LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Ignacio Camacho se troncha de Pablo Iglesias: «¡Menudo gatillazo!: de autonombrarte vicepresidente a ser segunda fuerza opositora»

"El pacto con Ciudadanos ayuda a Sánchez, eso sí, a saltar la oposición interna de sus barones territoriales "

Ignacio Camacho se troncha de Pablo Iglesias: "¡Menudo gatillazo!: de autonombrarte vicepresidente a ser segunda fuerza opositora"
Pablo Iglesias. EP

El acuerdo entre PSOE y Ciudadanos alcanzado el 23 de febrero de 2016 de cara a la sesión de investidura y de un hipotético Gobierno posterior es la cuestión que ocupa y preocupa a los columnistas de la prensa de papel de este 24 de febrero de 2016.

Evidentemente, todos sacan la calculadora y dicen lo obvio, que la suma de los escaños de Pedro Sánchez y Albert Rivera no llegan a los 176 de la mayoría absoluta, se quedan en 130. Otra cosa es ver si consiguen enganchar a algún partido más de los decisivos, bien PP o Podemos, aunque a estas alturas de la película parece estar todo el pescado vendido.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Ignacio Camacho, quien apunta que el acuerdo con la formación naranja le sirve a Pedro Sánchez para ganar tiempo, pero que si quiere ser presidente no le queda de otra que hacerlo con Podemos:

Un Gobierno del PSOE con Ciudadanos es una idea sensata. Podría gustar más o menos y equivocarse como cualquier otro pero no quitaría el sueño a nadie; no constituye una amenaza contra la integridad nacional ni contra el sistema de libertades. Ese pacto representa a un segmento significativo de la opinión pública española, definida mayoritariamente como de centro-izquierda desde la Transición. Sólo tiene, aquí y ahora, un problema, y es que le falta un detalle: carece de masa crítica parlamentaria. Es decir, no es viable.

Para que Sánchez y Rivera puedan gobernar el país, con mayor o menor dificultad -más bien mayor- han de colaborar, por activa o por pasiva, con su apoyo o su abstención, el PP o Podemos. El primero tiene dos razones potentes para negar su aquiescencia: ha ganado las elecciones y ha sido vetado con visceral contumacia por el candidato socialista. Si resultase posible un Gabinete en minoría, con C´s de bisagra, en lógica y justicia le correspondería formarlo a Mariano Rajoy. Puede que algunos de sus votantes vean con buenos ojos cualquier fórmula que impida el acceso al poder del populismo antisistema, pero la mayoría de ellos se sentiría decepcionada de su propio voto. Una decisión así puede reventar a un partido ya en serio peligro de desestructurarse por la debilidad de su liderazgo.

Apunta que:

Si el visto bueno lo diese Podemos, sólo por permitir el relevo del marianismo y no quedar como responsable de una repetición electoral, Pablo Iglesias haría el mayor de los ridículos: pasar de autonombrado vicepresidente plenipotenciario a segunda fuerza de la oposición. Un gatillazo histórico para su desmedida arrogancia. Y a su vez, C´s tendría un problema con su electorado, procedente en dos terceras partes del espectro ideológico del centro-derecha, ante el que debería explicar cómo acaba convertido en socio de un acuerdo de izquierdas. Un flanco abierto para los ataques del PP y una dificultad objetiva en sus aspiraciones de sustituirlo como eje del moderantismo liberal y centrista.

Y sentencia:

El pacto ayuda a Sánchez, eso sí, a saltar la oposición interna de sus barones territoriales y le puede permitir escapar del trance de la investidura con un resultado honorable, aunque no decisivo. A Rivera le fortalece su bien trabajado papel de negociador constructivo y de regenerador templado del sistema. Se trata, pues, de un pactito, un voluntarismo razonable y útil para perfilarse en caso de nuevas elecciones; una alianza táctica testimonial porque le falta la premisa básica para un Gobierno, que es la mayoría cuantitativa de diputados. Y sin el PP tampoco es posible una reforma constitucional de consenso amplio. Al aspirante le permite ganar tiempo, pero si pretende salir investido precisa de otro cálculo. Éste es un compromiso para continuar siendo candidato después del 5 de marzo. Para llegar a presidente necesita a Podemos.

