"No era posible que los encausados desconocieran el sistema fraudulento de reparto de ayudas y subvenciones en Andalucía"
El caso de los ERE fraudulentos en Andalucía y la decisión del juez de mandar al banquillo a Chaves y Griñán es la cuestión que polariza las principales columnas de opinión de la prensa de papel de este 2 de junio de 2016.
Victoria Prego, en El Mundo, constata que la decisión del juez de mandar al banquillo a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antoni Griñón le revienta por los cuatro costados el discurso contra la corrupción que con tanto esmero estaba construyendo Pedro Sánchez como arma arrojadiza contra el PP de los Bárcenas, Rato o Granados:
Si antes lo tenía difícil, ahora las cosas se le han puesto más cuesta arriba si cabe. Pedro Sánchez se acaba de quedar sin argumentos para lanzar a la cara del PP sus habituales acusaciones de corrupción, que han sido la base a la que se ha estado encaramando todos estos meses para apuntalar su negativa cerrada a permitir, por una vía o por otra, que el partido ganador de las elecciones pudiera gobernar.
Nada de lo ocurrido ayer permite pensar que el líder del PSOE vaya a cambiar de posición en el futuro, pero va a tener mucho más difícil el justificar públicamente ese empecinarse en no hablar con Mariano Rajoy, ni siquiera para intentar negociar un acuerdo de reformas necesarias si, como se prevé, el PP le gana por varios cuerpos el 26 de junio.
Detalla que:
El procesamiento de Chaves y Griñán, además del de otros 24 altos cargos de la Junta de Andalucía, es un golpe mortal al Partido Socialista en un momento en el que esta formación intenta, sin mucho éxito por cierto, hacerse con un perfil identificable y sólido que le distinga de otros partidos presentes en la contienda electoral.
En pleno impacto por la noticia del encausamiento de dos de los presidentes del partido, vale de muy poco el pobrísimo argumento esgrimido ayer por un noqueado secretario general del PSOE: «Yo soy un político limpio».
Eso no basta, del mismo modo que no bastará demostrar que tanto Chaves como Griñán no se embolsaron personalmente ni un euro de los más de mil millones que fueron defraudados a las arcas públicas porque, como explica el juez en el caso de Griñán, para cometer un delito de malversación no se necesita el enriquecimiento personal del autor, sino su conocimiento y su pasividad ante el uso y abuso fraudulento por parte de terceros del dinero de todos.
Y sentencia:
Y en el caso de Pedro Sánchez no basta que él sea un político «limpio» porque de lo que se trata es de juzgar, no en los tribunales sino ante la opinión pública, cómo de «limpio» es y ha sido su partido. Y en este campo no tiene nada que enseñar y no tiene lección alguna que dar a nadie. Porque el fraude de los ERE se ha venido manteniendo durante más de 10 años en una tierra gobernada en exclusiva por el Partido Socialista desde el nacimiento de la democracia y el argumento de que esto fue cosa de «cuatro golfos», que ha sido la versión oficial del PSOE hasta ayer mismo, ha caído por tierra con el auto del juez Álvaro Martín. Del mismo modo que no sirve el intento de exculpación de lo perpetrado bajo el pretexto de que, salvo unos pocos que se beneficiaron desmesuradamente de este mal uso de los fondos públicos, el resto de lo defraudado se repartió entre miles de beneficiarios, es decir, que era «dinero p’al pueblo». Porque lo que se buscó con ese mecanismo arbitrario y delictivo fue comprar la fidelidad al partido dadivoso de ese pueblo a base de regarlo con dinero irregular. El asunto no hay por dónde cogerlo y el PP se esforzará para que pese como un plomo en la campaña de los socialistas.
El editorial de El Mundo sentencia no sólo a Chaves y a Griñán, sino al PSOE en términos generales por abrazar teorías conspirativas, justo las mismas que no ve cuando los acusados son los de la acera de enfrente, es decir, los del PP:
Como los protagonistas de la célebre película de Godard, Manuel Chaves y José Antonio Griñán llegaron ayer al final de la escapada, tras ser procesados por el escándalo de los ERE. Han tenido que pasar más de cinco años y medio desde que se iniciara la investigación judicial de esta macrocausa para que al fin un juez haya dado por terminada la instrucción de una de las piezas del caso -la política-, relativa al procedimiento empleado por la Junta de Andalucía entre 2000 y 2011 para repartir de forma ilícita casi 1.000 millones de euros. Y los dos ex presidentes no pueden salir peor parados. El juez instructor les acusa de prevaricación, junto a otros 24 antiguos altos cargos -incluidos varios consejeros como el otrora todopoderoso Gaspar Zarrías o la ex ministra Magdalena Álvarez-. Además, a Griñán le señala también por un delito de malversación continuada, lo que podría acarrearle pena de cárcel de entre cuatro y ocho años. Éste es un salto cualitativo respecto al procedimiento seguido en su día en el Supremo -cuando los protagonistas eran aforados-, donde no se apreció malversación.
