Raúl del Pozo: "Rajoy ha sobrevivido a sus enemigos, a sus amigos y a la corrupción"
Mucho Mariano Rajoy, como no podía ser de otra manera, en las columnas y editoriales de la prensa de papel de este 27 de octubre de 2016. El candidato del PP a ser investido nuevamente presidente del Gobierno ocupa la mayoría de las reflexiones de los articulistas que destacan no sólo la fortaleza mostrada por el político de Pontevedra, sino también su cambio ofreciendo diálogo a toda la Cámara Baja.
Arrancamos con Luis Ventoso que, en ABC, compara a Mariano Rajoy con el exfutbolista del Real Madrid Raúl González Blanco, al que siempre se le achacaba poco fútbol, pero al final, estadísticas en mano, era quien resolvía los partidos:
El síndrome de Raúl: juega feo, dicen que no hace nada, pero al final marca, aunque sea con la chepa. Dar por incinerado al viejo Mariano es un clásico en un país donde según el CIS el político más valorado es ¡Alberto Garzón!, un comunista que quiere liquidar la democracia. Frente a la corrupción del PP, Rajoy ha sido más lento que un interrogatorio de Colombo. También carece de impulso reformista y capacidad de ilusionar al país. Pero la supuesta medianía ha jubilado a Rubalcaba, Sánchez, Mas y Rosa Díez; ha aplacado alguna ambición sinuosa cercana a su propio despacho, y ve a Podemos a la baja y peleado y a Rivera en pleno baño de humildad. El patriotismo elemental, el sentido común y no hacer grandes tonterías son cualidades notables en la España de hoy.
Ignacio Camacho describe el discurso de Mariano Rajoy como pragmático, alejado de cualquier fantasía o promesa utópica:
Todo su discurso de segunda investidura constituyó un alegato contra la política adolescente. El presidente no convoca entusiasmos, no dibuja horizontes mitológicos, no traza utopías, no promete cielos. Su agenda es pragmática y está llena de problemas por resolver: empleo, pensiones, educación, independentismo. Su propuesta fue la de un empresario de la política. Un emprendedor, eso sí, en minoría accionarial que busca socios para una joint-enture.
El editorial de ABC es claro al afirmar que Rajoy hizo el discurso que requería la ocasión: calmado y con afán conciliador y negociador, dado que toda propuesta va a tener que pasar, necesariamente, por el visto bueno del PSOE:
Rajoy fue consciente ayer de que debía evitar réplicas tensas por parte del Grupo Parlamentario Socialista, ahorrándose cualquier argumento que sirviera a los críticos partidarios del «no» a su investidura para cargar contra la decisión del último Comité Federal. Sería un error de los socialistas desencadenar una ofensiva destructiva desde el primer minuto, ya que esto llevaría al hoy presidente en funciones a disolver el Parlamento y convocar esas nuevas elecciones en las que probablemente el PSOE sufriría otro revés electoral. Y el país, otro fracaso y ridículo internacional.
El País echa agua al vino y critica prácticamente por completo el discurso de Mariano Rajoy por pasar de puntillas sobre la corrupción y el desafío secesionista de Cataluña:
Con solo 137 escaños, un partido lastrado por la corrupción, un Gabinete lleno de ministros abrasados y cuatro años avasallando en el Parlamento a los otros grupos políticos, era imposible para Mariano Rajoy plantear su ejercicio de investidura desde otro plano que el del diálogo. Máxime cuando se la debe al sentido de Estado de los socialistas y no a sus propios méritos. Con ese pesado bagaje a sus espaldas, resulta frustrante que Rajoy no ofreciera en su discurso sombra de autocrítica ni propuesta innovadora alguna respecto al problema político más grave que tiene planteado España, que es el desafío independentista lanzado por las autoridades de Cataluña.
La Razón, en un extenso artículo editorial, reclama que ahora que Rajoy va a ser presidente, confía en la responsabilidad de las otras fuerzas políticas para no hacer bloqueos caprichosos:
En definitiva, que la pretensión de un Gobierno estable, duradero, sólido y tranquilizador, como reclamó Mariano Rajoy, se legitima y se sustenta en la misma voluntad popular expresa. Y en este sentido, y no se trata de hacer juicio de intenciones, cabría preguntarse cuál es la finalidad práctica, dónde está la ventaja para los españoles en permitir la formación de un Ejecutivo al que luego no se va a dejar gobernar. Si la situación de bloqueo político de España, con el riesgo cierto de tirar por tierra todo lo conseguido en materia económica y de empleo, hacía imperativo para Mariano Rajoy aceptar la investidura, también obliga al resto de los parlamentarios a no convertirla en un mero trámite, con un Gobierno débil, forzosamente limitado en el tiempo y sometido a un inútil desgaste, mientras cada cual espera una mejora de sus perspectivas electorales.
En El Mundo, la propodemita Lucía Méndez reparte palos recubiertos de elogios a Mariano Rajoy por deslizar la posibilidad de que al PP le hubiese podido convenir nuevas elecciones:
Los estudiosos del maquiavelismo y los teóricos de las distintas formas en las que se puede encarnar la astucia política podrán analizar el discurso de investidura de Rajoy para sacar conclusiones. A simple vista, la intervención que leyó el candidato ante la Cámara fue una delicada combinación de mano tendida al diálogo y amenaza. Una amenaza fina y sutil. Casi exquisita. Un aviso parecido a esa lluvia que parece que no moja y te acaba calando hasta los huesos. Hasta tres veces repitió la advertencia con lenguaje elíptico para no echar más sal de la necesaria en las heridas del PSOE. Rajoy acudió a la segunda investidura evitando una tentación muy jugosa para él y su partido. «Quizás algunos pudieron pensar que las dificultades para gobernar y el horizonte de poder mejorar nuestra posición en unas nuevas elecciones nos podrían llevar a eludir nuestra responsabilidad. Pero no lo vamos a hacer».
El diario de Unidad Editorial, en su análisis editorial, destaca que Rajoy pasa forzosamente del rodillo de la mayoría absoluta al diálogo para poder sacar leyes dada su condición de partido que no podrá gobernar cómodamente los próximos cuatro años:
‘Del rodillo al diálogo’ titulamos hoy en nuestra portada. No tiene ninguna intención peyorativa. Es la plasmación de un concepto: ése es el cambio más importante que trae para España la legislatura que acaba de comenzar. El Partido Popular, que gobernó con mayoría absoluta los últimos cuatro años, tendrá que apoyarse a diario en otras fuerzas parlamentarias y ello va a suponer un cambio sustancial en su forma de hacer política.
Raúl del Pozo destaca la fortaleza de Rajoy para poder acabar otros cuatro años en el Palacio de la Moncloa y lo define de una manera muy literaria; «La gaviota levanta el vuelo»:
Rajoy ha sobrevivido a sus enemigos, a sus amigos y a la corrupción. Después de perder dos veces las elecciones legislativas, las ganó por mayoría absoluta. Gobernó durante los cuatro años atormentado por los juicios a decenas de dirigentes de su partido y las acusaciones directas contra él. Ese acoso continuará en una Legislatura en la que va a a estar a merced de las comisiones de investigación, de las causas abiertas en canal y de lo que vayan a largar los arrepentidos. La mayor cualidad de Rajoy para sobrevivir ha sido su paciencia inexplicable y enigmática, que Antón Baamonde achaca a los gallegos. Añade el filósofo que el gallego, al nacer debería estar acompañado de un prospecto, como los medicamentos. El presidente ha probado que la paciencia en política es más poderosa que la fuerza.