Antonio Burgos fantasea con qué hubiera pasado si el candidato del PP elegido en su momento para suceder a Aznar hubiese sido Jaime Mayor Oreja.

Hoy iba a escribir sobre quienes en el mareo de la perdiz de la investidura esgrimen sus exigencias en nombre de «la gente» que los ha votado. Pero no me sale escribir sobre esa pesadez. Iba a decir que no me sale escribir sobre la investidura precisamente del sitio con el que toma sus decisiones el alcalde socialista de La Algaba. Pero como rima con Goya y hay señoras delante, no me parece educado. Por eso, vamos a echar la imaginación a volar, que es más creativo y te da, además, menos sofocones. Le digo a mi guitarrista:

– Ponme la cejilla para cantar por ucronías de Cai. Ucronía ya saben lo que es. Por decirlo con palabras de Antonio Machín, ucronía es «lo que pudo haber sido y no fue». O sea, la Historia como no fue. Y, en el caso que nos ocupa, como debería haber sido.

Denle, por favor, a aquel invento con el que Pedro Ruiz se hizo famoso en TVE con los partidos de fútbol: a la moviola. José María Aznar ha prometido no repetir mandato y, como hombre de palabra (amenazada especie en trance de extinción que debería ser preservada cual el lince en Doñana), afila su todopoderoso dedo para nombrar sucesor y, con él, candidato. ¿Las bases, dice usted? Las bases, en Morón y en Rota: bien, gracias. El dedo de Aznar hace la reolina sobre una serie de nombres, como en aquellos pasatiempos del TBO de Benejam, y se para sobre uno de ellos: Jaime Mayor Oreja. Quien va de cabeza de cartel a las elecciones. Y, como está cantado, saca la mayoría absoluta, hartito el personal de los chanchullos, locuras, despilfarros y corrupciones varias de Zapatero.

Destaca que:

¿Y saben lo que hace Mayor Oreja nada más ser investido presidente del Gobierno del PP y llegar a La Moncloa? Pues sin dejar pestañear a sus adversarios, como tiene mayoría absoluta y no le da la menor vergüenza de ser de derechas, sino que lo tiene a gala y orgullo, deshace de un plumazo toda la hoja de ruta que ZP tenía establecida con los hojas de ruta, perdón, con los hijos de puta de la ETA, así como con los separatistas catalanes. Y «a la misma vez», que decía Lopera, deroga una tras otra todas las leyes zapateriles y pone a la firma de la sanción regia todas las populares que derogó el PSOE, empezando por el Plan Hidrológico, que vuelve a poner en marcha, y por la Enseñanza, y por el Aborto, y por cuanto prometieron en el programa del PP. Pero todo en menos que canta un gallo y sin temblarle el pulso, respaldado por millones de votos.

Concluye:

Y como el zapaterismo socialista o el socialismo zapaterista ha hecho su habitual tela de arañá en la nación, Mayor Oreja se apresura a romperla, y hace una limpia buena de socialistones en el poder judicial, en la cultura, en la agencia Efe, en la Policía, en los mandos de los Ejércitos y de la Guardia Civil, en los medios públicos de comunicación, como Radio Nacional y TVE. Y al Cine de la Ceja, ni una gorda. Y a La Sexta y La Cuatro, el reglamento. Y sin el menor complejo de ser lo que es, por los millones de votos que lo respaldan para que sea lo que tiene que ser, se pone a gobernar según el programa. Y tiene, además, el acierto de poner de vicepresidente económico a Mariano Rajoy, que mete en cintura las cifras de ruina en que ZP dejó la economía patria.

Rajoy, como vicepresidente económico, nos salva del rescate, pero Mayor Oreja lo sabe vender estupendamente no sólo ante el «Financial Times» y Wall Street, sino ante los que votaron al PP y ante los que estaban tiesos. Y a los separatistas catalanes, ni agua: la Guardia Civil retira todas las urnas en forma de microondas de cartón de un referéndum de mentirijillas. Y nadie tiene que fundar Vox, porque no hay descontentos dentro del PP. Y Ciudadanos sigue siendo un partido españolísimo en Cataluña. Y en Andalucía pone a Esperanza Oña de candidata y acaba con 35 años de Régimen socialista. Y llega el 20-D y Mayor Oreja revalida su mayoría absoluta. (De vez en cuando no viene mal soñar…).

