Muchos dirigentes socialistas te reconocen en voz baja que se tienen que distanciar del líder y de su discurso buenista
Es un secreto a voces entre destacados dirigentes socialistas que la marca «Zapatero», que antaño le daba al partido votos en cualquiera de las comunidades autónomas de España, ha dejado de ser rentable en muchas de ellas. No es que el presidente sea ahora el culpable de todos los males, como pretenden algunos, es que su baraka ha dejado de funcionar y desgraciadamente para su partido o cambia de estrategia o le costará mucho recuperar la credibilidad perdida.
A estas alturas de la película, es cada día mas evidente que el presidente mira, pero no ve. Mira lo que ocurre a su alrededor, pero no ve el alcance del agujero en el que nos encontramos. Mira lleno de incredulidad como las urnas que hace apenas dos años le dieron su bendición a espuertas ahora, según apuntan todas las encuestas, le están dando la espalda, pero no ve la urgencia de coger al toro por los cuernos para evitar un desastre electoral. Mira a su gabinete y escucha a los próximos cuando le piden que haga cambios para impulsar la acción del Gobierno pero no ve la necesidad urgente de plantear una remodelación.
En la ultima entrevista que le hice al presidente -seis meses después de ganar las ultimas elecciones- le pregunte si estaba afectado por el síndrome de la Moncloa. «No sé que es eso», me respondió, para añadir después que esa es una de las muchas leyendas urbanas que se fabrican en torno a los presidentes del Gobierno, pero que, en todo caso, de existir esa enfermedad él no la padecía ni la padecería nunca. No satisfecha con la respuesta le expliqué mi opinión sobre el famoso síndrome. «El síntoma mas evidente -le dije- es cuando los presidentes del Gobierno te empiezan a mirar pero no te ven». Zapatero se quedo un momento callado y, mirándome firmemente a los ojos, me dijo que él me estaba mirando y me estaba viendo y lo mismo hacía con su acción de Gobierno: la miraba y la veía.
Yo creo que no es así. Si hubiera mirado y visto lo que se nos venía encima con la crisis no la habría negado hasta extremos insostenibles. Si echara un vistazo a su alrededor y viera la realidad de la calle, sin el filtro edulcorante, casi narcotizante que le imponen las decenas de aduladores que le rodean, vería el desencanto y la decepción de muchos de sus votantes y si no escondiera la cabeza debajo del ala, tal como esta haciendo, se preguntaría por qué su marca, esa del ZP, que tantas satisfacciones le dio, esta cotizando a la baja.
Muchos dirigentes socialistas te reconocen en voz baja que se tienen que distanciar del líder y de su discurso buenista, que no realista, si no quieren perder las elecciones, pero nadie parece capaz de decírselo a él a la cara como signo de lealtad. Algo tiene la Moncloa cuando todos los que pasan por ella terminan prefiriendo la sumisión a la lealtad y acaban por mirar y no ver.