mundo mágico. En su mentalidad sectaria, la ultraizquierda desconfía de la dimensión catártica de las quimeras y trata de permeabilizarlas de conceptualidad política: que nada escape al diseño preconcebido por los agentes de la policía del pensamiento. Que no haya otra felicidad viable que la que pueda controlar el poder ni otra utopía distinta a la de su plan igualitario. Que no existan siquiera embustes libres ni mentiras piadosas. Que la narrativa de la ilusión infantil se ajuste a la plantilla de aridez moral de la corrección adulta.
Y sentencia:
Se trata, en el fondo y también en la forma, de un mecanismo de intervención sobre la memoria. La fiesta de Reyes es un inmenso depósito de melancolía en el que los mayores rebuscamos las señas de identidad perdidas en el proceso de adaptación a las certezas de la vida. Eso es lo que ofrecemos a los niños: la voluntad de hacer realidad por un día su mundo sin amarguras ni desengaños. Y ahí es donde se han metido las nuevas autoridades locales con su pesadez doctrinal y su rígido tostón regulador: en la reserva memorial de una tradición, en el bucle sagrado de las leyendas. Colocando sus sucias manos doctrinarias sobre esas ficticias coronas cuyo oropel deslumbra la esperanza infantil. Dando la matraca sectaria para impedir que al menos durante una noche la vida quede blindada contra sus propias imperfecciones y parezca, sólo parezca, hecha de la materia invisible de los deseos.
Jaime González deja en evidencia el populismo de trampa y cartón de Podemos ejemplificando lo que sucede en Grecia con la Syriza de Alexis Tsipras:
Dijo Pablo Iglesias que Tsipras era «un león defendiendo a la patria de los buitres». Alexis iba camino de convertirse en Mufasa, pero se quedó en Rodolfo, el león mimosito de Mari Carmen y sus Muñecos. Una pegatina de Syriza adorna el teléfono de Pablo Iglesias; cuando suena, lo lógico sería que rugiera Tsipras, pero a la manada populista le han cortado la melena y cambiado la voz. Ahora parece una coral de «castrati» (Tsipras se da un aire a Giovanni Carestini, «Cusanino», cantante italiano al que le arrancaron el mondongo para que hiciera gorgoritos en la «Griselda» de Bononcini).
Antes de la operación, cuando era «un león defendiendo a la patria de los buitres», se subía a un peñasco y gritaba: «¡La insistencia ciega en los recortes no puede traer otra cosa que un recrudecimiento de la ya de por sí dramática situación social; no, no y no!».
Dice que:
Caramba con Mufasa, qué porte, qué manera de enfrentarse a los buitres, qué viril donosura que exhibía el Rey León. Ahora es Rodolfito, un león de trapo anunciando la mayor batería de recortes sociales que se recuerda en Grecia: toda jubilación superior a los mil euros se ha visto ya reducida entre un 35 y un 45 por ciento, y todas las demás lo han sido en un porcentaje inferior (eliminándose la paga extraordinaria para casi todos los jubilados). La media de jubilación no supera los 650 euros y los nuevos cotizantes deberán trabajar hasta los 67 años para poder retirarse con la pensión completa.
Y remata:
Y, sin embargo, una pegatina de Syriza sigue adornando el teléfono de Pablo Iglesias. Ese es el auténtico móvil del populismo: vender paraísos que nos condenan al infierno. Moraleja: no por mucho rugir amanece más temprano. Pregúntense quiénes son los buitres y quiénes los leones. Y, sobre todo, no se fíen de las hienas. Que se lo digan a Timón y Pumba, que salvaron el pellejo en el tiempo de descuento.
Antonio Burgos se parte literalmente la caja con los peinados que se gastan las ‘amigas’ de las CUP y las compara con el que usan las ‘miembras’ de Bildu:
Enrique Montiel, almirante de las letras andaluzas que tiene su buque-insignia amarrado a un noray de plata quieta de la Caleta en la Real Isla de León, vulgo San Fernando, aparte de exégeta de su paisano Camarón, del que ha escrito una biografía sobrada de compás, tiene la gracia de la Bahía para poner nombre a las cosas. Esos Adanes gaditanos que en su paraíso de la marea vacía con luna llena clavan la realidad con una palabra. Y Montiel le tiene puesto nombre certero a mi querido y leído Pepe Oneto, con quien en compañía de mi compadre Alfonso Ussía he echado los mejores ratos en los mangazos de viajes internacionales que le pegábamos a la Philip Morris de Tito Hombravella, ora en el Moscú donde la momia de Lenin tembló al ver la corbata de Carrascal y donde por cinco dólares le compró el gorro con la estrella roja a un guardia de su tumba; ora en la República Sudafricana, donde descubrimos que el Príncipe Mangosuthu Buthelezi vestía de Pepe Marchena, cruzado con Porrinas de Badajoz y con Jesús Aguirre.
