LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Losantos retrata al ‘guapo’ Sánchez tras su rueda de prensa: «Exhibió un sectarismo patológico y una pavorosa incompetencia intelectual»

"Repitió siete veces lo mismo y todo errado o por herrar"

Losantos retrata al 'guapo' Sánchez tras su rueda de prensa: "Exhibió un sectarismo patológico y una pavorosa incompetencia intelectual"
Pedro Sánchez. EP

Dice el refrán que por San Blas las cigüeñas verás…y por fin un candidato a La Moncloa habrá. Al menos así se lo ha servido en bandeja Felipe VI a un Pedro Sánchez que se había hartado por activa y por pasiva (como a él tanto le gusta decir) de postularse como único capaz de poder ser presidente.

Otra cosa es que ahora pueda serlo porque ahora, tal y como detallan este 3 de febrero de 2016 los columnistas de la prensa de papel, resulta que aún tiene todo por hacer, que aún no cuenta con los apoyos y que, al menos, precisará de un mes de tiempo para presentarse a la investidura.

Comenzamos en El Mundo y lo hacemos con Federico Jiménez Losantos quien retrata a Sánchez y alaba, por contra, la decisión de Felipe VI de que esta situación no estuviese permanentemente bloqueada:

Creo el Rey ha actuado correctamente al encargar la formación de Gobierno al único candidato que, en estas dos rondas de conversaciones con los líderes políticos, se lo ha pedido y ha dicho que podía conseguirlo. No creo que a Felipe VI, español alfabetizado, le haga gracia la posibilidad de un Gobierno de Frente Popular Separatista, cuya única tarea de verdad sería la demolición del régimen constitucional que el Rey juró defender y del Estado Nacional recreado por los Reyes Católicos, sus antepasados. Pero como Rey constitucional no podía prestarse a las marrullerías de Rajoy, que, por lo visto, pensaba que el Rey debía guardarle la silla mientras él sesteaba en Sevilla.

Dice que:

Rajoy se negó a intentar la investidura como presidente del Gobierno tras proclamar durante un mes su derecho a intentarlo. No ha conseguido más apoyos para ser presidente que los que tenía y los que tendrá: ninguno. Tampoco lo ha intentado. Para ir a nuevas elecciones, ya ha hecho todo lo que estaba en su mano, incluida la demolición de su partido. Si Sánchez, como espero, es incapaz de formar una mayoría estable de Gobierno o vicepreside bajo Iglesias un soviet separatista frente al PP y Ciudadanos, Rajoy podrá ser de nuevo candidato, única tarea a la que se ha dedicado este mes y medio: embarrar el campo y esperar que el árbitro le ayudara. Pero la tarea del Rey o árbitro constitucional es la de aplicar la Ley y eso le prohíbe ayudar al jugador tramposo que se tira en el área -debe sacarle tarjeta amarilla- y le obliga a hacer que se cumpla el tiempo reglamentado. Una vez cumplido, debe pitar el fin de la primera parte, del partido o de la prórroga. Y a los penaltis.

Y sentencia:

Pero así como creo que el Rey ha hecho bien, Sánchez no lo pudo hacer peor. En un discurso de investidura ante la prensa -tiene más apoyos que el Parlamento- exhibió un sectarismo patológico y una pavorosa incompetencia intelectual. Repitió siete veces lo mismo y todo errado o por herrar: cambiará la Constitución, a saber cómo; defenderá España con y no de sus enemigos; respetará a la derecha a la que injuria, y así sucesivamente. Si Machado clavó a Rajoy en «ese hombre del casino provinciano» que «no es de ayer ni es de mañana», retrató a Pdr Snchz como «un sayón con hechuras de bolero». Pero ese bolero había que bailarlo. Cuanto antes, mejor.

Victoria Prego es de las periodistas que coincide con la opinión generalizada de que el 2 de febrero de 2016 Pedro Sánchez, el líder socialista se dedicó a dar todo un discurso de investidura delante de los medios:

Hemos despejado una incógnita de todas las que tenemos planteadas en medio de esta niebla espesa en la que nos estamos moviendo: ya hay un político que se dispone a negociar para sumar apoyos y ser investido presidente del Gobierno. Algo es algo.

