LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Sostres sobre Sánchez: «Es una absurda cebra enamorada de los leones de Podemos»

"Pablo Iglesias sólo piensa en el atracón de votos socialistas que se dará cuando se vuelva a votar"

Sostres sobre Sánchez: "Es una absurda cebra enamorada de los leones de Podemos"
Pedro Sánchez (PSOE). PD

Los devaneos de Pedro Sánchez con la izquierda más radical, la que representa Podemos, protagoniza la mayor parte de las columnas de opinión de la prensa de papel de este 6 de febrero de 2016. No hay articulista que le dé una sola oportunidad de supervivencia al socialista en cuanto caiga rendido a los falsos encantos de la tropa de Pablo Iglesias que sólo sueña con darle un sorpasso al incauto de Ferraz:

Empezamos en ABC y lo hacemos con Salvador Sostres que deja de vuelta y media al rentista y revanchista de Pedro Sánchez:

Mi abuela hizo las Américas, en Caracas precisamente, y conoció a un joyero judío que le inculcó su pasión por el trabajo y por la excelencia. Es fundamental que en la vida tengas un modelo, alguien a quien quieras parecerte.

Pedro Sánchez quiere parecerse a Pablo Iglesias, y por eso le imita cuando va a verle. Es oportunismo, por supuesto, pero también la expresión de una admiración más de fondo, de una envidia por lo que el líder chavista es y representa. Pablo es para Pedro el joyero de Venezuela.

Dice que:

Si de aquel señor extraordinario mi abuela aprendió el valor de la virtud, y de la pulcritud, y a convertir su trabajo en el centro de su vida, de su autoestima y de su sentido de la exigencia, Pablo Iglesias está asomando al PSOE a los peores vicios de la izquierda: al totalitarismo como paradigma, al populismo como método y al revanchismo social que asola la convivencia.

La evidencia de la escasez intelectual de Pedro Sánchez se concreta en el doble hecho de haberse procurado un tan lamentable referente; y que además tiene por único objetivo quedarse con su espacio político. Pedro juega y flirtea. Pablo hace ver que se interesa, pero en lo único que trabaja y piensa es en darse un atracón de votos socialistas cuando volvamos a votar en junio.»

Y concluye:

La diferencia entre el Caracas del joyero de mi abuela y la Venezuela de los mecenas de nuestra extrema izquierda es proporcional a la distancia estética y moral que existe entre lo que mi abuela logró como empresaria y esta izquierda de frente y checa a la que el líder socialista quiere condenarnos con sus alianzas siniestras.

Como una absurda cebra que se ha enamorado de los leones, así Pedro Sánchez se arregla para quedar con Pablo Iglesias.

Luis Ventoso se hace una serie de preguntas, entre ellas, la de cómo este país puede echarse en manos de un populismo rentista y revanchista después de que un partido, el PP, haya sacado a España de la crisis:

Un vitriólico columnista anglosajón asegura que un estudio ha probado que los gurús de la ciencia económica, los oráculos de la Bolsa y los politólogos bien informados se columpian sistemáticamente en sus predicciones. Puede ser. Nadie sabe qué pasará con el Gobierno de España, solo cabe expresar dudas de parroquiano de bar:

-¿Por qué la ciudadanía asume impertérrita que se intente romper una regla de oro no escrita de nuestra democracia, que establecía que el presidente debe ser el más votado? ¿Es más sano y más lógico que mande quien perdió?

-¿Por qué ha pasado el PSOE de repudiar el marxismo con González a suplicar una coalición a un partido comunista y populista? ¿A quién se parecen más Page y Susana Díaz, a Rajoy y Cifuentes o a Iglesias y Bescansa?

