OPINIÓN / ALFONSO DE LA VEGA

El 11 de septiembre contado por Orwell

Se conmemora una versión pasada por el Ministerio de la Verdad orwelliano de la toma de la "austriaca" Barcelona por las tropas borbónicas

La fecha del 11 de septiembre suele recordarse por varios sucesos nefastos, extraños o controvertidos ocurridos en distintas naciones. De verdades y mentiras. De manipulación de la historia por parte del poder. De generación de realidades virtuales u orwellianas.

Un once de septiembre clásico, todo un mito de la izquierda internacional, es el de 1973 aniversario del golpe de Estado en Chile del general Pinochet del que ahora se cumplen cuarenta años. Tanto Allende como Pinochet pertenecían a la Masonería chilena y acaso cabe decir que aquí la realidad imita a la liturgia.

Pero el más famoso y reciente de todos los once de setiembre es el llamado 11 S en el que dentro de territorio EEUU se produjeron unos fascinantes y terribles atentados televisados en directo para el público espectador estupefacto. Años después de tan lamentable suceso siguen existiendo muchas incógnitas y contradicciones acerca de las versiones oficiales. Los atentados fueron pretexto ante la opinión pública para varias acciones bélicas norteamericanas en Irak y Afganistán. Y ahora con pretextos parecidos se prepara otra hazaña bélica de los «cruzados» imperiales, esta vez contra Siria.

Aquí, en España, también tenemos nuestro once de setiembre y de plena actualidad pese a haber transcurrido casi tres siglos desde entonces. Se conmemora una versión pasada por el Ministerio de la Verdad orwelliano de la toma de la «austriaca» Barcelona por las tropas borbónicas dentro de la infausta guerra de Sucesión mediante la cual dos dinastías extranjeras se disputaban el botín español como si fuera una finca.

En efecto, los victimistas catalanistas del romanticismo aprovecharon el suceso para revindicar la figura patriótica de un personaje de biografía remendada. Un tal Casanova, desconocido o no citado para el tratadista y protagonista pues participó en ella, de la mencionada guerra de Sucesión, Vicente Bacallar y Sanna, marqués de san Felipe, en su famoso libro Comentarios de la Guerra de España, (Sevilla, 1725).

Autor que, sin embargo, sí cita a Dalmao o a Villarroel y explica: «En esto paró la soberbia pertinaz de los catalanes, su infidelidad y traición. El Rey…envió veinte de los principales cabos a varias prisiones de España; entre ellos Villarroel, el general Armengol, el marqués del Peral y el hermano del coronel Nabot».

Pero este Casanova parece ser que se convirtió en héroe nacional de Cataluña por dos importantes razones de sin par catalanismo o gloria catalana: primero hacerse el muerto para escapar del combate y luego, una vez pasado el peligro, medrar en la cucaña como magistrado del malvado rey Borbón opresor de la reaccionaria Cataluña estamental.

No suele ser conveniente para el poder, sobre todo cuando es despótico, que los actores u observadores directos de los hechos históricos los cuenten como los vivieron. Y no solo el citado Bacallar, cronista protagonista y observador de la toma de Barcelona por el Ejército borbónico en 1714. Es sabido que Eric Blair, más conocido por su pseudónimo literario de George Orwell, vino a España en diciembre de 1936 a luchar en el bando mal llamado republicano.

En su famosa obra Homenaje a Cataluña narra sus aventuras, o más bien desventuras durante el agitado periodo de su residencia aquí, que estuvieron a punto de costarle la vida. Primero el disparo de un francotirador que le hirió en el cuello y luego el intento de asesinato por parte de sus correligionarios comunistas, pues Blair había sido asignado no a las Brigadas internacionales comunistas sino a un batallón del revolucionario POUM, partido obrero de unificación marxista, que fue literalmente exterminado por los comunistas de obediencia a Stalin con la complicidad de Companys.

