LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Carlos Cuesta da por «deglutido» a Garzón (IU) a manos de Pablo Iglesias

"Ahora ya no hay problema en pasarse al derecho a decidir y pisotear la tradición socialista-comunista"

Carlos Cuesta da por "deglutido" a Garzón (IU) a manos de Pablo Iglesias
Alberto Garzón y Pablo Iglesias. EP

El pacto entre Podemos e Izquierda Unida para concurrir de manera conjunta a las elecciones generales del 26 de junio de 2016 es la cuestión fundamental sobre la que versan las columnas de opinión de la prensa de papel este 10 de mayo de 2016. Quien más y quien menos dan por deglutido al joven Garzón frente al podemita Pablo Iglesias.

Arrancamos en El Mundo y lo hacemos con Carlos Cuesta que vaticina la muerte política de Alberto Garzón (IU) a manos del secretario general de Podemos:

No siempre fue así. No siempre Alberto Garzón fue el juvenil chófer de un coche fúnebre conducido hacia su entierro en campos de Podemos. Al revés, Garzón fue hace tiempo el conducido y Pablo Iglesias el conductor. Porque en la campaña a las elecciones generales de 2011 quien mandaba era IU. Y quien aspiraba a colarse como chófer era el arrogante líder de Podemos.

Recuerda que:

Garzón viajaba a Madrid por aquellas fechas, convencido de que el 15-M se convertiría en su rampa hacia el éxito. Debía participar en un debate en TVE. Y su muy endeudado, pero aún orgulloso partido, decidió mandar un asesor a buscarle a la estación para llevarle al plató. Aquel chófer-consejero era Iglesias, el mismo que ahora se prepara para deglutir o matar lo poco que queda de IU tras haberlo desmantelado paso a paso. El mismo que aprendió sus labores de asesor -y no sabemos si de chófer- en tierras venezolanas de la mano de dictadores. Y el mismo que se molestaba cuando se le preguntaba por Tania Sánchez Melero, la que aseguró que «nunca» iría a Podemos, para acabar en la filas moradas tres minutos después de desmantelar la organización madrileña de sus antiguos compañeros.

Porque con Garzón muere el tradicional internacionalismo de la izquierda comunista española: ahora ya no hay problema en pasarse al derecho a decidir y pisotear la tradición socialista-comunista; ni en pretender tumbar una Constitución, la española, que emergió gracias al entendimiento y cesión de muchos, entre ellos del PCE; ni en pisotear los principios de la Transición -respaldados durante décadas por aquellos que regalaron a Garzón su plataforma política- con tal de apuntarse a la moda de reabrir heridas guerracivilistas.

Apunta que:

Y no hay problema porque nada de lo que ocurre entre IU y Podemos tiene nada que ver con los viejos principios de la formación izquierdista. Tiene que ver con un mero plan de cargo-sueldo para unos cuantos. Tiene que ver con pretender crear una cápsula de salvación para un grupo de selectos -o, como diría Garzón, de «poderosos»-: los que puedan ocupar un puesto realmente elegible en las listas electorales de Iglesias.

Y sentencia:

Y ahí muere IU. Precisamente por apartarse de lo que le hizo tener un hueco en la política española. Por entregarse a la efebocracia, como la definió Azaña. Por perseguir modas, en vez de crearlas. No seré yo quien llore la muerte de una formación que aún albergaba el comunismo. Pero sí quien lamente la senda de locura y general olvido de unos principios de convivencia, que nos han permitido construir nuestra mejor etapa, por culpa de haber creado los mecanismos perfectos para evitar que los más capacitados lleguen a la política.

En ABC, Jesús Lillo habla sobre el postureo que se gasta en estos tiempos el comunismo viendo esa foto de Alberto Garzón a lo John Nieve en ‘Juego de Tronos’:

Hace ahora veinte años, el Ministerio del Interior montó un acto de reparación para devolverle a Carrillo la peluca -lacia, castaña y yeyé- que el líder comunista llevaba cuando lo detuvieron en 1976. El postizo que Mayor Oreja se sacó de la manga era falso, valga la redundancia, pero daba el pego, que es de lo que se trataba en la apacible prórroga de aquella Transición que unos y otros se empeñaban en prolongar con gestos y abrazos cruzados. Localizada años más tarde en Alcalá de Henares, la verdadera peluca de Carrillo fue empaquetada y enviada al Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, donde puede admirarse como pieza de museo y complemento directo de una época cuyos restos fósiles contribuyen a documentarla y explicarla. Ahora, en la Segunda Transición, con una cuenta de Twitter y un abono a Canal + Series va uno que arde y se entera de todo.