Cuestiona la decisión de Felipe VI de encargarle a Pedro Sánchez la labor de formar Gobierno:

-¿Hizo bien o mal el Jefe del Estado, garante de la Constitución y la unidad de España, al encargar formar Gobierno a un aspirante con solo 90 escaños, quien a día de hoy necesita de la aquiescencia de los separatistas y que deberá asociarse con un partido que exige unos referéndums independentistas que son inconstitucionales? ¿Es admisible que el candidato con el peor resultado del PSOE presida España con el sostén de quienes ya tienen en marcha lo que llaman «el proceso de desconexión»?

-¿Alguien considera a los dirigentes de Podemos idóneos para defender la legalidad y la unidad de la nación, hacer frente al terrorismo yihadista y cumplir con las exigencias económicas ineludibles de la UE?

-¿Qué relación guarda el modelo televisivo con el deterioro de nuestro modelo institucional, con el derrotismo imperante y con el auge del populismo marxista?

-¿Anida un peligroso germen totalitario en Sánchez e Iglesias cuando declaran irrelevantes y erróneos los votos de 7,2 millones de personas? ¿Qué España vamos a construir si se excluye como apestados ideológicos a quienes han suscrito la opción ganadora de centro-derecha?

Y añade que:

-¿Ha valido la pena resquebrajar el bipartidismo, que adorna a las democracias acrisoladas, para arribar en la inestabilidad y en un revival de recetas intervencionistas que han fracasado siempre? ¿Para qué ha servido a fin de cuentas el partido unipersonal de Rivera? ¿Es más saludable que el voto de izquierdas esté fragmentado entre un PSOE desfondado y Podemos o que España cuente con un partido socialdemócrata templado y constructivo?

-¿Están satisfechos los votantes del PP con Rajoy o se sienten desatendidos con su tono melifluo, contenido y tristón mientras Sánchez e Iglesias ya se encaminan a La Moncloa? Rajoy fue un buen presidente en una legislatura de emergencia económica. Pero ¿es a día de hoy el candidato adecuado para que el centro-derecha logre gobernar?

-¿Por qué un país que ha remontado un cataclismo económico, que asombra creciendo al 3,2%, en lugar de organizar una coalición de partidos centristas y constitucionalistas se arroja en manos de un populismo radical que no ha sido la opción más votada?

-¿Son recetas «progresistas» el revanchismo por una guerra civil de hace 80 años, el odio religioso, la intromisión en las libertades personales y la suspicacia frente a los empresarios?

Ramón Pérez-Maura se marca una columna que algunos podrían considerar llena de lugares comunes y de obviedades. Pero son precisamente esas simplezas las que sean olvidado y, claro, pasa lo que pasa, que tenemos inoculado el virus del rancio populismo, ese movimiento que enseña a que todos debemos ser iguales y acceder a todo sin mover un solo dedo:

Está para quedarse. El marxismo ha revivido y ha encontrado nuevas vías para ser difundido. No es una cuestión circunstancial de un momento de arrebato. Es una tendencia a largo plazo. Lo que ese fino analista a sueldo del Partido Popular llamó «unos frikis» es un movimiento de largo recorrido. ¿Por qué?

En España, como en otras partes del mundo, hemos tenido dos elementos que han desencadenado este resurgimiento del socialismo marxista. De una parte está la crisis económica desatada en 2008, que ha azotado a muchísimos españoles y ha requerido unos esfuerzos que muchos nunca habían conocido. Y de otra parte está que quienes nunca han sido contemporáneos de regímenes políticos en los que se aplicaba el marxismo creen que la desigualdad económica entre unos y otros es profundamente injusta. ¿Por qué ese puede tener una riqueza que yo no tengo? ¿Por qué yo no puedo ser igual que él? La igualdad forzada ha sido experimentada en el pasado. En la propia Europa, donde la mitad del continente fue sometido a una rigurosa igualdad de salarios, que equivalía a una igualdad de pobreza. Pero la nueva generación no conoce esa experiencia y no quiere creer que la falta de libertad para crear riqueza implique la pobreza para todos.

