Amnistía Internacional asegura que este tipo de contactos no son criticables si son para hablar de derechos humanos
Es frecuente que las promesas que se hacen para conseguir la Presidencia del Gobierno queden en nada cuando se alcanza el poder. Sólo es necesario sacar el programa electoral del cajón para comprobar que se cumple aquello de «donde dije digo…».
Por ejemplo, durante la campaña electoral de 2008, el PSOE prometió a los españoles que «el centro de la nueva diplomacia» sería el ser humano, «cuya dignidad tiene que ser reconocida como uno de los elementos clave en las relaciones internacionales, cuyos derechos tienen que ser respetados y cuya voz tiene que ser escuchada».
Sin embargo, una vez ganadas las elecciones, esa nueva diplomacia significa viajar a Cuba y no escuchar la voz de la disidencia de la dictadura castrista, a la que encarcelan por denunciar los abusos de poder del régimen de Raúl Castro.
Lograr la liberación de presos políticos es una gestión a la que «damos la bienvenida», dice la responsable de política exterior de Amnistía Internacional (AI), Sabina Puig, pero recuerda al Ejecutivo español que con eso no es suficiente porque «los problemas de libertades en la isla siguen siendo graves».
Otro ejemplo. Aquello que se prometía en el programa electoral hace dos años de que una de las «prioridades» de este Gobierno en política exterior sería la lucha «contra la miseria», la «defensa de una vida digna y la condena de todo lo que la degrada, incluida la tortura», hoy se viene abajo con cada flash que inmortaliza los encuentros de José Luis Rodríguez con mandatarios de países que poco tienen que ver con esos «valores morales» de los que hablaba el PSOE.
Sólo en el último mes, la política exterior de España ha consistido prácticamente en encuentros con altos cargos de países como Cuba, Libia, Siria, Ruanda, Etiopía o Irán.
Ninguno de ellos destaca por su respeto a las libertades y los derechos humanos y si n embargo se les abrieron las puertas de La Moncloa o del Palacio de Viana.
RESULTADOS
Para Amnistía Internacional, el hecho de que el Gobierno mantenga contactos con altos cargos de países en los que la violación de derechos humanos forma parte del día a día no es motivo de crítica siempre y cuando dichos encuentros sirvan para abordar esos problemas y ofrezcan algún resultado positivo.
«Eso se hace en algunos casos pero en otros no tenemos respuesta», asegura Puig. «Una cosa es crear espacios de diálogo para hablar de derechos humanos y otra recibir a esas personas, darles una recompensa, premiarles o darles más visibilidad», concluye la responsable de política exterior de AI.
Con Muammar El Gaddafi, Zapatero y su ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, disfrutaron de una agradable reunión en la jaima de campo del presidente libio. Se trata de un país en el que, según un informe de AI, » la libertad de expresión, asociación y reunión continúan estando gravemente restringidas» o donde «las autoridades se muestran poco tolerantes con la disidencia».
Sin embargo, la conversación entre los mandatarios giró en torno a temas como la economía, el foro Mediterráneo 5+5 y la inmigración. L a intolerancia del Gobierno de Siria con la disidencia, la tortura y los malos tratos, que siguen siendo comunes y que se cometen con impunidad o los millares de personas sometidas a desaparición forzada en el país, tampoco fueron el tema a tratar en la visita del presidente sirio Bashar el Assad a La Moncloa.
En este tiempo, Zapatero tan sólo ha rechazado recibir al presidente de Ruanda, Paul Kagame. Lo hizo prácticamente obligado y a última hora, cuando el Congreso de los Diputados se le vino encima criticando que abriese las puertas de La Moncloa a alguien que está acusado por la Audiencia Nacional española de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y atentado terrorista.
Incluso el propio portavoz del PSOE en la Cámara Baja, José Antonio Alonso, reconoció que políticamente le resultaba incómoda la presencia de Kagame. No le recibió Zapatero pero sí lo hizo Moratinos, quien días después incluso echó en cara a la oposición que criticase al presidente ruandés.
El ministro considera que las críticas no ayudan a la reconciliación del país africano y, por tanto, se negó a hacer » juicios de valor» sobre Kagame. El Ejecutivo prefiere «mirar hacia el futuro», sentenció Moratinos.
Y en ese futuro, el presidente del Gobierno de España presidirá, junto al presunto genocida, el Grupo de Apoyo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
A eso, Zapatero no renuncia.