José María Carrascal entiende que, pese a las ansias de todos los partidos de echar de la Moncloa al PP, lo trascendental es saber si podrán gobernar:

Las negociaciones para formar gobierno me recuerdan el viejo chiste judío. Van dos litigantes al rabino a que les resuelva su pleito. Expone el primero su causa y el rabino dice: «Tiene usted razón». Lo hace el segundo y el rabino asevera: «Usted tiene razón». «¡Pero, rabino -exclama un testigo-, no puede dar la razón a los dos!». «Pues usted también tiene razón», asiente el rabino.

Aquí también todos dicen que están a punto de llegar a un acuerdo, pero resulta que no llegan, al fallar los números o los programas. Sánchez quiere gobernar con Podemos y Ciudadanos, pero resulta que son incompatibles. Rivera quiere pactar con el PSOE y el PP, pero son más incompatibles todavía. Iglesias quiere pactar con el PSOE no sólo la investidura de Sánchez, sino también un programa de gobierno, pero Sánchez no quiere saber nada de programa de gobierno y, menos, de su composición. A él sólo le interesa ser investido. Total, que ahí los tienen, mareando la perdiz, a un paso del acuerdo, pero sin llegar a él. El que más crudo lo tiene es Sánchez, para quien está corriendo el reloj.

Señala que:

No hay duda de que la alianza con Ciudadanos es la que más le apetece, aunque sólo fuera para disimular ante su Comité Federal el apoyo de Podemos. Pero Rivera, que también ve riesgos en embarcarse con alguien cuya política económica y territorial no es la suya, le ha presentado en el último minuto cinco exigencias de padre y muy señor mío, con «una reforma de la Constitución Exprés» al frente. Si tenemos en cuenta que toda reforma de la Carta Magna requiere la colaboración del PP, más cuando tiene mayoría absoluta en el Senado, tiene el aspecto de una zancadilla. O de que Rivera ha olfateado el peligro de meterse en una aventura con un Sánchez desesperado, y busca romper con él, echándole la culpa de la ruptura. Pues tampoco debe perder de vista qué harán aquellos de sus seguidores llegados del PP, si se encuentran con que han votado una coalición de izquierdas creyendo votar a un centro derecha más joven y limpio.

Finaliza asegurando que:

«Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible» decía el torero con la lógica del que se enfrenta a la muerte. Que Podemos y Ciudadanos son tan incompatibles como el PSOE y el PP es, hoy por hoy, una de las pocas cosas claras e incuestionables en la embarrada escena de la política española. Y que uno de los grandes con uno de los pequeños no bastan para formar gobierno. ¿Seguirá todo así las próximas semanas? En política la palabra imposible no existe. Más, cuando PSOE, Podemos y Ciudadanos tienen sólo un interés común; desalojar al PP del gobierno. Eso y que el poder ejerce una seducción irresistible es lo único que puede crear un pacto de perdedores. Pero será también un pacto de enemigos entre sí. Lo que nos lleva a preguntarnos: Es posible que, al final, logren formar gobierno. Pero ¿podrán gobernar?

Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, es de los que considera que el pacto PSOE-Ciudadanos no es más que un mero postureo de cara a unas próximas elecciones porque vuelve a lo evidente, la suma de 130 es insuficiente para poder gobernar:

Lo que han hecho PSOE y Ciudadanos no es formar Gobierno pero sí coger sitio o algo que en baloncesto es fundamental: «tomar posición» y «asegurar el rebote». Después del acierto del tirador, lo más importante es que, si da en la tabla o el aro y no entra, pueda recuperar la pelota bajo el aro el pívot, gigantón al que sólo Carmena puede creer que le hace falta un recogedor de colillas. Aún se está recuperando del regalito Felipe Reyes, que, como la mayoría de jugadores de élite, no fuma.

Dice que:

Los que sí estarán fumando en pipa tras el preacuerdo escenificado ayer por Rivera y ‘Snchz’ serán Caballo Loco y Toro Sentado, también conocidos como Coleta Morada y Arroyo Seco. Porque, aunque los grandes jefes de ‘chiricauas’ y ‘cheyennes’ voten no en la próxima asamblea o votación a la luz de la luna, el ‘sioux’ Cara de Palo, también llamado Poste Tieso, y el ‘creek’ Nube Rosada, antiguamente conocido como Vientecillo del Este, han tomado la posición en la bombilla, han cogido sitio y esperan el rebote que en la segunda votación de investidura o en los tambores electorales del 29 de junio pueden llevarles a atrapar la pelota, encestar y ganar el Partido.