Aclara que:

Esto también es consecuencia de nuestro lamentable sistema educativo en el que, durante décadas, nadie ha enseñado en los colegios las virtudes del capitalismo y de la creación de riqueza por la iniciativa privada. Hemos permitido una educación controlada por los socialistas que están empeñados en seguir reivindicando una igualdad perversa. Porque la igualdad de oportunidades es exigible. Todos deben poder tener los mismos derechos de educación básica. Todos deben poder ir a la Universidad si tienen la cabeza necesaria para ello, no sólo si tienen el dinero. Pero la igualdad de oportunidades no implica la equiparación de los frutos del esfuerzo de cada uno. Y vivimos en un tiempo en que la desigualdad se ha convertido en un crimen de lesa humanidad. Se niega la evidencia de que la condición humana nos hace a todos diferentes.

Y sentencia:

Nunca he recibido mayor ración de ataques insultantes en las redes sociales que cuando en un infausto programa de televisión cité a Javier Gomá diciendo que jamás en la historia de la Humanidad ha habido un momento en el que sea menos pernicioso ser pobre. Me cayó la mundial. Porque aunque sea una verdad evidente que cualquier persona que esté en los umbrales de la pobreza -y esos umbrales son hoy más elevados que nunca antes- tiene unos servicios sociales que jamás habían podido imaginarse. En España tenemos una sanidad universal gratuita que en Estados Unidos simplemente es inexistente. Tenemos unos beneficios de desempleo que cuesta encontrar iguales en la mayor parte de Occidente, gozamos de unos servicios facilitados por nuestros ayuntamientos que no se dan en la mayor parte de los municipios del rico continente americano. Pero todo eso ya se da por descontado. Es una conquista social plenamente asimilada. Hay una nueva generación entre los 20 y los 35 años que cree que tiene derecho a recibir mucho más sin ameritar nada. A la que no se ha educado en la necesidad de hacer esfuerzos para ganarse el pan cada día. Vuelven a creer en que tienen derecho a una generosa ubre del Estado. Es el nuevo auge del marxismo, como certificó la encuesta del CIS del pasado jueves. La realidad de Venezuela no les impedirá soñar con el paraíso.

En El Mundo, Enric González le pide al PP mayor dinamismo, que abogue por renovarse y que deje de ser una formación pasiva, esperando el fallo de los demás partidos:

El Partido Popular tiene un problema gravísimo con la corrupción. Pero no creo que la corrupción, que ha constituido y en algunos casos constituye aún una característica común en el sistema de partidos forjado a partir de 1976, sea su principal problema. El PP ha ido convirtiéndose en un remedo de Partido Único, un mecanismo de poder que funciona de forma vertical y en el que cualquier amago de disensión, o incluso de reflexión crítica, queda sepultado bajo las ovaciones de corte soviético al Amado Líder.

Esto se debe, en parte, a cuestiones contingentes. Mariano Rajoy perdió dos elecciones frente a José Luis Rodríguez Zapatero, que ya es perder, y en 2008 su poder al frente del partido resultaba muy precario. Le salvaron el respaldo valenciano (lo cual podría explicar la transigencia ante los sucesivos escándalos populares en Valencia) y la cobardía de sus potenciales sustitutos, acoquinados probablemente ante la opción de abrir una batalla interna dentro de la estructura monolítica y ajena a las disonancias que había construido José María Aznar. Desde entonces, Rajoy se dedicó a rodearse de incondicionales. Su puesto no había de estar nunca más en peligro. El resultado está a la vista.