Subraya que:

El legado del comunismo español son sus pelucas. A la de Carrillo se suma ahora la de Alberto Garzón, que es una cosa entre Tino Casal, Loco Mía y los Modern Talking, con ese volumen fallero y levantisco que proporciona el viento de Invernalia. Si el viejo líder del PCE se puso pelazo en 1976 para pasar por demócrata de casi toda la vida, a Garzón lo visten y lo peinan como a Jon Nieve para tratar de estimular a Pablo Iglesias en ese ritual de cortejo que desde hace meses protagoniza la izquierda de manada, territorio y berrea. Se acerca el otoño.

Y asegura que:

Hay que aparentar. Lo que haga falta. Carrillo trató de tapar con una peluca las vergüenzas de su comunismo de escopeta, perro y paredón, y Garzón se pone de laca hasta las cejas con tal de seducir a esa izquierda presuntamente evolucionada que sigue los relatos de muertos y resucitados de «Juego de Tronos». Muy integrador con los colectivos LGTB y los talleres «transmaricabollo» de Podemos, cuando a Carrillo le entregaron en 1996 la peluca falsa en la sede de Interior, dijo que el postizo sería «de algún travesti que se habían buscado para la ocasión». En esta Segunda Transición tan televisiva y tuitera, el transformismo se ha normalizado mucho.

Manuel Marín da por sentenciado a Pedro Sánchez visto como los grandes barones socialistas ya se lanzan claramente a proclamar a Susana Díaz como la lideresa real del partido:

El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, se mostró ayer convencido de que Susana Díaz optará a liderar el PSOE tras el 26-J, y reclamó un escaño asegurado en el Congreso para Eduardo Madina. Una de dos: o Fernández Vara ha iniciado su particular precampaña con la idea de victimizar a Pedro Sánchez y presentarlo como una pieza de caza indefensa para Podemos-IU que genere empatía, y se le vote casi por pena; o sencillamente le están tomando medidas para su virtual ataúd político.

Explica que:

Si se parte de la base de que tradicionalmente ni un solo barón socialista dispara con munición de fogueo, e incluso de que alguno habla en la práctica por boca de Susana Díaz, la respuesta parece sencilla. El «aparato» del PSOE no solo está preocupado con los daños irreversibles que la alianza entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón pueda causar a su partido si el 26-J queda relegado a tercera fuerza y se ve empujado a iniciar una refundación programática. Además de preocupado, está desmotivado, descreído de sus posibilidades y desorientado. Hoy, la socialdemocracia tiene poca fe en sí misma frente al empuje del neocomunismo populista, y esa es la peor tarjeta de presentación. Fernández Vara transmite la sensación preventiva de una derrota segura, y una percepción de miedo escénico a que Iglesias -Garzón es una mera comparsa- monopolice el control político e ideológico de la izquierda en España.

Remata que:

Susana Díaz es el eterno «plan B» del PSOE transformándose por días en el «plan A», incluso en el supuesto de que el PSOE ganase algún escaño respecto a diciembre, pero no sumase para lograr la investidura de Sánchez. Durante dos de los cuatro meses que ha durado la legislatura fallida, Sánchez consiguió llevar la iniciativa, sumar a Albert Rivera a su proyecto de cambio político y fracturar a Podemos. A punto estuvo de conseguirlo. Sin embargo, Iglesias ha impuesto por la fuerza la autoridad en su partido y ha recompuesto los daños de su fractura reforzando sus expectativas con la absorción de IU. Todo lo que Sánchez ganó mediáticamente cultivando su utopía imposible de poder se ha saldado con el más amargo despertar: lidera un partido inmerso en una profunda crisis de identidad… y le ponen la etiqueta con la fecha de caducidad antes de abrirse las urnas. Ningún barón habla por hablar. Nada es inocuo. La letra pequeña del mensaje de Fernández Vara es que el PSOE no apoyará un gobierno presidido por Iglesias, y que, salvo milagro electoral, la confianza en Sánchez se ha agotado.

Ignacio Ruiz Quintano le sacude un par de palos al eurodiputado del PP Esteban González Pons por largar más de la cuenta y hacerle la pascua a su propio partido:

Cuando el pepero deviene pipero, sale Pons, «político, poeta y delfín», que en menos de lo que tarda un espectador del Bernabéu en comerse una bolsa de pipas ha hecho en el «Diario de Avisos» de Tenerife un retrato ideológico de la derecha española que quita el hipo.