Y resalta que:

Aunque Sánchez se reserve algunos argumentos efectistas para el debate del martes, lo que hasta ahora sabemos del preacuerdo PSOE-C’s es muy similar a lo que hubiera sido un acuerdo que incluyera también al PP, aunque, afortunadamente, mucho menos radical que los veinte folios de banalidades pergeñados por los bacterios de Moncloa. No se sube el IRPF, se prohíbe cualquier referéndum como el de Cataluña, se reforma el CGPJ para asegurar la independencia del Poder Judicial, se suprimen los aforados, se eliminan las diputaciones y se rebaja el número de firmas para la Iniciativa Legislativa Popular, de 500.000 a 250.000. El PSOE ha cedido más ante Ciudadanos de lo que lo hubiera hecho ante el PP y Rivera ha conseguido que ‘Snchz’ respalde el programa del PP de 2011, el de las cuatro promesas: bajar los impuestos, combatir el paro, defender la unidad nacional frente al separatismo, y, como dijeron Rajoy y Gallardón en sus discursos de investidura: «acabar con el obsceno espectáculo de que los políticos nombren a los jueces que pueden juzgar a esos políticos». ¿Votará el PP ‘no’ al PP de 2011? Puede. Pero Rivera se habrá asegurado el rebote para el próximo Gobierno.

Manuel Jabois, en El País, considera un exceso llamar acuerdo histórico al alcanzado el 23 de febrero de 2016 por Pedro Sánchez y Albert Rivera:

Cuando salió ayer Pedro Sánchez a decir que el acuerdo de legislatura con Ciudadanos era un momento histórico traté de recordar qué estaba haciendo para contarlo dentro de 30 años. -¿Dónde estabas el 23-F? -Haciendo las maletas, chico. -¿Por si triunfaba el golpe? -El pacto, el pacto. Esa confusión entre lo urgente y lo importante la denunciaba involuntariamente EL PAÍS en su web. En una columna, las pretendidas negociaciones históricas para la investidura. En otra, la reconstrucción del golpe de Estado. Por un lado, unos señores tratando de ponerse de acuerdo para formar Gobierno y, por el otro, unos guardias civiles queriendo disolverlo a tiros.

No hay memoria que pueda recordar qué estaba haciendo en cada uno de los momentos que nuestros líderes han definido como históricos, incluidos los resultados socialistas del 20-N, que a priori puede parecer más fácil. Desde hace un año es imposible que un candidato salga a merendar, coja el bocadillo y no lo eleve al cielo como si fuera una hostia consagrada para decir que es un momento crucial de la historia de España y acto seguido convocar una rueda de prensa. Eso o desayunar una barrita con tomate para denunciar los privilegios de la casta.

Recalca que:

Todo tiene un significado esencial, un componente dramático con el que subrayar que nos lo estamos jugando todo. Está en tregua Cataluña, donde de llegar a la independencia habrá más días festivos que laborales, y han cogido el relevo en Madrid unos candidatos que se han terminado creyendo que estamos viviendo una Segunda Transición, y actúan como tal echando mano de lo más rimbombante del diccionario. El gran mérito del Quijote es que resulta imposible marcharse de sus páginas.

Como resultado de una percepción adánica del momento político, en el que parece que todo está inventándose o a punto de inventarse, se concluye que cualquier gesto es histórico cuando a veces es solo un aniversario de algo ya hecho anteriormente, como que los partidos hablen entre ellos. A estas horas ya ha hablado Sánchez y está hablando Iglesias; acabará la UEFA retrasando el horario de Champions.

Y sentencia:

Todo ello, este movimiento ingente de reuniones, declaraciones y estrategias filtradas o interesadas delata lo que realmente se entiende por «histórico», «crucial» y «sin precedentes» en España: el hecho de que unos señores con ideas distintas traten de ponerse de acuerdo, ni siquiera que lleguen a ponerse. Y si nos preguntan dónde estábamos, diremos que donde siempre, porque no da tiempo ni a moverse.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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