Explica que:
El auto es demoledor cuando asegura que no era posible que los encausados desconocieran el sistema fraudulento de reparto de ayudas y subvenciones, «de modo que quien decidió proseguir con la praxis instaurada lo hizo asumiendo todas las consecuencias». El juez pone negro sobre blanco cómo funcionaba el entramado de la Junta para beneficiar a empresas y particulares en una de las mayores redes clientelares nunca vistas en nuestro país, con «una pluralidad de autoridades o funcionarios» responsables de instaurar el procedimiento de reparto de fondos públicos. Echa así por tierra tanto la peregrina excusa esgrimida por Chaves y Griñán de que ellos nunca supieron nada, como, sobre todo, el argumentario del PSOE de que este asunto era cosa de cuatro golfos. Nada más lejos de la realidad. Estamos ante una trama institucionalizada, con la connivencia de los máximos responsables de la Junta, que miraron hacia otro lado ante las reiteradas advertencias de la Intervención General de que se estaba cometiendo fraude. Y abochorna que la cúpula del Gobierno autonómico durante un cuarto de siglo -hay constancia de que las primeras prácticas irregulares en los ERE se remontan a 1990, como atestiguó una sentencia del Supremo el año pasado- haya sido partícipe de uno de los mayores escándalos de corrupción de la democracia, junto con el del fraude de los cursos de formación.
Resalta que:
Así las cosas, es inadmisible el cinismo que ayer demostró el PSOE. Los socialistas siguen denunciando una caza de brujas política y defendiendo la «absoluta honradez» de Chaves y Griñán. No es desde luego edificante que, cuando ambos tienen ya un pie en el banquillo, el partido se envuelva en teorías conspirativas al verse tan salpicado por la corrupción. Una actitud que difiere tanto de la dureza con la que los socialistas despachan los casos que afectan al Partido Popular.
Antonio Hernando no dudó en reivindicar que se trata de «personas honestas, que no se han llevado un solo euro». El portavoz socialista en el Congreso perdió una buena oportunidad tanto para pedir disculpas públicas en nombre de su partido por un asunto tan grave, como para hacer pedagogía de la regeneración tan necesaria en la esfera pública. Porque, al margen de lo que se dilucide en el juicio oral, la responsabilidad in vigilando de Chaves, Griñán y sus consejeros es incuestionable. Y no se puede olvidar que estamos hablando de al menos 855 millones de euros repartidos de forma fraudulenta -al margen de los procedimientos administrativos preceptivos-, y de ellos, unos 150 claramente malversados, repartidos en chanchullos, conseguidores, comisionistas y premios en forma de prejubilaciones para arribistas muy bien relacionados con el poder, en concreto con el PSOE andaluz.
Y señala que:
Tras este importante paso procesal, cabe felicitarse de que la Justicia empiece a arrojar luz sobre un asunto de corrupción tan execrable, no sólo por la abultadísima cuantía malversada, sino también por corresponder a una materia tan sensible como las prejubilaciones y las ayudas a quienes pierden su empleo. Muchos de los detalles de esta trama fueron desvelados gracias a la labor de investigación periodística de EL MUNDO, en un escenario de durísima hostilidad desplegada por todos los resortes del poder andaluz, con toda clase de descalificaciones. Tampoco la investigación judicial ha sido sencilla. Tanto por la complejidad y número de afectados en el caso, como por las trabas de Chaves, Griñán -y el resto de implicados-, incluido el aforamiento al que se aferraron durante un tiempo para ralentizar el proceso.
De ahí que su renuncia temporal como militantes del PSOE que se conoció ayer -antes de ser expulsados en cumplimiento del código ético impuesto por Pedro Sánchez- no supone ninguna demostración de que «ambos siempre han ido por delante de los acontecimientos», como presumió Hernando, sino la sencilla evidencia de que ahora sí se saben acorralados por la Justicia.
Luis María Anson le arrea al PP, a cierto sector del partido de Génova 13, por haber conseguido que el PSOE sea a día de hoy casi seguro tercer partido tras las elecciones del 26 de junio de 2016. Asegura que los cálculos del presidente Rajoy a la hora de afrontar la crisis han sido tan geniales, como devastadora la estrategia de hundir al partido de Ferraz:
Algunos dirigentes del Partido Popular, que son listísimos, tras la victoria del año 2011 -si bien los ciudadanos votaron, no a favor de Rajoy, sino en contra de lo que Zapatero había significado-, decidieron pulverizar a un PSOE macilento y hundido. El sentido de Estado y la política de altura exigían todo lo contrario. A España le conviene un PSOE socialdemócrata que arbitre en la moderación la alternancia política.
