Las pensiones, la polémica de ARCO o la fuga de Anna Gabriel a esas ‘terribles’ tierras capitalistas que conforman los cantones suizos son las cuestiones que este 24 de febrero de 2018 conforman el menú que podrán encontrar en las tribunas y editoriales de la prensa de papel.
El País define como oportuna las manifestaciones de los jubilados por ese 0,25% de aumento:
La protesta de los pensionistas en 40 localidades españolas es oportuna. Plantea la prueba del algodón sobre cómo debe efectuarse el reparto de los beneficios de la etapa de recuperación. El poder adquisitivo de los jubilados cayó menos que el de otras categorías, pero a cambio tuvieron que asumir otras cargas familiares sobrevenidas: con frecuencia su pensión era la única entrada de dinero en muchos núcleos. Ahora, resucitada la inflación, si bien modesta (1,2% anual en 2017), la brecha entre sus ingresos (que aumentan un 0,25%) y sus gastos se amplía.
Ignacio Camacho, en ABC, se fija en la polémica con la subida cicatera de las pensiones y recuerda que al Gobierno le están colando un gol por toda la escuadra con unas movilizaciones que no tienen razón de ser:
Al marianismo, por ejemplo, le van a estallar las pensiones, siendo una de las pocas cuestiones socioeconómicas en las que se ha cuidado de no maltratar a su propio electorado. La oposición ha mordido tobillo y no piensa soltarlo, y el Gabinete no se atreve o no sabe explicar que la protesta se basa en datos falsos o inexactos. Los pensionistas son el colectivo que mejor ha soportado la crisis, al punto de que han podido cargar con muchos hogares de hijos y nietos desempleados. La jubilación se ha revalorizado al compás del IPC -sólo tres décimas de descompensación- en el conjunto de los últimos nueve años, y la pensión media es actualmente superior al salario medio porque está calculada sobre índices de la época de sueldos altos. En este ejercicio sí ha habido una actualización innecesariamente cicatera, 1,75 % menos que la inflación, y eso ha generado un malestar notable agravado por la cartita impresentable del Ministerio de Trabajo.
Luis Ventoso sigue a vueltas con la polémica de ARCO y se hace una pregunta que es cuando menos pertinente:
Imaginemos que en la obra de Arco se glorificase bajo un rótulo de «presos políticos» a los energúmenos de ultraderecha que asaltaron a librería Blanquerna de la Generalitat y a otros radicales de esa ideología, por ejemplo, al asesino de Aitor Zabaleta. La dirección de Ifema lo ve y concluye que no es de recibo que en un espacio público se exhiba una pieza que glorifica a delincuentes fascistas, incluido algún acusado de delitos de sangre. Así que Ifema aparca la libertad de expresión y ordena retirar la propuesta. ¿Qué habría pasado? ¿Arderían de furor justiciero La Sexta, Iglesias Turrión y el sanchismo? Claro que no. No habría ocurrido absolutamente nada. Se habría dado la decisión por buena.
Ramón Pérez Maura destaca que la decisión de retirar ‘Presos Políticos’ de ARCO le ha dado de comer al artista Santiago Sierra:
Con motivo de la retirada de ARCO de una supuesta obra de arte en la que se exaltan las actuaciones de criminales, golpistas y delincuentes varios, ABC se ha quedado solo en la defensa de la actuación del presidente de Ifema, que fue quien tomó la decisión de pedir a la galerista que retirara la obra. Iniciativa que mucho antes que un acto de censura es una obra de caridad cristiana: dar de comer al pobre. La propia Helga de Alvear ha reconocido que nunca vende nada del «artista» Santiago Sierra. ¿Quién puede querer estropear su salón con unas provocaciones de nulo valor artístico que se venden a precios desorbitados? Alvear ya anticipó que no creía que tuviera ninguna posibilidad de vender la obra de Sierra por los 80.000 euros que pedía, «ni siquiera por 10.000». La iniciativa de Ifema ha motivado a uno de los simpatizantes de la mayoría de los delincuentes retratados a gastarse el parné. Si no llega a ser por la retirada de las fotos pixeladas, Sierra seguiría lampando.
Mikel Buesa, en La Razón, explica las razones del cambio de look y de discurso menos radical de Anna Gabriel:
El cambio de look de la ex diputada Anna Gabriel constituye un hecho paradigmático de la trayectoria del nacionalismo catalán en todas sus versiones, desde las conservadoras hasta las izquierdistas. Y se comprende porque no es lo mismo estar predicando en España la revolución anticapitalista mientras se alienta la república catalana que presentarse en Suiza para reivindicarse como una perseguida política que ha de exiliarse por sus ideas. Lo primero, es obvio, encaja bien con el estilo «aberchándal» -término éste acuñado con acierto por los guionistas de «Ocho apellidos vascos»-, pero lo segundo requiere la discreción propia de una modosa profesional de clase media.