Pero el resto de las incógnitas siguen ahí, clavadas en el paisaje, como las señales de peligro en un sendero de montaña, señales que dicen que nada está resuelto y que tampoco hay visos de que se vaya a resolver. Pedro Sánchez nos hizo ayer un auténtico discurso de investidura, con la particularidad de que todavía no tocaba. Pero en ese discurso se pudo entrever la estrategia que piensa desarrollar en este tiempo de negociaciones. Va a buscar con todas las fuerzas políticas posibles -que en realidad no son nada más que dos o tres, porque a los independentistas dijo ayer que los descartaba de plano- sólo los puntos de encuentro, puntos que enumeró y a los que, evidentemente, nadie se opondría tan rotundamente que hiciera imposible una negociación. Y sobre esas bases de acuerdos básicos piensa avanzar en las conversaciones hasta lograr el apoyo a su candidatura.

Aclara que:

Pero ese es un andamiaje extraordinariamente débil que no podrá superar la mínima prueba de credibilidad. Porque un acuerdo, por ejemplo, con Podemos, que eludiera la cuestión fundamental de la unidad de España y la renuncia expresa de los de Pablo Iglesias a su reivindicación de un referéndum de autodeterminación en Cataluña -y en Galicia, según exigen los de En Marea- sería visto como una treta destinada a ocultar los obstáculos detrás de una cortina de humo. Y un acuerdo con C’s que incluyera su aceptación del apoyo de Podemos sin haber dejado claro ese punto es algo sencillamente inverosímil.

De manera que seguimos sin saber con quién piensa realmente Sánchez contar para sumar los apoyos necesarios para su investidura y, lo que es mucho más importante, para poder gobernar. Esa sigue siendo una incógnita que ayer no quiso, o más bien no pudo despejar el líder socialista, porque ni él mismo sabe lo que le va a deparar el destino.

Y concluye que:

Pero es que Sánchez hizo ayer algo más, que no correspondía de ninguna manera ni al momento ni al papel que le tocaba desempeñar en esas circunstancias: empezó su intervención lanzando un ataque feroz al PP y a Mariano Rajoy, como si estuviera todavía en la bancada de la oposición del Congreso. Esa arrancada no puede ser fruto únicamente de su irritación personal contra el todavía presidente del Gobierno, tiene necesariamente que ser el resultado de un cálculo. Y ese cálculo no puede ser más que el de intentar desde ahora mismo acorralar al PP contra el rincón para que, llegado el momento, se evidencie que es ese partido el único y exclusivo responsable de que su promesa de reformar la Constitución para acomodarla a las exigencias de los independentistas más moderados sea imposible de acometer. De otro modo, una agresión así al adversario por parte de un señor que acaba de recibir el encargo del Rey de formar Gobierno sólo hablaría del mínimo nivel político del candidato. De modo que, en espera de comprobaciones ulteriores, mejor quedarnos con la interpretación primera. Y, hecha esta concesión, sentarnos a observar sus evoluciones en pista.

Santiago González también se sorprende de que el muy locuaz de Pedro Sánchez pida ahora un mes para hacer el trabajo que, según él, ya tenía hecho o, cuando menos, apalabrado:

En esta vida no siempre se puede tener todo. El candidato Sánchez salió de la entrevista con el Rey anunciando su predisposición a dar un paso al frente si Rajoy renunciaba a lo que era su obligación: afrontar una investidura imposible, alfombrando la de su adversario con los restos del enemigo esparcidos por el Hemiciclo. Y Felipe VI le hizo el encargo. Era una de las opciones razonables. Aunque no tenga una mayoría a su favor tiene más posibilidades que Rajoy, que la tiene en contra desde el arranque.

Mariano Rajoy ya había dicho que en esta ocasión el Rey no le ha encargado afrontar la investidura e insistió en la propuesta que viene haciendo desde las elecciones: el Gobierno que necesita España es el del PP, el PSOE y Ciudadanos, no el de Sánchez apoyado por Podemos y los independentistas.

Apunta que:

Naturalmente, el alma tertuliana de Pablo Iglesias se apuntó a hacer un resumen crítico de las intervenciones de los líderes del PP y el PSOE. Había tenido su momento de gloria la víspera, al contar lo que piensa el Rey sobre el momento presente. El hecho de que este tipo sea un mentiroso compulsivo no quita para que Felipe VI pueda pensar lo que apuntó Iglesias. Yo en su lugar lo pensaría: que los políticos deberían trabajarse más los acuerdos y acudir a la llamada del Rey con la tarea hecha. Dijo ayer el presidente del Congreso que la cosa llevará un tiempo, porque el propuesto «inicia ahora» las negociaciones. Lleva un mes y medio pregonándose, ¿y va a empezar ahora? Esto como el rascar, todo es empezar. Naturalmente, después de que López recibiera el encargo real, convocó su rueda de prensa, la segunda del día. Y Albert Rivera, la suya, como era de esperar.

