Pablo Casado le metió un buen chute de espabilina a la política española al no quedarse en medias tintas cuando acusó a Pedro Sánchez de ser partícipe del golpe de Estado que están perpetrando los separatistas catalanes. Ese rifirrafe es recogido este 25 de octubre de 2018 en las tribunas y editoriales de la prensa de papel.
Bieito Rubido, en ABC, añora la política aburrida, esa que al menos está libre de sobre actuaciones innecesarias e injurias varias:
Los políticos de última generación, que todavía no han aparecido, tienen que enseñar a los votantes a gestionar el hastío. De lo contrario, el bostezo se torna en injuria, blasfemia, calumnia, impostura, inmoderación y actitudes antidemocráticas. Ayer Tardà llegó a afirmar que Pablo Casado los fusilaría si pudiese. ¡Qué barbaridad! Nada más lejos del carácter personal del líder del PP, pero qué preocupante que los golpistas utilicen ese lenguaje para descalificar a un político que no comparte sus ideas. Ellos, Tardà y todas las confluencias antiEspaña, son los que abocan el debate a la ciénaga. En medio de ese chapoteo, no queda más remedio que exclamar: ¡Bendito aburrimiento!
El editorial de ABC ‘descubre’ a qué se refería Pablo Iglesias cuando decía que había que «cuidar» al Gobierno de Pedro Sánchez:
«Cuidar» a Sánchez tiene un altísimo precio: rendirse al golpismo, mentir al ciudadano sin rubor, forzar una subida de impuestos masiva, poner en jaque la monarquía parlamentaria, presumir de ministros corruptos y romper los consensos de la Transición. A su izquierda, Sánchez reclama «altura de miras» para justificar su oportunista contradicción con la venta de armas a Arabia, y a su derecha exige al PP una «moderación» que nunca reclama a ERC. Si hay algo de lo que Sánchez carece es de altura de miras y moderación, porque, en su condición de rehén voluntario y solícito de sus socios, lidera una alianza muy destructiva.
Luis Ventoso tiene claro que Pablo Casado dio en la diana cuando acusó a Sánchez de ser partícipe del Golpe del Estado que pretender perpetrar los separatistas:
Cuando Sánchez se muestra tan ofendido porque Casado le ha soltado en el Parlamento que es «partícipe y responsable de un golpe de Estado», la pregunta que procede es esta: si tanto le molesta la acusación, ¿va el presidente de España a romper su sociedad con unos separatistas que el día 30 presentarán en Barcelona su Consejo de la República y con unos comunistas que quieren liquidar el Régimen del 78? No, por supuesto. Por eso Casado ha dado en la diana. Para alivio y aplauso de millones de españoles a los que no permiten elegir en las urnas a su presidente.
Isabel San Sebastián apunta que lo único que hizo Casado fue poner a Pedro Sánchez frente al espejo para que viese la infamia que está cometiendo:
Acertó ayer Pablo Casado colocando al jefe del Gobierno ante el espejo de su infamia. Mostró un coraje encomiable acusándole sin tapujos de ser partícipe y beneficiario del golpe protagonizado por el separatismo catalán. El nuevo líder del PP no dijo más que la verdad.
José María Carrascal argumenta que la acusación lanzada por Pablo Casado sobre los tejemanejes de Pedro Sánchez está más que fundamentada viendo las compañías elegidas por el presidente del Gobierno:
¿Se excedió Casado? Dependerá de a quién pregunte, pero Sánchez está arriesgando demasiado, no sólo personalmente, sino de España. Eso de diseñar un presupuesto con un partido antisistema que cuyas directrices económicas son abiertamente antimercado y estatalistas, que han llevado a tantos países a la miseria, no parece una buena idea. Y peor todavía es la de buscar el apoyo de los partidos nacionalistas que buscan la independencia sin rodeos. Que les haya enviado a Iglesias como mediador no es ningún alivio, sino todo lo contrario, pues el líder de Podemos ha dado muestras de estar más próximo a sus planteamientos que a los de una España unida, democrática, liberal, fiel a su tradición y a su historia. O sea, que pese a lo descarnado de su acusación, Casado estaba diciendo algo real y muy grave.
El País, con Berna González Harbour, se lanza a por Pablo Casado. Esta es la prueba del nueve de que el líder del PP les ha hecho daño:
Otras palabras cumplieron ayer el efecto inverso: cayeron con la brutalidad de las mentiras gruesas y, a la vez, la levedad de quien las dijo. Pablo Casado acusó a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados -lugar que debería ser tan solemne como el paraninfo de Salamanca y sin embargo tan pisoteado- de ser «partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España». Pernicioso estreno el de Pablo Casado, que aunque emerge como heredero de Aznar supera con creces tanto a este como a su inmediato predecesor: el «váyase, señor González» de Aznar se queda pequeño al lado de Casado, como la acusación de traicionar a los muertos que hizo Mariano Rajoy a Zapatero. Casado parece hoy un vulgar imitador de Trump, al que no parece ensuciársele la boca cuando acusa a la prensa de ser «enemiga del pueblo» y que suma una media de cinco mentiras diarias.
Carlos Cué también pinta a un Pablo Casado de reaccionario y marinero:
Pablo Casado, el último en llegar, escucha ya fuertes críticas fuera y dentro de su partido por su línea de oposición, pero no parece preocupado por la derechización que se le atribuye. Inyectado de la energía que le transmitió el día anterior su mentor, José María Aznar, se tiró con todo con el objetivo de ser el líder de la oposición y tapar a Albert Rivera. Fue tan lejos que el líder de Ciudadanos, siempre muy rápido, ejerció esta vez de moderado. «Tendremos otras ocasiones de discutir, debatir, criticar y gritar, pero yo creo que hoy toca hablar de Europa, hoy toca hablar del futuro de España y hoy toca hablar de derechos humanos», le plantó.
La Razón acusa de gesto forzado al presidente del Gobierno cuando se indigna con Pablo Casado cuando le acusa de su cercanía con los golpistas:
Ninguno de los gestos de apaciguamiento ha sido correspondido desde el nacionalismo, que sigue maniobrando para forzar la ruptura constitucional, aunque de momento se mantenga en un plano declarativo. Sin contar con este trasfondo de golpe permanente, por otra parte, diáfano y patente para la mayoría de los ciudadanos, no es posible entender las acusaciones, duras, sin duda, vertidas por el líder del Partido Popular contra el presidente del Gobierno. Pero sí, la sobreactuada y falaz respuesta del aludido, incluso en la misma sesión parlamentaria donde acababa de recibir el apoyo de los populares, por razón del interés general, en su pleito con Podemos y los nacionalistas catalanes a cuenta de Arabia Saudí.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72