-Los que no somos políticos de despacho, sino de combate…

Pipa a pipa, Pons («soy maduro, reflexivo y profundo, un jugador de ajedrez») hace de la socialdemocracia («Relativismo. Trivialización. Mundanalidad», era la fórmula de Tierno para regenerar a España) su sacerdocio.

-Los movimientos migratorios van a ser de carácter bíblico: a medio plazo, veremos pueblos enteros moviéndose para salvarse del cambio climático.

En lo que ese apocalipsis de Cecil B. DeMille llega, Pons pontifica que la corrupción no es española («la corrupción es de los corruptos»), que Juan Cruz es un genio de los de Nobel (la entrevista es en Canarias) y que «hay comunidades autónomas que son españolas y otras, como Cataluña o Canarias, que lo son de una manera diferente, y hay que respetarlas».

-Si en Madrid se quisiera un poco al idioma catalán, la situación sería menos tensa. ¡La frivolidad invertebrada de Ortega nadando en el vaso de agua clara de Pemán!

-Nada es comparable a una playa limpia.

Una playa limpia… y Pablemos, a quien Pons admira:
-Es uno de los personajes más interesantes con los que he tratado en mi vida. Es culto, inteligente, muy creativo. Yo soy seguidor de Pablo Iglesias desde el Partido Popular.

Y añade:

Claro que el PP aspira a una gran coalición a la europea, «como Alemania, Austria, Italia»…, en fin, las grandes democracias del Eje, que así de pendona es la historia. «El populismo está en Donald Trump», quizás porque habla del TTPI.

La socialdemocracia (diluida en estatismo) es aceptación, equidistancia, consenso y… sonrisa Pons. Una ideología de mundo Prozac, con cuyas pastillas, como se decía cuando salieron, seríamos una sociedad de eunucos felices que comen pipas.

En La Razón, Alfonso Rojo habla sobre la liberación de los tres reporteros de guerra españoles:

Hay diversas teorías. Una, muy extendida, sostiene que el primer aviso llega cuando una colegiala te llama «señor» y te cede el asiento en el autobús. Otro signo inequívoco de que te has hecho mayor es que los soldados te parezcan críos. Todavía más preocupante es que vayas a la consulta del dentista y le sueltes al de la puerta que avise a su padre, sin caer en la cuenta de que es el doctor y vas a estar inerme y en sus manos en breves instantes.

Resalta que:

No sirve de nada mirarse al espejo. Siempre aprobamos la imagen que nos devuelve la luna del cuarto de baño, aunque estemos cascados. Donde no hay trampa es con las fotos, al comparar lo que éramos y lo que somos. Otra fórmula infalible es poner tu peripecia cotidiana en contraste con la de quienes sueñan ahora como tú lo hacías cuando ni se te pasaba por la cabeza que otros habían recorrido la senda que te disponías a pisar. Me ha ocurrido este fin de semana, al ver descender del avión a Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre, los tres periodistas españoles secuestrados hace diez meses en Siria.

No voy a entrar en la cuestión del pago, ni a subrayar que los millones entregados por el CNI, en un ceremonial que evoca los intercambios de espías del Checkpoint Charlie en el Berlín de la Guerra Fría, servirán a los terroristas islámicos para perpetrar más atentados y torturar a más gente. En ese asunto, mi cerebro y mi corazón van por caminos opuestos.

Insiste en que:

Creo que es un error aceptar el chantaje, pero si hubiera sido yo el cautivo habría deseado con todas mis fuerzas que pagaran mi rescate. De la misma forma que no estoy a favor de la pena de muerte, pero apoyaría que se achicharrara en la silla eléctrica al asesino de uno de los míos y aplaudí que ahorcaran al siniestro afgano que mató a Julio Fuentes, aunque la viuda de mi amigo y los colegas pidieron clemencia.

Y concluye:

Cuando me preguntan si no echo en falta la azarosa vida de reportero de guerra, contesto automáticamente que sí, pero hoy no estoy tan seguro. Al ver a Pampliega, López y Sastre, me acordé del momento exacto en que sentí que había que dejarlo. Fue hace 12 años, en Bagdad, cuando me importó más llegar pronto al hotel para pillar abierta la piscina que seguir reporteando. Los jóvenes tres colegas recién llegados del infierno sirio nunca han pensado en chapuzones.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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