Pedro Sánchez tiene garantizada esta semana lo que más le gusta. Que se hable de él, aunque sea para mal. Este 28 de septiembre de 2016 las columnas de opinión y las editoriales vienen cargaditas analizando el enroque del líder del PSOE y cómo se espera que el sábado 1 de octubre de 2016 los barones estén con el cuchillo entre los dientes para derrocarle.
Santiago González, en El Mundo, califica a Pedro Sánchez de incompetente intelectual por abocar al PSOE a unas terceras elecciones basándose en el argumento de que es mejor volver a las urnas que un Gobierno de Rajoy:
Pepa Bueno entrevistaba a Pedro Sánchez en la SER y nuestro héroe no perdió la ocasión de lucir su incompetencia intelectual: «Prefiero terceras elecciones al Gobierno de Rajoy», como si estuviera ante dos opciones disyuntivas. Lo que viene a pasar es que a nuevas elecciones, tendrá más Mariano Rajoy, que mire las primeras y las segundas. Y el PSOE seguirá perdiendo escaños.
Federico Jiménez Losantos considera que el líder socialista, esta vez sí, va a tener más de un problema para enfrentarse a los críticos de su partido:
Lo que le ha pasado a Pedronono es que se creía Gulliver en el país de Liliput, y tras la debacle electoral en Galicia y el País Vasco, pensó que podía hacer como el náufrago en la isla de la gente diminuta, que lo había atado temerosa con sus cuerdecillas a la playa. Al despertarse, se soltó de un tirón, dijo que tenía hambre y se zampó todo lo que le trajeron: «bueyes que para él eran gorriones y cubas de vino que bebía como dedales». Como no tiene la bondad de Gulliver, gigante sólo entre enanos, Pedronono quiso soltarse antes de que lo ataran y convocó una especie de minipolitburó para un semisovietsupremo y retó a la gente menuda con primarias a la búlgara, creyendo que los críticos se retirarían a sus minisoluciones habitacionales. No pensó que su debilidad tras el naufragio galaico y el trompazo vasco ha convertido las cuerdecillas liliputienses en fuertes alambres que apenas le dejan alzar la cabezota, y que, al verlo exhausto, no le iban a dar de comer.
Antonio Burgos, en ABC, tacha al secretario general del PSOE de auténtico «majareta» y le compara con Fernando VII, al que tuvieron que declarar loco tras el Trienio Liberal, allá por 1823:
Y no dimite ni a la de tres. Y si se le suben a las barbas los barones y Susana le dice «váyase, señor Sánchez», convoca a las bases. Empecinado como está en llegar a ser presidente aunque para ello haya de matar a su padre y a su madre España, ha cambiado aquello de la progresía de: «OTAN, no; bases fuera». Su terco grito es: «Rajoy, no; bases del partido dentro, para que ni Susana ni nadie se atreva a pedir mi dimisión». ¿Pues saben lo que les digo? Que con el viejo ‘Manual de Historia de España’ de Aguado Bleye en la mano, la dimisión me parece poco. Con este empecinado hay que hacer como con Fernando VII las Cortes reunidas en Sevilla el 11 de junio de 1823, al final del trienio liberal: declararlo loco. Por bastante menos de cuantas majaretadas está perpetrando Sánchez, agarrado a la brocha de las bases para que no le quiten la escalera del ‘Gobierno Alternativo’, las Cortes declararon loco, loquito, loco a Fernando VII. A ver si declaran majara a este empecinado. Porque lo está. No debe de andar en sus cabales. En su maldad, está como un cencerro.
David Gistau, por su parte, considera que a Sánchez lo van a liquidar los suyos antes de que éste tome como rehén a todo el partido y le haga desaparecer:
Percibo en la ortodoxia del PSOE, tanto en la que conforma el pasado tutelar como en la que respira ambición de futuro, una cierta incomodidad desdeñosa, casi una reticencia a mancharse las manos: ello se debe a que Pedro Sánchez, incorregible ante los editoriales de El País y las protestas de sus baronías, va a obligar al partido a hacer personalmente el trabajo sucio de su liquidación. Es decir que, no habiendo salido Tony Montana con las manos en alto, no queda ya sino meterle sicarios en el jardín, y ahora mismo, antes de darle tiempo a tomar rehenes entre la militancia para hacerse fuerte en las primarias.
El editorial de ABC llama al líder del PSOE «fracasado» y considera que igual sólo con los votos de los afiliados del partido en toda España no tendría un solo escaño:
Sánchez encarna la historia de un fracaso y el hundimiento de un proyecto político centenario. Y para plantar cara a sus críticos, recurre a falacias argumentales como sostener que, mientras que él representa a la izquierda auténtica, los barones rebeldes son meros acólitos de la derecha y quieren ver a Rajoy como presidente. Para ello recurre a una manipulación brutal de sus bases, apropiándose de ellas para denostar a sus críticos. Sin embargo, Sánchez olvida que, si orgánicamente los afiliados del PSOE son soberanos, electoralmente el PSOE se desangra a chorros. Desde hace siete procesos electorales, pierde dosis masivas de votantes anónimos que no confían ni en su radicalidad ni en su sectarismo, y que son exactamente igual de progresistas y socialistas que el propio Sánchez. Si las urnas del PSOE se llenasen solo con los votos de afiliados, es probable que no obtuviera un solo escaño en España.
La Razón aplaude al senador socialista José María Barreda cuando habla alto y claro de que los 85 escaños del PSOE le deben de llevar a la oposición y desde ahí hacer la labor que le corresponde para que Rajoy, aun siendo presidente, no crea que todo el monte es orégano:
Como señala Barreda, 85 escaños son muy pocos para intentar una alternativa de Gobierno viable, pero son más que suficientes para condicionar, desde la oposición, la gestión de un Ejecutivo en minoría parlamentaria, como el que conformaría Mariano Rajoy. Cualquier otra opción lleva a una repetición de las elecciones generales, con el PSOE herido por luchas intestinas y sin un candidato que concite la adhesión mayoritaria de las federaciones socialistas. En estas circunstancias de pugna interna -que los electores suelen castigar con dureza-, lo más probable es que la candidatura de Pedro Sánchez consiguiera descender de los 85 escaños -advierte Barreda- con lo que el PSOE pasaría a la irrelevancia parlamentaria. Siguiendo esta línea de argumentación, la conclusión es obvia: la abstención de los socialistas en una segunda investidura del candidato del Partido Popular rendundaría en beneficio propio, aunque sólo fuera porque daría tiempo a la organización socialista para recomponer los consensos internos y abordar tranquilamente el imprescindible proceso de reconstrucción. En cualquier caso, es un escenario mucho mejor para el PSOE que el que plantea la intransigencia de Pedro Sánchez.
El País sigue erre que erre con la matraca de que tanto Sánchez como Rajoy deben de dar un paso al costado, como si ambos hubiesen sacado el mismo resultado. La opinión es del profesor de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, Javier Tajadura.
El Rey es el único actor institucional que está en condiciones de recordar a Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez algo que estos se resisten a aceptar: que ninguno de los dos cuenta con posibilidades para ser investido. Respetando escrupulosamente el principio de neutralidad, la función del Rey consiste en impulsar a los partidos a que propongan candidatos capaces de suscitar el necesario consenso. Descartado un Gobierno de gran coalición presidido por una personalidad de prestigio -que sería la solución ideal-, el PP debe ofrecer al Rey un candidato ganador, esto es, aceptable para el PSOE. El principio de lealtad constitucional obliga al PSOE a permitir la formación de un Gobierno presidido por otro dirigente del PP distinto a Rajoy y a ejercer una oposición constructiva.