No se me rebelen, estimados lectores, pero un día más, 26 de julio de 2017, a menos de dos horas para que declare como testigo en la Audiencia Nacional el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, el tema en editoriales y tribunas de opinión es Cataluña. Sí, es como el día de la marmota y aún quedan algo más de dos meses para ese 1 de octubre de 2017, así que le tocará armarse de paciencia.
Santiago González, en El Mundo, pronostica que el próximo político que acabe ‘degollado’ de manera simbólica en Cataluña será el propio Carles Puigdemont:
No sabe Puigdemont que cuando fracase en su putsch y Oriol Junqueras gane las autonómicas en que se va a resolver esta mascarada la cabeza que hará de gran badajo será la suya.
El editorial de El Mundo es claro al afirmar que el separatismo lo único que pretender es hacer de Cataluña todo lo contrario que en 1992, cuando era una región cosmopolita y abierta:
Son las consecuencias del despropósito al que el separatismo conduce a la misma Cataluña que en 1992 alumbró al mundo.
ABC se apunta a esa vuelta a 1992 frente a una Cataluña gobernada hoy por meros políticos rupturistas:
Hoy, aquella complicidad constructiva da paso al enfrentamiento. Y todo ello, con odio, con rencor, con una inasumible manipulación de la historia y con la estimulación de una mentira sistemática a todos los catalanes.
Ignacio Camacho avisa una vez más a los catalanes sobre la deriva a la que les están conduciendo los políticos separatistas:
Son los ciudadanos catalanes quienes sobre todo deberían formularse, sin nostalgia ni remordimientos, la cuestión de si su comunidad está hoy en condiciones de abordar cualquier clase de proyecto estratégico; de si esta deriva de ruptura ha sido al fin un avance o un retroceso. De si los incendiarios arqueros de la independencia no van a acabar volcando sobre sus cabezas el pebetero.
José María Carrascal considera que Rajoy está dejando hacer a los separatistas para que se acaben dando un golpe ellos mismos y el resto de españoles no sigan su ejemplo:
A día de hoy, para territorio plurinacional, Cataluña, donde los grupúsculos hacen su agosto, convirtiéndola en olla de grillos. El único que puede unirlos es Rajoy metiendo a todos en la cárcel o mandándolos a casa. Pero el muy astuto lo que hace es dejar que hagan barbaridades, como ejemplo para el resto de los españoles si siguen su camino.
El editorial de El País entiende que aún se puede incidir en el clima de 1992 para tratar de salvar la cuestión catalana:
Eso permite albergar alguna esperanza de que las ubérrimas lecciones del 92 sean aplicadas creativa y dinámicamente al contexto, diferente y mucho más complejo, de 2017.
Alfonso Ussía, en La Razón, se monda del último apoyo internacional del separatismo, la viuda de John Lennon:
Si en el futuro Cataluña se independiza de España, la arteria más fluida de Barcelona, la Diagonal, se llamará ‘Diagonal de Yoko Ono’, en justa correspondencia al amor y la lucha que la gran artista ha entregado a la causa del Proceso. Es más, personajes muy influyentes en el deporte catalán, apuntan que muy probablemente, el tradicional torneo de tenis ‘Conde de Godó’ pasará a denominarse ‘Torneo Yoko Ono’, lo cual se me antojaría no sólo justo, sino razonable.
El editorial de La Razón es claro sobre el papel que también debe de ejercer la Corona respecto del separatismo catalán:
El papel de la Corona está fijado en el artículo 56 de la Constitución («El Rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad») y su incumplimiento supondría la quiebra de nuestro sistema democrático y de nuestra forma Estado. Hay demasiado en juego.