Desde su propia óptica y sensibilidad no exenta de lucidez, Orwell también escribió otros textos en relación a su estancia española que se suelen agrupar bajo el nombre de Mi guerra civil española. Entre ellos un conjunto de cartas, críticas de libros sobre la guerra de autores extranjeros. o Los últimos días de Madrid de nuestro coronel Casado. También varias notas sobre las milicias españolas así como un breve análisis posterior a la contienda que tituló Mirando hacia atrás a la guerra civil española: El horror de la vida cotidiana en el frente, con el miedo y las penalidades.

Orwell explica que tiene pocas pruebas directas sobre atrocidades, aunque fueran cometidas tanto por unos como por otros, si bien opina con razón que todos creen en las atrocidades del enemigo y no en las de su bando. Sin embargo, «está seguro» que son más las de los blancos que las de los rojos.

Pero de más enjundia teórica que psicológica personal es la parte en la que ofrece su interpretación sobre la lucha por el poder entre los propios partidos republicanos o las causas socioeconómicas y políticas de la guerra, considerada como una guerra de clases.

El concepto de verdad objetiva va desapareciendo del mundo…la teoría nazi niega que exista la verdad. No hay «ciencia» sino «ciencia alemana». El objetivo implícito de esta manera de pensar es un mundo de pesadilla en que el Caudillo o una junta gobernante controla no solo el futuro sino el pasado.

Como puede verse en estas palabras escritas en el año 1942 ya se encuentra configurada la acción del «Ministerio de la Verdad» de su famosa novela profética 1984. Ahora bien, en rigor la frase puede aplicase a cualquier sistema totalitario y muy especialmente al régimen estalinista. Sin olvidar a los sistemas despóticos nacionalistas apesebrados en ciertas autonomías españolas.

Pero si Orwell glosaba a la Cataluña de la guerra civil del POUM y la CNT en Homenaje a Cataluña, la Cataluña de hoy homenajea al Orwell de 1984. Con su oneroso Ministerio de la Verdad para modificar la historia y la percepción de los hechos históricos políticos y sociales, su censura, su neolingua catalana para tratar de evitar la disidencia. El Gran Hermano.

Sus intentos de linchamiento al crítico o disidente. Así, hoy es costumbre que gracias a la versión catalanista del Ministerio de la Verdad orwelliano que se homenajee a un valiente y coherente prócer como Casanova, que tanto medró con los Borbones, con flores, himnos cainitas antiespañoles y cadenas del corro de la patata o mejor, decir aquí del tres por ciento.

Decía Orwell que «El odio que excitó la República española en los millonarios, duques, cardenales, play-boys y gente por el estilo sería lo suficiente para orientarle a uno». No tan diferente del que excita hoy, por cierto, la ya casi fracasada España constitucional entre la oligarquía catalana y sus instrumentos nacionalistas. El escritor inglés como testigo y actor de los hechos en Barcelona y en el frente de Aragón estaba en desacuerdo con la visión parcial, edulcorada o censurada de la realidad de la izquierda española que se ofrecía entonces a la opinión pública británica.

Pero a la desorientada opinión pública catalana actual, víctima de las técnicas de desinformación de masas del nacionalismo catalanista orwelliano, para orientarse en el inmenso mar de mentiras interesadas le conviene recordar el siniestro trabajo de los catalanistas de entonces con el golpista Companys a la cabeza junto con los comunistas reprimiendo a los revolucionarios en mayo de 1937 y a la vez en trapicheos encaminados a zafarse de la contienda mediante la separación de Cataluña del resto de España y la puesta de aquella bajo protectorado de alguna potencia extranjera.

Ciertos encopetados catalanistas evadidos intrigaban desde Francia en este sentido. Otros como el siniestro y cobarde Dencás lo hacían desde Roma camelando la codicia del duce. Buenos representantes del ala extremista de Estat catalá, donde mostraban su mentalidad fascista y despótica que, ya desde las propias instituciones republicanas en Cataluña, se había sublevado violentamente contra la República en 1934.

Desde esta columna en Periodista Digital, en esta fecha, deseo brindar un modesto homenaje y recuerdo de las víctimas inocentes de la codicia, la ambición o el fanatismo de los poderosos. Como pudo comprobar bien Orwell, entre esas víctimas está siempre la Verdad.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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