Recuerda que:
Montiel, con todo cariño, como el que yo le tengo, llama «El Flequi de la Isla» a Pepe Oneto. ¡Bingo en la denominación de origen! Desde que se retiró El Cordobés y, con la coleta, se cortó también el apéndice capilar que le caía sobre la frente, no ha habido en España flequillo más famoso que el de Pepe Oneto. Cumple las mismas funciones que la histórica ensaimada capilar de Anasagasti. Pero lo siento mucho, Pepe: ya eres el príncipe destronado del Flequillo de España. ¿Tú has visto el uniformado flequillo de las tías que han mandado a por tabaco a Arturo Mas, a las dirigentes de la CUP separatista catalana? ¡Esos sí que son flequillos, y que se quiten El Cordobés y Oneto! Al igual que a las pelorratas proetarras de Bildu les dicen genéricamente «Las Nekanes», estoy por sacar de pila como «Las Flequis» a estas horrorosas nekanes de la CUP, que aunque ronean de separatistas han prestado a España el impagable servicio de mandar a Mas a tomar por saco y de parar de momento «el procés», que es como le dicen ahora a lo que antes era soberanismo, luego derecho a decidir y más tarde autodeterminación de los encubridores del 3 por ciento y de Los Siete Niños de Pujol, su puñetero padre y esa madre que parece talmente la Seisdedos, sólo que sin ladrillo dentro del bolso para endiñarle al que va vestido de arlequín.
Concluye que:
Y yo me pregunto, Montiel, Oneto, queridos e ilustres hijos de la Real Isla de León: ¿por qué las tiorras separatistas, ora vascongadas, ora catalanas, ora de Bildu, ora de CUP, han de ser tan feas? ¿Por qué van todas a peluqueros centralistas y españolistas, que se vengan de sus ideas separatistas haciéndoles esos peinados mortales de necesidad, de pelorratas a las Nekanes, con flequillos cortados con tiralíneas o con minipímer, como de Colón en su estatua de las Ramblas, a Las Flequis de la CUP? Yo, que soy monárquico por razones estéticas, por las mismas razones me repugna el separatismo, amor a la Patria aparte. ¿Por qué tiene que pedir la separación de Cataluña un tío tan feo como Junqueras? ¿Por qué los de ERC tienen que usar esas camisas negras mussolinianas, que las ves por la tele y te tira para atrás su olor a sudorina, del tiempo que hace que no se la cambian? Y cuando hay uno que va de guapito de cara, como de anuncio de loción para después del afeitado, cual Arturo Mas, vienen Las Flequis y lo mandan a la mismísima Venta del Nabo. A su lado, Las Supremas de Móstoles son Miss España. A su lado, las tres fulimandús de can-can de Toulouse-Lautrec o de «saloon» del Far West que han hecho de magas republicanas en Valencia, son Miss Universo y Miss Mundo en una sola pieza. En tiempos del cardenal Segura se decía que las había «feas, feísimas y de Acción Católica». Ahora las hay «feas, feísimas, nekanes pelorratas y Flequis de la CUP». No es que quieran separarse de España: es que quieren que las echemos. Por horrorosas y antiestéticas.
En El Mundo, Santiago González no deja títere con cabeza a cuenta de las innovaciones que los alcaldes populistas han decidido introducir en las cabalgatas de los Reyes Magos:
En la cabalgata de Reyes de Bilbao, los Reyes desfilan en carretas tuneadas y tiradas por bueyes. La prensa local las llama carrozas, sin tener en cuenta el detalle básico: lo que caracteriza a la carreta es la tracción bovina, mientras que una carroza va siempre tirada por caballos. A los Reyes les planta competencia el Olentzero, un carbonero borrachín que trae juguetes a los niños por Nochebuena. En las últimas ediciones iba acompañado por Mari Domingi (Mari Tetas), un nombre de etimología dudosamente euskaldun, quizá porque a Sabino, el gran reformador de la lengua, no le parecía decente que las vascas tuvieran de eso y sus epígonos se vieron forzados a recurrir al argot castellano.
Los niños vascos son eclécticos como los demás y se dejan regalar por cualquiera, pero entre la acogida del Olentzero y de los Reyes no hay color. Un carbonero frente a Reyes y por añadidura magos. Es como el discurso del Rey en Nochebuena y el del lehendakari en Nochevieja. Ganó el primero por goleada: 4,28 a 1.
Apunta que:
En Madrid, la tradición de la cabalgata se ha estrellado contra el republicanismo, el animalismo, el feminismo y todos los ismos que, juntos y revueltos en la cabeza de la alcaldesa y los suyos, les hacen las veces de ideología. Las cabalgatas han prescindido del acompañamiento animal que era característico en algunas de ellas. Las ocas de Miguelín, los camellos y los caballos de los Reyes se han caído de la representación como el burro y el buey del portal de Belén. Fuera también las ovejas. ¿Y qué harán los pastores sin ovejas? Serán pastores de almas, como ella misma y sus concejales.
