OPINIÓN / ALFONSO DE LA VEGA

Cataluña a la conquista del Estado: demasiadas similitudes con 1931

Ramiro Ledesma Ramos ya advertía en su revista "La Conquista del Estado" los problemas del independentismo catalán

Cataluña a la conquista del Estado: demasiadas similitudes con 1931
Artur Mas y Oriol Junqueras. CU

Cataluña no pertenece a un grupo de catalanes. Ni a la totalidad de los catalanes siquiera. Pertenece a España, y los catalanes tienen derechos en Cataluña sólo en tanto son españoles."

La duradera crisis internacional, el fracaso de las instituciones, el avance del desempleo y la descomposición política y social, y ahora también el retoño descarado del golpismo catalán aconsejan repasar otra vez la historia española y europea en los años treinta a la que cada vez se va pareciendo más. Una época de profundos cambios, de intentos de recomposición territorial especialmente por los nazis, con su política anexionista de naciones vecinas y, al cabo, de crisol ideológico o desestabilización de toda una civilización que se tensa hasta la ruptura desde sus extremos.

Una época parecida a la presente en la que vuelve el pangermanismo esta vez financiero pero quizás no menos desestabilizador que el de otras ocasiones. Aunque aquí en España presa de la descomposición de las instituciones de la mal llamada Monarquía parlamentaria, un régimen oligárquico cada vez más corrupto e ineficaz, no sabemos muy bien si estamos antes de las elecciones de abril del 31, durante el golpe de Estado de Maciá en ese mismo mes o del de Companys en octubre del 34.

 Una época, como la de los treinta del pasado siglo, que a nivel internacional se caracteriza por el fracaso del capitalismo financiero para hacer progresar las naciones, es decir por una deslegitimización progresiva de las instituciones económicas y financieras liberales que habría de tener consecuencias políticas.

Un vaciado, ya sin disimulos, del escaso contenido democrático de los sistemas políticos cuyas principales decisiones se toman por poderes fácticos extramuros sin intervención del pueblo. y, en consecuencia, por el auge de los movimientos antiliberales, autoritarios, de uno u otro espectro.

De uno de estos movimientos cabe recuperar por su interés desde el punto de vista de la teoría de la ideas así como de la mejor comprensión de nuestra historia contemporánea, la obra del filósofo y metafísico don Ramiro Ledesma Ramos, que escribiría La Conquista del Estado.

Ledesma, al que Ortega consideraba como uno de sus más brillantes discípulos, colaboró en La Revista de Occidente y en La Gaceta literaria. Pero también intentó algunas acciones políticas. En especial, las llamadas Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS).

Intelectual de rigor, Ledesma Ramos publicó un semanario durante algunos meses del año 1931, desde el 14 de marzo hasta el 24 de octubre. En total 22 números de una revista homónima con su principal obra de teoría política, la ya citada La Conquista del Estado. Y en la que colaboraron con artículos de opinión, algunos muy ilustrativos como documentos históricos, los personajes más dispares y variopintos.

Pero más allá de las simpatías o antipatías que nos merezcan las ideas políticas del autor así como de importantes matices que pudieran hoy considerarse, el caso es que el tema del endémico golpismo catalán es tratado con gran lucidez, y teniendo en cuenta que los textos están publicados durante el año 1931, con indudable sentido profético.

EL TEMA CATALÁN

En efecto, durante su corta vida, cercenada por la censura gubernamental republicana, la revista se preocupó varias veces de tratar el tema catalán. Siempre con valentía y franqueza no políticamente correcta. Por su especial actualidad y clarividencia cabe reproducir algunos párrafos del semanario.

Así, en su número 8, del 2 de mayo de 1931 criticaba la deslealtad de Cataluña y lo calificaba de «alta traición….

al instalarse en España la República los núcleos catalanes separatistas antepusieron la satisfacción de sus afanes a los intereses del Estado republicano naciente. Sin temer la posible reacción que en el Ejército o en el pueblo españoles pudiera provocar su actitud egoísta, proclamaron el Estado catalán y nombraron su gobierno. ..no nos oponemos a que el futuro Estado republicano adopte una articulación federal. Tan sólo hemos de insistir en que todo el periodo constituyente esté presidido por el interés supremo, que es el interés de España. Inclinarse hacia o preferir la estructura federal porque una o dos comarcas sientan reverdecidas sus aspiraciones locales, nos parece un profundo error. En nombre de la eficacia del nuevo Estado, sí. En nombre de los plañidos artificiales de las regiones, nunca».

La preocupación por el devenir de los acontecimientos crecía. En el número 14, del 13 de junio:

«Hay que impedir que la disolución de España se lleve a efecto con música de aplausos, obligando a los disidentes a una acción armada. A nosotros no nos importa la concesión de autonomías administrativas, pues esto favorecería quizás la eficacia del Estado. Pero sí denunciamos que no es eso ni nada que se relaciones con eso lo que solicitan y quieren los separatistas. Existe todo un programa de asalto a la grandeza hispánica, al que colaboran los inconscientes de más acá del Ebro en nombre de la turbiedad democrático-burguesa que concede libertades y disuelve pueblos. La política separatista se propone realizar sus fines en tres etapas.

