9 de marzo de 2018. ¿Se habrán resuelto los problemas que reclamaban las manifestantes que en la jornada del 8-M salieron a las calles? Las tribunas y editoriales de los diarios de papel de esta jornada se muestran bastantes críticas y denuncian el circo en el que llegaron a convertirse algunas movilizaciones.
Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, habla sobre el hartazgo que ha despertado en cierto sectores la huelga feminista y cómo se reclama que los puestos sean ocupados por personas que acrediten méritos, no una cuestión de sexo:
Las periodistas (no unas, sino las) que niegan esa condición a las que no les obedecen, y los políticos que, con Rajoy a la cabeza o en la cola, se pusieron morados de lacitos, han despertado la animadversión de todos los ciudadanos que quieren que se les valore por sus méritos y no por su sexo. Para eso ya está el Islam. Según las estadísticas, los tres sectores sociales básicos, Sanidad, Educación y Justicia, están en España llevados mayoritariamente por mujeres. No deberían despedir al tercio que se ganó el puesto pero equivocó el sexo.
El editorial de El Mundo aplaude el 8-M, pero tiene una queja necesaria:
La fase de sensibilización parece hecha: se abre la fase de proposición. A ella no contribuyen nada las soflamas extemporáneas de determinados portavoces políticos y activistas. Porque ayer, por momentos, el viejo sectarismo empañó una causa que, si algo necesita ahora, es consenso. Si el 8-M se convierte en la próxima materia de la que están hechos los periódicos enfrentamientos entre españoles, todas las mujeres lo pagarán, y el horizonte de la igualdad real de oportunidades seguirá alejándose.
Santiago González apunta en su tribuna que la huelga feminista del 8-M era una macedonia de reivindicaciones sin un destinatario concreto:
Hubo huelga y también paros parciales, aportación sindical a la jornada. Decir que general quizá era excesivo, incluso con la sinécdoque de tomar por el todo de la población laboral la parte femenina de la clase trabajadora. La huelga fue, además, un totum revolutum de reivindicaciones heterogéneas sin destinatario claro, ni un patrón encargado de satisfacerlas. El resultado tenía que ser forzosamente algo confuso.
Hermann Tertsch es claro en su diagnóstico. Tras el fracaso de Cataluña, la izquierda podemizada necesitaba un clavo ardiendo al que agarrarse y el 8-M le vino al pelo, además con una TVE repitiendo consignas falaces:
Mentía ayer cual bellaco TVE cuando aseguraba que lo habido en España se repetía por el mundo. En ningún otro país del mundo se convocó una huelga general política de mujeres. Un esperpento. Pero promocionado por todos los medios públicos y privados con celo jamás visto. La izquierda, toda ella podemizada, necesitaba revulsivos políticos. Se quedó atascada en el proceso golpista en Cataluña. Ahora pastorea a los pensionistas que antes despreciaba y apostó por este 8 de marzo. Ha sido notable su éxito. No lo habría sido de tener enfrente a políticos capaces de defender la verdad frente a las falacias de la izquierda. El consuelo está en que la mayor parte de la sociedad española no ha participado. No está donde los mentirosos, los cobardes y los acomodaticios.
Luis Ventoso detalla tres motivos tan graves como para convocar una huelga como la del 8-M, pero que en España siguen pasando de largo:
Existen tres asuntos en España tan lacerantes como el que motivó la protesta de ayer, que sin embargo no son objeto de movilización masiva alguna. El primer problema que merecería una gran jornada de protesta -o varias-, cabe en este sencillo aserto: por primera vez los jóvenes vivirán peor que sus padres. El segundo problema es el de las personas en el final de la cuarentena o en la cincuentena se quedan sin trabajo, por un ERE, una reconversión o por un despido directo. El tercer problema es la epidemia de soledad en la tercera edad.
La Razón, en su editorial, insiste en que ahora, después del 8-M, este 9 de marzo de 2018 los políticos debe responder a las movilizaciones de ayer:
Sería un error que nuestros políticos desaprovecharan el indudable eco que ha tenido este año la celebración del Día de la Mujer, dejando que se pierda la fecha en el calendario sin abordar, al menos, las medidas correctoras más urgentes de la brecha de género que existe en nuestro país. Tal vez, el seguimiento práctico de la huelga no haya sido tan mayoritario como esgrimieron los sindicatos convocantes. El 8 de marzo de 2018 ha supuesto un aldabonazo. El 9 de marzo deber suponer el comienzo de la acción.
Pedro Narváez denuncia el circo en el que se convirtió ayer el 8-M:
La huelga global pareció una muestra más de la facilidad que tiene la sociedad contemporánea para convertir una causa, incluso buena, en espectáculo. El circo de discursos, muchos de ellos excluyentes, que hacía imposible que incluso entre las propias mujeres no hubiera discrepancias, tuvo maestras de ceremonias. Algunas valientes domadoras; otras, equilibristas en el arte de no quedar mal, eso que llaman postureo.