También hubo transposición de género: reinas magas en lugar de reyes, a la espera de que en alguna edición próxima haya una niña Jesusa, adoptada por una pareja no convencional: dos Josés o dos Marías. Un orgullo gay en cada solsticio. En algunos distritos eran mujeres vestidas de reyes, con su barba postiza, como la madre de Brian para colarse en las lapidaciones. La alcaldesa justificaba el disfraz con argumento cursi: porque «tiene eso tan bello de intentar jugar», prueba evidente de que Carmena no distingue el disfraz de la representación, ni la Adoración de los Reyes de los carnavales.
Finaliza asegurando que:
La izquierda es en sí misma una religión alternativa, de ahí que no sepa distinguir y que ni siquiera sepa que el carnaval, lejos de ser tradición laica es profundamente cristiana: un que me quiten lo bailado, antes de sumergirse en la Cuaresma.
Soporté una cola enorme para comprar un roscón de Reyes en La Suiza, había cola en mi librería habitual, colas en las marisquerías y en las tiendas de delicatessen. Bilbao era una yuxtaposición de colas la víspera de Reyes. Admiré el desaforado afán de consumo de un pueblo que vota tanto a Podemos en el mismísimo umbral de la pobreza. Luego reparé en que ese era precisamente el signo de que había comenzado la Revolución. En todo proceso revolucionario, lo que más le gusta al pueblo es hacer colas aunque dentro de las tiendas no haya género. «Sólo el que ha vivido antes de la Revolución sabe lo que es la alegría de vivir», lo dijo Talleyrand.
Raúl del Pozo habla sobre la situación de ingobernabilidad que sigue latente en España después de lo acaecido el 20 de diciembre de 2015:
Europa manda mensajes a España: necesitamos estabilidad. Los mercados ven peligro en la formación de un gobierno radical. Es lo de siempre, los poderes y las empresas ven los cambios como peligro. Lo que ocurre es que no hay gobierno en España ni en Cataluña, ni trazas de haberlo. En Madrid sigue la ronda de contactos, sin apareamientos. Mariano vuelve a llamar a Pedro, Pedro a Pablo, Susana a Felipe…. El presidente del Gobierno en funciones insiste en la formación de un Ejecutivo apoyado en los diputados del PP, del PSOE y de Ciudadanos.
Uno de los escollos para formar mayoría -además de la sobreactuación sobre las casi inexistentes diferencias entre conservadores y socialdemócratas- es que muchos de los quieren gobernar están achicharrados. Así describe Indro Montanelli esa anomalía en la eterna crisis romana: «Los esqueletos que se rompen hay que escayolarlos. La escayola no impide la descomposición, pero la hace más lenta». El autor de El general de la Rovere, que convirtió a un pícaro en un héroe, describe la Italia de los gobiernos de mil días en la que el burdel era la única institución que funcionaba.
Recalca que:
Los constructores de arzobispados y sedes del PCI se aprovecharon del armazón administrativo del imperio y de las ciudades-estado, sin usar el veneno ni el puñal, pero dejando que se pudrieran las curias con el saqueo y la doble moral. Se ha dicho estos días que España es hoy una Italia, sin italianos, pero siguen funcionando también las piltreras. Puede, que a diferencia del italiano, nuestro Estado sea la única realidad capaz de lograr y asegurar la libertad de los ciudadanos; pero además de costoso e interminable está formado por partidos que viven de lo que quieren destruir. En otras épocas los españoles se amotinaban contra validos, las camarillas, los reyes felones, los carlistas o los políticos ladrones; en la actualidad la única venganza contra el saqueo y la estupidez, es el voto; y de las urnas ha vuelto a salir otra alegoría negra: la ingobernabilidad. Ha vuelto el espejismo orteguiano de la España desestructurada, desarticulada, invertebrada. España, la espada cuyo puño estaba en una Castilla angosta, ya no es real. Castilla es una comunidad más y el país está descentralizado. La eterna crisis catalana se está resolviendo con la fuerza de la Ley. Hay dos formas de combatir los motines, con leyes o con la fuerza. «La primera -escribe Maquiavelo- es propia del hombre. La segunda de los animales».
Y añade que:
En el agotamiento del procés ha tenido mérito la actitud distanciada de Rajoy; esperemos que acierte en la edificación de un gobierno, aunque sea corto. El problema está en que los socialistas temen el pacto con una derecha que han pintado como abominable. Un dirigente del PSOE me asegura que lo único que ocurre es que hay que volver a dar las cartas. «El PSOE tiene que devolver la palabra a sus militantes en un congreso. El PSOE está por encima de los barones y de los secretarios generales».