Una, la actual, encaramándose a los puestos de influencia en Cataluña y desde ellos educar al pueblo en ideales traidores. Otra, intervenir en el gobierno de España, en el Poder central, con el propósito firme y exclusivo de debilitar, desmoralizar y hundir la unidad de nuestro pueblo. Por eso decíamos hace quince días que no hay que prestar sólo atención a lo que los catalanes pretendan y quieran para Cataluña, sino más aún lo que pretendan y quieran para España. Su segunda etapa consistirá, pues, en debilitar nuestro ejército, esclavizar nuestra economía, enlazar a sus intereses las rutas internacionales, propulsar los nacionalismos de las regiones haciéndoles desear más de lo que hoy desean, lograr, en fin, que un día su voluntad separatista no encuentre en el pueblo hispánico, hundido ye inerme la más leve protesta. La tercera etapa, cumplida en el momento oportuno consistirá en la separación radical.

Y prosigue el autor:

«Este plan lo hemos oído de labios de uno de los actuales mangoneadores de la Generalidad. Es indigno y cobarde. Denota una impotencia ruin y, pues si un pueblo desea y quiere la independencia la conquista por las armas. Pero es que no se trata del pueblo, del magnífico pueblo catalán, sino de una minoría bulliciosa que sabe muy bien no le obedecería el pueblo en su llamada guerrera. De ahí el plan, las tres etapas criminales que antes apuntamos».

OPINIONES PROFÉTICAS

Una opinión emitida ¡en 1931! que no dejaría de ser profética: Fracasado el intento golpista criminal de Companys del 34, los golpistas fueron detenidos por el gobierno republicano de Lerroux o huyeron por las cloacas de Barcelona.

Pero en esa tercera etapa estamos otra vez hoy, en diciembre de 2013.
Resulta ya extemporánea, por tardía, la receta que ofrecía Ledesma Ramos entonces para combatir la sedición catalana:

«España debe batir ese plan, que lleva consigo el propósito de reducir a cenizas la prosperidad de nuestro pueblo. Y hay que batirlo con estrategia. La más elemental indica que conviene acelerar este proceso y plantear a Cataluña, en estos minutos de optimismo robusto para el pueblo español por haber destruido el feudalismo borbónico, el problema de la hispanidad. Derrotar a mano armada sus pretensiones, obligarle a la lucha, provocar, en una palabra, la fase final del plan. Elegir el día y hora de la batalla».

No se ha hecho. Los sucesivos gobiernos borbónicos han dejado que creciera el cáncer negando que hubiera problema alguno de vulneración de la legalidad constitucional y de los derechos civiles o para la unidad de la Nación española consagrada en la constitución. Y el actual valido real es un galleguista acomplejado y cobarde, que demuestra con su conducta, detentar el poder para complacer a las oligarquías sobre todo alemanas y catalanas por lo que, por desgracia, del que no cabe esperar ninguna muestra de valentía o gran patriotismo.

En el número 15 de la revista, de 20 de junio de 1931, insiste en la incapacidad del gobierno y su falta de respuesta al desafío separatista.

«En nuestro último número quedaron suficientemente aclarados y denunciados los propósitos desmembradores. El Gobierno provisional derrotista sufre impávido el bombardeo de Maciá y se despoja cobardemente de toda autoridad en Cataluña. ..Pero hemos de salir al paso de una tendencia peligrosísima que con toda ingenuidad acepta un buen número de españoles. Indignados por la perpetua perturbación catalanista, exclaman un «Qué se vayan de una vez» esa pobre solución haría el juego rotundo a los traidores. Constituiría el éxito radical de los quinientos separatistas que hoy imponen sus gritos a Cataluña por la cobardía y debilidad del Gobierno de Madrid. Nada de permitirse las fugas. Un pueblo que permite la desmembración d su territorio y que otorga sin lucha patentes de nacionalidad a los núcleos insumisos, es un pueblo degradado, hundido en su vileza histórica, sin voluntad alguna de conservación…

Cataluña no pertenece a un grupo de catalanes. Ni a la totalidad de los catalanes siquiera. Pertenece a España, y los catalanes tienen derechos en Cataluña sólo en tanto son españoles. Conspirar contra España es conspirar contra sus derechos en Cataluña, es despojarse de su cualidad de catalanes.

Ni por sorpresa, ni por despecho, ni por las armas consentiremos jamás la separación de Cataluña».

En su número 17, de 4 de julio de 1931, también habla del golpismo catalán, con permanente actualidad.

