GENTE DE LA TELE

‘Gran Hermano’: Palizas, drogas y bancarrota o cuando convertirse en concursante es la ruina

Son pocos los concursantes que han logrado escapar del fantasma del olvido y no terminar con una mano delante y otra detrás

'Gran Hermano': Palizas, drogas y bancarrota o cuando convertirse en concursante es la ruina
Amor Romeira, Bea La Legionaria y el Yoyas, tres de los concursante más conocidos de Gran Hermano.. EP

Esta televisión es una ruina… literalmente. Y no porque no se forren sus altos ejecutivos, hagan beneficios de escándalo las cadenas del duopolio o ganen sueldos siderales algunas de sus estrellas.

Es una ruina, porque arruina la vida a alguna gente. Salir en pantalla, aunque pueda parecer lo contrario, no es siempre sinónimo de éxito.

Muchos son los rostros que han recaído en el medio catódico y engrosado sus ingresos gracias a exclusivas y suculentos contratos pero son más aquellos que, tras la fama efímera, no saben recomponer su vida una vez se apagan los focos.

Si repasamos el destino de aquellos que pasaron por el que, hasta 2017, fue el reality más longevo de nuestra televisión, «Gran Hermano», nos percataremos de que son pocos quienes han logrado matener su nivel adquisitivo y escapar del fantasma del olvido.

Se cuentan, fácilmente, con los dedos de una mano: Kiko Hernández o Nagore Robles, ambos en nómina en Telecinco, son dos de los escasos ejemplos del triunfo después de Guadalix.

Por el programa conducido por Mercedes Milá, Jorge Javier Vázquez e incluso Pepe Navarro (presentó la tercera edición), han pasado más de 200 personas, muchas de ellas ansiosas de fama y dinero fácil.

El público estará de acuerdo en que la primera edición del formato, emitida en el año 2000, fue la única que aglutinó a los concursantes más inocentes y con ganas de vivir la experiencia sin conocer la repercusión mediática que tendría su encierro.

Fue la etapa de los pactos en las nominaciones, del «quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza» y del «Don’t worry, be happy» de Ismael Beiro e Iván Armesto.

Aquellos concursantes, de hecho, resonaron en nuestras cabezas durante un tiempo: la ruptura de María José Galera y Jorge Berrocal, por ejemplo, ocupó varias horas de la parrilla y el ganador del concurso, el joven Beiro, pasó varios años recorriendo platós explotando su vena cómica. Sin embargo, poco se sabe ya de los integrantes de aquella mítica edición.

Sonado fue el paso de Carlos Navarro, «el Yoyas», por Guadalix. Expulsado por mal comportamiento, el deslenguado concursante ha sido detenido en varias ocasiones como autor de un presunto delito de maltrato y amenazas contra su expareja, la también concursante Fayna Bethencourt.

El destino también jugó una mala pasada a quienes fueran las dos concursantes más polémicas de la tercera edición de «Gran Hermano», Raquel Morillas y Noemí Ungría. La pareja, que vivió uno de los grandes romances del reality hasta aquella fecha, sufrió un brutal accidente de tráfico que marcó para siempre sus vidas. Raquel Morillas, de hecho, todavía arrastra las secuelas de aquella tragedia en la carretera. Una de las últimas apariciones en televisión de Morillas fue, además, para narrar otra de sus desgracias, la adicción al juego.

Conocida también fue Nuria «Fresita» quien, tras ganar el concurso, probó suerte como presentadora de televisión y fracasó. Su compañera de edición Aída Nízar, continúa presente en el medio aunque sus últimas apariciones no dejan en buen lugar a la exconcursante, que lucha día a día por venderse como una mujer polémica y necesaria en cualquier plató que busque bronca.

A veces, incluso, logra su objetivo. También de aquella edición es Julián Mejías quien, tras abandonar el programa de Telecinco, confesó su adicción a las drogas.

Puñaladas, palizas y muerte

Amor Romeira, una de las concursantes que más ha dado que hablar en la historia del reality, se convirtió hace tiempo en noticia por el apuñalamiento que casi acaba con su vida. Meses después, su agresora apareció muerta en prisión.

Algo similar le ocurrió a Nicky, de «Gran Hermano 6», víctima de una paliza en una discoteca de Gijón y tras la que quedó ciego de un ojo debido a los golpes recibidos.

El de Ana Toro es uno de los ejemplos de lo que, en jerga televisiva, denominamos «juguete roto». Rechazada por su familia tras su paso por el programa, Toro tuvo que vivir en un hogar de acogida para sacar adelante a su hija y su situación económica, a tenor de sus últimas apariciones televisivas, era «crítica».

La historia se repitió con Jacinto, de «Gran Hermano 3», quien confesó ante Kiko Hernández que «estoy muerto, no tengo dinero ni para dar de comer a mis hijos». El navarro invirtió todos sus ahorros en un bar que le llevó a la ruina.

La mayor tragedia del programa fue, sin duda, la vivida por Gustavo Fernández, concursante de «Gran Hermano 4» y que, en 2006, fue arrollado por un tren. El concursante, en un acto de total negligencia, cruzó las vías ferroviarias con el fin de entrar en la cafetería de la estación sin percatarse de que en ese momento pasaba otro tren. Murió en el acto.

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