Sin que nadie citara el nombre del periódico y de su director, El Mundo y Casimiro García-Abadillo han figurado entre los protagonistas destacados de la sesión de control al Gobierno en el Congreso celebrada el 19 de marzo de 2014. El cara a cara entre el ‘convergente’ Feliu-Joan Guillaumes y el ministro del Interior ha tenido toques absurdos, pero ha dejado momentos gloriosos para las crónicas de la relación entre el periodismo y el poder político.
Guillaumes reprochó a Jorge Fernández Díaz que desde Interior se filtren «siempre al mismo periódico» informaciones falsas, y le preguntó quién era la fuente de la noticia sobre las supuestas cuentas del alcalde de Barcelona, Xavier Trias, en Suiza. El convergente dijo al ministro que «están construyendo ustedes un Lego del despropósito». En su primera respuesta, el miembro del Ejecutivo evadió la cuestión y se lanzó a explicar cómo trabaja la UDEF.
Guillaumes no estaba dispuesto a soltar la presa, y se permitió recordar un chiste. Con bastante poca gracia, dijo:
Es el chiste aquel, por teléfono: ‘¿Son los servicios secretos?’. Y contestan: ‘Aaahhh’. Pues parecen que siempre que preguntamos informaciones de este tipo son ‘Aaahhh’.
Y tras la broma, las referencias literarias: «Son un ministerio Orwelliano». Pidió la dimisión del ministro y le reclamó que Interior informe.
Fernández Díaz recordó en primera ocasión las veces que se le ha pedido la dimisión desde CiU, como si eso fuera un mérito que justifica su trabajo, por las filtraciones sobre el caso Pujol, aunque sin osar citar el nombre del ex presidente catalán. Enfadado, entró en materia de filtraciones:
El señor Trias ha llegado a decir que yo he filtrado, he llamado y he presionado a directores de medios y periodistas para que filtraran esa información. Y yo dije el otro día en el Senado, he dicho en declaraciones periodísticas y reitero aquí en sede parlamentaria: eximiéndoles de la obligación de aplicar el criterio deontológico de no citar sus fuentes, que diga algún periodista, algún director de un medio de comunicación, a los que aludió el alcalde de Barcelona que yo le haya llamado, el haya presionado, le haya filtrado para que filtrara esa información.
Con tono chulesco, ante una mirada de Guillaumes que oscilaba entre el gesto de asombro y el de susto, concluyó:
¿Está claro? Y si tiene usted pruebas, demuéstrelo. Yo no tengo que demostrar mi inocencia.
El problema es que el periodista en cuestión ya le ha citado como fuente última de la información. Como recordaba un periodista presente en un corrillo, el propio Casimiro García-Abadillo señaló en al menos dos ocasiones al ministro como fuente última de la filtración. Lo hizo tanto a través de un editorial de El Mundo como en una intervención televisiva.
Este cronista ha podido saber cómo fue el proceso. Dos veteranos miembros de la redacción de El Mundo informaron a García-Abadillo de que les habían filtrado la información. Casimiro decidió que se trataba de un buen tema, pero quiso curarse en salud y les dijo que esperaran que iba a contrastarlo con el máximo nivel de Interior. Tras hablar con el propio ministro, que le confirmó lo que aquellos bregados profesionales le ofrecían, decidió que había que publicarlo.
Cierto es que la fuente original de la filtración no es en sentido estricto el ministro, pero sí que es uno de los filtradores. Pocas veces un director de periódico ha podido ser dejado a los pies de los caballos en el hemiciclo como le ha ocurrido a García-Abadillo.