Los listísimos se apresuraron a fragilizar al rival caído. Para dañar al PSOE se les ocurrió potenciar hasta la náusea a la extrema izquierda comunista, que empezaba a gallear gracias a la simpatía personal y a la inteligencia política de Pablo Iglesias. El Partido Popular arbitró a favor de Podemos casi todos sus canales de comunicación con el fin de oscurecer al partido que fue clave en la Transición y que todavía, cumpliendo el pacto de Estado de 1978, contribuyó a que la ley de abdicación, que era la de proclamación de un nuevo Rey, se aprobara por el 86% en el Congreso y el 90% en el Senado. No se ha agradecido suficientemente a Alfredo Pérez Rubalcaba su admirable actitud.
Apunta que:
Los listísimos del Partido Popular se frotaron las manos en su esfuerzo por hacer añicos al PSOE. Incluso pusieron a los pies de Pablo Iglesias todo un canal nacional de televisión que desde las seis de la mañana y en todos sus programas, directa o indirectamente, se dedica a reventar al partido socialista y a ensalzar a Podemos.
Y ahí está el resultado. No sabemos lo que pasará el 26-J porque los sondeos solo reflejan la realidad del momento. Pero las encuestas más serias y científicamente más rigurosas certifican el sorpasso. El PSOE quedaría reducido a un tercer partido, con la consiguiente conmoción interna. En lugar de lo que conviene a España, una alternativa de izquierda moderada, es decir, un PSOE representando al centro izquierda, los listísimos del PP se pueden encontrar dentro de unas semanas con la oposición dominada por la extrema izquierda. Y no, no es lo mismo lidiar con lo que fue el PSOE de Felipe González que con el Podemos de Pablo Iglesias. No es lo mismo partir de la coincidencia en lo sustancial de nuestra Constitución que enfrentarse con la fórmula antisistema que quiere arrollar todo lo que se ha conquistado en los últimos cuarenta años.
A los listísimos del PP, que todavía siguen instalados en el desdén y la prepotencia, les ha salido el tiro por la culata. Mariano Rajoy ha triunfado con una política económica seria que nos ha permitido abandonar el túnel de la crisis sin troikas ni rescates. Se equivocó, sin embargo, en las grandes decisiones políticas. No ha sido capaz de promulgar una nueva ley electoral. No ha sido capaz de abordar la reforma de la Constitución. No ha sido capaz de colaborar con un PSOE moderado sino que se ha esforzado en destruirlo. No ha sido capaz de atender a las clases medias que le votaban y a las que ha zarandeado a impuestos. No ha sido capaz, en fin, de enfrentarse seriamente con el secesionismo de un sector de la clase política catalana. Se ha instalado durante demasiado tiempo en la célebre frase arriólica: «No hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener cerrado el pico».
En El País, Juan Cruz asegura que hay que hablar de Venezuela por mucho que a algunos no les guste un ápice. En otras palabras, por mucho que no les guste a los podemitas:
En la imperiosa España de las modas se está imponiendo ahora que hablar de Venezuela no es lo que debemos hacer, porque hay cosas más graves en este país. Como si Venezuela fuera, estrictamente, un país opaco, en el que lo que sucede haya que ocultarlo por si a quienes en otro tiempo la usaban como modelo les ofende la alusión.
Venezuela está siendo ahora el centro de una grave crisis, que tiene que ver con la política, con los derechos humanos, con la economía y hasta con los modos. Ayer mismo el presidente Maduro afrontó una advertencia de la Organización de Estados Americanos con la audacia verbal con que adorna todo lo que dice frente a sus opositores. Y aunque la realidad lo acosa cada vez más se atrinchera en el poder lanzando venablos contra los opositores, cuando no los amenaza con la cárcel, amenazas que como se sabe ya ha ejecutado.
Subraya que:
El eco de ese desmán con el que gobierna es mundial. Aquí, como se ve en las redes sociales y otros ámbitos digitales, sobre todo, referirse a Venezuela lleva a burla para amedrentar a aquellos que osen referirse a esa controvertida realidad desde posiciones que no sean gratas a los que guardan las esencias ideológicas de la revolución bolivariana.