Y recuerda que:

Se cuenta que Napoleón encarecía a sus soldados la víspera de los combates diciéndoles: «Mañana os quiero a todos a primera hora armados, afeitados y masturbados». No estaría mal que los dirigentes políticos acudiesen a las rondas de consultas del Monarca ya con la tarea hecha, en lugar de entregarse a prácticas ipsatorias en las ruedas de prensa posteriores, como hace Pablo Iglesias con extraordinario virtuosismo. Él, que hizo una apología cerrada de la guillotina, lamentando que en España no se le hubiera cortado la cabeza a un rey, debería tener en cuenta a Napoleón. Diez años después de que la máquina fetiche de Pablo Iglesias descabezara a Danton, Saint-Just, Desmoulins, Hébert y Robespierre, la Revolución se come siempre a sus hijos, Francia coronaba al corso bajito como emperador en Notre Dame.

Antonio Burgos, en ABC, con su siempre fina pluma, da una excelente solución para que de una vez por todas salga un Gobierno en España y se dejen de tanto charloteo:

No sé si es una verdad o una leyenda urbana. Es decir, un embuste de grande como el Edificio España que los chinos iban a comprar, pero que se han echado para atrás cuando han mirado los muros de la patria mía y visto la carmenada nuestra de cada día, dánosle hoy, de la alcaldesa de Madrid. Es más: no sé si es una leyenda urbana vaticana. En cuyo caso puede tratarse de un embuste «urbi et orbi»: mayor que el globo terráqueo. Y en caso de que no fuese ni leyenda urbana ni embuste, como trátase de vaticana materia, quizá fuese una de tantas tradiciones de la Santa Madre Iglesia (muchas de ellas, como el uso litúrgico del latín, patrimonio cultural de la Humanidad) con las que acabó la indigestión de Concilio que cogieron muchos tras el Vaticano II.

A lo que quiero referirme con tanto rodeo, vamos al turrón, es a lo que se contaba de los consistorios cardenalicios para la elección de Papa. Que cuando los purpurados mareaban mucho a la perdiz, no terminaban de ponerse de acuerdo, ninguno sacaba los votos de rigor y acababan con toda la leña al fuego necesaria para que saliera humo negro por el teletipo de la chimenea pontificia, el camarlengo los rebajaba de rancho a todos, castigados sin postre y sin comida alguna, y los ponía a pan y agua hasta que sacaran por mayoría a un nuevo sucesor de Pedro. (¿A que la lista de papas suena a negocio antiguo, galdosiano o barojiano: «Sucesores de Pedro, Sociedad en Comandita»?).

Señala que:

Esa es la fórmula que deberíamos aplicar para la investidura del presidente del Gobierno. Coger a todas sus señorías los diputados del Congreso, clausurar la cafetería donde Iglesias desayuna poco más o menos por lo que decía ZP que costaba un café en la calle, y tenerlos a todos allí encerrados, a pan y agua, hasta que elijan a un presidente del Gobierno como Dios manda, con la Constitución en la mano como persona de diplomacia. Vería usted cómo íbamos a dejar tranquilito a Su Majestad, que lo tenemos al hombre echando horas extras, mañana, tarde, noche y madrugada aguantando el rollazo que le quieran contar los que con tal de echar a Rajoy son capaces de matar a su padre y con tal de salir elegidos presidentes del Gobierno son capaces de matar a su Madre España: que ya la tienen malusconcilla en Cataluña y quieren aplicarle a la pobre la eutanasia en forma de referéndum de autodeterminación. ¡Ni que esa parte de la Corona de Aragón fuera el Sahara Occidental, joé, con tanta autodeterminación!

Majestad: tenga al pleno del Congreso encerrado en el «hemicirco» de la Carrera de San Jerónimo sin comer, nada más que a pan y agua, y verá qué pronto tenemos presidente del Gobierno investido, Señor, hartos de que se pongan unos a otros vestidos de limpio y haciendo en los escaños el juego de la gata parida para echarse mutuamente del poder.