«Nosotros esperamos que las Cortes constituyentes rechacen el famoso Estatuto que ahora se elabora en Cataluña. Veremos que hacen entonces esas turbas reaccionarias de Maciá. Si apelan a la violencia es el momento de aniquilarlas sin compasión…hay que vigilar las posibles traiciones que se avecinan y exigir los castigos más duros para los que pretenden explotar la errónea deslealtad de una parte de Cataluña. Ahí está como primer blanco el babélico Marcelino Domingo, el del bilingüismo, y sus huestes radicalsocialistas, que se emocionan ante probabilidad de que los diputados traidores que vengan con Macíá se unan a ellos en la Cámara,
Marcelino Domingo, ministro del Gobierno nacional, apoya las estridencias de los separatistas, las halaga y justifica, para luego implorar el limosneo de sus diputados. Todo se reduce pues, a egoísmo de partido, sacrificando los intereses más graves de España a una ambición criminal que equivalga a reforzar su minoría parlamentaria. Puede presumirse la meta nacional que informará a hombres así, que pactan con los traidores y hostigan las locuras para aprovecharse de ellas. …habrá que inhabilitarlos para toda función de gobierno.

Si como en todas partes se dice, Cataluña va a obtener un régimen en cierto modo autonómico, ello debería traer como consecuencia la debilitación de los núcleos catalanistas, que una vez conseguida su pretensión tenderían a disolverse. Pero ello no ocurre y he aquí un fenómeno que da plena razón a nuestras campañas.
En Cataluña el timón lo llevan los separatistas y todo cuanto obtengan les servirá para avanzar más en sus pretensiones. El germen conducirá a la separación radical. Hay que darse cuenta de esto y no hacer luego gestos de extrañeza.

Pero la separación es imposible mientras no lo tolere el resto de España. Cataluña no es una nación que pueda reclamar derechos de esa índole. Aunque el clamor separatista en Cataluña fuera absoluto, esto es que fuera unánime, sin una sola excepción, la petición de independencia, España podría y debería contestar con lenguaje de cañón. La separación de Cataluña necesita la voluntad conforme de todos los españoles, y es de suponer que no se degradará el hispanismo hasta el punto de permitir desmembraciones de ese linaje. Si una mayoría de catalanes se empeñan en perturbar la rita hispánica, habrá que plantearse la posibilidad de convertir esa tierra en tierra de colonia y trasladar allí los ejércitos de África. Todo menos…lo otro. El resto de España no ha hablado aún sobre el problema. Y su voz es decisiva en este pleito».

El 25 de julio en su número 19 volvía a señalar que

«El Estatuto catalán hace que Cataluña se despoje tan solo de las atribuciones molestas y acumula para el Estado (¡!) catalán el control de todo lo que constituye la actividad fecunda de un pueblo . …asistimos pues al triunfo del criterio separatista. Pero lo más grave del episodio no es a la postre la independencia de Cataluña sino que ello se realice y consiga a costa de la vitalidad española… estamos ante un caso de defensa nacional».

Y a continuación se queja de que el Estado le reprima a él, a Ramiro Ledesma Ramos, por denunciarlo pero no a los separatistas:

«Por nuestra parte tenemos muy claro el síntoma de que se les defiende bien aquí: Una maniobra policíaca del Director de Seguridad me envía a la cárcel, sin intervención del juez, como preso gubernativo por el nefando delito de defender la integridad del Estado».

Se interrumpe así la publicación de la revista hasta el 3 de octubre de ese mismo año de 1931 en que se inicia una segunda pero muy efímera etapa hasta su liquidación gubernamental definitiva. Tras otra contundente declaración en su primera página incluye un escrito colaboración de don Miguel de Unamuno.

«Se ha hablado de un hecho, del fet catalán, del estado de conciencia del pueblo catalán; pero se ha olvidado otro hecho y es el estado conciencia del resto del pueblo español, o del pueblo español todo, y es inútil querer hurtar el conocimiento de esta legalidad tal y como ella se nos presenta…. Es mejor luchar claramente que abrazarse con mentiras y con engaños. El plebiscito se ha hecho muchas veces… Hay una voluntad radical, de raíces, y hay una voluntad que pudiéramos llamar folicular, de hojas, de follaje, de hojarasca. La voluntad radical es permanente, la del follaje es cosa pasajera. Vienen los vientos de otoño y arrastran las hojas secas lo mismo que arrastran las papeletas de votos. No. La voluntad de un pueblo no es tan fácil de conocer, sobre todo cuando no se le puede ilustrar suficientemente respecto a aquello sobre lo que tiene que decidir».

Y Unamuno nos recuerda luego el ejemplo de la secesión norteamericana:

«Y el problema de la esclavitud se planteó, hasta que llegó un momento en que los plantadores del Sur dijeron: «Como hasta aquí, o nos separamos». Y entonces Abraham Lincoln dijo «A eso no hay derecho»…porque estimaba que ni se puede permitir el suicidio ni se puede decir «hay que dar lo que piden».

Ese mismo mes de octubre de 1931 la revista fue cerrada definitivamente por el gobierno republicano, tras aprobarse la Ley de Defensa de la República. Una ley que establecía el imperio de la excepción y arbitrariedad gubernamental sin control judicial efectivo. Que parece haber inspirado a Rajoy el proyecto de ley de represión ciudadana que ahora se pretende aprobar.

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