Detalla que:

Luego figuran las cuestiones profundas. Los partidos son, por definición, instrumentos sectarios: su función consiste en formular mensajes simples y excluyentes para ordenar y canalizar el rumor cacofónico del ‘demos’. Cuando los criticamos por ser como son, tendemos a olvidar que los partidos con disensiones internas son siempre castigados por los electores. El PSOE ofrece numerosos ejemplos de esto último. El PP, sin embargo, ha llevado a tal grado de perfección su carácter sectario (no en los mensajes electorales, que están para lo que están, sino en sus políticas y en la forma de aplicarlas) que, manteniéndose como principal partido español y ostentando aún el Gobierno, parece incapaz de dialogar con nadie. Subrayo el ‘parece’. La imagen del PP se confunde con la imagen de Rajoy, alguien de quien, una vez desbrozados los tópicos y los lugares comunes, no se sabe qué piensa ni qué quiere, salvo permanecer en el poder.

Y sentencia:

España necesita al PP. Hace falta un partido conservador. Y hace falta que el PP se muestre dispuesto a actuar, a arriesgar, a definir propuestas concretas. La actual inacción no conduce a ninguna parte, porque unas nuevas elecciones nos llevarán de vuelta al punto de partida. Cuesta creer que el partido con mayor número de escaños haya decidido encallar, a la espera de que lo hagan también todos los demás.

En El País, Manuel Jabois ilustra con un ejemplo sencillo el fracaso de Pedro Sánchez en esto de las negociaciones de Gobierno:

Hace unos meses mi amigo Rodrigo Cota, que además de periodista es negro literario y nunca sabe cuándo se está dedicando a una cosa y a otra, recibió la llamada del escritor Alfredo Conde. Conde se quejaba de que hacía tiempo que no se veían y le proponía comer un día de la semana siguiente.

Cota le dijo que podía el viernes, a lo que Conde respondió de manera insólita con un bufido. Cota propuso el martes, un día que Conde tampoco podía. Cota empezó a sentir que le sudaba la calva. Quizás el lunes, dijo con un hilo de voz. Y entonces, para su delirio, empezó a escuchar al otro lado cómo se pasaban unas hojitas de agenda. Permaneció callado con la mano del móvil temblando. «Mmmmh…». «Alfredo». «Mmmmh…». «Alfredo, me estoy volviendo loco, ¿un miércoles?». «No sé. La verdad, Rodrigo, es que me pones en un aprieto porque tengo unas fechas complicadas. ¿Por qué no hablamos en otro momento?».

Cota me lo contó el otro día mientras cenábamos. Siempre había admirado a Conde: ahora lo veneraba. Quizás el escritor estaba aburrido en casa y sintió la necesidad de rechazar con educación a alguien; estaba ya maduro para la investidura.

Apunta que:

En la vida hay que saber fabricarse escenarios. Yo a veces cuando veo que alguien saca el móvil en la calle voy hacia él gritando: «¡Fotos en la calle no! ¡Respeta mi intimidad!». Un día acerté y todo; el tipo se puso colorado y volvió a meter el móvil en el bolsillo diciendo: «Perdona, Quique González».

Es algo muy parecido a lo que está ocurriendo en la política española. Los partidos se están esforzando en crear un contexto no se sabe si para la sesión de investidura o para las nuevas elecciones. En ese elegante juego de tahúres una línea roja podría ser una barrera artificial que se pudiese desmontar para aparentar un sacrificio.

Y subraya que:

Al salir de su reunión, Pedro Sánchez dijo que Pablo Iglesias tenía que elegir entre un Gobierno de progreso o la derecha. Pablo Iglesias, por su parte, dijo que Pedro Sánchez tenía que elegir entre un Gobierno de progreso o la derecha. Los analistas coincidieron en que sus posturas nunca estuvieron más separadas. Tienen razón.

Negociar es un arte. Pedro Sánchez lo está haciendo con dos partidos incompatibles. Cuando Iglesias le dijo a Rivera que como siguiesen respondiendo lo mismo a Jordi Évole acabarían por presentarse juntos, adelantaba la envolvente Conde: te necesito para rechazarte. Algo parecido a lo que Sánchez hará con ellos a la hora de la verdad. Cuando descubra que le sobra uno y le faltan todos.

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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