Esa manera de guardar lo que no gusta para que no sea divulgado tiene una larga historia, que hemos vivido los que en los años sesenta y setenta creímos en el paraíso hasta que conocimos el paraíso. En el libro Tumulto (Malpaso), de Hans Magnus Enzensberger, el ensayista alemán revisita aquellas revoluciones (la cubana, la soviética, el Mayo del 68, las revueltas de la ultraizquierda italiana y alemana), de las que estuvo próximo. Enzensberger hace ese melancólico paseo para autocriticarse. Entonces, como ahora, cualquier crítica era desmentida con el mismo desdén que vemos en este momento en el verbo agriado de los que no consienten sino el pensamiento unificado. Incluye una autoentrevista en el que el Enzensberger de hoy entrevista a aquel Enzensberger; el resultado no sólo es hilarante, también te pone los pelos de punta.
Finaliza destacando que:
Hay precedentes, pues, del desdén actual a quienes se ocupan de Venezuela, como sigue siendo habitual leer o escuchar el descrédito hacia los que se atreven a cuestionar, aun ahora, a la revolución cubana. Hay precedentes ilustres de esta tentación de silenciar la crítica de lo que no nos gusta de lo que hacen los nuestros. Vean lo que decía el tantas veces admirado Julio Cortázar en su libro Nicaragua tan violentamente dulce, publicado en 1984, acerca de lo que no se debía decir: «Esa crítica no me duele por sí misma sino porque opera en terreno favorable, con el sostén y el apoyo tácitos de los norteamericanos y del establishment y de los intereses capitalistas mundiales». Así eran las cosas, así siguen los argumentos. Hablar de Venezuela es rasgar el prestigio de una entelequia que algunos, entre nosotros, quisieran ahora que fuera opaca.
El editorial de El País va sobre el tema de los ERE fraudulentos y resulta bastante amable con Pedro Sánchez y con Susana Díaz, a los que trata de separar de los dos expresidente andaluces:
La decisión judicial que afecta a Manuel Chaves y a José Antonio Griñán, junto con otros 24 ex altos cargos de la Junta de Andalucía, supone el paso decisivo hacia el enjuiciamiento de si hubo o no una decisión política que favoreció el desvío de parte de los fondos (855 millones de euros) dedicados a los ERE en Andalucía entre 2001 y 2010. Los afectados sostienen que todo fue legal, pero el magistrado que ha decidido la continuidad del procedimiento sospecha que se montó un sistema opaco y arbitrario, y acusa a ambos de prevaricación. A Griñán le imputa también malversación, a diferencia del instructor del Supremo durante la fase en que la causa estuvo en el alto tribunal, que descartó ese segundo delito.
Dice que:
Chaves y Griñán han hecho lo que cabía esperar de ellos en cuanto a responsabilidad política. Ambos abandonaron la vida pública hace un año y, además, se han dado de baja en el PSOE. No hay el menor indicio de lucro por su parte y su honorabilidad personal no está en juego. Pero les toca defenderse como ciudadanos privados en lo que sin duda va a ser un juicio con fondo político.
Nadie podía esperar que semejante escándalo terminara olvidado en los vericuetos procesales, y tras un enorme retraso en la tramitación judicial, las decisiones sobre los expresidentes de la Junta de Andalucía llegan en un momento políticamente muy sensible, a 25 días de unas elecciones generales.
Precisa que:
Lo sucedido puede tener efectos en el voto, porque las biografías de Chaves y de Griñán se confunden con las del PSOE y el Gobierno andaluz. La imbricación es tan grande que el Partido Popular, en trance de ahogarse en casos de corrupción, pretende utilizar el problema de los expresidentes socialistas como si fuera una tabla de salvación. Y los activistas del populismo, los defensores del pueblo contra las élites, están tentados de aprovecharse de la situación para cebar sus armas electoralistas contra el PSOE.
Sin entrar en el juego estúpido de calibrar qué partido pesa más en la balanza de la corrupción, lo cierto es que centrar la indignación en la exigencia de cuentas por el pasado o alegrarse de equilibrar la balanza de los asuntos turbios no servirá para recuperar la confianza ciudadana. Los gobernantes tienen que asegurarse de que la administración del dinero público se hace con profesionalidad y diligencia, para lo cual es indispensable mantener actitudes vigilantes y activar controles institucionales de la gestión. Los hechos tienen que demostrar que se ha cerrado una larga etapa de impunidad y esto no se va a conseguir lanzándose los trastos a la cabeza.
Y concluye:
Tanto el líder del PSOE, Pedro Sánchez, como la presidenta de la Junta, Susana Díaz, parecen haber aprendido la lección. De ahí proceden sus compromisos para dejar fuera del partido a todos los implicados en asuntos sospechosos de corrupción política. Esto no es condición suficiente, pero sí necesaria, para regenerar fuerzas políticas desgastadas por haber prescindido de controles rigurosos del dinero del contribuyente y de la limpieza en el manejo de los asuntos públicos.