Todos los frikis acaban planeando sobre Madrid, de todos los colores, de derechas y de izquierdas
Poco antes de que comenzara la intervención en el Nueva Economía Forum del presidente de Metroscopia y, Juan José Toharia, y el asesor aúlico del Partido Popular, auténtica estrella de la jornada, se oía una frase en una de las mesas de prensa: «Creo que Rajoy es más arriolista que Arriola». De la intervención del mentado sociólogo se desprende, sin embargo, que el propio Pedro Arriola no es ‘más rajoyista que Rajoy’. No dedicó ni un sólo elogio al presidente del PP, ni le citó por su nombre, mientras que sí los tuvo para Alfredo Pérez Rubalcaba.
Poco antes de las 9 de la mañana del 27 de mayo de 2014 el salón donde se iba a celebrar el desayuno informativo con Toharia y Arriola estaba ya lleno. El público estaba formado principalmente por profesionales y directivos del entorno de la comunicación. La representación política era más bien escasa, sin una fuerte presencia de grandes rostros conocidos. Los más destacados eran el exalcalde madrileño José María Álvarez del Manzano, Gabriel Elorriaga y Elvira Rodríguez. Fuera, en un apartado del lobby del hotel, esperaba la mujer de Arriola, Celia Villalobos, conversando animadamente con un grupo de personas, sobre todo hombres trajeados.
Cuando el matrimonio y Toharia ya entraron en el salón, les acompañaba, entre otros, Jesús Posada. Curiosamente, el presidente del Congreso y la esposa de Arriola fueron de los primeros en abandonar el acto, antes de que terminara. Él lo hizo a los tres cuartos de hora del arranque; Villalobos lo hizo cinco minutos después.
Otros políticos destacados presentes en el desayuno eran: el director adjunto del presidente del Gobierno, Alfonso de Senillosa, la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, e Iñaki Oyarzábal.
La intervención de Arriola fue arriolismo puro. Desde el mismo momento en el que lo presentaron. El ‘maestro de ceremonias’ le definió de la misma manera en la que figuraba en la presentación: «Presidente del Instituto de Estudios Sociales». Ni una sola mención a su relación con el Partido Popular. Él tampoco la hizo. Lo más parecido fue:
Ustedes saben mi trabajo en qué consiste y con quién tengo contrato.
También habló en diversas ocasiones de «mi cliente» y sólo utilizaba las palabras «Partido Popular» cuando hablaba de resultados electorales en los que él parecía no tener nada que ver. De hecho, según insistió en varias ocasiones «la campaña no ha tenido nada que ver son los resultados». Mantuvo esta estrategia hasta en el turno de preguntas. Cuando le preguntaron si hacía examen de conciencia por el fracaso de la campaña del PP de ‘perfil bajo’ contestó:
Yo de mi trabajo no hablo.
Añadió que no iba a hablar en nombre del PP, pero sí defendió el perfil bajo, con cierto nerviosismo, con el argumento de que «España es un país de centro izquierda». Junto a esa cuestión le plantearon varias más, incluyendo la influencia en los resultados del escándalo de Luis Bárcenas (momento en el que Jesús Posada emprendió el camino hacia la salida). Arriola evitó responder a esto diciendo que no se acordaba de todas las preguntas; y el moderador le echó un capote al decir que no hacía falta profundizar en todas y dando paso a una nueva ronda de interrogantes planteados por los asistentes. Esto generó cierto grado de malestar entre varios de los periodistas presentes.
En la intervención de Arriola había algo que recordaba mucho al Rajoy del «llueve mucho» o el «Carmen, por favor»: el fastidio por ser preguntado por aquellas cuestiones que no le apetece hablar. En al menos tres ocasiones lanzó un lamento:
Siempre me preguntan por lo que no quiero hablar, y de lo que quiero hablar no me preguntan.
Sacó pecho de algo difícil de comprobar, aseguró que él sí predijo la fuerte irrupción del partido de Pablo Iglesias: «Sí se veía lo de Podemos». Es más, afirmó que había avisado a un Mariano Rajoy al que, una vez más, evitó citar por su nombre:
Quién tenía que saber, recibía un papel todas las mañanas y Podemos tenía tres [diputados].
Sobre lo que quiso opinar, y de forma contundente, fue de los medios de comunicación. Unos medios de comunicación que en general no suelen ser muy amables con él. Sus palabras dedicadas al periodismo español fueron ásperas:
Todos los datos que he leído en la prensa están mal, todos, sin excepción.
Se refería a los datos sobre los resultados electorales, incluyendo las cifras las participación. Se quejaba de que se compararan las cifras oficiales de la noche electoral con las definitivas de los anteriores comicios, que tardaron varios días al incluir el voto por correo. Ni una mención a que los medios trabajan en cada momento con los datos ofrecidos por el Ministerio del Interior. Y, el mismo que criticó eso, se lio varias veces, y tuvo que corregirse a sí mismo, al leer los resultados en tantos por ciento obtenidos por el PP y por el PSOE.
Y si cargó con fuerza contra los medios, hacia el todavía secretario general del PSOE fue todo amabilidad:
Me hubiera sentido absolutamente tranquilo si [Rubalcaba] hubiera sido presidente del Gobierno.
Otras expresiones que utilizó para referirse a él fueron: «con categoría», «hombre de Estado» y «con acreditada experiencia».
En su intervención se vieron muestras del pensamiento, que podríamos definir como ‘rajoyarriolismo’, que mueve la acción del Gobierno. Sostuvo que en el futuro no va a pasar «nada» en Cataluña, a pesar de los resultados de ERC; se mostró confiado en que el voto volverá a los grandes partidos en las generales y mostró su desprecio hacia las pequeñas formaciones que han restado votos al PP, con independencia de que hayan obtenido diputados o no:
Todos los frikis acaban planeando sobre Madrid, de todos los colores, de derechas y de izquierdas.
También Ruiz Mateos obtuvo dos diputados europeos, como Ciudadanos.
Los doctrinarios critican a los Gobiernos que adoptan medidas eclécticas [en referencia a Vox]. Y los doctrinarios obtienen los resultados que obtienen, no consiguen diputados.
Al terminar el acto, la sensación entre diversos asistentes más o menos próximos al PP (periodistas y otros, algunos afiliados al partido de Rajoy) era de descontento. Echaban en falta autocrítica, consideraban que eso explicaba la tibieza de Rajoy y les molestaba profundamente que diera la impresión de que se avergonzara de trabajar para el Partido Popular.