A Juan Luis Cebrián le pasó algo parecido a lo que les sucedió a los invitados de una cena de gala en la conocida película de Luis Buñuel, El ángel exterminador. En el filme los personajes, una vez finalizada la cena, se dan cuenta de que por mucho que quieran no encuentran la forma de salir de la mansión.
No es que alguien o algo se lo impidieran, simplemente no pueden salir. Según se va sucediendo la película los invitados van perdiendo sus formas elegantes y burguesas de comportase, y todo se torna en una vorágine esperpéntica en la que se van perdiendo las formas y los códigos sociales burgueses establecidos.
Juan Luis Cebrián, durante mucho tiempo, pudo parecer uno de esos personajes. No se iba de la mansión PRISA por mucho que anunciase que se iría. No encontraba y no quería encontrar la forma de irse. La razón a algunos les pudo parecer tan desconocida como en la película de Luis Buñuel, pero a estas alturas parece evidente que la avaricia y el poder fueron las principales y lucrativas razones.
PRISA. Liquidación de existencias
Pero no todo era el surrealismo de El Ángel exterminador, en la vida de Cebrián también había mucho de película de terror. De ser el supuesto niño prodigio a convertirse en zombi. Algunos accionistas comparaban su parasitismo con el de la existencia de un muerto viviente.
Pero la mansión PRISA, tanto en Gran Vía como en Miguel Yuste, no tiene ese ambiente gótico y oscuro de la literatura de terror y los buitres, que normalmente sobrevuelan a las futuras víctimas, en este caso no son aves carroñeras, sino empresas que desean especular.
Para entender lo terrorífico de la cuestión conviene echar un vistazo a PRISA, liquidación de existencias de Luis Balcarce, del que recojo aquí un fragmento relevante de la intervención de un accionista del grupo, en la que precisamente acusa a Cebrián de zombi…