Ussía no entiende que la FIFA tenga a Maradona en su cúpula representativa
El elegante Alfonso Ussía salpica su capa con barro clavándole los tacos a Diego Maradona en su columna en La Razón, llamándole «violento, farsante, mentiroso y tramposo» como si estuviera un potrero de Buenos Aires.
Al padre literario del Marques de Sotoancho le ha molestado ver a Maradona comer en su adorado restaurante ‘Zalacaín’, donde no permiten comer sin corbata, en plan ‘Los Sopranos’. Es más, al igual que María Escario, les recomienda que tengan cuidado con la cartera, no vaya a ser que Maradona se haya llevado algo:
Procedan en «Zalacain» a hacer un nuevo inventario.
Ussía no entiende que la FIFA tenga a Maradona en su cúpula representativa.
«Fue un gran jugador, pero también un tramposo, un mentiroso y una muestra grosera de lo que no se puede ser habiéndolo tenido todo. En Madrid, nada más llegar, armó un escándalo en su hotel, discutiendo con su guapísima novia. Ella retiró la denuncia, y aquí paz y después gloria. Pero es un tipo violento, un farsante de la vida, y su calidad futbolística no se corresponde con su constante deterioro cívico. La FIFA no ha podido elegir un representante peor».
«En Argentina lo tienen como un dios, y hace lo que le viene en gana», dice Ussía. Aquí patina el aristócrata porque la verdad es que hace tiempo que Maradona dejó de ser intocable en su país. Cada vez son más los argentinos que han derribado al ídolo y que asumen que es un vergüenza para su país.
Donde sí acierta Ussía es en recordar las tragaderas políticas del astro argentino:
También en Cuba, donde ingresó en un hospital para rehabilitarse de su adicción a la cocaina. Ahí, al menos, fue consecuente. Era un gran amigo de Castro, un defensor de la dictadura comunista cubana, y se rehabilitó en La Habana.
Lo que podría haberse preguntado Ussía es por qué los dos periódicos deportivos españoles de mayor tirada le han dedicado sus portadas a un personaje tan amortizado con Maradona.
El problema no es Maradona sino ese periodismo deportivo estilo ‘Sálvame’ que confuden el deporte con el famoseo, viejas glorias que hoy apenas se les entiende cuando hablan y que se arrastran por la vida.