El empeño de la Generalitat en llevar a cabo el simulacro de consulta del 9-N ha convertido este proceso en una farsa sin validez legal, sin garantías democráticas y sin el rigor que se le presupone a una votación que el mundo soberanista ha insistido en tildar de «histórica» y que ha celebrado como un auténtico éxito. Lo cierto es que, tal y como publica ABC este 11 de noviembre de 2014, el control sobre si una persona o no había ya votado ha sido inexistente –Un catalán denuncia haber votado hasta tres veces en la consulta del 9N–
Las continuas improvisaciones de Artur Mas y sus socios de la ANC para poder sacar las urnas a la calle tras los distintos varapalos del Tribunal Constitucional han derivado en una total ausencia de control, sin censo electoral y con voluntarios «de parte» vigilando por la limpieza de ese proceso. En mitad de ese caos, las voces más críticas alertaban de que sería imposible cumplir con los mínimos requisitos legales para tomar en serio la consulta. Y así ha ocurrido.
La falta de un listado oficial de electores abrió la posibilidad de que un mismo ciudadano pudiera votar más de una vez en distintos centros de votación. La Generalitat admitió que no tenía ningún sistema informático capaz de cruzar los datos de las distintas mesas de votación de forma inmediata, pero aseguraba que el fraude no se podría producir en ningún caso porque a cada persona le correspondía solo una mesa de votación concreta, en función del domicilio que figure en su DNI. Sin embargo, varios electores han denunciado que durante la jornada del 9-N pudieron votar en dos o más ocasiones.