Y remata:

Ah, y si no se aplica mi Operación Consistorio Cardenalicio y seguimos como estamos, y hay que convocar nuevas elecciones, que sus señorías los diputados vayan devolviendo todo lo que han recibido de gañote en el Congreso, ¿eh? Que como los hermanos menores heredan la ropa de los mayores y antes la Enciclopedia Álvarez pasaba de unos a otros, que los que habrán estado apenas unos meses de diputados vayan entregando todas las mamelas y mamandurrias en especie que ya han trincado, para entregárselas a los nuevos. A saber: la cartera como ministerial de Pseudo Loewe que da el pego, que parece buena y no de polipiel; el teléfono móvil; la tableta; el ordenador portátil; el acceso a internet con correo electrónico gratis; el vale de taxis y el carné para viajar de gañote en avión en tren. Después de que no se han puesto de acuerdo para investir presidente, ¿se van a llevar ese gran mangazo a su casa por su bella cara? Nada, a devolverlo: ¡que es de Huelva! Y póngase en práctica urgentemente lo cardenalicio de ponerlos a pan y agua, verán ustedes lo pronto que tenemos fumata blanca de presidente.

Ignacio Camacho considera que quien más y quien menos de los dirigentes políticos han adoptado tácticas de tahúr en esto de ver quién era capaz de poder ser investido:

No hay nada tan parecido a la vieja política como la nueva política. Los partidos emergentes -en realidad ya emergidos- llaman nueva a una política que lleva décadas funcionando en otras latitudes, de forma muy significada en Italia: un juego de intrigas palaciegas, de mercado negro maquillado con posmodernas simulaciones en streaming para darle una pátina formal de transparencia. Una política de logia y amago que utiliza la voluntad de los ciudadanos como plastilina para moldear los engañosos equilibrios de poder de la partitocracia.

Todo este culebrón de la investidura, los vetos mutuos, el rigodón de pasos adelante y atrás -pasa tú primero, ahora declino, ahora me ofrezco-, no representa más que un conjunto de ardides tácticos y movimientos de esgrima destinados a bloquear al adversario o a ganar -más bien a perder- tiempo para que la cuenta atrás precipite por su propia inercia el desenlace. Con todos sus riesgos, nada es lo que parece. El resultado electoral ha desconcertado a los partidos porque ni siquiera los nuevos estaban preparados para desenvolverse en escenarios de incertidumbre que exigen saltar sobre prejuicios ideológicos y muros sectarios. Las urnas han centrifugado los bloques binarios hasta el punto de que Pedro Sánchez, tan entusiasmado con su flamante encargo que anoche improvisó un minidiscurso de investidura, está obligado a negociar su estrategia frentista en primer término con su propio partido.

Recalca que:

La conclusión, provisional, es que la quiebra del bipartidismo no ha alumbrado todavía un panorama mejor. El futuro gobierno, si lo hay, será más débil e inestable que los anteriores y en todo caso producto de una amalgama poco cohesionada. Por eso algunos sistemas contemplan la doble vuelta u otorgan primas de escaños a la fuerza más votada; el español no es ni de lejos el régimen electoral más mayoritario. De hecho las mayorías unívocas se han desplomado en cuanto los ciudadanos han dispersado su voto. Eran ellos, no la ley, los que favorecían la estabilidad; la desconfianza provocada por la corrupción y la crisis ha sembrado confusión sociológica y esta es la consecuencia: una política ladina, de endogámicas alianzas de despacho. Una interpretación del veredicto popular sesgada por la ambición de poder. La de antes, la de siempre.

Y finaliza asegurado que:

En esta timba de tahúres todos los jugadores guardan un comodín en la manga, que es el regreso a las urnas. Tal vez este tiempo de postureos y tentativas responda sólo a la búsqueda de argumentos exculpatorios para llegar a esa salida, teniendo en cuenta que en política la exculpación pasa siempre por endosar la responsabilidad a otro. Sin esa carta marcada, que puede convertir estos tanteos en minutos de la basura, en prólogo de una eventual campaña, las negociaciones serían más intensas y más sinceras. Como lo fueron, guste o no, tras las municipales. Por una sola razón: en los ayuntamientos no se pueden repetir las elecciones.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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